Bob contempló la máquina que había creado su padre y se interesó por ella.
- ¿Cómo se supone que funciona?
- Cuando terminé la carrera, comencé a investigar y seguí estudiando todos los apuntes que tenía el otro Robb sobre la máquina del teletransporte que estaba creando.
- Pero eso ya lo hiciste, ¿no?
- Sí, y los cabrones de la NASA se lo llevaron, pero lo que no saben es que yo seguí investigando por mi cuenta.
Mirando a su padre de cerca, Bob sonrió cómplice.
- ¿Y qué has descubierto?
- Creo que he conseguido mejorar la máquina del otro Robb.
- ¿Ya no harán falta las puertas?
- Sí, de momento sí.
La expresión de Bob se entristeció un poco.
- Eh, quita esa cara. Si todo sale bien, la persona que se meta en la máquina aparecerá en el pasillo del multiverso y, una vez allí, podrá viajar a donde quiera.
- ¿Pero y si a donde quieres ir ya no hay puerta? ¿Y si la máquina se estropea y te quedas encerrado y no puedes volver?
Robb abrazó con fuerza a su hijo.
- No te preocupes por mí Bob. Esto es el trabajo de mi vida y necesito probarlo y que funcione. Esta vez creo que sí lo hará.
- Ten mucho cuidado papá. Te esperaré aquí.
Tras cambiarse de ropa, Bob vio cómo su padre se introducía en la máquina y comenzaba a teclear unos botones y, de repente, tras salir humo del interior del cubículo, Robb desapareció frente a sus ojos.
Robb no podía ver nada a causa del humo pero, escuchando cómo la puerta se abría, salió sin saber muy bien si seguía en su laboratorio o en otro lugar.
¡Lo había conseguido! Tantos y tantos años después, volvía a estar en el mítico pasillo de las puertas.
- El esfuerzo ha valido la pena…
Llenando de aire sus pulmones, Robb miró hacia la puerta que daba a su mundo natal y, tras abrirla, la cruzó con un pensamiento en la cabeza.
- ¿Cómo estarán todos? ¿Y mi pequeña Pricia?
Cruzando la puerta, Robb se quedó bastante serio al ver que, en el baño donde aparecía, habían crecido hierbajos y no había luz.
- ¿Qué ha pasado aquí?
Saliendo de aquel lugar, Robb pudo comprobar que ese bar había sido abandonado y ya era pasto de la naturaleza.
- Si hacen añicos este edificio, me temo que la puerta que comunica con el pasillo se pierda para siempre y, de nuevo, no volvamos a cruzar. ¡Mierda!
Sin saber muy bien si todavía seguirían viviendo en esa casa, Robb llamó al timbre y esperó unos momentos mientras afinaba su oído y no escuchaba ruido alguno.
De repente, una muchacha rubia abrió la puerta.
- Hola papá, ¿qué pasa? ¿Y ma…? Espera, tú no eres…
- Hola hija.
Aquella chica era Pricia y, al escuchar el saludo de su padre abrió los ojos de par en par.
- Papá… eres tú… ¿Cómo has…?
- Con mucho esfuerzo, pero ya estoy aquí.
Con lágrimas en sus ojos, la muchacha abrazó con fuerza a su padre.
- Papá, qué alegría me da verte. Cuántos años han pasado…
- Demasiados. Y no ha habido ni un día que no me haya acortado de ti. Siempre estabas presente y todo lo que he luchado ha sido para volver a verte. No fui el mejor padre del mundo cuando estaba aquí, pero…
- Me dejaste en buenas manos,-dijo Pricia cortando a Robb-. Ven, pasa.
Ambos entraron en la casa y, al ver a su hija tan arreglada, Robb le hizo una pregunta.
- ¿Habías quedado?
- Sí, con mi novio, pero le diré de vernos más tarde.
- Cariño, no quiero molestarte.
- Papá, llevo años sin verte ni hablar contigo, mi novio puede esperar.
La primera en preguntar fue Pricia.
- ¿Cómo has podido regresar? Papá… bueno, el otro Robb.
- Sí, es tu padre más que yo, por mucho que salieras de mí.
- Bueno… pues eso, que me contó que tuviste que romper la máquina para evitar que os persiguieran o algo así, ¿no?
- Sí, pero desde el punto y hora que la rompí, estudié e investigué para arreglarla.
Y con mirada orgullosa, Robb confirmó que lo había hecho.
- Y así he hecho. Ahora ya no habrá problemas. ¿Y tú hija? ¿Qué ha sido de tu vida?
- Pues yo fui a la universidad, trabajo como científica en las instalaciones de papá y bueno, me caso dentro de cinco meses con mi novio.
- ¿Que te casas? Joder… Qué mayor…
- Claro papá.
