viernes, 5 de marzo de 2021

Capítulo 1 || Condena

 Sin saber cómo o por qué, Kwan estaba de pie en su antigua casa. ¿Qué hacía allí? Todo era muy confuso.

- ¿Cómo… cómo he llegado hasta aquí? Hacía años que no pisaba esta casa… ¿Cómo es posible que siga intacta a como la recordaba?


 Comenzando a dar vueltas mientras miraba la estancia, una presencia apareció a sus espaldas y, con profunda voz, comenzó a hablar.

- Bienvenido… He estado esperando este momento durante mucho tiempo.


 Dándose la vuelta, Kwan miró a aquel tipo sin saber quién era. Al verlo, quedó tremendamente sorprendido cuando vio que su piel era de color rojo.

- ¿Quién eres?

- Bueno, me llaman de muchas formas… Algunos se dirigen hacia mí como Belcebú, Lucifer, Satanás, Demonio, Diablo, Ángel Caído… Y otros me llaman Padre.

- ¿Me estás diciendo que eres el demonio? ¿Y pretendes que me crea semejante tontería?


 Frunciendo el ceño, aquel tipo que decía ser Satán, comenzó a contarle a Kwan ciertas cosas que sólo sabría él.

- Está bien, digamos que te creo… ¿Qué hago entonces aquí? ¿Estoy muerto?

- Sí, y te vas a venir conmigo.

- ¿Y qué se supone que voy a hacer contigo?

- Allí abajo tenemos una fiesta constante donde los gritos y el dolor acompañan incesantemente a todas las almas perdidas que se van al infierno. Ven, dame la mano,-dijo Satán ofreciéndole la mano-.


 Pero justo antes de dársela, Kwan escuchó otra voz a sus espaldas y retiró la mano.

- ¡Espera!-gritó esa voz a la espalda de Kwan-.

- Cómo no, ya tuvo que aparecer el de siempre…-se quejó Satán-.

- Kwan, no todo está perdido. Aún estás a tiempo de enmendar tu pasado.

- ¿Y tú quién eres?-preguntó el propio Kwan-.


 Volviéndose hacia él, Kwan se quedó sin palabras mientras que se perdía en los azules ojos de aquel tipo.

- Yo soy…

- El tocapelotas de siempre,-dijo Satán interviniendo-.

- ¡Silencio Lucifer!-dijo el otro tipo con voz potente-. Soy Jesús de Nazaret, hijo de Dios y Dios mismo.

- Esto debe ser una broma… Primero se me presenta este tío disfrazado de demonio diciéndome que es el propio Lucifer en persona y ahora otro con una túnica blanca me dice que es Jesús, el hijo del hombre que se encarnó en María por obra y gracia del Espíritu Santo. Pues escuchadme bien los dos, los cojones me vais a comer.


 Volviendo la mirada de nuevo hacia Jesús, Kwan se quedó con los ojos fijos en los del Hijo de Dios y, de repente, un fuerte ardor comenzó en su pecho.

- ¿Qué es esto? ¿Por qué me arde el pecho?

- Oh Kwan, si supieras lo que te amo… Esto que sientes es una milésima parte de lo que experimentarás si me elijes a mí.

- No caigas en su trampa, Kwan. Él mató a tus seres más queridos… Si te vienes conmigo, allí te esperan tus padres, tu hermano y… tu hija.

- ¿Mi hija?-preguntó Kwan abriendo los ojos de par en par-.


 Satán siguió hablándole a Kwan.

- ¿Le vas a hacer caso a un hombre que se llama a sí mismo Dios y que pretende que nos creamos que nació porque una paloma dejó embarazada a una adolescente? Ni tu hija, ni tus padres y mucho menos tu hermano, ninguno de ellos se encuentran en lo que éste llama cielo. Tu familia está conmigo y se mueren de ganas de volver a verte y abrazarte. Ven conmigo, Kwan. Te prometo que no te arrepentirás.

- ¿Quieres seguir experimentando todo este amor que te he regalado ahora?-preguntó Jesús-. ¿Qué es lo que eliges?


 Kwan se quedó pensativo durante unos momentos y comenzó a recordar su vida. Si realmente estaba muerto, era verdad eso de que toda la vida de la persona pasaba por delante de sus ojos porque así lo estaba experimentando el propio Kwan.


 Kwan era un muchacho con las ideas bastante claras. Nacido en el seno de una familia cariñosa y humilde, los padres del muchacho lo habían criado de forma que tuviera unos ideales claros y que siempre luchara por ellos, que no se dejase llevar por nadie y que, sobre todo, debía ser siempre amable con los demás porque nunca sabíamos en qué guerra interior podían estar pasando los demás.  


 De padre surcoreano y madre americana, su hermano mayor tuvo que ausentarse a causa de la grave enfermedad que llevaba acarreando su abuelo paterno y viajó a Corea del Sur. Como Kwan quería acceder al ejército de los EEUU, no podía permitirse el lujo de perder la oportunidad que se le brindaba ese año.


