jueves, 11 de junio de 2020

Capítulo 27 || The Mirror

 Al cabo de unas dos semanas, Hugo ya tenía lista su habitación y pudo hacer vida normal. Mercedes y él estuvieron juntos durante todo el proceso de elección de muebles, del color de las paredes, la decoración… Y todo ese tiempo que pasaron juntos sirvió para limar asperezas y estar más unidos. También se pusieron al día de muchas cosas y Hugo le contó que tenía una relación con Marta, quien se alegró mucho de que todo hubiera vuelto a la normalidad.  


 Justo cuando Hugo estaba en el ordenador, Fede abrió la puerta y entró en el dormitorio.
- Hugo, ¿te vienes a hacer ejercicio?
- Joder Fede, qué susto. ¿No sabes llamar a la puerta?
- Lo siento, la falta de costumbre supongo. Entonces qué, ¿te vienes?
- Venga vale.
- Perfecto. Cámbiate y te espero abajo.


 Poniéndose ropa cómoda, Hugo bajó al sótano y Fede le dijo que empezarían con la máquina de movimientos para ganar agilidad y aprender a pegar.
- ¿Y yo para qué necesito aprender a pegar?
- La vida da muchas vueltas. ¿O es que ya te has olvidado de las palizas que te pegaban en el instituto?
- Lo sé, pero no me gusta pegar a nadie.
- Y así te va… Vamos, ¡dale fuerte!


 Fede atosigaba a Hugo y éste se estaba sintiendo más presionado a cada minuto que pasaba.
- ¡Pégale fuerte joder! Imagínate que están pegando a tu hermana, violando a tu madre o te están atracando. ¡Dales duro! Destrózales la cara a esos cabrones.
- No puedo Fede.
- ¡Que le des, coño!


 Haciendo un esfuerzo, Hugo le dio un fuerte manotazo a la máquina, que dio la vuelta más rápido de la cuenta y acabó provocando que uno de los brazos que sobresalían le pegase directamente en la cara.
- Joder, qué daño. Ouch…
- Venga, no te quejes y sigue.


 Pero Hugo estaba cansado y no le apetecía seguir, por lo que se lo comunicó a Fede.
- Paso. Si quieres, dale tú Fede. Pero conmigo no cuentes…
- Menudo cobarde estás hecho. ¡Afronta las cosas! ¡No huyas más! Que estás acostumbrado a largarte en cuanto las cosas se complican. Ay, a quién te parecerás…
- Fede…-comenzó a decir Hugo cuando éste le cortó-.
- Apártate, que te voy a enseñar cómo se hace.


 Quitando a Hugo de delante de la máquina, Fede comenzó a darle unas pequeñas patadas a modo de tanteo para probar la máquina.


 Pero luego, la máquina comenzó a moverse a un ritmo vertiginoso y Fede no fallaba ni una. El marcador que indicaba la fuerza de sus golpes se estaba volviendo loco y Hugo estaba flipando en colores.


 De repente, la máquina comenzó a emitir bastantes sonidos anunciando que se había alcanzado una nueva marca. Fede, sonriendo orgulloso, presumió de ello.
- ¿Lo ves? Así es como se hace. Y no haciendo lo que tú, que más que puñetazos parecían caricias coño. Debes tener garra, pasión, ¡fuerza! Un poquito de más sangre en las venas.


 Pero Hugo, sonriendo mientras negaba con la cabeza, pensaba diferente a Fede.
- Tengo la suficiente sangre como para vivir perfectamente. No me hace falta más, Fede. Muchas gracias por el consejo.
- Pero qué gracioso eres, Hugo,-dijo Fede comenzando a aplaudir-.


 Dándose la vuelta, Fede había cambiado su expresión y avanzó serio hacia Hugo, quien comenzó a sentir miedo al verlo de esa forma.
- Vamos a probar con un caso práctico e hipotético. Imagina que yo soy el tal Fernando ese que te pegaba en el instituto, ¿vale?
- Fede, deja a los muertos en paz…
- Se acerca a ti mientras se ríe de ti y se jacta de que le ha pegado a tu hermana sin que tú hayas hecho nada y que ahora te va a reventar a ti,-siguió diciendo Fede mientras avanzaba hacia Hugo-.
- Fede para.
- Venga Hugo, Fernando se está acercando cada vez más y más… ¿Qué harías?
- Fede…
- ¡¿Qué harías?!


