Al día siguiente, en clase tuvieron que hacer un proyecto científico
y Marta fue de las primeras en ponerse a ello para terminarlo cuanto
antes.
-
Estás muy guapa cuando te concentras, Marta,-dijo Thiago-.
-
Muchas gracias.
Sentándose a su lado, Thiago se ofreció para echarle una mano.
-
¿Necesitas mi ayuda?
-
No, gracias. Me basto yo solita… ¿No deberías estar haciendo tú
el tuyo?
-
Cierto…
Cuando salió de clase, Thiago se encontró con Abraham, quien salía
del gimnasio.
-
¿No deberías estar haciendo el proyecto?
-
Sí, voy a ello.
-
Venga, no pierdas tiempo, que cuanto antes lo empieces, antes acabas.
Situándose donde había un sitio libre, Abraham se quedó
observándolo justo cuando le hizo un gesto a Hugo para que le echase
un vistazo.
- Si
necesitas ayuda pídemela, Thiago.
-
Gracias, pero de momento creo que sé lo que tengo que hacer…
Al rato de haber empezado, Thiago ya se había cansado.
-
Menudo coñazo de proyecto.
- No
te gusta nada, ¿eh?-le preguntó Hugo-.
-
Qué va. Yo soy más de viajar y conocer sitios. Yo viviría feliz
visitando todos los países y lugares del mundo.
-
Oh, interesante,-dijo Hugo al haberle traído ese comentario de
Thiago algo a su memoria-.
Diana estaba haciendo su ronda de preguntas por si alguno de los
muchachos necesitaba ayuda.
-
¿Cómo vas, Rubén?
- Ah
bien.
- Tú
no tendrás problema con este proyecto. El año pasado ibas muy bien
con la asignatura.
Saliendo al pasillo, Diana hizo lo mismo con Raquel e Isaac.
-
¿Qué tal vosotros?
-
Diana,-comenzó a decir ella-, ¿esto que viene aquí en las
instrucciones está bien?
- A
ver, léeme que pone.
Thiago estaba aburrido y sólo pensaba en la quedada de esa noche con
uno de sus colegas. Hacía tiempo que no lo veía y quería que le
contase las novedades del barrio.
Llegada la hora de la cena, Thiago comenzó a intercambiar alguna que
otra frase con sus compañeros, quienes seguían reticentes. Sin
embargo, ya no estaban tan cerrados en banda como al principio.
Cuando la cena terminó, Thiago se levantó y le pidió permiso a
Abraham para irse pronto a la cama, ya que le dolía la cabeza.
-
Claro, vete. No hay problema.
-
Gracias.
- Ah
y… Lo siento de nuevo, Thiago. ¿Estás seguro de que no necesitas
ir al médico?
-
No, estoy bien. No es la primera vez que… me pasa algo parecido.
Thiago tenía vía libre, ya que todos sus compañeros y los
profesores estaban en el comedor y él podría cambiarse e irse a su
cita como había quedado. Sin embargo, Hugo conocía sus intenciones
y habló con Abraham.
Comunicándole que había leído un mensaje de Thiago diciéndole que
hoy se verían, Abraham le dio instrucciones.
-
Hugo, confío en ti para que lo traigas de vuelta.
-
¿Entonces puedo salir?
-
Claro. Yo se lo digo después a Diana.
-
Vale, perfecto.
-
Ah, y que no te vea. Porque podría huir, hacer alguna tontería o
vete a saber. Mejor mantente a una cierta distancia y obsérvalo.
-
Okey, no hay problema.
-
Ten mucho cuidado.
Cuando Thiago se cambió de ropa y salió del cuarto, Hugo se metió
en el dormitorio y se colocó ropa de calle a velocidad supersónica.
No quería perder de vista a Thiago en ningún momento.
Saliendo al jardín y procurando que nadie lo viese, Thiago saltó la
valla y comenzó a correr sin saber que Hugo lo estaba siguiendo.
Llegando a un parque, Hugo mantuvo una distancia constante respecto a
Thiago, quien entró en uno de las pequeñas habitaciones que había
en ese sitio.
Acercándose un poco más, Hugo miró a Thiago hacerse una copa.
Parecía que conocía bien el lugar y creía estar en lo cierto al
pensar que no era la primera vez que iba allí.
Sirviéndose la copa, Thiago comenzó a beberla a grandes sorbos.
-
Ah, qué rico está. Cuánto echaba de menos un buen copazo. A ver
cuándo viene este…
Pero el tiempo fue pasando y allí no aparecía nadie. Hugo comenzaba
a tener frío y a estar cansado de ver cómo Thiago se bebía una
copa detrás de otra en completo silencio mientras permanecía
sentado en un sillón.
Al cabo de una hora más, Thiago comenzó a quejarse de que su amigo
lo había dejado plantado. Hugo se dio cuenta por su forma de hablar
que estaba claramente afectado por el alcohol y las ¿seis o siete
copas que se había tomado? Lo cierto era que había perdido la
cuenta.
Viendo cómo Thiago se levantaba, Hugo corrió a esconderse detrás
de una de las paredes con la intención de ver a dónde iba después.
Pero la jugada no le salió bien y Thiago se giró hacia Hugo y le
habló.
-
Deja de hacer el estúpido escondiéndote, que llevo un rato viéndote
asomar la cabecita por la ventana.
-
Joder.
-
¿Qué haces aquí? Espera, no me lo digas. Te ha mandado el negro.
-
No. Bueno, más o menos. Yo le dije que te ibas a escapar y me dejó
que fuera contigo.
