jueves, 3 de febrero de 2022

Capítulo 12 || Custodio

 Luisa, bastante enfadado y sin saber qué responder, dio media vuelta y comenzó a marcharse sin dejar de mirar a Trevor, quien sentía un profundo dolor en su estómago al tener que tratar de esa forma a su viejo amigo, pero no podía dejar al descubierto su misión.

- Hasta luego,-dijo Kate-. Mande saludos…

- Muy graciosa niña. Muy graciosa…


 Cerrando la puerta, Kate se volvió a Trevor y comenzó a dar saltos de alegría.

- Tío, ¿sabes quién era ese?

- Sí, el abuelo de Carlos y Gerard.

- Exacto y es uno de los tíos más peligrosos que conozco.

- ¿Ese? Si siempre le han faltado cojones… Muy bravucón pero poco valiente.

- Lo dudo mucho, aunque no eres el primero que lo dice. ¿De qué lo conoces tú?

- Ah, pues de oídas…

- Por cierto, cuando le has comenzado a decir que eres mi abuelo y tal, tío… lo has dicho tan serio que te juro que por un momento me lo he creído y todo jajajaja. ¿Te imaginas que en realidad fueras mi abuelo? Qué fuerte.


 Trevor comenzó a reírse para seguirle el rollo a su nieta y, de esa forma, no ponerse en evidencia. Lo había dicho y eso era una de las normas que le había puesto el ángel. Ahora sólo esperaba que eso no tuviera consecuencias negativas…  


 Sin embargo, la que se mantenía en silencio y bastante pensativa era Mercedes. Trevor, notándolo, también se puso serio. Ojalá pudiera decir la verdad sin consecuencias negativas para ninguno. Ojalá…  


 Sintiendo una gran angustia en su interior, Trevor se disculpó ante las mujeres.

- Me voy al cuarto, estoy algo cansado.

- ¿Estás bien?-preguntó Kate-.

- Sí, no te preocupes. Sólo necesito estar solo un rato, no pasa nada.


 Mercedes estaba terminando de prepararse. En aquella ocasión se había puesto algo de maquillaje incluso y, aunque el paso de los años había hecho mella, ella se veía guapa.


 Saliendo, se encontró con su nieta.

- Qué guapa te has puesto, Kate. Te queda mucho mejor el pelo así que con las trenzas.

- Muchas gracias abuela. Tú también vas impresionante.

- Vaya, gracias nena. La que tuvo retuvo… ¿Los demás están listos?

- Se supone que sí.

- ¿Y dónde están?


 En ese momento, la puerta de la casa se abrió y entró Rosa, la madre de Kate.

- El coche está en la puerta. ¿Os lleváis algo de abrigo? Porque hace frío fuera.

- Yo me llevo una rebeca,-dijo Mercedes, su madre-.

- Con lo que llevo voy bien,-comentó Kate-.

- No hija,-respondió Rosa-, coge la chaqueta negra que te regaló el abuelo por tu cumpleaños. Más vale llevarla y que te sobre a que te falte y tengas frío luego. Y hablando del rey de Roma, ¿dónde está papá?


 Saliendo del baño, el olor a la típica fragancia de Trevor inundó el salón.

- Ya estoy, ya estoy,-dijo Trevor-. Perdón por la demora.

- Papá, tú siempre tarde,-dijo Rosa entre risas-.

- Menos mal que eso no lo has sacado a mí y te pareces a tu madre, porque si no…

- ¿Nos vamos entonces? Me apetece pasar tiempo en familia.


 “Tiempo en familia”, “tiempo en familia”… Esa frase resonaba en la cabeza de Trevor cuando se despertó de la siesta que se había echado. Rosa seguía desaparecida y él tenía que hacer algo por ella. Su misión era proteger y cuidar a Kate, ¿pero quién mejor que una madre para hacerlo? Así cumpliría con creces el mandato del ángel.


 Saliendo al salón, Trevor vio a Mercedes enganchada a la tele, como cada tarde.

- Mercedes, ¿podemos hablar un momento?-dijo él solenme-.

- Sí claro, pero… ¿por qué tanta seriedad?


