El inspector Fresno
comenzó a buscar indicios en toda la casa: ropa, pelos… Todo lo
que pudiera ayudar a encontrar pruebas de que allí había estado
Hugo.
Entrando en el dormitorio de Marta, aquí fue donde el inspector pasó
más tiempo. Sin embargo, no encontró nada relevante salvo un par de
tangas de la muchacha en una esquina. Las sábanas estaban limpias,
en los cajones sólo había ropa femenina y nada indicaba que allí
hubiera estado nadie más que Marta.
Bajando serio por las escaleras, Marta sonreía al inspector.
- ¿Y bien? ¿Cómo ha ido la investigación? ¿Ha encontrado algo
relevante?
- No…
- ¿Lo ve? Ya le dije que Hugo no ha estado aquí.
- Sé que miente, usted y su familia. Llegaré hasta el fondo de todo
esto, así que no sonría tan rápido…
- Eso espero. Deseo con todo mi corazón que sea capaz de encontrar a
Hugo y traerlo de vuelta. Lo echo tanto de menos…
A varios kilómetros de allí, mientras Abraham estaba inmerso en su
rutina diaria de natación, Diana se relajaba en una tumbona
completamente desnuda. Qué paz y tranquilidad se respiraba allí…
Sonando el teléfono, Diana miró el número y no lo conocía, así
que tardó algo más en contestar porque no estaba segura de hacerlo.
- ¿Diga?
- Diana, soy Marta. Te llamo desde una cabina por si a la policía le
da por investigar mis llamadas.
- ¿La policía? ¿En qué lío os habéis metido Hugo y tú?
- En ninguno, lo juro. Lo que pasa es que los padres de Hugo han
denunciado su desaparición y ha venido un inspector con muy mala
leche a investigar, pero no ha encontrado nada en mi casa.
- Menos mal.
- Pero es cuestión de tiempo que averigüen que mis padres tienen
otra propiedad. Diana, saben que soy su novia y lo más normal es que
Hugo acudiese a mí. Es lo típico.
- ¿Y qué pensáis hacer?
- Hugo se tiene que ir de la casa, limpiar cualquier rastro que haya
que pueda ayudar a la policía que ha estado allí y largarse.
- Pero, ¿dónde?
Tras llegar a un acuerdo, Diana fue a recoger a Hugo cuando se lo
encontró dando un paseo.
- ¡Hugo! Justamente iba a buscarte.
- ¿Buscarme? ¿Qué pasa?
- Me ha llamado Marta. Me ha dicho que no puede llamarte desde su
móvil porque la policía anda detrás de ella investigando si has
estado por su casa o por aquí.
- Oh, oh… ¡Mierda!
- No te preocupes, te vas a quedar en mi casa hasta que todo se
calme.
Instantáneamente, Hugo se abrazó a Diana y le dio las gracias una y
otra vez.
- No deberíais ayudarme tanto… Lo he estado pensando y… No sé.
Por un lado quiero volver, pero por otro, sólo de pensar en la que
me puede caer… Uf, no sé.
Separándose, Diana le acarició la mejilla a Hugo y le dirigió unas
palabras muy dulces.
- Será mejor que te vengas con Abraham y conmigo a nuestra casa y
allí lo pensarás más tranquilamente, ¿vale cariño? Hagas lo que
hagas, nosotros te apoyaremos.
Yendo hasta la otra parte de la bahía, Diana se paró frente a una
casa de grandes dimensiones.
- ¿Aquí vivís vosotros?-preguntó Hugo asombrado-.
- Sí, ¿qué te parece?
- Enorme.
Entrando, Diana le comunicó a su madre la noticia de que Hugo
estaría por allí una temporada.
- Mamá, ¿te acuerdas de Hugo?
- Sí, ¿qué pasa? Estoy viendo la tele.
- No quiero robarte mucho tiempo. Sólo era para decirte que se va a
quedar aquí un tiempo.
- Muy bien, ¿y a mí qué? Esta es tu casa y haces lo que te da la
gana sin consultarme, ¿no? ¿Para qué me vienes a decir ahora que
este chico se va a quedar en la casa? Es que no lo entiendo.
- Vale mamá…
Suspirando, Diana subió al piso superior con Hugo y le enseñó su
habitación.
- Es algo pequeña, pero creo que podrás apañarte bien.
- Es más que suficiente… Gracias, de verdad.
Volviéndose a Diana, Hugo la abrazó de nuevo.
- Eres genial. Y cuánto me alegro de que hayas encontrado a un tío
tan enrollado como Abraham que te apoya en todo.
- Uh, que no te escuche mi madre porque se reiría en tu cara. No lo
puede ni ver.
- ¿Y eso?
- Ni idea… Al principio pensamos que era por el color de su piel,
pero en la convivencia nos dimos cuenta de que eso no es lo que le
molesta, así que… Bueno, yo me voy abajo. Tú acomódate y si
quieres, ya sabes dónde estamos
Poniéndose el bañador, Hugo se asomó a la terraza y vio a Diana en
la tumbona y a Abraham saliendo de la piscina. Mirando al horizonte,
respiró hondo y bajó al jardín.
Cuando llegó a la altura de Abraham, Hugo se dio cuenta de que su
profesor se estaba quedando dormido, así que pegó una voz y lo
despertó de tal forma que casi se cae de la tumbona.
- ¡Abraham!
- ¡Coño! ¿Qué…? Joder Hugo, qué susto me has dado…
Levantándose, Abraham abrazó al muchacho.
