Thiago estaba atento con sus cinco sentidos a lo que contaba Ricardo.
- La verdad era que me gustaba mucho tu madre, pero en ciertos
momentos me sentía agobiado porque ella planeaba todo desde un
principio. Yo era más de improvisar cuando ella ya al poco de
empezar a salir estaba pensando en qué iglesia le gustaría casarse,
me preguntaba sobre los nombres de nuestros hijos el día que los
tuviésemos… A mí eso me agobiaba y por eso no me implicaba tanto
con ella.
Gabriela comenzó a amargar más su expresión mientras escuchaba a
Ricardo.
- Pero cuando estaba con ella iba todo bien, ni me sentía mal
tampoco. Era más bien por rachas, como todo. El día que quedábamos
normalmente dábamos una vuelta, veíamos una película o simplemente
nos quedábamos en casa.
- Sí, y no era precisamente jugando al parchís,-comentó Gabriela-.
Esa vez, fue la madre de Thiago quien tomó la palabra y habló.
- Yo estaba profundamente enamorada de Ricardo y no paraba de pensar
en él las 24 horas. Continuamente estaba pensando en formas de
sorprenderlo, regalarle cosas, tener detalles con él… Por eso mi
mente no paraba y me ponía a imaginar cómo sería nuestra vida si
nos casábamos, teníamos hijos y todo eso. Nos iríamos de luna de
miel a las playas de las Bahamas, haríamos el amor todos los días…
Y por eso, cuando quedábamos, siempre intentaba que él estuviera lo
más contento posible.
Ricardo atendía al relato que contaba Gabriela y asentía con la
cabeza recordando lo que decía ella mientras que Thiago seguía
siendo un mero espectador.
- Y en la cama juntos éramos fuego. Le encantaba que yo dominara y
la verdad era que me sabía mover muy bien, ¿o no es verdad,
Ricardo?
- Sí, es cierto. Era una bestia en la cama y me costaba aguantar su
ritmo, no sé qué le dieron de comer de pequeña, pero tenía una
energía que era difícil de seguir.
- Eso me viene en la sangre muchacho. Soy brasileña, no lo olvides.
Gabriela siguió relatando lo que ocurrió frente a la atenta mirada
de su hijo.
- Cuando terminábamos de hacerlo, me podía pasar horas mirando a
Ricardo. Me perdía en sus ojos verdes mientras acariciaba su pecho,
la barbilla, besaba su boca una y otra vez… Y no me imaginaba una
vida sin él. De lo que no me dí cuenta en ese momento fue de que
nunca me devolvió los “te amo” que yo le decía sin parar.
- Yo te quería mucho,-intervino Ricardo-, pero es cierto que nunca
llegué a quererte tanto como tú a mí. Lo siento…
- Ya no me vale tu perdón para nada.
Continuando el relato, Ricardo tomó la palabra esta vez.
- Tu madre me volvía loco en la cama, pero para mí más que una
novia era una amiga con derecho. La quería pero no como para tener
nada serio y yo siempre fui sincero con ella.
- ¡Mentira! Eso nunca me lo dijiste, así que no te quieras poner de
bueno, cerdo.
- ¿Cómo que no? ¿Cuántas veces te dije que me encantaba estar
contigo pero que me dolía no sentir lo mismo que tu? Pero tú
parecías no darte cuenta, tú seguías planeando nuestra boda cuando
llevábamos viéndonos sólo tres meses, así que no me dejes por
embustero,-protestó Ricardo dejando a Gabriela en completo
silencio-.
Y aquí, tras coger aire, Ricardo comenzó a contar lo realmente
importante.
- Yo hacía poco que me había puesto al mando de la empresa
familiar. Mi padre se había jubilado y me dejó a mí como jefe y
comencé a tener muchas responsabilidades. Tenía que supervisar
todo, ver que todo estuviera a la perfección, mantener a mis
trabajadores contentos… Era una responsabilidad muy grande la que
tenía.
Y sin poderlo evitar, Ricardo comenzó a sonreír conforme iba
hablando.
- Uno de esos días en los que estaba supervisando, entró una
muchacha cuando todavía no habíamos abierto y se lo dije. Ella
comenzó a pedirme disculpas una y otra vez y me dijo que no se había
fijado en el horario y como vio la puerta abierta pues decidió
entrar.
Thiago comenzó a sonreír también al creer de quien estaba hablando
Ricardo.
