lunes, 20 de diciembre de 2021

Capítulo 21 || Nada Es Lo Que Parece

 Después de ese primer encuentro hubo muchos más, donde ambas de familias se unieron como si fuera una sola. Nadie echaba de menos a Ferrán, todos eran felices, todos reían, tenían complicidad… Bueno, todos menos Claudia, quien seguía echando de menos a su hijo Pedro, que seguía sin querer aparecer por escena y se negaba a tener relación con nadie que no fuera su padre.


 Quien normalmente no faltaba en las reuniones era Santi quien, sin quererlo, se había convertido en uno más. Él era el pegamento que unió a las dos familias y por ambas partes lo querían mucho.


 Clara y Eva eran más parecidas de lo que en principio parecían y, sin darse cuenta, Eva comenzó a fijarse más y más en Clara, a querer ser más como ella, en parecerse más a ella. Sin embargo, Clara le decía que cada persona era diferente y eso era lo mejor.


 Por su parte, Claudia y Tamara, pese a la diferencia de edad, se habían hecho íntimas amigas y compartían toda clase de secretos.

- Pues yo todavía nada desde lo de Ferrán,-decía Tamara-. Sé que es un cabrón pero… una parte de mí lo sigue queriendo.

- Te comprendo porque me pasa igual. Son muchos años junto a él y se hace complicado pero también tenemos que pensar en nosotras. Tú sobre todo tienes más vida por delante que yo, puedes rehacer tu vida, casarte, tener más hijos…

- Lo mismo te digo, que tú tampoco eres ningún vejestorio y estás todavía muy bien. Ya me gustaría a mí estar como estás tú ahora.

- Anda ya mujer, tampoco es para tanto.

- ¿Que no? Pero, ¿tú te has visto?


 Mientras todos charlaban, Santi se dedicaba a preparar la parrillada de carne para cenar todos juntos alrededor de esa mesa para disfrutar de la compañía y de aquella noche tan maravillosa.


 Terminando de hacerla, Santi emplató y comenzó a servir en la mesa mientras todos seguían hablando.

- ¡Eso es verdad!-dijo el pequeño Ferrán-. Eso me pasó una vez a mí y pasé mucha vergüenza en clase.

- Ya está aquí la cena, familia,-comentó Santi-.


 Ferrán estaba maravillado con su hermana mayor. Ya no sólo tenía una, sino dos. Eso sí, se moría de curiosidad por conocer a su otro hermano, a Pedro.

- Hermana, hermana, ¿cuando podrá venir Pedro un día a las reuniones?-le preguntó a Clara-.

- No lo sé corazón, últimamente está muy ocupado y apenas yo lo veo.

- Jo, es que ya hace meses que quiero conocerlo y nunca coincidimos…


 Teniendo una idea, Clara la comentó en voz alta sin consultar antes con su madre.

- Pues hoy mismo lo conocerás; de hecho, tú también Eva.

- ¿Cómo?-preguntaron ambos-.

- Los dos os vendréis a mi casa a pasar la noche, ¿qué os parece la idea?

- ¡Bieeeeeen!-gritaron los dos hermanos de alegría-.

- ¿Qué piensas mamá?-preguntó Clara-.


 Tamara miró a su amiga y se encogió de hombros dando a saber que a ella le daba igual.

- Tú mandas,-dijo Tamara-.

- Pues claro, hoy os vendréis a casa todos.

- Eres la mejor, Claudia.


 Durante la cena, todos siguieron charlando y comentando las cosas que iban a hacer aquella noche, haciendo también planes para futuras quedadas y demás.

Por su parte, Santi miraba tanto a Claudia como a Tamara y no era complicado darse cuenta que ambas eran mujeres de bandera y que las dos habían estado con Ferrán. Él, a ninguna de las dos, las había sabido valorar correctamente. Claudia, pese a ser una mujer de más edad y poder ser su madre perfectamente, estaba de muy buen ver y Tamara… ¡era de su misma edad! La muchacha se cuidaba y tenía muy buena figura además de ser guapa y muy buena persona. Ay, qué mal repartido estaba el mundo.