- Ya me ha dicho Diana que te vas a quedar por aquí, ¿no?
- Sí, espero que no te importe.
- Anda hombre, ¿cómo me va a importar? Nuestra casa es tu casa, así
que siéntete libre de hacer lo que te plazca. Eso sí, ten cuidado
con la bruja…-comentó mirando a Clotilda-.
Levantándose de la tumbona, Diana empujó a Hugo y lo tiró a la
piscina zambulléndose ella también.
- Eh, eso es jugar sucio Diana, jajajaja. Me has pillado sin
esperarme que me fueras a tirar.
- Esa es la gracia, que no te lo esperes jajaja. Menuda cara has
puesto mientras te caías jajajaja.
Colocándose delante de Diana, Hugo la miró con ojos de sospecha.
- Con que esas tenemos, ¿eh?
- Uy, qué miedo tengo Hugo… ¿Qué vas a hacer? Bueno, ¿qué
quieres intentar hacer?
Riéndose al escuchar la conversación de esos dos, Abraham fue hasta
la barbacoa para preparar el almuerzo pensando en que su mujer y Hugo
se estaban tratando como dos críos.
Y no iba mal desencaminado, porque de un momento a otro, Abraham
comenzó a escuchar agitamiento de agua y es que Hugo estaba
salpicando a Diana a más no poder.
- Te vas a enterar Diana. Vas a estar echando agua hasta mañana
jajaja.
Tras el almuerzo, Abraham fue a hacer un poco de footing como tenía
acostumbrado. Ahora que había vuelto a casa tenía que retomar la
rutina de siempre.
Y estando en esas, vio a un hombre acercarse a la casa donde
estuvieron Hugo y Marta junto con otros dos más. Escondiéndose,
pudo escuchar cómo decían que eran de la policía y que tenían una
orden de registro. Al no escuchar a nadie, entraron en la propiedad.
Volviendo a casa, Abraham vio a Hugo y a Diana con otro plato en las
manos.
- ¿Todavía tenéis más hambre?-les preguntó a ambos-.
- Es que está buenísimo, cielo. Te ha salido hoy de
escándalo,-contestó Diana-.
- Pues Hugo,-dijo Abraham-, acabo de ver cómo unos policías
entraban en la casa donde estabas con Marta.
- Joder, pues sí que es bueno ese inspector… Joder, os estoy
poniendo en peligro.
- Oye Hugo,-intervino Diana-. No eres ningún delincuente, eso que te
quede claro. Eres un muchacho incomprendido por su familia de la que
sólo busca y espera cariño y atención. Pero no nos estás poniendo
en peligro.
- Nosotros hemos decidido ayudarte, Hugo,-dijo también Abraham-.
Ese día, Diana y Abraham vieron el atardecer sentados en el porche
mientras se besaban y pasaban un momento romántico.
Como compensación, Hugo se encargó de recoger los platos y meterlos
en el lavavajillas para ayudar un poco y no ser ningún lastre.
Viendo que Hugo estaba ocupado en la cocina, Clotilda salió al
porche y vio a su hija acurrucada junto a Abraham.
- Os parecerá bonito… Traer a un muchacho y ponerlo a recoger los
platos mientras vosotros os estáis morreando.
- Mamá, él ha insistido y no le vamos a poner un cuchillo en el
cuello para que no lo haga. Si ha querido echar una mano, yo se lo
agradezco.
- Qué poca decencia. Tu padre y yo no te enseñamos así…
- Mamá, ¡para ya!
- Ay… Cría cuervos y te sacarán los ojos…
Clotilda, al pasar junto a Hugo, le puso la mano en la cintura y le
susurró unas palabras al oído que lo dejaron clavado en el sitio.
¿Acababa de decirle esa señora que necesitaba desestresarse y que
si podía echarla una mano?
Hugo comenzó a pensar mal con esa pregunta que le había hecho la
madre de Diana y, al instante, se le vino a la mente la conversación
que había tenido con ella esa misma mañana. ¿Y si lo que le pasaba
a Clotilda es que estaba celosa de su hija porque tenía a Abraham y
ella se sentía sola?
Intentando cambiar de tema, Hugo se sentó en el sofá justo cuando
Diana entró en el salón.
- ¿Qué haces Hugo?
- Ah, nada. Estaba pensando en si ver la tele o meterme en la cama
ya.
- ¿Tan pronto? Quédate si quieres con Abraham y conmigo.
- Bueno, vale.
Encendiendo la tele, los tres comenzaron a ver un programa de risas
bastante entretenido y que le hizo olvidar a Hugo todo por lo que
estaba pasando en ese momento.
Un rato después, Hugo sintió cómo Diana le ponía la mano sobre la
pierna y, sin quererlo, comenzó a sentirse tenso. Nunca nada le
había hecho sospechar a Hugo que Diana tuviera otras intenciones con
él, o tal vez era su mente jugándole una mala pasada porque llevaba
un par de días sin sexo y lo echaba de menos. Cuando Diana comenzó
a sentir que Hugo estaba quieto como una estaca, se acercó y le besó
la frente.
- Perdona si te he puesto nervioso, pero es que cuando estoy en
confianza soy muy cariñosa. Lo siento cielo.
Sintiéndose más aliviado, Hugo respiró tranquilo y vio cómo el
fuerte brazo de Abraham comenzaba a rodear la cintura de Diana,
acariciando esa zona lentamente.
- Abraham, que está Hugo aquí,-le susurró la muchacha-.
- Que mire si quiere, pero yo no puedo aguantar más…
CONTINUARÁ…
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