miércoles, 29 de diciembre de 2021

Capítulo 25 || Nada Es Lo Que Parece

 Santi estaba muy contento con su nuevo puesto y, pese a que no era el más popular de las comisarías en las que estaba, mantenía las cosas en orden. Además de eso, había sido destinado a una comisaría en la que ya estaban al tanto de que iban a ser investigados, ya que Santi hizo la petición de que no quería tener que mentir ni tener una falsa identidad. Las comisarías en las que estaría a partir de ese momento sería para investigar oficialmente con su uniforme y su nombre verdadero.


 Saliendo del baño, Santi se encontró con Clara.

- ¿Qué haces todavía aquí? Vas a llegar tarde al trabajo.

- Me da igual, quería verte con el uniforme una vez más. Hay que ver lo bien que te queda…

- Bah, no es para tanto mujer.

- Lo que sí va a ser para tanto es el beso que te voy a dar ahora, ¡guapo!


 Y acercándose a él, Clara besó los labios del chico de manera efusiva y cariñosa.

- No me voy a acostumbrar nunca a tus besos,-confesó Santi-.

- Pues no lo hagas, pero sigue besándome.


 Separándose un momento de Clara, Santi le volvió a decir algo.

- Como sigamos así, al final vamos a ir a la cama otra vez en lugar de ir al trabajo.

- Y yo tan feliz…

- Ya, pero hay que irse. Tú tienes reunión del Comité de Publicidad y yo con el Comisario sobre mis investigaciones…

- Lo sé pero…

- Clara…

- Vale, pero esta noche no te me escapas.


 Tanto uno como otro se fueron a sus respectivos trabajos y comenzaron la jornada laboral con energía. Tras varias horas de reunión, Clara tenía un descanso de una hora para almorzar.


 Saliendo del edificio, Clara tenía la idea de ir a comer a un restaurante nuevo que habían abierto cerca de la oficina y, de esa forma, averiguar si la comida era tan buena como todo el mundo decía.


 Sin embargo, lo que no se esperaba Clara era que su hermano la estuviera esperando fuera.

- Clara, necesito hablar contigo.

- No tengo nada que hablar, Pedro. Ya me dejaste claro cuál es tu punto de vista.

- Clara, si he venido aquí es porque llevas dos semanas fuera de casa y…

- ¿Y me echas de menos?-dijo Clara interrumpiendo a su hermano-. No me hagas reír.

- No, te iba a decir que mamá volvió ayer del viaje.


 Clara estaba sin mirar a su hermano, pero al escuchar que su madre estaba de vuelta miró fijamente a Pedro.

- ¿Ya ha vuelto?

- Sí, y lo primero que me ha preguntado era qué tal la convivencia contigo.

- ¿Y qué le has contestado? Me muero por saber qué mentira le has dicho…

- Eso no importa, pero tienes que volver. No le he dicho a mamá que te fuiste de casa.

- Me echaste, es una pequeña pero gran diferencia.

- Lo que sea, pero vuelve.

- ¿Por qué? ¿Para no volver a quedar como el malo de la película y que mamá te regañe de nuevo como lo lleva haciendo desde que a papá le encarcelaron? Eres peor que un niño pequeño y no te voy a dar el gusto.


 Acercándose a Clara, Pedro se interpuso en su camino.

- He dicho que vuelvas.

- ¿Me vas a obligar? ¿O acaso me vas a secuestrar para parecer el hijo perfecto de una familia no tan perfecta? Anda, igual que hizo papá… Mira, deja de ser tan hipócrita y hazle frente a la realidad. Papá se folló a otra, tuvo otra familia a la par que la nuestra y encima traficaba con droga y mataba sin ningún tipo de piedad. Y cuanto más tarde aceptes esto, más duro será para ti.


 Y pasando junto a su hermano, Clara siguió su camino mientras que Pedro la miraba fijamente queriendo decir algo pero sin saber qué decir exactamente.


 Horas después, a la salida del trabajo, Clara se presentó en la casa familiar y, tras pensarlo mucho, decidió volver pero sólo para poder ver a su madre después de tanto tiempo. No pretendía hacerle ningún favor a su hermano.


 Justo cuando iba a llamar al timbre, Claudia abrió la puerta encontrándose de frente con su hija.

