martes, 1 de febrero de 2022

Capítulo 11 || Custodio

 Al salir de clase, Carlos y su primo Gerard se fueron a casa en completo silencio. Bueno, el que callaba era Gerard, quien no contestaba a Carlos.

- Gerard, por favor, habla conmigo coño.


 Pero no había respuesta hasta que, una vez dentro, Carlos insistió una última vez.

- Gerard, ¿vas a seguir toda la vida ignorándome?

- Que me dejes en paz, joder.

- ¿Qué está pasando aquí?-dijo el hombre que estaba viendo la tele-.


 Dirigiéndose hacia esa persona, Carlos pudo ver que se trata de su abuelo, del mismísimo Luisa.

- ¿Qué os ha pasado a tu primo y a ti, Carlos?

- Pues que hoy ha habido una pequeña pelea en el instituto y Gerard ha recibido un puñetazo y yo como no he actuado como él quería que hiciese, se ha enfadado conmigo.

- Ay, Gerard me recuerda tanto a mí… impetuoso, con carácter fuerte, enérgico… Pero con los años he aprendido a que eso está bien pero hasta cierto punto. A veces es mejor callar que actuar. ¿Y con quién os habéis peleado?


 Sentándose, Carlos recordó que Trevor le había mandado saludos a su abuelo y, aunque ya era un hombre mayor, conocía su carácter y no tenía ganas de verlo enfadado.

- ¿Quién fue Carlos?-volvió a preguntar Luisa al no obtener respuesta-.

- Pues… fue alguien que me mandó recuerdos para ti pero…

- ¿Quién? ¿Cómo se llama?

- Trevor…


 Gerard, por su parte, se encontraba en su habitación completamente cabreado con Trevor por el puñetazo que le había pegado en la ceja que, menos mal que ya había dejado de sangrar. Por otro lado, se sentía estafado por Carlos, quien seguía sin tener los huevos de cargarse a Trevor. El incendio estuvo bien, pero aún así no fue suficiente.


 Necesitaba hablar con alguien, por lo que Gerard se fue hasta el cuarto de Eduardo, su tío y el padre de Carlos.

- Tito, ¿te pillo en mal momento?

- No Gerard, pasa. ¿Qué ocurre?

- Me gustaría hablar contigo…


 Sentándose ambos, comenzaron a charlar.

- Ya sabes que desde que mi madre me abandonó y mi padre murió te he tenido a ti como referente,-comenzó diciendo Gerard-.

- Y tú para mí eres como un hijo, por eso si necesitas hablar, quiero que cuentes conmigo. ¿Qué pasa?

- Es Carlos, últimamente lo noto diferente, más… “blando”

- ¿Blando respecto a qué?

- A que le faltan cojones.


 Escuchar ese nombre después de tantos años hizo que Luisa se levantase del sofá como un resorte.

- ¿Cómo has dicho? Repite su nombre.

- Trevor…-dijo Carlos con algo de temor-.

- ¿Es negro, moreno de pelo, ojos tristones y camina de una manera muy particular?

- Eh… sí pero…

- No puede ser… Es imposible,-murmuró Luisa interrumpiendo a su nieto-.


 Luisa comenzó a mirar hacia todos los lados, rememorando la noche del disparo. ¿Y si Trevor no había muerto? ¿Por qué habría estado tantos años escondido? ¿Por qué volver ahora? Luisa estaba hecho un lío, pero quien más en shock estaba era Carlos, quien no entendía nada.


 Arriba, Gerard continuaba hablando con su tío.

- Es ese chico que te comenté de mi clase, va de chulo y se permite el lujo de ir de sobrado porque Carlos no es capaz de pararle los pies. Lo intentó una vez, recibió un puñetazo y ya lo siguiente que hizo fue invitarlo a unirse a la pandilla, le dejó sentarse en su sitio… Le faltó compartir la novia vaya.

- Qué raro…

- Es más,-continuó Gerard narrando-, incluso cuando tuvo el accidente de coche en aquella carrera, en lugar de matarlo o de hacerle algo lo dejó marchar y le quemó la casa. Y bueno, porque yo le insistí mucho de que la quemase estando él dentro, que si no tampoco.


 Eduardo era una copia exacta a Luisa cuando era joven en cuanto a personalidad pero llevado a un nivel superior. Impetuoso, con muy mala leche y sin vergüenza alguna a la hora de hacer algo ilegal. Carlos intentaba seguir sus pasos, pero sin conseguirlo. Era Gerard quien se parecía más a su tío que su propio hijo.

- Hablaré con él, Gerard. Gracias por contarme esto.

- ¿Qué le dirás?

