lunes, 27 de diciembre de 2021

Capítulo 24 || Nada Es Lo Que Parece

 Un par de semanas después, Santi estaba completamente liberado de todas sus ocupaciones porque había hecho todos los exámenes que le quedaban para poder acceder al cuerpo de policía. ¿Qué era lo que le quedaba? Conocer la nota, pero hasta entonces… total libertad.


 Ahora Santi aprovechaba más el tiempo para estar en casa, ver más la televisión, limpiar… de todo un poco; y como ese día encima era muy lluvioso, le encantaba escuchar el sonido de la lluvia mientras veía su serie favorita.

De repente, sonó el timbre de su casa. ¿Quién podía ser?


 Abriendo la puerta, Santi se encontró con una empapada Clara con un gesto bastante angustiado en su cara.

- Santi, perdona que me presente así en tu casa sin avisar pero…

- Clara, estás chorreando. ¿Qué te ha pasado?

- Mi hermano, que me ha echado de casa y ha cambiado la cerradura.

- ¿Cómo dices?


 Santi la hizo pasar rápidamente para que no se mojase más, aunque eso ya era prácticamente imposible.

- ¿Cómo es que te ha echado?

- Desde la discusión que tuvimos cuando estuviste en mi casa, apenas nos hemos dirigido la palabra. Y hoy salí a hacer deporte y cuando volví, me encontré que la llave no entraba en la cerradura y de la ventana de arriba, Pedro me tiró mis cosas.

- ¿Así de repente?

- Como te lo cuento. Encima la bolsa estaba abierta y se cayó mi ropa al suelo y con la lluvia… He pasado de cogerlas, la verdad.


 Por mucho que lo intentaba, Santi no llegaba a comprender la testarudez de Pedro.

- Pero, es que… no lo entiendo Clara. Echarte así por las buenas… Sin darte explicación alguna…

- Santi, nos lo advirtió aquel día, que me arrepentiría y ha cumplido su palabra.

- ¿Lo sabe tu madre?

- No, y no quiero decírselo hasta que vuelva de su viaje.

- ¿Cuándo vuelve?

- Ya ha visitado cuatro de los cinco continentes, así que dale un par de semanas más y estará de vuelta. Lo malo es que, hasta que ella vuelva y arregle las cosas, no tengo dónde quedarme.

- Estás aquí, ¿no? Pues aquí te vas a quedar.

- Aquí sólo tienes una habitación y…

- Primero ve a darte un baño caliente y ya luego pensaremos en algo.


 Santi le dio la vuelta a la muchacha y la empujó levemente hacia el baño.

- Yo ahora te daré algo de ropa limpia y seca.

- ¿Tienes ropa de mujer aquí?

- No coño, ropa mía… Algo te debe servir.


 Desnudándose, Clara se metió en la bañera con agua bien caliente y allí la muchacha se relajó y comenzó a pensar en dónde dormiría si se quedaba allí. ¿En el sofá? ¿En la cama con Santi? Había bastantes incógnitas.


 Mientras tanto, Santi buscaba en su armario para poder darle algo de ropa limpia a Clara a la vez que pensaba en lo mismo que ella. ¿Y si él se iba al sofá y le dejaba la cama a su amiga? Sí, sería lo mejor.


 Tras decirle a través de la puerta a Clara que la ropa limpia se la había dejado sobre su cama, Santi se fue a esperar a la muchacha al salón y, cuando la vio llegar con esa camisa y con los calzoncillos que no se le veían, el muchacho se puso algo nervioso.

- Esto es muy cómodo,-dijo ella-.

- Siento que no sea nada mejor, pero es que no tengo mucha ropa que darte…

- Anda hombre, si con esto estoy estupendamente. No sabía que los calzoncillos de hombre fueran tan cómodos jajaja.


 Santi rio ante la ocurrencia.

- Y eso que a mí no me gusta ponerme boxer…

- Por eso, se parecen más a las bragas que yo me pongo, pero algo más anchas, claro.

- Pues sí, me he tenido que comprar ropa interior más grande porque con el ejercicio, he ganado más anchura y se me habían quedado pequeñas.

- Si es que te has puesto como un armario empotrado jajaja.


 Mientras ambos hablaban, Santi intentaba no mirar el escote femenino. Clara no se había cerrado todos los botones y él se sentía muy nervioso al ver a su buena amiga de esa guisa por primera vez y, si tenía que ser sincero, no estaba nada mal.

- He pensado que, como esta es tu casa y yo soy tu invitada, yo me quedaré en el sofá y tú en la cama.

- De eso nada, esa cama es muy grande y me voy a sentir culpable durmiendo allí estando tú en esta cutrez de sofá.

- ¿Y qué has pensado? ¿Que durmamos juntos?


 Santi se quedó pensativo y miró extrañado a Clara.

- Pues… no. De hecho había pensado dormir yo en el sofá y tú en la cama.

- Pero Santi, esta es tu casa y yo he llegado aquí de sorpresa, suficiente haces con acogerme.

- Y como esta es mi casa, mando yo y tú te quedas con mi cama.

- ¿Y por qué no podemos dormir juntos? Tú mismo has dicho que esa cama es grande.