- Uy mamá, qué susto.

- ¡Clara! Cuánto me alegro de verte.


 Sin pensárselo dos veces, Claudia abrazó a su hija achuchándola como cuando era pequeña.

- No sabes lo mucho que os he echado de menos durante todo este tiempo,-decía la madre-.

- Pues anda que yo a ti…

- Suerte que tu hermano y tú os tenéis el uno al otro.

- Já, ojalá.


 Ese comentario hizo que Claudia mirase a su hija separándose de ella.

- ¿Cómo que ojalá?

- Déjame preguntarte algo primero, mamá. ¿Qué te ha dicho Pedro sobre el cambio de cerradura?

- Pues que un día se te rompió la llave dentro y la tuvo que cambiar porque te quedaste en la calle y tuviste que entrar por una de las ventanas hasta que vino un cerrajero.

- Pudo haber pasado… Pero lo que pasó fue que discutimos a raíz de que vio a Santi aquí en casa conmigo y yo le dije que se fuera y que me dejase en paz.

- ¿En serio echaste a tu hermano de casa?

- Mamá, casi llega a las manos con Santi porque lo cree culpable de que papá esté en la cárcel y todavía cree en su inocencia después de todo. La cosa es que me amenazó y días después me encontré con que había cambiado la cerradura de casa, me tiró las cosas desde la ventana y me tuve que ir a vivir con Santi como último recurso.


 Claudia estaba intentando procesar todo aquello.

- ¿De verdad pasó todo eso?

- Mamá, no te miento. Habla con Santi si quieres. Llevo ya unas dos semanas viviendo con él porque Pedro me echó de casa, así que de lo que te cuente no te creas nada. Sigue viendo a papá en la cárcel y estoy segura de que le tiene el coco comido.

- Pues… me sorprende mucho hija. Hoy hemos estado hablando y realmente lo he notado afectado y… no sé, pero he creído en sus palabras.

- ¿Y qué fue lo que te dijo?


 Tras hablar con su madre, Clara subió a la habitación de Pedro mientras que Claudia iba a hacer deporte.

- Hola Pedro.

- Ah, hola Clara, ¿al final has vuelto?

- Quería ver a mamá y… hablar contigo.

- ¿Sobre qué?


 Sentándose junto a su hermano, Clara le hizo una pregunta.

- ¿De verdad le has dicho a mamá que te estás comenzando a plantear en dejar de ver a papá?

- Sí… Clara, estas dos semanas aquí solo, he tenido mucho tiempo de pensar y… me he dado cuenta de que todo lo que se acerca a papá se acaba pudriendo. A mamá y a ti os veo infinitamente mejor ahora que cuando papá estaba en casa, la otra mujer y sus hijos igual según os escucho hablar de ellos… Y yo estoy cada vez más sólo y sin nadie a mi alrededor. Tú tienes amigos, sales, entras…

- Pedro, yo lo único que quiero es que abras los ojos y seas consciente de que papá, por desgracia, no era tan bueno como aparentaba. Destrozó la vida de Santi matando a sus padres y luego metiéndole en la cárcel injustamente, ha destrozado nuestra familia con mentiras y engaños… Ojalá fuera papá como tú lo ves, de verdad te lo digo, pero papá no es un buen hombre.


 Después de una larga conversación, Clara se quedó dormida y Pedro se levantó de allí con una idea en mente.

- Es hora de hacer una visita…


 Justo cuando iba a salir de casa, Claudia entraba en ella y la mirada que le echó a su hijo no era nada amable.

- ¿A dónde vas Pedro?

- A dar un paseo, necesito estar solo.

- ¿Y tu hermana?

- En mi cuarto durmiendo, se ha quedado sopa mientras hablábamos.

- Ah vale, ¿vas a tardar mucho?

- No sé, no creo, ¿por qué?

- Porque tenemos que hablar tú y yo, jovencito.


 Pedro apenas se atrevía a mirar a los ojos a su madre y sabía que ese “tenemos que hablar” era porque sabía la verdad. Estaba seguro de que Clara le había ido con el chisme a su madre.

- Vale mamá…


 Saliendo de casa, Pedro cambió radicalemente su expresión.

