miércoles, 30 de marzo de 2022

Capítulo 21 || Mi Otro Yo

 Bob contempló la máquina que había creado su padre y se interesó por ella.

- ¿Cómo se supone que funciona?

- Cuando terminé la carrera, comencé a investigar y seguí estudiando todos los apuntes que tenía el otro Robb sobre la máquina del teletransporte que estaba creando.

- Pero eso ya lo hiciste, ¿no?

- Sí, y los cabrones de la NASA se lo llevaron, pero lo que no saben es que yo seguí investigando por mi cuenta.


 Mirando a su padre de cerca, Bob sonrió cómplice.

- ¿Y qué has descubierto?

- Creo que he conseguido mejorar la máquina del otro Robb.

- ¿Ya no harán falta las puertas?

- Sí, de momento sí.


 La expresión de Bob se entristeció un poco.

- Eh, quita esa cara. Si todo sale bien, la persona que se meta en la máquina aparecerá en el pasillo del multiverso y, una vez allí, podrá viajar a donde quiera.

- ¿Pero y si a donde quieres ir ya no hay puerta? ¿Y si la máquina se estropea y te quedas encerrado y no puedes volver?


 Robb abrazó con fuerza a su hijo.

- No te preocupes por mí Bob. Esto es el trabajo de mi vida y necesito probarlo y que funcione. Esta vez creo que sí lo hará.

- Ten mucho cuidado papá. Te esperaré aquí.


 Tras cambiarse de ropa, Bob vio cómo su padre se introducía en la máquina y comenzaba a teclear unos botones y, de repente, tras salir humo del interior del cubículo, Robb desapareció frente a sus ojos.


 Robb no podía ver nada a causa del humo pero, escuchando cómo la puerta se abría, salió sin saber muy bien si seguía en su laboratorio o en otro lugar.


 ¡Lo había conseguido! Tantos y tantos años después, volvía a estar en el mítico pasillo de las puertas.

- El esfuerzo ha valido la pena…


 Llenando de aire sus pulmones, Robb miró hacia la puerta que daba a su mundo natal y, tras abrirla, la cruzó con un pensamiento en la cabeza.

- ¿Cómo estarán todos? ¿Y mi pequeña Pricia?


 Cruzando la puerta, Robb se quedó bastante serio al ver que, en el baño donde aparecía, habían crecido hierbajos y no había luz.

- ¿Qué ha pasado aquí?


 Saliendo de aquel lugar, Robb pudo comprobar que ese bar había sido abandonado y ya era pasto de la naturaleza.

- Si hacen añicos este edificio, me temo que la puerta que comunica con el pasillo se pierda para siempre y, de nuevo, no volvamos a cruzar. ¡Mierda!


 Sin saber muy bien si todavía seguirían viviendo en esa casa, Robb llamó al timbre y esperó unos momentos mientras afinaba su oído y no escuchaba ruido alguno.


 De repente, una muchacha rubia abrió la puerta.

- Hola papá, ¿qué pasa? ¿Y ma…? Espera, tú no eres…

- Hola hija.


 Aquella chica era Pricia y, al escuchar el saludo de su padre abrió los ojos de par en par.

- Papá… eres tú… ¿Cómo has…?

- Con mucho esfuerzo, pero ya estoy aquí.


 Con lágrimas en sus ojos, la muchacha abrazó con fuerza a su padre.

- Papá, qué alegría me da verte. Cuántos años han pasado…

- Demasiados. Y no ha habido ni un día que no me haya acortado de ti. Siempre estabas presente y todo lo que he luchado ha sido para volver a verte. No fui el mejor padre del mundo cuando estaba aquí, pero…

- Me dejaste en buenas manos,-dijo Pricia cortando a Robb-. Ven, pasa.


 Ambos entraron en la casa y, al ver a su hija tan arreglada, Robb le hizo una pregunta.

- ¿Habías quedado?

- Sí, con mi novio, pero le diré de vernos más tarde.

- Cariño, no quiero molestarte.

- Papá, llevo años sin verte ni hablar contigo, mi novio puede esperar.


 La primera en preguntar fue Pricia.

- ¿Cómo has podido regresar? Papá… bueno, el otro Robb.

- Sí, es tu padre más que yo, por mucho que salieras de mí.

- Bueno… pues eso, que me contó que tuviste que romper la máquina para evitar que os persiguieran o algo así, ¿no?

- Sí, pero desde el punto y hora que la rompí, estudié e investigué para arreglarla.


 Y con mirada orgullosa, Robb confirmó que lo había hecho.

- Y así he hecho. Ahora ya no habrá problemas. ¿Y tú hija? ¿Qué ha sido de tu vida?

- Pues yo fui a la universidad, trabajo como científica en las instalaciones de papá y bueno, me caso dentro de cinco meses con mi novio.