- Ya pero somos amigos y… quedaría raro, no sé…

- Bueno, como quieras.


 Haciéndose de noche, Clara se sintió cansada y se marchó al dormitorio mientras que Santi se quedaba en el salón para dormir en cuanto tuviera sueño.

- Espero que duermas bien,-dijo él-.

- Lo mismo te digo…


 Al rato, Santi hizo lo mismo y, tras acomodarse durante un momento, logró pillar la posición exacta en la que comenzó a dormirse.


 Sin embargo, la que no lograba dormir era Clara, y eso que tenía la cama para ella sola. En cierta parte, se sentía culpable por haber hecho que Santi durmiese en el sofá.

- Mierda, tengo sed… Voy a tener que ir a la cocina a beber agua.


 Abriendo la puerta con total cuidado, Clara pudo ver a Santi durmiendo tranquilamente en el sofá.

- Pobre chico, mira que es cabezota y podría estar durmiendo en la cama tranquilamente… Ay,-pensaba ella-.


 Clara abrió la nevera y se sirvió un vaso de agua fría que le sentó bastante bien.

- Uf, estaba seca.


 Al momento, Santi se despertó con un tremendo dolor de espalda sin darse cuenta de que Clara estaba en la cocina.

- Ay, qué me duele la espalda… Uf…


 Levantándose del sofá, Santi se encontró de frente con Clara y se llevó un susto de muerte.

- ¡Joder Clara! Pareces un fantasma coño… Qué puto susto…

- Lo siento, es que tenía sed y vine a beber agua. ¿Te he despertado?

- No, qué va. Es que…

- Te duele la espalda, ¿verdad?

- Pues… sí, un poco.

- Mira que eres tonto.


 Acercándose al muchacho, Clara le volvió a insistir.

- Vente a la cama conmigo coño, que yo no muerdo.

- Si ya lo sé, pero es por dejarte tu intimidad.

- Santi, no seas idiota. No voy a hacer nada indecoroso estando tú a mi lado.

- Ya, ya…

- Entonces no hay más que hablar.


 Tumbándose uno al lado del otro en la cama, Santi se sintió aliviado.

- ¿Mejor?-preguntó Clara-.

- Sí, muchísimo.

- Es que eres un cabezota de cuidado, Santi.

- Sí… Lo siento,-dijo él mirando levemente al hueco que se le abría por el escote-.

- ¿Te gustan las vistas?

- Mierda, no, perdón… Digo sí… Joder, lo siento. Ay, mejor me voy otra vez al sofá.


 Pero antes de que el chico pudiera irse, Clara le agarró del brazo y le besó suavemente en la boca.

- Que te calles ya y te quedes aquí conmigo, coño. Que no sé cómo decírtelo ya.


 Tras el beso, Santi miró a Clara totalmente embelesado y sintiendo cosas que nunca antes había experimentado.

- Joder Clara…

- ¿Qué pasa?

- No sé, es que… Me vuelves loco.

- Pues enloquezcamos juntos.


 Quitándose la ropa, ambos siguieron besándose y se entregaron el uno al otro por primera vez entre ellos y, la conexión fue tan fuerte que parecía que lo habían hecho juntos más veces.


 A la mañana siguiente, el primero en despertarse fue Santi y, con sumo cuidado, dejó en la cama a Clara porque tenía pensado darle una sorpresa.


 Yendo hasta la cocina, Santi comenzó a preparar un suculento desayuno en el que se esmeró más de lo habitual para sorprender mucho más a Clara, quien seguía durmiendo tranquilamente.


 Justo cuando iba a despertarla, Santi vio cómo Clara salía del dormitorio.

- Buenos días guapo. ¿A qué huele tan bien?

- A tortitas con un rollito especial invento de la casa. ¡Sorpresa!

- Ay, nunca me habían dado una sorpresa así de especial, muchas gracias. Eres un cielo.


 Sin poderlo evitar, Clara se acercó a Santi y le acarició la mejilla.

- Nadie me había tratado tan bien como tú. Nunca, en mi vida… Eres muy especial.

- Pues ya era hora de que te traten como te mereces de verdad.


 Sentándose alrededor de la mesa, ambos empezaron a desayunar y Clara no paraba de felicitar a Santi por el estupendo desayuno que había preparado.

- Cocinas de puta madre tío. No sabía yo esa faceta tuya…

- Entre que cocinaba en casa de mi abuela, tras la cárcel estuve viviendo solo un tiempo en la casita de David y luego con Natalia y tal… Algo de habilidad he ido cogiendo con el paso de los años.

- Pues se te da genial, de verdad. ¡Está riquísimo!


 Fue terminar de dar el último bocado al desayuno cuando Santi recibió una llamada que se alargó durante unos interminables minutos. Al principio el muchacho se mostraba serio, pero luego su expresión fue cambiando a una de felicidad mezclada con sorpresa.

- Entonces, a ver si me he enterado… ¿Me estáis diciendo que he aprobado las oposiciones a la policía y queréis que entre en Asuntos Internos por el tema de Ferrán y la investigación tan exhautiva que hice por mi cuenta? Joder pero… ¿Necesitáis una respuesta ya? Ah pues… sí, claro. Por mí encantado.


CONTINUARÁ…


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