-
Coño, ¿cómo supiste que me iba a escapar?
-
Primero porque yo también lo hice y conozco cuando una persona está
al límite y, segundo porque te vi escribir un mensaje.
- La
madre que me parió. Eres peor que un grano en el culo...
-
Venga, vámonos a casa.
Justo cuando Hugo fue a agarrarlo, Thiago dio un paso atrás.
-
¿Casa? ¿Qué casa?
- Al
internado, idiota. Ya me entiendes.
-
Pues no, no te entiendo porque me he bebido ocho copas a la salud de
un tío que me ha dejado plantado. Aunque no sé cómo a estas
alturas me sigo sorprendiendo si debería estar acostumbrado.
- ¿A
qué te refieres con eso?
- A
nada, no me tires de la lengua tío.
-
Venga hombre, habla conmigo coño. Yo no soy el enemigo.
Comenzando a darle torpes golpes a Hugo en el brazo, éste le decía
que parase.
-
Que no te voy a contar nada, coño. No me seas pesado.
-
Vale, vale. Está bien Thiago. Entonces te contaré yo.
- No
me interesa…-dijo dándose la vuelta y comenzando a irse-.
-
Hace un par de años, varios compañeros de clase me pegaban, se
reían de mí y hasta le llegaron a pegar a mi hermana pequeña y
justo el día que decido defenderme, nos pillan unos profesores y nos
expulsaron del colegio. El que más me pegaba coincidió conmigo el
año pasado en el internado y fue el que apareció muerto en el
patio.
Parándose en seco, Thiago se giró y miró a Hugo con incredulidad.
-
¿Me lo dices en serio?
-
Sí.
- ¿Y
por qué se suicidó?
- No
lo hizo. Es que los profesores que teníamos el año pasado eran unos
miembros de una secta que mataron a los auténticos profesores y se
hicieron pasar por ellos para que nos uniéramos a su secta o algo
así. Como éste chico que te comento era un tanto… ¿Cómo
decirlo?
-
¿Como yo?
-
Bueno… Lo cierto es que me has recordado un poco a él. Total, que
un día subió al tejado y allí uno de los profesores lo empujó y
lo tiró por el hueco del patio interior.
-
Coño, qué fuerte…
-
¿Te acuerdas de Carmen? La que tiene el bebé.
-
Sí, claro.
-
Pues ese niño es de Fernando. Bueno, del que se murió.
-
¿Es que esos dos estuvieron liados?
Entristeciendo la expresión, Hugo contestó a la pregunta de Thiago.
-
No. Ese malnacido la violó.
-
Joder… Oye, ¿y cómo os enterasteis de que vuestro profesor mató
a aquel muchacho?
-
Uh, esa fue buena. Marta y yo un día nos colamos en sótano buscando
un sitio para enrollarnos y, donde ahora está la piscina cubierta y
tal, eso era donde nuestros profesores hacían sus ritos satánicos y
donde tenían escondidos los cuerpos de los auténticos profesores.
Cuando le dijimos a los profesores lo que habíamos descubierto, casi
nos matan, pero al final pudimos zafarnos y los paramos.
-
¿Qué hiciste?
-
¿Yo? Nada. Fue Marta la que logró escapar, cogió un bate de
béisbol y les reventó la cabeza a los dos.
Completamente asombrado y sorprendido por la historia que le estaba
contando, Thiago continuó preguntándole.
-
¿Los mató?
-
No. Los dejó KO, pero sirvió para que la policía pudiera
detenerlos. Por eso cuando llegaron Diana y Abraham, nos cambió la
vida. Tú no me creerás, pero son geniales. Lo que nos pasó fue muy
duro, pero provocó que seamos una piña todos juntos.
- Y
he tenido que venir yo para joderlo todo…
- No
digas eso Thiago. No sé qué habrás vivido para comportarte así,
pero no es tarde. Si pones un poco de tu parte, estoy seguro de que
todos te recibirán con los brazos abiertos.
-
Gracias Hugo. Me alegro de que me hayas seguido…
-
Nada hombre. Venga, vámonos al internado.
Por el camino, ambos muchachos intercambiaron varias frases y Hugo
sintió que Thiago no era mal chico en el fondo. Seguramente habría
tenido una mala vida y se había creado ese escudo para poder
sobrevivir.
Llegando al internado, ambos muchachos se fueron a dormir en completo
silencio y sin armar ningún escándalo, ya que todos los demás
dormían tranquilamente.
Desde esa noche, el comportamiento de Thiago dio un cambio radical y
dejó a un lado su parte chulesca e intentaba por todos los medios
integrarse. Hugo le echaba un cable y Marta, confiando su novio,
también le tendió la mano.
Los demás compañeros aún desconfiaban de Thiago, algo que
comprendía perfectamente después de todo lo que había hecho en tan
poco tiempo.
Cuando estaban en clase, si Iván comenzaba a llorar y no era aún la
hora de comer, Diana comenzaba a acunarlo y, cuando lo tenía en
brazos, su sentimiento maternal se despertaba y deseaba poder tener
un hijo con Abraham.
Dos semanas después de aquella noche, a Thiago le habían
desaparecido las heridas y moratones y seguía sin formar ningún
numerito. ¿Habría cambiado de verdad o era todo una tapadera?
Mirando a Diana, levantó la mano para poder hablar.
-
Diana, ¿puedo hablar contigo?
- Sí
claro.
-
Preferiría que fuera en privado.
CONTINUARÁ…
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