Diana y Abraham junto con los muchachos quedaron en irse esa noche a un club a bailar y a
divertirse para cambiar de aires y desconectar un poco. Mientras
Marta preparaba la cena, el móvil de Hugo comenzó a sonar.
- ¿No lo vas a coger?
- No, porque es mi padre…
- Hugo, no seas cabezota y cógelo. Seguro que está preocupado por
ti…
- Ya, pero… No, mejor pongo el móvil en modo avión y paso. No
quiero saber más del tema.
Suspirando, Marta siguió cocinando hasta servir la cena.
- Te ha salido buenísima la pasta, Marta.
- Gracias guapo.
Tras recoger los platos y las cosas de la cena, Hugo y Marta se
cambiaron de ropa para irse hacia el lugar donde habían quedado con
Diana y Abraham.
- Uy, qué guapa estás Marta. ¿Y si nos quedamos aquí y estrenamos
la cama?
- Ya habrá tiempo de estrenarla después. No te preocupes que hay
tiempo para todo.
Yéndose hasta el club, la pareja se encontró con sus profesores y
tras los besos y abrazos pertinentes, se pidieron una cerveza.
- ¿Tú bebes?-le preguntó Diana a Hugo-.
- Hoy ha sido la primera vez que he tomado una cerveza.
- ¿Y qué tal?
- Mal, fatal. No me ha gustado nada.
- Jajaja, típico. A todos nos ha pasado.
- Pero bueno, como dicen que es normal, voy a darle una oportunidad…
Sentándose en la barra, Abraham empezó a hablar con Hugo.
- ¿Y qué tal lo llevas?
- Bien, pero ahora tanto mi madre como mi padre no paran de llamar al
teléfono y estoy a nada de estamparlo contra la pared. A ver si
ahora con esto se enteran de que yo también tengo voz y me comienzan
a tratar más como un adulto y no como un niño pequeño.
Minutos después, Marta se levantó y les dijo a los demás que se
iba a la pista a mover el esqueleto. Quedándose embobado mientras
que se marchaba, Hugo hizo un comentario en voz alta.
- Mira que es guapa…
- Sí, y está loca por ti,-comentó Abraham-.
Marta comenzó a bailar y la verdad era que no se le daba nada mal.
No era ninguna experta, pero llevaba el compás de la música a la
perfección.
Acercándose a ella, Hugo la piropeó.
- Vaya tela con la niña, menudos movimientos… ¡Yo quiero que te
muevas así para mí!
- Hugo, deja de hacer el payaso, que me da vergüenza…
Pero lejos de parar, Hugo se acercó y le dio un beso a Marta como
los de las películas mientras que muchos de los que estaban allí se
giraron a mirarlos.
La cuestión era que ninguno de los dos era capaz de separarse del
otro y permanecieron besándose durante interminables minutos,
haciendo que sus cuerpos comenzasen a arrancar motores.
Sintiendo la gran presión en sus pantalones, Hugo se lo comunicó a
Marta.
- Cariño, como no hagamos algo ahora me va a explotar la
entrepierna.
- Anda ya, no seas exagerado…
Agarrándole la mano y poniéndosela sobre el paquete, Marta sonrió
al notar que lo que decía Hugo era cierto.
- Madre mía, qué jugoso tiene que estar eso, pero… ¿dónde
podemos irnos?
- Ven, busquemos un sitio.
Subiendo a la planta de arriba, se colocaron detrás de las escaleras
donde imaginaban que allí no miraría nadie. Siguiendo con los
besos, las manos de ambos comenzaron a deambular por sus cuerpos
mientras comenzaban a desnudarse poco a poco.
Tras quedarse ambos completamente desnudos, Marta sonrió juguetona
al ver cómo el miembro de Hugo estaba dispuesto a entrar “a
matar”. Hugo, por su parte miró a Marta mientras la abrazaba y la
atraía más y más a él.
- Marta… te amo.
- Y yo, Hugo. Yo también te amo.
- No me dejes nunca. Te necesito…
Tras darse todo el amor que necesitaban, Hugo y Marta se colocaron la
ropa de nuevo y bajaron al club de nuevo donde vieron a muy pocas
personas y la mayoría de ellas borrachas, pero Diana y Abraham
habían desaparecido.
Mirando la hora, se dieron cuenta de que era casi la hora del
amanecer, por lo que Marta y Hugo se fueron a dormir a casa para
descansar después de un largo día.
Cuando se despertaron, era prácticamente la hora de comer y Marta
preparó un almuerzo rápido para no entretenerse demasiado en la
cocina. Justo cuando estaban comiendo, Hugo volvió a conectar su
móvil y le llegó cientos de notificaciones de sus padres.
Suspirando, Hugo volvió a apagar su teléfono.
Sin embargo, pocos minutos después fue Marta quien recibió una
llamada de su padre.
- Hola papá. ¿Cómo? ¿Estás seguro?
Cuando Marta terminó de hablar con su padre, se giró para hablar
con Hugo. Éste, al ver que su expresión se había vuelto de lo más
seria, comenzó a preocuparse.
- ¿Qué pasa?
- Es mi padre…
- ¿Le ha pasado algo?
- No, están todos bien, pero… resulta que hay un policía en casa
y no paran de preguntarles que dónde estoy. Le han dicho que estoy
en casa de una amiga, pero me han pedido que vuelva para no levantar
sospechas.