- Todo esto es culpa de Santi. Si él no hubiera mentido en el juicio, mi padre estaría aquí y todo sería como ha sido siempre. Pero ha metido cizaña en esta familia, ha sembrado la semilla del odio entre nosotros, pero juro por lo más sagrado que me las va a pagar y todo ese odio se volverá en su contra. Papá tenía razón… Siempre tiene razón.


 Yendo hasta la casa de Santi, Pedro pudo verlo de lejos entrando en su casa mientras le escuchaba silbar contento.


 Santi estaba feliz de haber terminado su investigación en aquella comisaría y de que ahora su destino fuera otra mucho más cercano a su casa. Este nuevo lugar parecía tener más cosas escondidas que el anterior, pero de eso se encargaría al día siguiente, ahora era lugar de darse una ducha y descansar.


 Pero justo antes de meterse en el baño, sonó el timbre de la puerta.

- Esa debe ser Clara,-pensó Santi-. Seguro que se le ha olvidado la llave aquí, como siempre. ¡Voy!


 Sin embargo, la sorpresa no fue para nada grata cuando Santi abrió la puerta y se encontró a Pedro.

- ¿Qué haces tú aquí?-preguntó secamente-.

- Lo primero, buenas tardes. ¿Es que tus padres no te educaron bien? Ay, es verdad, que están muertos…

- ¡¿Qué coño quieres?!


 Ese grito no le gustó nada a Pedro, quien se mostraba bastante enfadado.

- He venido para advertirte por última vez. Aléjate de mi familia, de mi madre, de mi hermana, de todos nosotros. Olvídate que existimos y vive tu vida si no te quieres arrepentir más tarde.

- ¿Me estás amenazando Pedro? ¿Se te ocurre amenazarme en mi propia casa?

- En tu casa, en la calle o donde haga falta. Te estoy dando una advertencia muy simple que creo que comprenderás. Has sembrado la semilla del odio en mi familia y pienso arrancarte de raíz hasta que nadie se acuerde de que has existido.


 Pero Santi, completamente tranquilo, le respondió a sus amenazas.

- Pobre Pedro, se nota la influencia de Ferrán en tus palabras. Fíjate, por un momento creí haberle escuchado a él en lugar de a ti… Pedro, la semilla del odio la plantó tu padre desde el punto y hora que decidió comenzar a traficar, a engañar a tu madre, a tener una familia paralela, a matar, a urdir planes contra mí y mucha otra gente… Y esa semilla la está plantando en ti, no dejes que te coma el coco. Tu padre es un cáncer incurable que va arrasando todo aquello que toca y, antes de que sea demasiado tarde, aléjate de él al igual que ha hecho tu hermana. Ella ha sabido ver la verdad y, gracias a eso, ella y yo…


 Cansándose de escuchar a Santi, Pedro lo empujó con fuerza.

- ¡Que te calles ya! ¿Te crees un filósofo o algo así? Me da igual lo que me digas porque estoy seguro de que eres un maldito impostor. Nada es lo que parece Santi, y tú detrás de esa imagen de chico bueno y de policía intachable, se encuentra una mala persona y yo seré quien te destape. ¡Yo! Y me dará igual lo que tenga que hacer, pero sacaré la verdad a la luz y acabaré contigo, hijo de puta. Tú has destrozado a mi familia y seré yo quien destroce tu vida. Te quitaré a tus amigos y a la gente de tu alrededor hasta que te sientas tan solo que te querrás quitar la vida.


 Comenzando a cabrearse más de la cuenta, Santi miraba a Pedro con cara de pocos amigos.

- Como se te ocurra tocar a alguno de los míos te prometo que recorreré cielo y tierra hasta encontrarte y meterte en la cárcel al igual que he hecho con tu padre. ¿Sabes? Lo único bueno que salió de tu padre fue tener a tu hermana, porque contigo está claro que la cagó y me parece increíble que seais hermanos. Ella tan buena, tan cariñosa, tan… especial. Y tú…


 Pedro se acercó más a Santi y le dijo una última cosa.

- Di lo que quieras, pero no te volverás a salir con la tuya. Aléjate de mi familia y no pasará nada. Vuelve a acercarte a alguno de los míos y me pedirás de rodillas que te mate para no vivir más con el sufrimiento que soy capaz de provocarte. Y es la última vez que te lo digo…


CONTINUARÁ…


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