domingo, 5 de diciembre de 2021

Capítulo 14 || Nada Es Lo Que Parece

 Lucas cumplió su palabra y se cobró los favores para ayudar a Santi, pero eso llamó la atención de varias personas y, tras una larga reunión, se logró llegar a un punto favorable para todos…

- ¿Me puedes repetir qué hacemos aquí, Lucas?-preguntaba Santi-.

- Cuando rescaté los casos archivados de Ferrán, saltaron las alertas y me preguntaron el por qué las quería. Obviamente les mentí y se lo tragaron, pero hubo alguien que supo que no decía la verdad y… hemos venido a verle.


 Adelantándose, Santi se sentía bastante nervioso porque sabía que tendría que dar la cara y, lo peor, es que no sabía frente a quién. Menos mal que Lucas iba con él.

- Por cierto, tendrás que entrar tú sólo.

- ¡¿Cómo?!-dijo Santi-.

- Son las normas que me hicieron cumplir tío. Yo te traía y me iba.

- Lucas, me está empezando a dar miedo todo esto.

- No te preocupes pero… por si acaso, ve con cuidado.


 Llenando sus pulmones de aire, Santi subió las escaleras y dejó a Lucas atrás, quien lo observaba algo preocupado.


 Tras llamar a la puerta, un hombre se la abrió y dejó pasar a Santi.

- Hola, soy…-comenzó a decir el muchacho-.

- Sé quién eres jovencito. Pasa y cierra la puerta.

- Está bien…


 Tras indicarle a Santi dónde debía sentarse, ambos tomaron asiento y se creó un silencio bastante incómodo que rompió aquel señor tan extraño.

- Con que tú eres la causa de todo el revuelo que se ha formado… ¿no es así?

- Culpable.

- ¿Y qué motivos te han hecho querer investigar a Ferrán Hierro? Es uno de los policías más veteranos y con más condecoraciones recibidas a lo largo de su trayectoria profesional.

- Él fue quien me metió en la cárcel tras dictaminarse que yo era culpable de los asesinatos de mi novia y su ex-novio.


 Aquel tipo miró a Santi como si lo viese por primera vez.

- Y apuesto a que no fuiste tú quien los mató, ¿no es así?

- ¿Cómo lo sabe?

- Jovencito, hace muchos años fui juez y muy bueno a decir la verdad. Ya estoy más que retirado pero… sigo teniendo el instinto y reconozco a un asesino en cuanto lo veo y tú no lo eres.

- Vaya, se lo agradezco señor. Y… si no es mucho preguntar… ¿por qué estoy aquí?


 Santi comenzó a escuchar atentamente a aquel viejo juez.

- Durante mi carrera profesional, coincidí bastantes veces con Ferrán Hierro y siempre supe que ese tipejo no era trigo limpio. Me lo decía mi instinto… Pero nunca pude dedicarle el tiempo suficiente para hacer lo que tú quieres ahora ni demostrar lo que intuyo. Según tengo entendido, Lucas te ha proporcionado acceso a todos los casos en los que Ferrán ha colaborado, ¿no es así?

- Efectivamente.


 Ese juez comenzó a sonreír y siguió hablando con Santi.

- Entonces haz lo que yo no pude en su momento: destapa a esa sabandija, demuestra quién es en realidad y mándalo al lugar que pertenece.

- ¿Podré investigar libremente?

- Tienes mi consentimiento. Haz lo que creas conveniente, pero ten en cuenta que él no debe enterarse jamás, ¿entendido?


 Mientras volvía a casa, Santi pensaba en la conversación y había un pensamiento que se le venía a la cabeza una y otra vez y era que ese juez no le había contado todo lo que sabía sobre Ferrán. ¿Le habría ocultado información? ¿Y si todo aquello era una trampa? No estaba seguro, pero debía investigar a Ferrán costase lo que costase.


 Para sorpresa de Santi, se encontró a Natalia sentada en uno de los bancos frente a su casa.

- ¿Natalia? ¿Qué diablos haces tú aquí y cómo me has encontrado?


 Natalia se levantó y sonrió a Santi, quien ya comenzaba a sospechar de todo el mundo.

- Hay que tener amigos hasta en el infierno, cariño.

- ¿Y qué quieres de mí?

- Hablar… ¿Qué pasa? ¿No te alegras de verme o qué?


 La muchacha se acercó a Santi y le medio obligó a abrazarla.

- Chico, qué raro estás coño. No te esperabas verme aquí, ¿no?

- Pues no, a decir verdad. Y sigo sin saber qué haces en mi casa.

- En realidad no es tu casa, pero bueno…


 Santi comenzó a reír de forma nerviosa.

- ¿Eres una espía o algo así?

- Santi, no sólo soy una cara y un cuerpo. Aunque mi padre no se lo crea, tengo cerebro y valgo más que para ir de compras y no hay que ser muy tonto para averiguar quién eras en realidad si estabas buscando información sobre Dani. Fui tirando del hilo hasta que llegué aquí.