- Joder, lo siento mucho.
- No, no lo sientas. Nosotros accedimos ayudarte, así que tú
tranquilo. Quédate aquí, ¿vale? Ya me inventaré algo para
despistarlos.
Tras cambiarse de ropa, Marta se abrazó a Hugo.
- No te preocupes que todo saldrá bien. Pronto volveremos a estar
juntos, Hugo.
- Eso espero y… Lo siento de nuevo.
Hugo vio cómo Marta se marchaba mientras no podía evitar que un
gran sentimiento de culpa le invadiera por dentro. ¿Estaba siendo
egoísta actuando de esa forma? Esa era la pregunta que no paraba de
rondarle la cabeza.
Unas horas más tarde, Marta llegó a su casa y, antes de entrar,
respiró hondo dispuesta a alejar los focos de aquel sitio y de Hugo.
Cuando entró, vio a sus padres y a su hermano sentados en el sofá.
- Hola hija, ¿qué tal te fue en casa de María?-preguntó Julio-.
- Hola papá, bien. La verdad es que nos lo hemos pasado de
escándalo.
En ese momento, un muchacho se incorporó y saludó a la recién
llegada con una sonrisa en la cara que le recordó a Marta a cómo
sonreía Tyler.
- Buenas tardes, soy el inspector Fresno.
Usted debe ser la señorita Marta Ruiz.
- Sí, efectivamente inspector.
- Estupendo. Si son tan amables de dejarnos solos,-le dijo el
inspector al resto de la familia-.
Haciendo caso al policía, todos se levantaron en completo silencio y
con el corazón encogido. Todo aquello les había pillado por
sorpresa y no sabían muy bien cómo actuar.
Una vez que estuvieron a solas, el inspector comenzó a hablar con
Marta.
- Me han dicho sus padres que usted estaba en casa de una amiga suya,
¿es eso cierto?
- Sí. Mi amiga María. Si quiere le puedo dar su número para que
usted mismo certifique si he pasado la noche allí o no.
- Vaya, eso sería de gran ayuda. Me imagino que se imaginará el por
qué de mi visita.
- No, la verdad. ¿Me he metido en algún lío?
- Espero que no… Verá, han denunciado la desaparición de un
compañero suyo, del internado McCullock: Hugo Solanas, ¿lo conoce?
- Hombre pues claro. Si ha sido compañero mío durante nueve meses
en un internado donde estábamos las 24 horas juntos pues sí, lo
conozco. Pero no tenía ni idea de que había desaparecido. ¿Se sabe
algo?
A Marta no le gustaba ni un pelo ese inspector. Había algo que
sentía en su interior que no le cuadraba y le daba mala espina.
- Estamos… investigando, señorita,-prosiguió hablando el
inspector Fresno-.
He hablado con sus compañeros al igual que estoy haciendo con usted,
y todos han coincidido en que el desaparecido y usted mantenían una
especie de romance, ¿no es cierto?
- Sí, Hugo es mi novio.
- Entonces usted debe saber su paradero, ¿cierto?
- Siento decepcionarlo, pero no tengo ni idea. Me acabo de enterar de
que ha desaparecido porque me lo ha dicho ahora vaya.
El inspector tenía buen olfato y sabía que Marta ocultaba algo.
- ¿Me está diciendo que no sabe nada de su novio desde hace una
semana? ¿Y pretende que le crea?
- Inspector, le estoy diciendo la verdad. Me llamó y me dijo que
había discutido con su madre recién llegado del internado y que
tenía ganas de desaparecer. Yo le dije que se tranquilizase y estuve
un rato hablando con el y al cabo de unos días me volvió a llamar
diciéndome que su padre quería que viviese con él, que lo había
hablado con su madre… No sé. La cuestión es que me dijo que
necesitaba desconectar de todo y yo no le he querido molestar. Eso
fue lo último que supe de él.
- Interesante…-dijo el inspector apuntando en una pequeña
libreta-. ¿Y nunca ha estado su novio aquí? Hay testigos que han
situado a Hugo por los alrededores de esta vivienda.
Con una tranquilidad que asombraba, Marta continuó hablando con
aquel policía.
- Puede usted registrar la casa porque no va a encontrar nada que
indique que Hugo estuvo aquí, porque de hecho no lo ha estado.
- ¿Y entonces por qué dos testigos han asegurado que vieron al
señor Hugo Solanas aquí?
- Pues no sé los motivos que han podido tener para mentir de esa
forma, pero yo le he dicho todo lo que sé.
Sonriendo de nuevo, el inspector se atrevió a decirle algo a Marta.
- ¿Sabe? Sé que no me está diciendo la verdad y comprendo que
quiera defender a su novio. Yo pensaba que usted sería una muchacha
sensata y agilizaría todo eso, ya que hay unos padres preocupados
por un hijo al que no ven desde hace una semana. Esos padres sólo
quieren tener de vuelta a su hijo, que le recuerdo señorita, que aún
es menor de edad y no está emancipado legalmente. Si usted cree que
no voy a encontrarlo, está muy equivocada y es más inocente de lo
que aparenta. Si me disculpa, tengo que hacer mi trabajo…
CONTINUARÁ…
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