- Esa chica era preciosa, Thiago. Iba con un vestido azul verdoso
oscuro, su pelo suelto en una melena por los hombros y una sonrisa
que acompañaba a unos preciosos ojos azules que me cautivaron. Fue
verla y sentir un flechazo. Sabía que tenía que conseguir su número
para hablar con ella.
- ¿Esa chica era Mercedes?-preguntó Thiago-.
- Sí, y deberías haberla visto entonces… Te habrías enamorado de
ella tan perdidamente como yo.
- ¿Entonces me pusiste los cuernos? ¡Lo sabía! Eres un cabrón
asqueroso. ¡Cerdo!-comenzó a gritar Gabriela-.
Gritando, Thiago calló a su madre y dejó que Ricardo se expresase
con tranquilidad.
- No Gabriela, no te puse los cuernos. Mercedes me atrajo desde el
primer momento y, como era el jefe, le dije que por ser ella, podría
venir todas las veces que quisiera a visitar el sitio sin tener que
pagar nada con la condición de que yo fuera su guía. Ella sonrió y
aceptó encantada, por lo que nos intercambiamos los números de
teléfono y quedamos en eso. Esa semana me llamó un par de veces y,
cuando estábamos juntos, yo notaba cierta química. Algo se estaba
cociendo allí y no estaba siendo consciente al 100%.
Quedándose más serio, Ricardo continuó hablando.
- Desde entonces mi cabeza era un auténtico lío porque, por un lado
estaba tu madre con la que ya estaba y me encantaba su compañía,
pero no sentía por ella lo mismo que me ocurría cuando estaba con
Mercedes, a la que acababa de conocer y de la que no sabía
prácticamente nada de ella. ¿Qué decisión debía hacer? No lo
tenía claro, y hasta que me aclarase no quería ver a nadie.
- ¿Por eso estuviste casi una semana sin querer verme?-preguntó
asombrada Gabriela-.
- Sí, Gabriela. Esa fue la razón. Te dije que tenía mucho trabajo
pero era mentira. Necesitaba aclarar mis sentimientos y no podía
estar ni contigo ni verla a ella, por lo que me recluí en mi casa y
en la oficina durante ese tiempo hasta que un día me dijiste que
tenía que ir sí o sí a tu casa, que era un tema de vida o muerte.
Frunciendo el ceño, Thiago atendió más si cabía a la historia que
contaba Ricardo.
- Imagina mi sorpresa cuando llego y me encuentro a tu madre en su
cama, completamente abierta de piernas y metiéndose un consolador
del tamaño de una baguette por el coño mientras me decía que
estaba más cachonda que una perra y que quería que se la metiese,
que no podía aguantar más sin estar conmigo.
- ¡Mentira! No tenía un consolador metido en el coño.
- Uy, perdone usted señora, pero no me puedes negar que estabas
masturbándote como una loca, ¿verdad?
- Bueno, ¿y qué pasó?-intervino Thiago-.
- Pues que me dejó, fin de la historia,-dijo Gabriela intentando
terminar todo eso-.
Negando con la cabeza, Ricardo dijo que eso no sucedió así.
- Yo cuando la vi de esa forma, sentí en mi interior que esa mujer
no era la indicada y supe que a quien debía elegir era a Mercedes.
Nunca había visto las cosas con más claridad que en ese momento.
Aparte de que, al ver tu madre que yo no me desvestía, se levantó y
comenzó a acercarse a mí diciéndome que ya me desnudaba ella.
- Hombre, con lo caliente que estaba en ese momento habría hecho
cualquier cosa con tal de que me follaras.
- Pues yo me sentí utilizado, Gabriela. Me sentí un objeto sexual
al que usabas a tu beneficio cuando te picaba el coño.
Gritando como una loca, Gabriela comenzó a protestar mientras que
Ricardo intentaba continuar.
- Yo estaba locamente enamorada de ti y me dejaste tirada como a un
calcetín sudado. Pasé de estar cachonda a darme un ataque de
ansiedad cuando me dejaste. Thiago, ahí donde lo ves tan buenecito
él y toda esa elegancia que tiene, es un cabrón. Me dijo que no me
quería y que no podía seguir siéndole infiel a su corazón o no se
qué mierdas más.
- ¡Eso no fue así! Te dije que no quería seguir más con aquello
porque no te quería y no podía continuar con una historia abocada
al fracaso porque su final era un callejón sin salida. Y cuando te
dije eso me fui de allí.
