Aquel 31 de Octubre era diferente a todos, y no porque apenas hubiera
niños disfrazados o gente paseando por las calles pidiendo caramelos
a causa de una intensa lluvia, sino porque la muerte acechaba
peligrosamente…
En el interior de esa vivienda, Martina Robins salía del dormitorio
de sus hijos gemelos tras acostarlos y leerles un cuento hasta que se
quedaron dormidos. A lo largo de todo ese día no habían parado de
hacer cosas y los pequeños Alí y Ekrem estaban muy cansados.
En cuanto salió al salón, Martina sonrió y besó el cuello
masculino del hombre que la esperaba.
-
Por fin podemos estar solos…-susurró ella muy cerca del oído de
su acompañante-.
-
Llevaba todo el día deseando que llegase este momento,
cariño,-confesó él-.
Separándose, Mehmet Köpek recorrió con su mirada el cuerpo y la
cara de Martina justo antes de volver a hacer una confesión.
-
Qué suerte tiene mi hermano al estar casado contigo… Lástima que
no te hubiera conocido yo antes.
-
Ya… Habría
sido genial.
-
¿Es bueno contigo?
-
Sí, mucho. Es un gran padre y muy cariñoso conmigo pero… no puedo
evitar mirarte y derretirme.
Martina y Mehmet se encontraban inmersos en un amor prohibido del que
se escondían públicamente para mantener las apariencias. Ambos
tenían sus propias familias, sus propios hijos y nadie podía
enterarse de que existía un romance entre ellos.
-
Qué curioso,-dijo Mehmet-. Me pasa lo mismo con Bárbara. Es una
chica increíble, preciosa y muy buena madre y esposa, pero es
verte a ti…
- Oh
Mehmet,
ven aquí.
Ambos comenzaron a besarse y, tras unos minutos incesantes de
intercambios de palabras cariñosas y caricias, decidieron cambiar de
escenario e irse al dormitorio. Allí, siguieron con el rosario de
abrazos, miradas, besos y palabras ardientes que encendían la llama
del amor.
Deshaciéndose de la ropa, Mehmet comenzó a penetrar a Martina,
quien intentaba no gemir demasiado para no despertar a los niños.
Esa noche estaba siendo muy especial para ambos y, tanto Martina como
Mehmet, sentían que sus corazones latían ferozmente a un ritmo
vertiginoso que se acompasaban con los movimientos pélvicos
masculinos.
Unos minutos después, alguien vestido de Darth Vader pasó frente a
la casa de Martina y, mirándola de un lado a otro, se acercó a ella
hasta situarse frente a la puerta.
Para su suerte, la puerta no tenía la llave echada y pudo entrar sin
ningún tipo de problema. Mirando a todos los puntos que le permitía
esa máscara, aquella persona mantenía silencio y andaba por el
salón con completa cautela.
Pero Mehmet tenía el oído muy fino y se alertó al creer haber
escuchado un ruido. Colocándose los bóxer, salió del dormitorio y
miró hacia todos los lados desde el umbral de la puerta. Avanzando
un poco, se quedó quieto para poder escuchar con más claridad pero
el silencio era sepulcral, roto solamente por el tintineo de las
gotas de lluvia cayendo sobre los cristales.
Dándose la vuelta, Mehmet se dirigió hacia el dormitorio justo
cuando sintió unas manos en su cuello apretándole tan fuerte que le
faltaba el aire, hasta que todo paró de golpe. Un breve crujido en
el cuello de Mehmet truncó su vida en un momento.
Depositando el cuerpo sin vida de Mehmet en el suelo para no hacer
ruido, aquella persona miró a su derecha y colocó su mano derecha
sobre el picaporte, abriendo la puerta del dormitorio.
Sintiendo una presencia entrar en la estancia, Martina creyó que era
Mehmet. Ilusa…
-
¿Qué fue ese ruido cariño?
Al no obtener respuesta a su pregunta, Martina se quedó seria y
completamente quieta mientras que su corazón se desbocaba de los
nervios. No sabía quién estaba allí, pero Mehmet no era…
Intentando mirar, Martina giró lentamente su cabeza hacia su
izquierda justo cuando vio unos guantes negros y logró gritar justo
antes de que aquella persona pusiese su mano derecha sobre la boca
femenina.
El pequeño grito que dio Martina fue lo suficiente como para
despertar a uno de sus hijos: Ekrem.
-
Alí, Alí, despierta,-susurró el pequeño de tres años-.
Levantándose de la cama, Ekrem fue hasta la cama de su hermano y lo
despertó.
- He
escuchado un ruido, Alí.
-
¿Sí?
-
Si. Tengo miedo…
-
Voy a ver qué pasa.
En el interior del dormitorio, Martina se desplomaba sobre el suelo
después de que aquella persona le rompiese el cuello, al igual que
había hecho con Mehmet unos minutos después.
-
Trabajo hecho,-llegó a decir el asesino-.