 Y cuando estuvo a su lado, Fede le soltó tal galleta en la cara a Hugo que resonó en toda la habitación. Hugo no se podía creer que el marido de su madre acabara de ponerle la mano encima y una inmensa rabia comenzó a invadirle por dentro.


 Volviendo a levantar la cara, Hugo miró fijamente y tremendamente serio a Fede.
- ¿Lo ves? Si en lugar de ser yo, hubiera sido ese chico te habrías llevado una paliza y no habrías hecho nada por evitarlo. ¿Así quieres seguir tu vida?
- Fede, no me vuelvas a tocar en tu puta vida.
- Pero… ¿Qué escuchan mis oídos? ¿Puede ser que Hugo se haya cabreado?
- Déjame en paz…


 Dando media vuelta, Hugo comenzó a marcharse de allí mientras seguía escuchando la desagradable voz de Fede a sus espaldas.
- ¿Lo ves? Otra vez huyendo… Si es que te tienes merecido las palizas que te daban. Qué idiota…


 Subiendo las escaleras, Hugo llamó a la puerta y entró en el despacho de su madre.
- Hola Hugo, ¿qué tal? Dime.
- Mamá, ¿puedo hablar contigo?
- Sí, claro. ¿Por qué tienes esa cara tan triste?-preguntó levantándose y yendo hasta Hugo-.


 Comenzando a sollozar, Hugo comenzó a contarle lo sucedido.
- Fede entró en mi cuarto y me dijo de entrenar juntos, y me puso abajo a darle golpes a la máquina esa que tiene. Empezó a presionarme para que le pegase más fuerte, que me imaginase que estaban pegando a Rocío o que te estaban violando… Mamá, no paraba de insultarme y luego me dijo que me apartase y comenzó a hacerme una demostración.
- Hugo, es que Fede es muy buen entrenador personal, muy exigente en su campo y por eso es uno de los mejores de la ciudad.
- Pues no creo que vaya pegando guantazos a sus clientes como ha hecho conmigo.


 Frunciendo el ceño, Mercedes comenzó a negar con su cabeza.
- ¿Que ha hecho qué?
- Pegarme. Con la mano abierta…
- Imposible. Fede NUNCA, pero nunca le ha puesto una mano encima a nadie, ni a tu hermana y mucho menos a mí. ¿A cuento de qué te iba a pegar?
- ¿Y yo que sé? Se le habrá ido la olla, pero te juro que es verdad.


 Hugo estaba comenzando a sentir que su madre volvía a dejar de escucharlo y le daba una rabia e impotencia tremenda.
- Bueno, hablaré con Fede y aclararemos todo este asunto, ¿vale?-dijo Mercedes-.
- Está bien…
- Perfecto, pues bajemos.
- Ni de coña. No pienso bajar de nuevo allí…
- ¡Hugo!
- Mamá, es tu marido. Tú decidiste casarte con él, así que tú eres quien tiene que lidiar con él. Yo paso…-dijo marchándose del despacho-.


 Quedándose algo pensativa, Mercedes estaba bastante confusa porque le costaba creer que Fede le hubiese pegado a Hugo, pero por otra parte… ¿Qué ganaba su hijo mintiendo? Lo cierto era que la mejilla izquierda la tenía algo rojiza… Qué extraño era todo.


 Hugo, saliendo del despacho, comenzó cabrearse consigo mismo por no haber reaccionado y haberle pegado a Fede cuando tuvo la ocasión. Por más que le daba vueltas a la cabeza, no comprendía la razón de que el marido de su madre hubiese actuado así.