 Sentándose a su lado, Trevor le comunicó la idea.

- Voy a buscar a Rosa.

- Trevor, no te molestes. Si la policía no pudo encontrarla…

- Yo no soy la policía y sé que te hace falta tener a tu hija junto a ti y a Kate. Ella más que ninguna necesita a su madre al lado.

- Sí, mucho… Pero he perdido la esperanza de encontrarla.

- Yo lo haré. Y te prometo que la traeré sana y salva.


 Trevor se sentía confiado en que encontraría a su hija, pero también era consciente de que se estaba metiendo en un percal bastante complicado.

- ¿Dónde solía moverse Rosa? ¿Qué sitios frecuentaba? ¿A dónde iba cuando se sentía sola o triste?

- Bueno… en mi antiguo barrio abrieron un bar, que fue el motivo por el que cerró el viejo bar donde me solía juntar con mi Trevor y Rosa iba allí con frecuencia.

- ¿Tan lejos?

- Sí… Yo creo que era por sentirse más cerca de su padre. Pero ya te digo, la policía fue allí y no encontró nada.

- No pierdo nada por intentarlo. Gracias Mercedes…


 Cambiándose de ropa, Trevor fue hacia el lugar que le había dicho Mercedes. Lo bueno era que esa zona se la conocía bastante bien y no tendría tanto problema, lo malo era que habían pasado varios años y, obviamente sería más complicado.


 Llegando al bar, Trevor entró y lo vio medio vacío, más o menos igual que el viejo bar al que él solía ir con su pandilla.


 Sentándose frente a la barra, Trevor saludó al muchacho que trabajaba allí.

- ¡Buenas tardes!

- Hola, ¿nuevo por aquí?

- Bueno… podría decirse. Hace mucho que no pasaba por el barrio.

- Vaya, entonces bienvenido de nuevo. ¿Qué le trae por aquí?

- Estoy buscando a alguien y creo que solía venir mucho a este bar.

- Ah, ya entiendo… Le gustó una chica y no pudo conseguir su número y ahora la está buscando, ¿cierto?

- Sí, eso es.

- Entonces soy su hombre. ¿Cómo se llama?


 Tras decirle que se llamaba Rosa y la descripción física, el muchacho la recordó perfectamente.

- Es verdad que hace muchísimo tiempo que no la veo por aquí. Fíjate, la última vez que estuvo en el bar le serví lo de siempre y luego estuvo hablando bastante rato con un hombre y cuando me di cuenta, se había marchado con él. Yo creo que esa noche se lo pasó muy bien… Oh vaya, lo siento.

- No se preocupe. ¿Por dónde se fueron?

- Salieron y creo recordar que giraron a la derecha si mal no recuerdo, no sabría decirle con seguridad.

- Muchas gracias, de verdad.

- Espere, ¿no se va a tomar nada?


 Pero Trevor salió rápido de allí y comenzó a recorrer el camino de la derecha saliendo del bar; de lo que se pudo dar cuenta era que aquel lugar parecía un barrio prácticamente abandonado. Apenas había gente y los que vivían allí eran vagabundos, yonkis o extranjeros.


 Trevor podía andar por mitad de la carretera sin que hubiera problema de atropello. No paraba de recordar vivencias que tuvo por allí con su grupo: Silvio, Joel, Luisa, Mercedes… ¿Qué habría pasado si él no hubiera muerto?


 En cierto punto, Trevor volvió a la acera y pasó junto a un viejo hostal de carretera que, cómo no, estaba abandonado y cerrado. Sin embargo y para su sorpresa, comenzó a escuchar unos fuertes gritos como de una discusión.

- ¡Es que eres gilipollas! ¡Imbécil!


 Volviéndose hacia donde provenían los gritos, Trevor se quedó observando y pudo ver a lo lejos a un hombre bastante alterado.

- Sabía que no ibas a tener los cojones de enfrentarte. ¡Siempre has sido igual! Lo que no comprendo es cómo tuviste los cojones para tener un hijo, papá.

- Edu, no le hables así a tu padre. Sigo siendo tu padre por muy viejo que sea.


 La conversación era de lo más acalorada y el muchacho joven reprochaba a su padre continuamente.