 Una vez terminada la cena, todos se levantaron para coger sus cosas e irse, pero antes de salir por la puerta, Santi escuchó la voz de Tamara que lo llamaba.

- Santi, ¿te puedes quedar aquí un momento?

- Sí, por supuesto. Dime.


 Girándose hacia Tamara, ésta se acercó mucho a Santi y él comenzó a sentirse nervioso. Ella lo miraba de una forma que nunca había hecho y el muchacho sintió que su corazón se aceleraba. ¿Era porque sentía algo por ella o porque llevaba mucho tiempo sin tener intimidad con una mujer?

- Quiero agradecerte todo lo que haces por mí, por mis hijos y por todos nosotros sin necesidad alguna. Eres un chico que vale mucho y… no sé, siempre lo he pensado pero nunca te lo he dicho.

- Mujer, no hace falta que lo digas. Yo sé lo mucho que me aprecias, al igual que yo también a vosotros.

- Lo sé, pero sentía la necesidad de decírtelo. Nunca está de más.

- Bueno pues… muchas gracias.


 De repente, Tamara se fue acercando más y más hasta que ella le dio un abrazo a Santi, quien respiró algo más aliviado. Lo que no podía ocultar era que, si ella le hubiera besado, él no se habría resistido tampoco…  


 Casi un año después, se celebró el juicio de apelación en el que se trataba el asesinato de Daniel y Keira a manos de, supuestamente, Santi. Pero en aquella ocasión, Ferrán estaba detenido y había varios testigos, entre ellos Tomás, el viejo compañero de Ferrán, que por miedo a las represalias, había callado anteriormente.


 Dichos testigos contaron que, tras el despido de Daniel por parte del padre de Natalia, el muchacho se puso a buscar trabajo con tal de que su novia no se enterase y poder seguir viviendo con ella en el piso de Santi.


 Daniel se pateaba todas las calles buscando en los comercios, en grandes almacenes, restaurantes… Lo que fuera. Pero no había suerte y se sentía bastante desganado con todo eso.


 Pero un día, un desconocido hombre para Daniel le salió al paso y la pregunta que le hizo le desconcertó por completo. Lo que ninguno de los dos sabía era que, dicho encuentro, cambiaría la vida de ambos.

- ¿Tienes la mercancía?-preguntó Ferrán-.

- ¿Perdón?

- Venga, no te hagas el bobo. Tú eres el contacto de Jhon “Kobra” Martins, ¿no es así?

- Ehm… no.


 La cara de Daniel era un auténtico poema, pero la de Ferrán mucho más al darse cuenta de que se había equivocado de hombre.

- Mierda, mierda y mierda…-se quejaba Ferrán-. ¿Y ahora qué hago?

- Yo me voy de aquí y voy a hacer como que no he escuchado nada.

- No, tú no te marchas de aquí porque a mí no me da la gana. Has visto mi cara, has escuchado nombres que no debías… Ahora no puedes quedarte al margen.

- Pero, ¿al margen de qué?-preguntó Daniel sin saber a qué se refería Ferrán-.

- ¿Tú quieres ganar dinero sin apenas trabajar?


 Ferrán le hizo la pregunta exacta, la que necesitaba escuchar Daniel en ese momento.

- Por supuesto.

- Pues entonces sígueme el rollo cuando venga nuestro hombre. Tú no abras la boca y todo saldrá bien.


 Poco tiempo después, Daniel ya era uno de los indispensables de Ferrán a la hora de transportar y entregar mercancía desde comisaría hasta diferentes puntos de la ciudad. Pero había algo que despertaba ciertas sospechas en nuestro policía porque había una entrega que debía haber hecho y no se sabía nada, ni del paquete ni del dinero.