- Lo que sea necesario. Esa chica, Kate, le ha comido el coco porque Carlos no era tan memo. Siempre ha estado un paso detrás tuya pero con esto que me has dicho ya… Ay, si mi padre no hubiese hecho esa promesa, te juro que las cosas serían diferentes.

- Lo serían si fuese yo el cabecilla de la banda…-soltó Gerard-.


 Por otra parte, Kate estaba viendo la tele mientras que Trevor acababa de salir del baño cuando Mercedes le llamó.

- Trevor ven, ¿te apetece que charlemos?

- Claro…


 Sentándose frente a la mujer, ambos comenzaron a charlar.

- ¿Qué tal te sientes en esta casa?

- Uy, fenomenal, como si estuviera en la mía propia.

- Me alegra mucho escuchar eso… Yo… quería hablarte sobre lo de anoche. Siento haberte abrazado pero…

- No tienes por qué pedir perdón,-comentó Trevor-. Yo dormí muy bien y me quedo con eso.

- Bueno… No he tenido una vida fácil, ¿sabes? Y a veces echo en falta a mi Trevor, a mi hija…


 Su hija… Trevor cayó en la cuenta que estaba desaparecida, que se había largado dejando una nota y a Kate completamente abandonada…

- Cierto, has tenido una vida muy complicada y siento que la hayas tenido que vivir de esa forma.

- Tú no tienes la culpa de nada, Trevor. Cuando eso pasó tú ni siquiera habías nacido, aunque no te voy a negar que he pensado que podrías ser su reencarnación, pero eso es imposible.

- Sí, la reencarnación no existe…

- Si te viera mi Rosa… Ay, cuánto tiempo hace ya que se me fue.

- Mercedes, ¿qué pasó exactamente con tu hija?


 Mercedes se puso más seria y comenzó a relatarle a Trevor.

- Me acuerdo como si fuera ayer… Yo estaba hablando con ella como todos los días, pero en esa ocasión la notaba rara, diferente a otras veces…

- ¿Rara en qué sentido?

- No sabría decirte, pero no parecía ella.


 Cerrando los ojos, Mercedes recordaba vivamente ese momento.

- Estoy de cansada mamá…-decía Rosa-.

- Es normal. Yo igual, pero hay que sacar esta casa adelante y para eso hay que trabajar. Qué me gustaría a mí dejar de limpiar casas, pero no puedo dejarte la responsabilidad a ti sola.

- Lo sé, a mí me encantaría verte aquí tranquila, pasando tiempo con Kate cuando no salga con sus amigos… Pero es que en la frutería me pagan una mierda y encima me tienen contratada a media jornada cuando en realidad trabajo la jornada completa.


 Quedándose pensativa, Mercedes intentaba encontrar una solución.

- ¿Y has pensado en amenazarlos con denunciar?-le preguntó a Rosa-.

- No saldría bien. Me echarían y se buscarían a otra persona y en ese momento sí que estaríamos jodidos.

- No tiene por qué salir mal. Nena, te lo digo por experiencia, las cosas ilegales acaban mal antes o después… Mira lo que le pasó a tu padre.

- Ya sé lo que le pasó a papá, no me lo recuerdes porque no hay día que no me acuerde de él e imagine cómo habría sido nuestra vida si él no hubiera muerto.

- Maravillosa…-dijo Mercedes dejando caer una lágrima-.


 Mirando a su madre, Rosa suspiró.

- Ojalá poder haberlo conocido.

- Era un chico genial, simpático, gracioso, muy valiente y testarudo también. No había nada que él no pudiese hacer. En eso me recuerdas mucho a tu padre.

- Si existiese la máquina del tiempo…

- Piensa que hay mucho de él en ti. Tienes sus ojos, eres igual de valiente, simpática y también ligona, que él era un don Juan.

- ¿Y para qué me ha servido ser ligona mamá? Frederic me abandonó, dejó tirada a Kate y no le ha importado nada. ¿Para qué quiero ser ligona y estar con unos y con otros si luego todos lo que buscan es follar, correrse y olvidarse de una?


 Notando las ganas de llorar, Rosa se levantó y se fue a su cuarto.

- Necesito estar sola mamá.

- Vale… Lo siento nena, no quería ponerte triste.

- No te preocupes mamá. Luego salgo para ayudarte con la cena.

- Como quieras…


 Volviéndose hacia Mercedes antes de entrar en su cuarto, Rosa le dijo algo.

- Mamá, Kate me dijo que volvería para la hora de la cena, que había quedado con sus amigos.

- Ah vale.

- Si ves que son las nueve y no ha llegado, llámala, que tienes su número en la nevera.

- Sí, me acuerdo. Muchas gracias.

- Ah y mamá.

- ¿Qué pasa?

- Te quiero.

- Y yo también a ti. Eres la razón de mi existir.