 Mercedes tampoco paraba de darle vueltas a la cabeza y bajó para hablar con Fede, a quien se encontró entrenando piernas.
- Fede, ¿podemos hablar un momento?
- ¿No ves que estoy entrenando?
- Es importante.
- Joder…


 Levantándose a regañadientes, Fede miró a Mercedes y encogió los hombros sin saber qué quería decirle tan importante como para interrumpir su entrenamiento.
- ¿Qué pasa?
- Llevo un rato dándole vueltas y no sé cómo preguntarte esto así que iré directa al grano… ¿Le has pegado a Hugo?
- ¿Yo? ¿Pegarle a tu hijo? ¿A santo de qué viene preguntarme eso?
- Es que Hugo ha venido a mi despacho y me ha contado que le has pegado un guantazo sin venir a cuento y lo cierto es que tenía la cara roja.


 Aunque por dentro Fede se estaba cagando en los muertos de Hugo, por fuera mantenía una calma psicópata que asustaba.
- Cómo le gusta tergiversar las cosas… Lo que ha pasado es que le he comenzado a dar indicaciones y en un momento dado, la máquina le ha dado con uno de sus brazos a Hugo en la cara y ha comenzado a quejarse. Pero yo no le he puesto la mano encima en ningún momento.
- ¿Entonces por qué tendría que mentirme Hugo? Es lo que no entiendo.
- Es muy fácil: porque no soy su padre. Soy el padre de Rocío, pero no el suyo y por mucho que he estado dispuesto a serlo, él nunca ha dado su brazo a torcer.
- Pero eso no es motivo para que diga esas cosas tan graves de ti. Tiene que haber otra explicación.


 Mientras tanto, Hugo había llamado a su padre para decírselo. Ya que su madre no lo escuchaba, al menos esperaba que su padre lo hiciese.
- ¿Que ese impresentable hizo qué?-preguntó Ricardo-.
- Pegarme, papá.
- Oh, a ese me lo cargo. Ese hijo de puta se va a enterar. Espérame ahí porque voy para allá.
- ¿Qué vas a hacer papá?-pero Ricardo ya había colgado-.


 Mercedes seguía sin estar convencida y a Fede se le acababan las ideas.
- Merche, ¿te tengo que recordar que tu hijo estuvo una semana desaparecido porque se largó por voluntad propia? No nos tomó en cuenta a ninguno, ni tampoco al estúpido de su padre.
- Venga Fede, no hables así de Ricardo, que se ha comportado muy bien con todo esto.
- ¿Ahora lo defiendes? Ese tío es un puto cerdo asqueroso que te estuvo engañando, te ponía los cuernos y se acostaba con esa fulana en vuestra cama cuando tú no estabas. Y lo hizo durante años Merche. ¡Años! ¿Y ahora lo defiendes? Me parece increíble. Y Hugo es igual de mediocre que su padre, porque Ricardo usó a vuestro hijo para hacerte daño en vuestro divorcio y Hugo aprovechó un enfado para largarse y hacerte daño aún sabiendo que lo estabas pasando mal, ¿no te das cuenta?


 Pero para la sorpresa de todos, Ricardo hizo acto de presencia en ese momento y se plantó delante de Fede.
- ¿No te das cuenta tú, Mercedes?-dijo Ricardo esta vez-.
- ¡Ricardo!-exclamó asombrada Mercedes-. ¿Qué haces aquí?
- Eso, ¿qué cojones se supone que hace este payaso de circo aquí?-quiso saber Fede-.
- Me ha llamado Hugo, para tu información.
- Oh, fantástico. Démosle a Ricardo el premio al padre del año, por favor. ¡Un fuerte aplauso!-gritó Fede-.
- Yo sí que te voy a aplaudir la cara, hijo de puta,-amenazó Ricardo-.


 Totalmente enfurecido, Fede comenzó a ponerse violento.
- Venga payaso, a ver si tienes huevos de ponerme un dedo encima, que como se te ocurra acercarte te arranco la cabeza, desgraciado.
- ¡Fede!-gritaba Mercedes-. ¡Cálmate ahora mismo!
- ¿Que me calme? ¿Él es quien entra en nuestra casa amenazándome con pegarme y soy yo quien me tengo que calmar? ¿Eres gilipollas o que?
- ¡Ni se te ocurra hablarle así a Mercedes!-saltó Ricardo como un león-.
- ¡CALMAOS LOS DOS!


