El capítulo anterior también fue importante por un aspecto que, si sois observadores, habréis notado y que en este capítulo se vuelve a repetir. Y hasta ahí puedo leer. Nos vemos mañana en otro capítulo. ¡Hasta pronto!
CAPÍTULO 25
Fernando ya había
terminado la carrera y estaba a la espera de las notas, por lo que se dedicaba
a lo que quería. Una de esas cosas era hacer ejercicio.
Tras 2 horas, Fernando
estaba reventado. No podía con su cuerpo, así que lo dejó y se fue a ducharse.
Tras la ducha se vistió
y se fue a la cafetería, donde había quedado con su profesor para hablar con
él.
-
¡Hola profesor!
-
¡Buenas
Fernando! ¿Qué era eso que me querías comentar?
-
Pues mire,
resulta que he analizado ya varias veces trozos de una roca y los resultados
han salido diciendo que hay algo anómalo y no lo entiendo.
El profesor se interesó
más aún en la conversación.
-
¿Qué sale
exactamente en los resultados?
-
Dice que esa
roca tiene una composición de un material que todavía no se sabe.
-
Uh, ¿estás
seguro Fernando?
-
Totalmente. Le
he traído una muestra para que usted la analice, por si yo me he equivocado en
algo.
-
Si me fío de ti,
de todas maneras le echaré un vistazo.
Fernando sonrió.
-
¡Muchas gracias
profesor!
-
Puede ser que
hayas encontrado algo muy importante, ¿eh? Si al final descubro que tienes
razón, si no te importa me gustaría hablar con unos colegas científicos que
tengo yo y les hablaré de ti por si te pueden contratar. Un chico como tú
debería encontrar trabajo a la primera.
-
¿De verdad?
Muchísimas gracias por todo profesor.
Fernando aprovechó para
tomarse algo cuando de repente, un perfume embriagador llegó a sus fosas
nasales.
Era la chica de la otra
vez e iba con los mismos pantalones. No pudo evitar echarle un vistazo a ese
culo que se contoneaba por delante.
-
Madre mía,-pensaba
Fernando a punto de atragantarse con el trozo de tarta-.
Se hacía tarde, por lo
que Fernando se despidió de su profesor quedando en que lo llamarían por las
pruebas que iban a hacer a la muestra que le había dejado.
Días más tarde, el
juicio final había llegado. Recogió las notas del buzón y la abrió con miedo a
lo que se encontraría dentro.
Para su alegría, había
sacado un gran sobresaliente en la carrera. Estaba más que aprobado y daba saltos
de alegría. ¡Por fin había acabado!
Fernando se dedicó el
resto del día a hacer lo que le daba la gana, así que se puso a jugar al COD:
Black Ops 2 en modo online. Hasta que cogió práctica, moría nada más comenzar
la partida.
Se acercaba la hora de irse
a casa, por lo que comenzó a despedirse de todos.
-
Alison, espero
verte y que esta amistad perdure. Gracias por todos los buenos momentos que
hemos pasado juntos.
-
Gracias a ti
Fer. Eres un encanto de chico y te mereces ser feliz. Te quiero.
-
Y yo también te
quiero guapa. Eres una gran amiga.
-
Anda tira, que
no quiero llorar.
Más tarde se encontró
con Kris.
-
Kris, dentro de
poco me voy, así que me despido de ti.
-
¿Te vas ya? Jo,
qué pena…
-
Bueno, tengo
ganas de volver a casa. Que encantado de conocerte y espero que todo te vaya
genial en el día de mañana.
-
Igualmente Fer.
Te mereces todo y más.
Y para el final dejó a
Abbie.
-
Abbie, me voy
dentro de poco.
-
Ya… a mí me
vienen a recoger un poco más tarde que tú.
-
Que espero que
tu vida sea plena y que seas muy feliz. Te lo mereces.
-
Tú también Fer.
Has sido un gran apoyo aquí durante este tiempo. Te quiero un montón.
-
Yo también
Abbie. Te echaré de menos.
Fernando hizo la maleta
y se abrigó porque todavía había nieve por esa época y hacía frío. Mientras
esperaba el camión de la mudanza, se puso a mirar a unas ardillas que andaba
correteando por ahí.
Al fin llegó y todos
salieron a despedirse. Algunos como Alison lloraban, otros se despedían pegando
gritos y agitando la mano.
Mientras caminaba hacia
el camión, una vida quedaba atrás. Las huellas que se quedaban marcadas en la
nieve también quedaban en la cabeza de Fernando. Cuatro años maravillosos que
habían pasado tan rápido como una brisa marítima, permanecerían inmortalizados
en la cabeza de Fernando.
Pero otro camino se
habría por delante. Un camino que llevaría a Fernando a abrir horizontes. No
sabía lo que el futuro le depararía, pero seguro que lo afrontaría con todas
sus fuerzas.
Tras bastantes horas,
por fin llegó a su casa. Parecía mentira el estar de nuevo allí.
Se bajó y dejó su
maleta en la puerta. La observó desde fuera y por fin se decidió a llamar a la
puerta.
Se sentó fuera a
esperar que abrieran la puerta hasta que Hugh la abrió y vio a Fernando
sentado.
El fuerte abrazo que se
dieron los dos lo dijo todo. Sin necesidad de que dijeran nada, se entendían.