 Rosa seguía pensativa y no paraba de darle vueltas a su cabeza a causa de muchos temas. Falta de liquidez económica, problemas sentimentales, falta de figura paterna y masculina en su vida… ¿Por qué la vida era tan complicada a veces? Menos mal que tenía a Kate y a su madre.


 Mercedes, por su parte, se fue a su dormitorio a leer un poco pero acabó quedándose dormida. Cuando despertó, notó que tenía hambre y, mirando la hora, se levantó y fue a avisar a su hija para preparar juntas la cena.


 Pero cuando entró en el cuarto no vio a Rosa por ninguna parte. Todo estaba recogido y sobre la cama de Kate había una nota.

- Kate, hija mía, perdóname por lo que voy a hacer pero necesito encontrarle sentido a mi vida. No sé si volveré, pero quiero que cuides mucho de tu abuela, ahora sólo os tenéis la una a la otra. Siempre tuya, Rosa.


 Volviendo a abrir los ojos, Mercedes se encontró de nuevo con la penetrante mirada de Trevor.

- Me recuerdas tanto a ella…-susurró la mujer-.

- ¿Cómo?-preguntó Trevor-.

- Nada… No sé qué me pasa últimamente que estoy muy sensible. Será la edad, yo nunca he sido tan llorona.


 Trevor intentaba quitarle hierro al asunto.

- Es normal, todos pasamos por rachas en las que nos sentimos más pletóricos y otros en los que nos metíamos un tiro.

- Desde luego que sí. Gracias por escucharme…

- Yo no creo que pueda hacer mucho pero… puedo intentar buscar a tu hija.

- La policía ya lo intentó y no consiguió nada. Es como si se hubiera esfumado.

- No pierdo nada por intentarlo.

- No tienes por qué hacerlo. Es mi familia, no es tu responsabilidad…

- Si tú supieras,-pensó Trevor-.


 Mientras Trevor y Mercedes charlaban, llamaron a la puerta y fue Kate la que abrió y se encontró una tremenda sorpresa.

- ¿Qué hace usted aquí?-preguntó Kate casi en estado de shock-.

- ¿Está tu abuela?

- Usted no puede estar aquí.


 Sonriendo, aquel hombre que no era otro que Luisa, apartó a Kate y entró en la casa.

- Niña, a mi edad ya no me pueden decir qué puedo y qué no puedo hacer, así que apártate y deja hablar a los mayores, ¿vale?

- Es usted igual de gilipollas que sus nietos,-soltó Kate sin miedo alguno-.


 Viendo de quién se trataba, Mercedes se levantó de la silla bastante alterada.

- Tú… no puedes estar aquí,-dijo nerviosa la mujer-.

- Otra igual… Vengo a hablar contigo.

- Pues haber llamado por teléfono.

- No, esto es importante. ¿Sabes quién sigue vivo?

- Esa voz…-pensaba Trevor sin haber visto de quién se trataba-.

- ¿Quién?-preguntó Mercedes-.

- Trevor.


 Al decir su nombre, el propio Trevor reconoció la voz de Luisa y se levantó de su silla volviéndose hacia su viejo compañero de pandilla.

- ¿No ha escuchado a Kate ni a Mercedes? No puede estar usted aquí, así que márchese.

- Tú… No… no puede ser. ¿Cómo es posible? Estás igual que como te recordaba…

- Creo que se confunde de persona, abuelo. Ay la senilidad, que le está pasando factura.

- No me jodas, es imposible que haya pasado tanto tiempo y estés igual que cuando te pegaron el tiro.

- Perdone señor, pero no soy quien usted cree. Si fuera así, yo sería un anciano respetable y no un muchacho joven que estudia en el instituto con sus nietos y con Kate.

- Eres Trevor, mi viejo amigo Trevor.


 Pero Luisa no paraba de mirarlo a los ojos plenamente convencido de que ese chico que estaba viendo era el verdadero Trevor. Sin embargo, para dejarlo en ridículo, Trevor tuvo una idea y miró al cielo confiando en que su plan saliese bien.

- Es cierto Luisa, soy Trevor. Cuando me pegaron el tiro en la frente subí al cielo y allí me dijeron que no estaba preparado para entrar todavía y me encomendaron cuidar y proteger a Kate, que no es otra que mi nieta. Así que ese es el motivo de que sea igual que Trevor, porque en realidad soy yo.

- ¿Me lo dices en serio?-preguntó Luisa completamente convencido-.

- ¡Pues claro que no! Jajajajaja. Váyase a casa y póngase a ver alguna serie en la tele y deje de montarse películas en la cabeza, abuelo. Y deje a estas mujeres en paz, haga usted el favor.


CONTINUARÁ…


No hay comentarios:

Publicar un comentario