 Entrando en el gimnasio, Kwan se dirigió hacia los vestuarios y allí abrió su taquilla y se cambió de ropa.


 Desde pequeño, Kwan había tenido claro que su sueño era ser militar, ayudar a la gente, salvarlos de la guerra y las injusticias y por eso ahora luchaba con tanta ansia, porque sabía que podía conseguir su sueño y ser aquello que soñó durante tantos años.


 Mentalizándose antes de entrenar, Kwan pensaba en su nombre y en el significado que tenía: fuerte. Kwan quería ser un hombre fuerte y ya no solo física, sino mentalmente. Si quería ser militar debía mentalizarse de que lo que vería no sería fácil, que tendría secuelas o, tal vez, no saldría vivo en el caso de que hubiera algún enfrentamiento armado.


 Tras más de una hora y media de entrenamiento exhaustivo, Kwan fue hacia los vestuarios para darse una ducha fresquita antes de volver a casa.  


 Saliendo de allí, Kwan se despidió del recepcionista mientras pensaba en que, al haber ido por la mañana temprano al gimnasio, tenía el resto del día libre para estudiar o relajarse si así lo deseaba.


 Subiendo hasta su dormitorio, Kwan encendió el ordenador mientras abría uno de los libros que estaba estudiando para prepararse los exámenes.


 Cada día que pasaba, Kwan almacenaba más y más conocimiento en su cabeza y se sentía más preparado para hacer los exámenes y ser militar. ¡Su sueño estaba más cerca que nunca!


 Pero todo no era estudiar, sino que Kwan era un chico bastante simpático y popular por el barrio, por lo que tenía bastantes amistades con las que salir y tomar algo.


 Quedaba con sus colegas para tomar una cerveza mientras jugaba a los dardos y, aunque sus amigos lo intentaban, no había forma de ganarle, ya que su puntería era increíblemente buena.


 Kwan se concentraba tanto a la hora de jugar que se imaginaba estar dentro de una batalla y que los dardos eran balas que tenía que lanzar contra sus enemigos. Si quería sobrevivir, no debía fallar y desde bien pequeño había entrenado su puntería hasta ser uno de los mejores.


 Invitándole a casa uno de sus amigos, fueron allí pese a las reticencias de Kwan.

- No sé si Violeta querrá verme después de lo que pasó…-dijo Kwan-.

- Oye, que tú vienes a verme a mí, no a ella-le contestó Terry-.


 Y es que Kwan había tenido una relación algo… complicada con una de las compañeras de piso de Terry.

- Lo sé Terry, pero… va a ser un poco violento. Desde que Violeta me pillase en la cama con otra no hemos vuelto a hablar.

- Tú tranquilo. Si tal vez hasta no esté en casa…


 Y en cuanto entraron, a la primera que vieron fue a Violeta, quien reaccionó de muy mala forma.

- ¿Qué coño haces tú aquí?-preguntó Violeta-.

- He venido con Terry, que hemos quedado antes en el bar para echarnos unas partidas de dardos.

- Me parece muy bien, pero creo que te dejé bien claro que no quería volver a verte.

- Créeme, la intención es mutua pero ha sido idea de Terry.


 Sentándose al lado de la muchacha, Kwan quiso disculparse.

- El hecho es que, ya que estoy aquí, quiero pedirte disculpas por lo que te hice.

- No me sirve para nada tu perdón. El daño ya está hecho.

- Lo sé pero, quiero que sepas que me arrepiento muchísimo. No debí ponerte los cuernos…

- Pero lo hiciste, así que mejor cállate la boca y no me lo recuerdes más.


Sin embargo, Kwan sabía desenvolverse bien con la gente.

- No todo lo que vivimos fue malo, Violeta. Acuérdate también de todas los momentos tan felices que vivimos, de los viajes, de nuestras noches de pasión…

- ¡Sí! Todo fue genial hasta que te vi comiéndole el coño a tu vecina… ¡en mi cama!

- Es que mi hermano estaba en casa y no me iba a poner a follar con ella allí… Me daba palo.

- Claro, y qué mejor idea que irte con tu amante a la casa de tu novia y follártela en su cama mientras ella te estaba comprando un regalo para vuestro aniversario. ¡De puta madre todo!

- Ya empezamos…-dijo Terry pasando por detrás de la ex-pareja-.


 Creyendo haber escuchado algo entre el murmullo que había a sus espaldas, Kwan se volvió.

- ¿Me has dicho algo Miranda?

- ¿Yo? No te tengo que decir nada.

- Es que creo haber escuchado algo y… quería verificarlo.

- Serán imaginaciones tuyas, porque yo si te tengo que decir algo lo hago a la cara y no como tú, que vas a las espaldas metiendo puñales a las chicas… Y lo que no son puñales, al parecer.


