martes, 9 de junio de 2020

Capítulo 26 || The Mirror

 Diana y Abraham comenzaron a entusiasmarse y, al ver que allí Hugo comenzaba a sobrar se levantó dispuesto a irse pero, volviéndose de nuevo, los vio y un fugaz pensamiento le recorrió la cabeza. ¿Le dejarían unirse?


 No, eso era una locura. ¿Cómo se le habría podido ocurrir semejante cosa? Pero… la verdad es que veía a Diana y no podía evitar tener ganas de comérsela como estaba haciendo Abraham.


 No, era mejor irse y desahogarse él solo en su habitación. Cómo echaba de menos en esos momentos tener a Marta cerca para poder sentirse apoyado y para no dormir solo…  


 Al escuchar cerrarse la puerta de la habitación contigua, Clotilda pegó la oreja y escuchó masturbarse a Hugo. Levantando la ceja, se sintió decepcionada al darse cuenta de que aquel muchacho había preferido montárselo él solo antes que con ella.


 Y bajando con el pensamiento de beber agua fría de la nevera, Clotilda pilló a su hija con el miembro de Abraham en la boca. ¡Pero qué grande era! Sin poderlo evitar, no apartaba la vista de la mamada que le estaba dando su hija y a cada segundo sentía el deseo de cambiarse por ella.


 Y es que Clotilda no podía evitar sentir envidia de su hija. Diana tenía un hombretón grande, hermoso y negro… Con eso ya daba a entender todo. Y sin embargo ella estaba sola, viuda y con un gran deseo que sólo apagaba ella. Por eso estaba siempre tan amargada, porque veía a Abraham y deseaba que la empotrase contra la pared…  


 Yéndose a su habitación sin ser vista, Clotilda se metió en la cama con un claro gesto triste en su cara mientras se lamentaba de estar sola…  


 A la mañana siguiente, cuando Hugo se levantó, bajó a la cocina y allí vio a Abraham.
- Buenos días Abraham.
- Ah, buenos días Hugo. ¿Cómo has dormido?
- Genial. Esa cama es muy cómoda.
- Me alegro mucho. ¿Quieres cereales?
- Sí gracias.
- Mientras te los preparo… Quisiera pedirte perdón por lo de anoche. Diana y yo nos animamos bastante y… No quería que te llevases una mala impresión nuestra. Somos un matrimonio joven e impulsivos en muchas ocasiones y no nos dimos cuenta.
- Abraham, no tienes por qué pedirme disculpas. Yo…-comenzó a decir justo cuando sonó el timbre de la puerta.
- Shh, silencio,-susurró Abraham-.


 Dirigiéndose hacia la puerta, Abraham la abrió y vio a un hombre frente a ella.
- Buenos días. Soy el inspector Fresno. ¿Es usted Abraham Kulanui?
- Sí, ¿qué desea?
- Disculpe que le moleste, pero estoy buscando a Hugo Solanas. Ha desaparecido y tengo entendido en que usted fue su tutor junto a su esposa Diana. ¿Está ella en casa?
- Sí, si me espera aquí iré a avisarla,-dijo Abraham cerrando la puerta-. ¡Vete! ¡Corre!-susurró Abraham dirigiéndose hacia Hugo-. Está en la puerta el policía que te está buscando y si no te vas te va a pillar.


 Dejando el cuenco sobre la mesa, Hugo corrió todo lo que pudo hacia el piso de arriba para cambiarse de ropa, mientras que Abraham ganaba tiempo para que Hugo pudiera irse antes de que el inspector entrase.
- ¿Y su esposa?-preguntó el policía algo mosqueado-.
- Se estaba cambiando. ¡Venga Diana! Date prisa en bajar-gritó Abraham-.