 Ricardo miró a Mercedes y se quedó callado, pero sin quitarle ojo a Fede, quien se había acercado más a él.
- ¿Ves lo que estás provocando?-comenzó a decir Fede-. Donde apareces se crea una disputa, una pelea y todos acaban mal. En cuanto apareciste en la vida de Mercedes se la jodiste poniéndole los cuernos, le hiciste la vida imposible durante la separación y el divorcio… Y justamente cuando más paz ha habido en esta casa ha sido durante el tiempo en el que no supimos nada de ti. Fíjate, yo incluso creí que te habías muerto y, tonto de mí, lo celebré y todo.
- ¡Fede!-gritó Mercedes-.
- Ni Fede ni hostias,-continuó protestando-. Merche, este impresentable se cree que, por haber estado casado y tener un hijo contigo tiene todo el derecho de hacer lo que le da la gana. ¡No! Ya te lo digo yo a ti. ¿Y para qué coño has vuelto ahora después de tanto tiempo? ¿Con ganas de recuperar a tu hijo tal vez? ¿O incluso a tu ex-mujer? ¡Mira lo que has provocado! Todo esto es culpa tuya Ricardo. ¡Merche y yo estábamos muy bien hasta que el gilipollas de tu hijo se escapó y apareciste tú! ¡Estoy seguro de que todo esto lo planeasteis juntos para poder volver e intentar recuperar a tu familia! Ya te digo yo que no lo vas a conseguir. Antes tendrás que matarme.


 Mercedes se había quedado muda. En todos los años que llevaba casada con Fede, nunca le había visto esa parte y, completamente seria, en su interior comenzó a tener cierto miedo.
- Eres gilipollas Fede,-dijo Ricardo-. Y te crees que todos somos como tú, pero gracias a Dios no. He cometido mis errores como todo el mundo, y los conozco perfectamente, así que no hace falta que me los recuerdes porque ya me basto yo solito para martirizarme cada noche.
- Uy, qué pena…
- Fui tonto al dejar escapar a una mujer como Mercedes, lo reconozco. No he actuado como el marido ni como el padre que debía. Pero intento enmendar mis errores y, aunque sé que no se puede recuperar el tiempo perdido, voy a hacer todo lo posible para ser mejor hombre que antes.
- Para, por favor, creo que voy a llorar de la emoción-decía Fede irónicamente-.
- ¿Y tú qué? Tú tampoco eres mucho mejor que yo. Serás físicamente mucho más guapo y apuesto, tener un cuerpazo, muy bien. Te felicito por ello. Pero… ¿cómo eres como persona? Desde que te casaste con Mercedes ignoraste a Hugo. ¿Te crees que no me lo contaba? ¿Y luego qué hiciste cuando le pegaban a mi hijo en el instituto? Yo no estaba, pero tú sí y si tan buen padre eres, con todo lo que te gusta presumir de ello, ¿por qué no hiciste nada por impedirlo? No, en lugar de eso, le comiste la cabeza a Mercedes y le dijiste que enviara a Hugo a un internado y así te lo quitaste de en medio. Luego le dijiste que quitase su habitación, que guardase sus cosas y pusiera allí su despacho… Y lo conseguiste. Tu plan marchaba a la perfección hasta que Hugo decidió plantarse y volver a casa. ¡Qué lástima! Por eso, en compensación por joderte el plan, has utilizado la excusa del entrenamiento para pegarle… ¿Y encima tienes la cara de venir a darme lecciones a mí? ¿De qué?


 Como si de un huracán se tratase, Fede comenzó a gritar y a echar maldiciones por su boca mientras que Mercedes intentaba sujetarlo para que no se fuera a por Ricardo.
- ¡Te voy a matar Ricardo! ¿Me escuchas bien? ¡Suéltame Merche!-le gritaba intentando zafarse de ella-. ¡Voy a acabar contigo con mis propias manos!


CONTINUARÁ…

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