 Kwan, sintiéndose atacado, comenzó a justificarse sin mucho éxito mientras que Terry miraba la situación en silencio.

- Perdona Miranda, pero tú no puedes hablar de lo que pasó entre Violeta y yo porque ni tú ni ella sabéis la historia completa. Ella te ha contado su versión y yo tengo la mía, que por supuesto no es excusa para lo que hice, pero ninguna sabe lo que ocurrió.

- Pues cuéntala venga.

- ¿Y de qué serviría ahora? ¿Acaso me creeríais?


 Sonriendo un poco, Miranda siguió con su ataque.

- No, pero al menos nos echaríamos unas risas a tu costa.

- Lo que me hace gracia de ti, Miranda, es que te pones muy bien puesta delante de tu amiga Violeta cuando tú misma me viste entrar con mi vecina aquel famoso día y no me dijiste nada.

- ¡No te lo dije a ti! Pero llamé rápidamente a Violeta y la avisé de que viniese, ¿te crees que te iba a cubrir en ponerle los cuernos a mi amiga?

- Por la cara que pusiste cuando me viste entrar creí que te unirías a nosotros…


 Esta vez, Kwan fue quien sonrió y le guiñó un ojo a Miranda.

- Eres un asqueroso. ¡Conmigo no vas a conseguir nada, cerdo! Si crees que voy a ir detrás de ti como un corderito y que caeré en tus garras estás muy equivocado. Violeta es mi amiga y ella está por encima de ti y de cualquier tío que se interponga ahora.


 Otro de los compañeros de piso, Pedro, apareció por allí al escuchar las voces.

- ¿Qué ocurre aquí?-preguntó Pedro-.

- ¡Buenas Pedro!-saludó Kwan-. Creo que el motivo del revuelo soy yo.

- Ah, ya imagino… ¿Cómo te va?


 Pero antes de que le diese tiempo a Kwan de contestar, Violeta contestó por él.

- Seguro que le va genial, está preparándose mucho para ser militar y muy pronto se irá a tomar por culo. A ver si con un poquito de suerte no vuelves…


 Justo cuando los demás comenzaron a increparle a Violeta, Kwan se levantó y se marchó de allí en completo silencio mientras que veía cómo Miranda lo observaba con el ceño fruncido.


 Pese a las palabras que le había dirigido Violeta, Kwan se encontraba bien porque sabía que su reacción era así a causa de que todavía seguía sintiendo algo por él. En cualquier otro caso, Kwan estaba seguro de que Violeta habría pasado de él, lo habría ignorado o tratado de una forma diferente, pero en sus palabras se notaba el rencor que le seguía guardando.

Por otra parte, la reacción de Miranda era de lo más curiosa, ya que Kwan siempre creyó que la muchacha lo miraba de forma extraña y que, tal vez porque estaba saliendo con Violeta, no le había dicho nada.


 Justo antes de que la puerta se cerrase, la propia Miranda en persona llamó a Kwan y lo interceptó.

- ¡Kwan! ¡Kwan!

- Ah, Miranda… ¿Qué haces tú aquí?

- ¿Estás bien?

- Sí, ¿por qué no tendría que estarlo?


 Poniendo una mueca, Miranda le contestó a la pregunta.

- ¿Porque Violeta te ha dicho con otras palabras que ojalá te mueras?

- Ah bueno, sé que no lo dice de verdad.

- ¿Y por qué estás tan seguro de ello?

- Porque todavía me quiere. Sabe que soy un capullo, pero todavía sigue sintiendo algo por mí y eso es lo que más le jode, está clarísimo.

- Estás muy seguro de eso, ¿no?


 Kwan asintió sin dudarlo.

- Por supuesto. Al igual que estoy seguro de algo respecto a ti y que intentas ocultar sin demasiado éxito.

- ¿Sobre mí? Esto sí que es nuevo. ¿Qué es lo que crees saber de mí?

- Ah no. Si te lo digo entonces sabrás lo que sé yo y lo que sabes tú.

- Pero no puedes hacer eso.

- ¿El qué?

- Decir que sabes algo y no contarlo. Eso es de jugar sucio.

- Nena, cada cual juega sus cartas como quiere.

- Si me lo dices, te prometo que no volveré a meterme contigo nunca más y le diré a Violeta lo mucho que has cambiado.

- No, hagamos un trato. Si te lo digo, tú y yo subiremos al piso de arriba, nos meteremos en mi cama y follaremos hasta que nos cansemos.

- ¡Jajajaja! Eso ni lo sueñes, antes muerta que acostarme con el ex de una amiga.


 Al cabo de unos minutos…

- Joder Kwan, sigue así. Dios, nunca me habían follado de esta forma… Creo que me voy a correr…


CONTINUARÁ…


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