- ¡Y no te importó cómo me quedé de mal! No volviste a llamarme
ni a preguntarme por cómo estaba. ¡Estúpido!
- ¿Y qué querías que hiciera? ¿Cortar nuestra relación pero
seguir acostándome contigo? ¿Entonces qué habría cambiado
respecto a lo que teníamos antes?
Pidiendo un poco de calma, Thiago le pidió a Ricardo que continuase.
- Lo que pasó fue que me fui al trabajo aunque no era mi hora por
despejarme un poco y desde fuera vi a Mercedes. Estaba mal porque
acababa de cortar con tu madre y me sentía fatal por cómo había
terminado todo aquello, pero fue ver a Mercedes y se me olvidó. Sólo
existía ella en ese momento.
A Ricardo se le notaba emocionado mientras que Gabriela miraba a otro
lado como queriendo no escuchar todo aquello.
- Me acerqué a Mercedes y la saludé. Ella me dijo que no me
esperaba por allí después de tanto tiempo sin devolverle las
llamadas. Se creía que me había enfadado con ella por alguna cosa,
pero le dije que no había sido nada de eso, que había tenido unos
problemas que me habían mantenido con la cabeza en otro lado pero
que ahora estaba todo bien. Y ahí me sonrió alegrándose. Y fue ver
su sonrisa…
Ricardo contaba la historia como si la estuviese reviviendo en ese
momento.
- Fue ver su sonrisa y no lo pude evitar. Me acerque a ella y la
agarré de la cintura acercándola a mí, quedándonos a unos
centímetros el uno del otro. Ella se sorprendió mucho, pero tampoco
hizo nada por separarse.
Sonriendo, Thiago intervino.
- Y ahí fue cuando la besaste.
- Sí, y qué beso… Nunca había sentido nada parecido y…-comenzó
a decir Ricardo, pero al ver la mala cara de Gabriela decidió parar
por respeto a ella-. En fin, en el amor no hay dueño. No puedo decir
más.
Pero Thiago seguía teniendo curiosidad.
- ¿Y qué pasó después?
- ¿Quieres saberlo?
- Sí, ya que estamos no me dejes a medias.
- Pues lo que pasó fue que Mercedes me dijo que todo aquello era una
locura, pero que desde el primer momento en que me vio aparecer, tuvo
ganas de besarme. Era la primera vez que le sucedía algo así, pero
sentía que era el momento y la persona adecuada para ella.
Y, finalizando el relato, Ricardo concluyó diciendo una última
frase.
- Y en un arrebato del momento, le pedí matrimonio. Ella no se lo
podía creer y yo no tenía anillo comprado ni mucho menos, pero
sorprendentemente me dijo que sí. Rápidamente preparamos todo y a
los cinco meses creo recordar, nos casamos.
Quedándose en silencio en ese momento, Ricardo recordó su boda, ese
sentimiento que tenía por Mercedes y cómo lo echó a perder cuando
se dejó embaucar por la cuidadora de su hijo. No podía echarle toda
la culpa a ella porque él también se dejó querer y no le paró los
pies en su debido momento, pero la verdad era que había perdido unos
maravillosos años de su vida por un error del que se arrepentiría
siempre aunque ahora hubiese vuelto con Mercedes.
Girándose hacia su madre, Thiago quiso saber qué ocurrió con ella
cuando Ricardo terminó la relación.
- Thiago, ¿es necesario que me hagas revivir este suplicio? ¿No te
es suficiente con lo que ha contado ya Ricardo?
- No mamá. Necesito que me lo cuentes tú.
Suspirando, Gabriela accedió a contarlo.
- Lo que pasó fue que Ricardo me dejó hundida en la más ínfima
miseria y me refugié en la comida para calmar mi ansiedad. Todas las
noches me dormía llorando echándole de menos, pensando en qué
estaría haciendo, qué fallo había cometido para que me dejase…
Pero nunca tuve una respuesta para todas y cada una de esas
preguntas. Al cabo de unas semanas, la regla se me había atrasado
bastante más de lo normal, que siempre solía tardarme en venir uno
o dos días en lugar de cuando me tocaba, pero esa tardanza ya no era
normal. Así que decidí hacerme un test de embarazo y salió
positivo. Si estaba hundida, eso me terminó de rematar. Pensé una
infinidad de veces en ir y abortar, pero mi amiga Celine me convenció
de que no lo hiciera. Por eso, conforme fuiste creciendo en mi
interior, no me faltaron las ganas de llamar a Ricardo y decirle lo
que había pasado.