 El culpable de todo era Daniel, quien se había callado todo el problema que se había formado, ya que el que le tenía que pagar no lo hizo, por eso pidió ayuda a Natalia sin poder conseguirlo. Él creía que nadie se daría cuenta, pero Ferrán era un perro viejo y se enteraba de todo.


 Encontrándolo, Ferrán puso a Daniel contra las cuerdas.

- ¿Te creías que no me iba a enterar de lo que haces, Daniel? ¿Te crees que soy imbécil o algo por el estilo?

- Verás Ferrán, yo…

- Tú eres un maldito desagradecido. Te di trabajo y un sueldo lo suficientemente grande como para pagar lo que sea que estés pagando. Y encima, después de todo lo que he hecho por ti, te permites el lujo de mentirme… Espero que tus motivos sean lo suficientemente gordos para eso.

- Es todo culpa de Santi, que me tiene asfixiado diciéndome que le tengo que pagar y estoy pagando con mi dinero la deuda del paquete y…

- Espera, para el carro colega, ¿quién mierdas es Santi?

- Mi casero. Nos alquiló a mi novia y a mí la antigua habitación de su abuela cuando murió.


 Alzando la ceja, Ferrán permaneció en silencio durante unos momentos cayendo en la cuenta de quién era el casero de Daniel y su novia y, tras pensar brevemente, se le ocurrió un plan.

- A partir de ahora, te voy a tener muy vigilado, Daniel. Así que ten cuidado con lo que haces y, si me entero de que me vuelves a mentir, yo mismo acabaré contigo.

- Te juro que no lo volveré a hacer. Lo prometo.


 Y, tal y como había prometido, Daniel no volvió a mentirle a Ferrán y le devolvió el dinero pero éste, en cambio, se cansó de su chico de los recados y decidió acabar con él y, de paso, vengarse de Santi. Contra él no tenía nada, pero era el hijo fruto del amor de Edu, ese bastardo malnacido, y Sonia, la mujer a la que él quería. Santi no debía existir, no debería haber nacido nunca y, gracias a carambolas de la vida, tenía la oportunidad de deshacerse de él.


 Sin embargo, un vendedor ambulante en uno de los puestos, al ver a Ferrán escondido tras su pequeña tienda, le increpó.

- Oiga, ¿qué hace ahí? Si no va a comprar nada lárguese.

- Cállate la puta boca si no quieres que te cierre el chiringuito a golpes.

- ¿De verdad? Verá lo que hace cuando llame a la policía.

- Yo soy la policía.


 Tras eso, uno de los testigos contó que vio a Ferrán subir las escaleras tras Daniel y luego salir vestido con otra ropa. Entre las declaraciones y las pruebas que se habían vuelto a analizar, descartaron completamente a Santi como autor de los asesinatos, señalando en esta ocasión a Ferrán. Gracias a esto, se le retiraron todos los cargos contra Santi y éste recibió una gran suma de dinero por parte de Ferrán que el juez le obligó a pagar en compensación con los daños y perjuicios que le había provocado.


 Gracias al dinero, Santi pudo tener la completa libertad para marcharse de casa de Natalia y no vivir a costa de ella como llevaba haciendo todo este tiempo e irse a una casa que acababa de alquilar. No era muy grande, pero para él solo estaba genial.


 Terminando de hacer la maleta, Santi salió al salón y se encontró a David besando el cuello de Natalia una y otra vez.

- Mierda… los he vuelto a pillar,-pensaba Santi-.


 Mirando a su novia a los ojos, David no paraba de hacer la misma pregunta.

- ¿Esto es de verdad? ¿No me estás engañando?

- Por décima vez, sí es verdad. No es mentira…

- Joder pero… ¿en serio? No me lo creo.

- David, que sí coño.


 Escuchando parte de la conversación, Santi carraspeó e hizo una pregunta.

- ¿Se puede saber qué está pasando aquí?-dijo Santi mirando a David, pero éste sólo tenía ojos para Natalia-.

- Pues verás… Le acabo de contar a David que… Vamos a ser padres. ¡Estoy embarazada!


CONTINUARÁ…


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