-
Pero bueno, ¿por
qué no avisaste?
-
Quería que fuera
una sorpresa.
-
Un momento
Fernando. ¡Stacy ven!-gritó desde el porche-.
Stacy salió fuera y
cuando vio a Fernando, ambos se quedaron callados totalmente. Se miraron a los
ojos mientras se observaban en silencio.
Para luego abrazarse
dejando escapar alguna lágrima que otra.
Cuando entraron,
Fernando dejó su maleta en su cuarto y bajó para hablar con ellos.
-
Bueno Fernando,
cuéntanos,-dijo Stacy-.
-
Ha sido todo
increíble. La gente allí tiene un buen rollo buenísimo y lo mejor es que he
sacado un sobresaliente en la carrera. Lo más seguro es que tenga trabajo
asegurado y por fin pueda vivir en mi propia casa.
-
¿Dónde te
gustaría vivir?-preguntó Hugh-.
Fernando se quedó
pensativo unos instantes.
-
Donde yo nací
fue en Nueva York. Me encantaría volver allí y comprar una casa cuando reúna mi
dinero. Mientras tanto, estar en un pisito en un rascacielos. Para mí sería lo
ideal.
Stacy continuó hablando
con Fernando.
-
Parece que lo
tienes todo muy bien pensado. Has madurado muchísimo en todo este tiempo y me
encanta verte así, ¿verdad Hugh?
Hugh miraba a un punto
indefinido de la casa mientras escuchaba la conversación.
-
Sí, es increíble
que ya Fernando hable de esta forma, tenga una carrera hecha, con camino de 23
años y esa madurez… No he podido evitar acordarme de cuando fue a recogerlo a
su casa.
-
Vosotros,-dijo
Fernando-, sois mi familia, ya que lo único que he tenido no ha estado ahí ni
me lo ha demostrado. Stacy, tú eres la madre que nunca he tenido y tú Hugh,
eres el padre que me habría encantado tener.
Fernando dibujó una
media sonrisa en su cara.
-
He pensado en
quedarme aquí un tiempo hasta que encuentre algo allí.
-
Nuestra casa es
tu casa. Te hemos criado como a un hijo y no nos arrepentimos de habernos
arriesgado a que nos pillara la policía. Pero por suerte, si Dios quiere
tendrás un pseudo-hermanito.,-decía Hugh-.
-
¡Stacy! ¿Estás
embarazada?
-
Sí, de 4 meses.
No te lo hemos dicho por darte una sorpresa.
Fernando se alegró
muchísimo por esta noticia. Sus padres adoptivos se querían y se merecían ser
felices con un hijo propio.
Un par de semanas más
tarde, Fernando había encontrado un apartamento que estaba bastante bien. Pero
tener una casa propia no era sólo su pensamiento…
Se acercó hasta su
anterior casa. La miró desde fuera detenidamente. La recordaba tal y como
estaba en ese momento. Cogió la llave que todavía conservaba y entró.
Volver a pisar ese
suelo que tantos años hacía que no veía. Mirar esas estatuas que adornaban el
majestuoso salón… Por un momento volvió a sentirse niño y adolescente de nuevo.
Pero no duró mucho ese
pensamiento, ya que al fondo pudo observar que Lulú estaba tumbada echándose un
sueñecito.
Aprovechando que
dormía, se acercó cuidadosamente a ella hasta que se colocó enfrente.
Haciendo un pequeño
carraspeo, Lulú se despertó creyendo que era Alberto.
-
Dime amor…
¡Pero…!
-
Shhhh, ni se te
ocurra mover un solo músculo Lulú. Dime dónde está mi padre ahora mismo.
-
En su despacho.
-
Ah, en mi antiguo
dormitorio que ahora cumple la función de despacho, ¿no es cierto?
-
Sí…
-
Ah, de acuerdo.
Muchas gracias por tu ayuda. Y como se te ocurra pegar un grito, llamar a la
policía o avisar a mi padre, tendré que vérmelas contigo.
Lulú no movía un solo
músculo de la cara, permanecía quieta en la tumbona mientras que Fernando, más
serio que nunca, imponía su voluntad por primera vez en esa casa.
Subió al piso de
arriba, haciendo como que era un cliente, así que espero a que todas las
mujeres y algún que otro hombre se fueran, ya que él tenía “cita” para última
hora.
Una voz desde dentro se
escuchó y Fernando se levantó de inmediato.
-
¡Siguiente!
Fernando entró con paso
decidido hacia la mesa que ocupaba su padre. Cuando Alberto levantó la mirada,
su cara cambió radicalmente. Una completa seriedad se implantó haciendo que el
ambiente se hiciera un tanto pesado.
Habían pasado por lo
menos 6 años desde que había visto a su padre por última vez y, los años no
habían hecho justicia. Con el pelo visiblemente grisáceo, considerables arrugas
y con más entradas que el Bernabeu y el Camp Nou juntos que trataba de ocultar
peinándose hacia delante.
Fernando lo miró de
arriba abajo torciendo la boca y levantando un poco su ceja izquierda. Volvía a
estar frente a su padre tras su “desaparición”.
-
Hola,
pa-pá,-dijo Fernando irónicamente.
CONTINUARÁ…
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