Thiago permanecía atento esperando a cómo continuaba la historia.
- Pero justo cuando lo iba a hacer, me acordaba de lo mal que me lo
estaba haciendo pasar y se me pasaba. Así sucedió infinidad de
veces hasta que un día, poco antes del parto, me di cuenta que si él
me había jodido a mí, yo ahora le ocultaría de por vida que había
tenido un hijo con él. Nunca sabría que había un hijo suyo por ahí
y sabiendo lo que le gustaban los hijos, más convencida estaba de
hacerlo.
Respirando más agitadamente, Thiago levantó su voz y protestó.
- ¡Y a mí me dejaste sin padre!
- ¡Ese hombre no es tu padre! ¡Ese sólo fue un donante de esperma!
Pero aquí la madre y el padre fui yo.
- ¡Nunca le diste la oportunidad de ser un padre conmigo! ¡Fuiste
una egoísta y sólo pensaste en ti y no en mí! ¡En ningún
momento!
Ya cansada y con un humor de perros, Gabriela gritó más fuerte esa
vez.
- ¿Y qué querías? ¿Que después de lo que me hizo le dejase ver o
tener contacto con su hijo? ¡Él decidió abandonarme con todas las
consecuencias!
- ¡Pero yo no soy una mera consecuencia, soy un ser humano y tengo
mis sentimientos! ¿De verdad no se te removía el estómago cuando
te preguntaba por mi padre de pequeño? ¿Ni siquiera después de
todas las broncas y peleas cuando yo era adolescente?
- Cuanto antes te dieras cuenta de que no tenías padre, más feliz
serías.
- Me negaste la oportunidad de tener un padre y a Ricardo… de ser
mi padre. Fuiste una egoísta y por intentar joderlo a él, jodiste
mi vida también.
- ¡Yo no quise joderte la vida en ningún momento! Por eso, cuando
tú naciste, quería que estuvieras siempre conmigo cuando quedaba
con algún chico o me echaba novio, para que tuvieras esa figura
paterna.
- Claro, por eso siempre te echabas novios que eran hombres casados,
¿no? Hombres con sus familias y que tenían la vida hecha. ¿Qué te
ha pasado con este último? El que me mandó al internado.
Bostezando, Gabriela le quitó importancia.
- Bueno, pues lo de siempre. Todos los tíos sois unos cobardes y me
dijo que se sentía demasiado presionado por mi parte diciéndole
todos los días que dejase a su mujer y que de momento, estaba mal
con ella pero no quería tomar esa decisión. En fin, lo de siempre.
Que todos los tíos sois unos capullos, del primero al último.
Levantándose, Gabriela miró a Ricardo.
- Imagino que estarás contento, ¿no? Pues ahora, si eres un padre
como Dios manda, demuéstralo y actúa como tal con Thiago y
llévatelo de aquí porque no quiero volver a veros en mi vida.
- ¡Mamá!-protestó Thiago-.
- ¡Cierra esa boca! ¿Sabes? Mi error no fue no contarle nada a tu
padre sobre que tenía un hijo suyo. Mi error fue hacerle caso a
Celine y no abortar como yo pensaba hacer, porque no hay día que
haya pasado que no me recordases al cabrón de tu padre, esa mirada,
esos ojos, tu forma de expresarte y hablar… ¡Qué tonta fui!
Thiago sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. Estaba
enfadado con su madre por no haberle contado la verdad, pero aquello
que le acababa de decir Gabriela era demasiado. Por muy mal que lo
hubiera pasado, no dejaba de ser su madre y siempre lo había
cuidado, pero escuchar de su propia boca que se arrepentía de
haberlo parido…
- No te preocupes hijo,-dijo Ricardo en voz alta-. No necesitas a esa
señora como madre. Eres un hombre adulto y por los azares de la
vida, te has encontrado conmigo, con tu padre y con tu hermano. Y
estoy seguro de que Mercedes te querrá y te tratará como si fueras
su propio hijo y Rocío como su propio hermano.
Soltando una carcajada mientras se secaba las lágrimas que le
corrían por las mejillas, Gabriela comenzó a comer unas patatas
fritas a la vez que le dijo algo a su hijo.
- ¡Pues que te aproveche tu querido hijo! A ver si tienes cojones de
aguantarlo tantos años como he hecho yo, bonito.
CONTINUARÁ…
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