- También es verdad que yo no he tenido mucho cuidado…

- Ninguno.

- Y bueno, ¿qué te trae por aquí?


 Natalia miró a Santi y luego a la casita donde se estaba alojando.

- El chico con el que me viste la última vez me ha dejado y ahora mismo no me apetece estar en esa casa, sino cambiar de aires y como tú y yo nos llevamos tan bien y te ayudé en su momento…

- Quieres cobrarte el favor, ¿verdad?

- Mmmm, de cierta forma, sí.

- ¿Y qué quieres que haga por ti?

- Venirte a vivir conmigo a la casa de campo de mi familia.

- ¿Estás de coña?

- Ven, acompáñame.


 Santi se metió en el coche de Natalia y ésta condujo hasta las afueras, donde se pararon frente a una casita muy rústica y bonita.

- ¿Esta casa es tuya?

- Podría decirse que sí. Es de mi padre, pero desde que murieron mis abuelos apenas viene por aquí.

- ¿Y tú quieres que vivamos aquí?


  Adelantándose a Santi, Natalia le guiñó un ojo.

- ¿Y por qué no? La casa donde vivías es un cuchitril y estabas solo. Y yo vivía también sola en un apartamento enorme de dos pisos donde no me sentía cómoda. Creo que si nos venimos aquí, el aire del campo nos ayudará a despejarnos y a reconectar, ¿qué me dices?

- Pues no sé…

- Espera, te la voy a enseñar por dentro.


 Sin tiempo a responder, Natalia abrió la puerta de la casa y entró seguida de Santi.

- Pues para no venir nunca, está bastante limpia.

- Sí, eso es porque viene una mujer a limpiar una vez a la semana. Mi padre no viene porque le trae muchos recuerdos, pero no la quiere vender ni tampoco se quiere olvidar de ella…


 Tras enseñarle la cocina y el saloncito, Natalia llevó a Santi hasta el dormitorio.

- ¿Este es el único dormitorio?

- No, hay otro más pequeño con un ordenador incluso.

- Ah guay, pues… yo me quedaré en ese y tú aquí estarás más tranquila a tus anchas.


 Volviéndose hacia el muchacho, Natalia frunció el ceño.

- ¿Después de lo que hicimos y me dices que vas a dormir en otra habitación?

- Sí… No sé…

- Chico, cómo se nota que te falta saber tratar a las mujeres… Ven aquí.


 Y sin pensárselo dos veces, Natalia rodeó a Santi con sus brazos y lo besó profundamente.


 Minutos después, ambos se encontraban desnudos sobre la cama mientras seguían besándose y sus manos ya recorrían gozosos el cuerpo del otro con ansia de placer y lujuria.


 Pese a lo poco que se conocían, se complementaban muy bien en la cama y ambos disfrutaban muchísimo del sexo del otro, haciendo que ese rato fuese de lo más placentero.


 Horas después y casi a media tarde, Santi se colocó frente al ordenador y comenzó a abrir los archivos de los casos de Ferrán, desde el primero en el que colaboró pasando por infinidad de muchos otros donde fue él quien había llevado a cabo la investigación.


 Caso tras caso, informe tras informe, todo lo que Santi leía no le daba lugar a sospechas y ya comenzó a plantearse si lo que tenía el juez en contra de Ferrán era una antigua rencilla personal.


 Pero, de repente, uno de esos casos le hizo saltar todas las alarmas.

- Esto se pone interesante…


 El informe decía que un muchacho había sido detenido por llevar consigo grandes cantidades de droga y que permaneció en los calabozos hasta que pasó a disposición judicial.


 Aquel muchacho era como otro cualquiera y no tenía mala pinta ni parecía el típico camello de barrio al que todos hemos visto alguna vez. Sin embargo, llevar consigo casi dos kilos de cocaína y medio kilo de marihuana, era digno de mención.


 Un joven agente llamado Ferrán Hierro lo había detenido porque un testigo anónimo dio el chivatazo y, antes de que se fuera a la cárcel, aquel tipo tendría que decirles el nombre de su jefe.


 Tras mucho tiempo de interrogatorio, ese tipo no habría la boca hasta que Ferrán se puso serio.

- Teo, si no hablas, serás tú solito quien cargues con la culpa de toda la droga y los demás se irán de rositas. A ti te meterán en la cárcel por muchos años sabiendo que, mientras tú estás encerrado, tu jefe estará viviendo la vida tranquilo y feliz.

- ¡Está bien! Os diré su nombre…


 Tras decirles el nombre y la localización exacta, Ferrán y su compañero se fueron hasta la casa y… se encontraron algo que nadie se esperaba.

- ¡Ferrán! Aquí hay un tipo muerto y… sobre el escritorio hay una nota… quizás de suicidio.


CONTINUARÁ… 


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