- Papá, si decides ir a la casa de Mercedes y romper tu promesa de no volver por allí, ten los cojones de cargarte al hijo de puta que está haciendo imposible la vida de tus nietos joder. Pero no, prefieres irte de allí calladito y con el rabo entre las piernas.

- Hijo, si tú hubieras visto lo que yo me entenderías.

- Papá, es imposible que ese chico sea tu amigo Trevor. ¡Debería ser un viejo asqueroso como tú! Y ese chico va al instituto con Carlos y Gerard, coño. ¿No te das cuenta de que cada día estás más chocho?


 Luisa sabía que siempre le había faltado valentía y, en cierto modo, había envidiado siempre a Trevor, quien tenía mucho más arrojo que él. Sin embargo, Luisa ahora se consolaba con que él seguía vivo y Trevor estaba criando malvas, pero al ver al compañero de clase de sus nietos… ¿Cómo era posible que se pareciera tanto?

- Edu, tú no has visto a ese chico. No tengo fotos de él, pero te puedo asegurar que es exactamente igual.

- Papá, tú también eres exactamente igual a alguien y tampoco estoy todo el día hablando de eso.

- ¿A quién?

- ¡A la muerte! Y no sabes las ganas que tengo de que te mueras para poder hacer y deshacer a mi antojo. Pese a todo, sigo respetando tus decisiones y promesas aunque no esté de acuerdo, pero me corroe la sangre que seas tan pánfilo. Menos mal que Gerard es distinto, porque Carlos…

- Carlos es un buen chico. Es tu hijo.

- Bah, déjame en paz, papá.


 Viendo que aquel hombre comenzaba a marcharse, Trevor se escondió mientras seguía alucinando con la forma de tratar a Luisa. Podría ser como fuera, nadie era perfecto, pero ¡era su padre! Trevor seguía sin entender cómo Luisa aguantaba eso… Bueno sí, porque le faltaban cojones.


 Edu tenía otra forma de pensar diferente a Luisa y saber que él actuaría de otra manera a su padre y no podía hacer nada le corroía la sangre. Sin embargo, soñaba con el día en el que su padre muriese. No lo quería, tal vez nunca lo había hecho y ahora que estaba viejo y chocho, menos todavía.


 Viendo a Luisa marcharse, Trevor suspiró apenado. Si fuera de otra forma, se habría impuesto a su hijo, le habría dado un guantazo y le diría que él es quien manda y que hasta que él muera va a estar bajo su yugo. Pero eso ahora sería inútil decirlo, porque Edu era un hombre hecho, y no tan derecho, y no iba a permitir que un anciano se pusiera en el lugar donde debía estar. El arbolito desde chiquito…  


 Luisa caminaba apesadumbrado, pensativo y dolido. Por su cabeza rondaba la idea de quitarse de en medio, pero no tenía valor. ¿Y si hubiera muerto él en lugar de Trevor? Al fin y al cabo, pese a que Joel era el líder del grupo, Trevor era el líder natural, el valiente, el gracioso, el ligón… Era el mejor de todo. Mierda… Y su muerte no hizo otra cosa que encumbrarlo más y más.


 Trevor retomó el camino intentando buscar alguna evidencia del paradero de su hija cuando se encontró con Edu, que volvía de nuevo al antiguo hostal. Mirándolo a los ojos, pudo reconocer algunos rasgos de su padre en él, pero éste tenía una mirada diferente a la de Luisa. Edu estaba cargado de odio, de rencor, de culpa…  


 Edu miró a Trevor sin saber quién era, pero le resultó raro ver a alguien andando por allí ya que ese sitio casi siempre estaba muerto.

- Buenas tardes,-saludó Edu-.

- Ey.


 Trevor siguió su camino pero, en cierto momento, se giró y vio cómo Edu se dirigía hacia el hostal. ¿A qué iría allí? Luisa ya se había marchado, por lo que… ¿qué había allí que era de su interés? La búsqueda de Rosa tendría que esperar, ya que ese tema le llamaba mucho la atención…  


CONTINUARÁ…


No hay comentarios:

Publicar un comentario