 Hugo se alejó de allí lo más rápido que pudo. Justo cuando llegaba a la parada de autobús, vio a uno que estaba a punto de marcharse pero, dando un par de zancadas logró alcanzarlo y subirse en él. ¿Destino? Las montañas. En cuanto llegó a ese lugar, un frío viento le puso los pelos de punta y supo que tendría que comprarse ropa adecuada. Entrando en una tienda de souvenirs, Hugo se compró todo lo necesario para no pasar frío y, viendo una cabaña a lo lejos, se acercó a ella.


 Subiendo las escaleras, probó a abrir la puerta y, ¡bingo! Había tenido suerte. Encendiendo la luz, cerró la puerta y miró a su alrededor. Aquel sitio no era nada del otro mundo, pero tampoco estaba mal.


 Sintiendo un gran dolor de estómago, Hugo recordó que no había desayunado, por lo que abrió la nevera y descubrió que había un puñado de fruta, así que las lavó y comenzó a cortarlas para hacerse una macedonia.


 De repente, alguien llamó a la puerta y a Hugo le faltó tiempo para apagar las luces. No quería ser descubierto, pero quien fuera que estuviera llamando era persistente.


 En el más total de los silencios, Hugo comenzó a comerse la fruta que había preparado mientras escuchaba a aquel tipo llamando a la puerta.
- Soy el guardia de la zona. ¿Hay alguien ahí? A ver si he visto mal y le estoy hablando a la nada…


 Hugo conectó su móvil y comenzaron a llegarle notificaciones de llamadas perdidas de sus padres, de Marta e incluso de Fede. Conforme más notificaciones llegaban, peor se sentía Hugo.


 Sentándose en la cama, Hugo comenzó a reflexionar sobre lo ocurrido… Ninguno de sus padres había actuado correctamente y eso era innegable. Era normal e incluso entendible la reacción de Hugo en un principio, pero tal y como estaba actuando, huyendo como si fuera un criminal y provocándole un sufrimiento innecesario a sus padres, era demasiado. Aunque estuviera enfadado, debería haberse quedado en casa y enfrentarse a su madre, no callarse y huir. Él no era ningún cobarde. Ya no lo era y tenía que demostrarlo.


 Levantándose, Hugo abrió la puerta y miró al guarda, quien estaba a punto de irse.
- Buenos días, disculpe las molestias pero…


 Tras explicarle lo sucedido al guardia, éste llamó a la policía y el propio Fresno fue a recogerlo. Por el camino en el coche patrulla, el inspector no paró de hacerle preguntas sobre dónde había estado pero Hugo no iba a involucrar a nadie, por lo que llegó a un acuerdo: el inspector se olvidaría de todo lo que había hecho Hugo con la condición de que no volviera a escaparse, al menos, hasta cumplir la mayoría de edad. Lo que hiciera a partir de entonces ya no era asunto suyo. Cuando llegó a la casa de su madre, Hugo salió del coche y pudo ver a su padre, a su madre, a Fede y a su hermana esperándolo en la puerta. Eso sí se parecía más a un recibimiento en condiciones.


 Hugo todavía estaba sorprendido de ver a sus padres en un mismo lugar y que no estuviesen discutiendo, y encima uno al lado del otro. ¿Estaba soñando? ¿Era otra vez ese sueño del maldito espejo jugándole una mala pasada?


 Mirando a su madre, ésta fue a abrazarle justo cuando Hugo la interrumpió.
- Antes de nada quiero hablar, que me escuchéis todos y no me interrumpáis mientras estoy hablando, ¿vale?-dijo Hugo mientras los demás asentían con sus cabezas-. Bien, antes de nada… Mamá, me molestó muchísimo que no me escuchases cuando me expulsaron del colegio, que te preocupases por el qué dirán y no me preguntases siquiera el por qué me había pegado con Fernando. Por eso, cuando me dijiste que me enviabas al internado, dejé de hablarte durante tanto tiempo. Pero también tengo que decirte que ha sido una de las mejores cosas que has podido hacer en tu vida.