Pero todo no iba a ser tan sencillo para aquel tipo, ya que Rashid,
el padre de los gemelos y el marido de Martina, acababa de llegar a
casa después del trabajo. Al ver todas las luces apagadas, Rashid se
extrañó, ya que normalmente su mujer se acostaba mucho más tarde.
Sin embargo, desde su posición no pudo ver el cuerpo sin vida de su
hermano, por lo que avanzó directo hacia su muerte.
Al girar la esquina dirigiéndose al dormitorio, Rashid vio el cuerpo
de Mehmet y, mirando al frente, vio a aquel tipo disfrazado de Darth
Vader.
-
Tú…-dijo ese hombre disfrazado-.
Y sin esperar respuesta posible de Rashid, aquel tipo agarró el
cuello de su siguiente objetivo y lo empujó contra la pared,
presionándole la nuez y comenzando a ahogar a aquel padre de
familia.
Levantándolo del
suelo, Rashid intentaba resistirse
pegándole golpes en el casco a esa persona, pero nada de eso estaba
sirviendo para poder escapar al terrible destino que se cernía sobre
él.
Saliendo a ver qué sucedía, Alí vio como aquel tipo sacaba un
cuchillo con una mano mientras sostenía a su padre con la otra mano,
quien ya se movía menos por la falta de aire en sus pulmones.
Clavándole el cuchillo en el cuello, Rashid fue a gritar pero en
lugar de voz, lo que salió por su boca fue sangre. Comenzando a dar
espasmos, a cada movimiento involuntario que daba Rashid, la vida se
le escapaba más y más.
Alí seguía mirando aquella terrible situación en completo silencio
sin entender demasiado qué estaba pasando y sin saber que aquellas
imágenes se quedarían grabadas en su subconsciente durante toda su
vida…
Sacando el cuchillo del cuello, Rashid cayó muerto al suelo y
derramando mucha más sangre de la que ya había salpicado. Su
asesino se quejaba y maldecía en voz alta por haberse equivocado.
-
Tenías que estar liado con tu cuñada, Mehmet. Hijo de puta…
Dándose la vuelta, el asesino se dio cuenta de que tenía compañía
y, acercándose lentamente a Alí, situó su dedo índice sobre su
boca a través de la máscara a modo de silencio.
-
Shhhh.
La situación en casa era grotesca y salvaje. La sangre de Rashid
continuaba saliendo de la herida de su cuello mientras que el cuerpo
sin vida de Mehmet estaba a escasos dos metros de distancia.
Alí
contemplaba aquello con horror llorando amargamente mientras entraba
de nuevo en su cuarto, donde abrazó a su hermano. Ekrem quería
salir para averiguar qué le había ocurrido a su hermano para que
estuviese de esa forma, pero éste no lo dejó. El llanto del pequeño
Alí era tan fuerte que alertó a los vecinos y, llamando a la
policía, los agentes fueron quienes se encontraron con aquel
terrorífico escenario.
Siguiendo el sonido de los llantos, uno de los policías sacó de
allí a los gemelos mientras que el resto del equipo investigaba lo
ocurrido en la vivienda. Tras ver cómo se habían encontrado los
cuerpos, supieron que había alguien más implicado en todo aquello,
por lo que la investigación se preveía larga y complicada. En
principio, creían que el asesino debía ser un hombre corpulento y
con bastante fuerza, ya que Rashid tenía marcas de asfixia en su
cuello que acompañaban a una herida profunda por arma blanca en esa
misma zona. Alí había visto el asesinato de su padre en primera
línea y podría arrojar más información, pero su shock era tan
grande que apenas le salían las palabras entre tanto llanto y, al
contar con apenas tres años, los policías prefirieron dejar su
posible declaración para más adelante.
La
policía averiguó que uno de los fallecidos, Mehmet, estaba casado y
que su esposa vivía en esa misma calle a unos metros más abajo del
lugar de los hechos. ¿Sería la asesina? Buscando su nombre en las
bases de datos de la policía, vieron que no tenía antecedentes y
que físicamente era de complexión delgada, por lo que quedaba
descartada como posible sospechosa. Ahora era el momento de
comunicarle la terrible noticia…
El policía encargado de transmitir lo ocurrido fue el mismo que sacó
a los pequeños de esa casa. Se sentía en la obligación moral de
hacerlo al haber sido el primero en ver todo aquello y cuidar de los
niños una vez que los había sacado.
-
¿Bárbara Travis?-preguntó el policía-.
-
Sí, soy yo. ¿Qué pasa? ¿Quién es usted y por qué tiene a mis
sobrinos? No paro de escuchar sirenas de policía y ambulancia.
-
Soy el agente Naim Thomas, del departamento de policía. Verá, unos
vecinos nos llamaron alertados por los llantos de unos niños y,
cuando entramos en la vivienda…
-
¿Qué?-preguntó Bárbara impaciente y sin esperarse la bomba que le
iban a soltar a continuación-.