- ¿Que te casas? Joder… Qué mayor…

- Claro papá.

- Sí, por supuesto. Es que la última vez que te vi eras tan niña…


 De repente, apareció por allí un muchacho.

- ¿No te ibas con tu novio, Pricia?

- Sí, pero le he dicho que iré un poco más tarde, que estoy hablando con mi padre.

- Ah bueno, ¿y mamá?

- No lo has entendido, este es mi padre, Colin.

- Espera, ¿qué?


 Robb se levantó y pudo ver a ese muchacho, que no era otro que el primer hijo en común de Robb y Marge.

- La última vez que te vi apenas te tenías en pie y mírate ahora,-comentó Robb-.

- Joder, qué fuerte Pricia, es igual a papá.

- Es que sigo siendo Robb, pero en otro mundo.

- Siempre me lo contaron, pero hasta ahora nunca me lo terminé de creer… Buah chaval.


 Pricia miraba a su hermano con sonrisa orgullosa.

- Me alegra que por fin os podáis conocer, por así decirlo.

- ¿Papá y mamá saben que ha vuelto tu padre?

- No, siguen de cena.

- Verás la cara que van a poner cuando lo vean aquí. ¡Van a flipar!


 En ese momento, otra persona intervino en la conversación.

- Quien va a flipar eres tú si no dejas de gritar. ¡Intento estudiar!

- Deja de estudiar tanto y ven para acá, mocosa,-dijo Colin-.


 Girándose, Robb descubrió que había otra muchacha allí.

- Papá, te presento a Christine, aunque todos la llamamos Chris,-dijo Pricia-.

- ¿Otra hija?-preguntó Robb-.

- ¿Qué es esto?-quiso saber Chris-. ¿Por qué me presentáis a papá como si lo acabase de conocer?

- Es que este es mi padre, Chris, no el tuyo. ¿Te acuerdas lo que te hemos contado muchas veces?

- ¿Pero era en serio?


 Todos se sentaron alrededor de la mesa en el pequeño saloncito y comenzaron a hablar, a ponerse al día, a contarse sus vidas…

- Tengo dos hijos, Bob y Meg,-decía Robb-. Son dos hermanos tuyos Pricia.

- Joder, tengo más hermanos… ¿Y los voy a poder conocer?

- Si la máquina y la puerta siguen en pie sí, por supuesto.


 Minutos después, Robb y Marge llegaron a casa.

- Ha sido una cena espectacular. Gracias por este aniversario tan increíble Robb.

- Nada es comparable con el amor que siento por ti, te quiero.

- Ay, a ver si los niños se han ido y podemos tener algo de intimidad…


 Al escuchar la puerta, Pricia fue la primera en levantarse.

- Olvida eso de tener intimidad,-dijo Robb entre risas-.

- Papá, mamá. Me alegro de que estéis por aquí. ¿Qué tal la cena?

- Fantástica,-contestó Marge-.

- Pues yo tengo un regalo de aniversario para vosotros. Papá ven…


 El Robb que tenía frente a Pricia avanzó hacia ella pero, de repente, el otro Robb también se levantó del sofá y fue hacia su hija.

- Pero, pero, pero… ¿Robb? ¿Eres tú?

- El mismo. Vaya, veo que a ti también te ha dejado la madre naturaleza con el pelo blanco.

- ¿En serio eres tú? ¿No es un sueño?


 Avanzando hacia un Robb en shock, el otro Robb pasó junto a su hija y abrazó a su homólogo.

- ¿Cómo es que estás aquí? ¿Has arreglado la máquina?

- ¿De qué manera si no iba a estar aquí?


 Completamente entusiasmado, Robb quiso saber cómo su doble había arreglado la máquina.

- El científico era y sigo siendo yo, ¿cómo has podido arreglarla sin todos esos conocimientos?

- Estudiando mucho. Me metí en la universidad, estuve investigando, inventando, creando… Y todo para reinventar tu máquina y, de paso, inventé el teletransporte.

- ¿En serio? ¿Pudiste hacerlo?


 El otro Robb apretó su puño e hizo un gesto de victoria.

- Por supuesto, ¿por quién me tomas? El problema es que la NASA se lo llevó pero bueno…

- ¿Y saben algo del multiverso?

- Ni pizca.

- Pues que siga así.

- Y hablando de eso, hay que arreglar un asuntillo.


 Extrañado, todos quisieron saber de qué se trataba.

- Mientras el viejo bar esté en pie, la puerta seguirá cumpliendo su función, así que… ¿queréis conocer a mi familia?

- ¿Puedo ir a ver a mis hermanos?-preguntó Pricia-.

- ¿Tus hermanos?-quiso saber Marge-.

- Sí, tengo dos hijos con mi Marge,-contestó Robb-. Así que… ¿quién se viene?


CONTINUARÁ…


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