 Esa última frase desconcertó a Mercedes, ya que no se esperaba que su hijo le dijese que se alegraba de haber estado en ese internado.
- Al principio no fue fácil. Fernando también estaba allí y comenzó a hacer de las suyas, pero por una serie de sucesos al final acabó cayendo desde el tejado y murió. En resumidas cuentas, cuando todo volvió a la normalidad, el internado ha sido un hogar para mí, mis compañeros son mis hermanos y haría lo que fuera por cada uno de ellos. Juntos somos una familia, por eso, cuando volví y vi que mi cuarto no existía, que habíais guardado mis cosas y que, aparentemente, me habíais borrado de vuestra vida, me largué.


 Mirando a su padre, Hugo se dirigió a él.
- Papá, siento haberme ido de esa forma de tu casa, pero me sentía como un león enjaulado con ganas de escapar. Necesitaba procesar todo lo que me estaba pasando y alejarme de mi realidad. Créeme cuando te digo que no te guardo ningún rencor por las decisiones que has tomado, mejores o peores, pero al fin y al cabo todos fallamos y ninguno de los que estamos aquí somos perfectos. Y cuando te dije que me alegraba que estuvieras aquí de nuevo fue de corazón y me va a encantar poder verte más, si tú quieres claro…
- Claro hijo. Las veces que necesites.
- Ahora os quiero preguntar algo,-dijo Hugo mirando a sus padres intermitentemente-. ¿Me perdonáis vosotros a mí por no haber sabido reaccionar como se debería y haberme escapado?


 La respuesta de Mercedes no se hizo esperar y abrazó a Hugo casi al instante.
- Oh Hugo. Perdóname tú a mí por haber sido tan orgullosa y haberme dejado llevar por mi enfado. No supe ver más allá de mis narices… Pero ahora la venda se me ha caído de los ojos y te prometo que esto no volverá a pasar.


 Ricardo también abrazó a su hijo, pero al ver a Fede agarrándole la mano de Mercedes mientras que su hijita estaba a su lado, comenzó a sentirse un estorbo. Esos días en los que Mercedes y él habían retomado el contacto sin llegar a discutir, siendo un equipo como antes de su divorcio… Todo se le removió en su interior y las lágrimas comenzaron a brotar en sus ojos.
- ¿Te vas ya?-preguntó Mercedes-.


 Y sin pensárselo, Ricardo se acercó a Mercedes y le dio un fuerte y húmedo beso como hacía años que no se lo daba a nadie. Todos esos sentimientos que tenía dentro los puso en ese beso.
- Te quiero Mercedes.


 Y después se dirigió a Fede y le dio un fuerte puñetazo en el estómago.
- Y esto por todo lo que le has hecho a mi hijo, gilipollas.


 Lástima que todo aquello se lo hubiese imaginado nada más, aunque no le habrían faltado ganas de hacerlo. Ahora Mercedes era una mujer casada y él no era el marido, por lo que tendría que aguantarse y pasar a un segundo plano, que era donde se merecía estar.


 Entrando en casa, Mercedes acompañó a su hijo al dormitorio que fue de su cuidadora.
- Hugo, he pensado que este puede ser tu dormitorio ahora. Lo reformaremos como quieras, tú mandas esta vez, así que no te preocupes por nada porque todo correrá de mi cuenta. Siento lo de tu cuarto pero… Fede me vio tan mal por haberte ido sin despedirte al internado, que me recomendó reformar la casa y “olvidarme” de todo lo que había pasado, hipotéticamente hablando claro.


 Fuera, Rocío no paraba de dar saltos de alegría al tener a su hermano de vuelta y así se lo hacía saber a su padre.
- ¿No es fantástico? ¡Hugo está de vuelta! A partir de ahora Hugo me leerá los cuentos todas las noches antes de dormir, jugaremos al ordenador juntos, veremos películas…
- Qué bien hija,-le dijo a su hija fingiendo una falsa sonrisa-. Cojonudo…-pensó para sus adentros-.


CONTINUARÁ…

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