-
Siento decirle que… hemos encontrado a sus cuñados Rashid y
Martina y… a su marido… muertos. Lo siento mucho.
-
¿Cómo?-dijo comenzando a tambalearse-.
-
¿Está usted bien?-preguntó el policía mientras ayudaba a Bárbara
a estabilizarse-.
-
Sí… No se preocupe. ¿Mi marido ha muerto? ¿Y mis cuñados
también?
-
Sí, por eso nos consta que usted es la familiar más cercana y estos
niños necesitan a alguien que los cuide.
Agarrando a los pequeños, Bárbara los condujo hasta el interior de
la casa mientras aguantaba las lágrimas.
-
Pase agente, no se quede en la puerta,-dijo Bárbara tras abrir la
puerta de casa-.
Alí y Ekrem se habían quedado varias veces a dormir en casa de sus
tíos donde se pasaban largas horas jugando con su prima Emel, así
que Bárbara los llevó hasta la habitación que ya tenía preparada.
Saliendo de ella, vio al agente mirándola seriamente.
-
¿Está usted bien? ¿Necesita algo?-preguntó ofreciéndose Naim-.
-
No, estoy bien… Sentémonos…
Naim estaba nervioso y no sabía cómo hacerle unas preguntas a
Bárbara, ya que era consciente de que no estaba pasando por el
momento idóneo.
-
¿Qué ha pasado agente?-preguntó Bárbara secándose las lágrimas-.
- No
lo sabemos con seguridad, pero hemos encontrado a su marido y a su
cuñada con el cuello roto y a su cuñado con una profunda herida en
el cuello.
-
¿Cómo ha podido pasar? No lo entiendo… Mi marido me dijo que hoy
tendría que trabajar toda la noche.
-
Esa pregunta se la iba a hacer yo, ya que… hemos encontrado a su
marido y a su cuñada en ropa interior. Ambos estaban en diferentes
habitaciones, pero la cama estaba deshecha y todo apunta a que…
habían mantenido relaciones sexuales.
-
¿Mi marido me engañaba con Martina?
- No
estamos seguros, pero su cuñado ha sido encontrado vestido con un
traje y su marido con apenas unos bóxer y a su cuñada con un salto
de cama.
-
Ese hijo de puta me la coló bien… Me decía que tenía que
trabajar cuando en realidad se acostaba con mi cuñada… ¡Hijo de
puta!-gritó Bárbara volviendo a echarse a llorar-.
Tras varias preguntas más, el agente se despidió de Bárbara y se
marchó bajo la incesante lluvia que caía aquella noche. Mirando al
cielo, aquella joven viuda sintió que su corazón estaba igual que
el cielo, roto y profundamente triste. Amaba a Mehmet con todo su
corazón pese a que se acabase de enterar de que le era infiel con
Martina… ¿Por qué tenía ella que vivir todo aquello con tan solo
24 años de edad?
Revisando si los gemelos dormían, Bárbara se encargó de calmar a
Alí hasta que se quedó dormido. Luego se acercó por la habitación
de su hija y, sin poderlo evitar, una furtiva lágrima volvió a
caer. ¿Cómo le diría a su pequeña que su padre había muerto? ¿Lo
llegaría a entender a sus dos años de vida? Haciéndose todas estas
preguntas, Bárbara se metió en la cama con la esperanza de poder
dormir algo, ya que Naim le había dicho que tendrían que hacerle la
autopsia a los cuerpos y, hasta nueva orden, no podría realizar
ningún funeral.
Su cabeza no había dejado de dar vueltas durante toda la noche, al
igual que ella en la cama. Si ya se sentía mal por lo ocurrido, el
cansancio hacía más mella en su estado de ánimo y Bárbara se
encontraba completamente derrotada.
Tras vestirse, fue al dormitorio de Emel para despertarla cuando vio
a su pequeña saliendo de la cama.
-
Buenos días cariño, ¡qué pronto te has levantado hoy!
Acercándose a ella, Bárbara cogió en brazos a Emel, quien notó
que su madre estaba diferente.
-
¿Mamá triste?
Dejándola en el jardín, Bárbara acarició el oscuro pelo de su
hija y fue a por sus sobrinos. Qué duro se le iba a hacer verlos y
no recordar que su madre, a la que consideraba una de sus mejores
amigas, se acostaba con su marido…
-
Venga, arriba Ekrem, vamos Alí. Vuestra prima os está esperando en
el jardín para jugar.
-
¡Bien!-gritaron felices los pequeños-.
Colocándoles frente a frente, Bárbara los miró y comenzó a
preguntarse cómo haría para poder sacar a aquellos tres si su
sueldo como cajera apenas sobrepasaba el sueldo base. Pero unas
palabras de Alí dirigidas a su prima la sacaron de sus pensamientos.
- Mi
papá está morido.
CONTINUARÁ…
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