- Sí, por supuesto. Es que la última vez que te vi eras tan niña…
De repente, apareció por allí un muchacho.
- ¿No te ibas con tu novio, Pricia?
- Sí, pero le he dicho que iré un poco más tarde, que estoy hablando con mi padre.
- Ah bueno, ¿y mamá?
- No lo has entendido, este es mi padre, Colin.
- Espera, ¿qué?
Robb se levantó y pudo ver a ese muchacho, que no era otro que el primer hijo en común de Robb y Marge.
- La última vez que te vi apenas te tenías en pie y mírate ahora,-comentó Robb-.
- Joder, qué fuerte Pricia, es igual a papá.
- Es que sigo siendo Robb, pero en otro mundo.
- Siempre me lo contaron, pero hasta ahora nunca me lo terminé de creer… Buah chaval.
Pricia miraba a su hermano con sonrisa orgullosa.
- Me alegra que por fin os podáis conocer, por así decirlo.
- ¿Papá y mamá saben que ha vuelto tu padre?
- No, siguen de cena.
- Verás la cara que van a poner cuando lo vean aquí. ¡Van a flipar!
En ese momento, otra persona intervino en la conversación.
- Quien va a flipar eres tú si no dejas de gritar. ¡Intento estudiar!
- Deja de estudiar tanto y ven para acá, mocosa,-dijo Colin-.
Girándose, Robb descubrió que había otra muchacha allí.
- Papá, te presento a Christine, aunque todos la llamamos Chris,-dijo Pricia-.
- ¿Otra hija?-preguntó Robb-.
- ¿Qué es esto?-quiso saber Chris-. ¿Por qué me presentáis a papá como si lo acabase de conocer?
- Es que este es mi padre, Chris, no el tuyo. ¿Te acuerdas lo que te hemos contado muchas veces?
- ¿Pero era en serio?
Todos se sentaron alrededor de la mesa en el pequeño saloncito y comenzaron a hablar, a ponerse al día, a contarse sus vidas…
- Tengo dos hijos, Bob y Meg,-decía Robb-. Son dos hermanos tuyos Pricia.
- Joder, tengo más hermanos… ¿Y los voy a poder conocer?
- Si la máquina y la puerta siguen en pie sí, por supuesto.
Minutos después, Robb y Marge llegaron a casa.
- Ha sido una cena espectacular. Gracias por este aniversario tan increíble Robb.
- Nada es comparable con el amor que siento por ti, te quiero.
- Ay, a ver si los niños se han ido y podemos tener algo de intimidad…
Al escuchar la puerta, Pricia fue la primera en levantarse.
- Olvida eso de tener intimidad,-dijo Robb entre risas-.
- Papá, mamá. Me alegro de que estéis por aquí. ¿Qué tal la cena?
- Fantástica,-contestó Marge-.
- Pues yo tengo un regalo de aniversario para vosotros. Papá ven…
El Robb que tenía frente a Pricia avanzó hacia ella pero, de repente, el otro Robb también se levantó del sofá y fue hacia su hija.
- Pero, pero, pero… ¿Robb? ¿Eres tú?
- El mismo. Vaya, veo que a ti también te ha dejado la madre naturaleza con el pelo blanco.
- ¿En serio eres tú? ¿No es un sueño?
Avanzando hacia un Robb en shock, el otro Robb pasó junto a su hija y abrazó a su homólogo.
- ¿Cómo es que estás aquí? ¿Has arreglado la máquina?
- ¿De qué manera si no iba a estar aquí?
Completamente entusiasmado, Robb quiso saber cómo su doble había arreglado la máquina.
- El científico era y sigo siendo yo, ¿cómo has podido arreglarla sin todos esos conocimientos?
- Estudiando mucho. Me metí en la universidad, estuve investigando, inventando, creando… Y todo para reinventar tu máquina y, de paso, inventé el teletransporte.
- ¿En serio? ¿Pudiste hacerlo?
El otro Robb apretó su puño e hizo un gesto de victoria.
- Por supuesto, ¿por quién me tomas? El problema es que la NASA se lo llevó pero bueno…
- ¿Y saben algo del multiverso?
- Ni pizca.
- Pues que siga así.
- Y hablando de eso, hay que arreglar un asuntillo.
Extrañado, todos quisieron saber de qué se trataba.
- Mientras el viejo bar esté en pie, la puerta seguirá cumpliendo su función, así que… ¿queréis conocer a mi familia?
- ¿Puedo ir a ver a mis hermanos?-preguntó Pricia-.
- ¿Tus hermanos?-quiso saber Marge-.
- Sí, tengo dos hijos con mi Marge,-contestó Robb-. Así que… ¿quién se viene?
CONTINUARÁ…