domingo, 1 de marzo de 2020

Capítulo 2 || Líos

Emma entró en la casa y subió directamente al dormitorio de Jim, llamando antes de entrar. Abriéndole la puerta, la muchacha entró.
- ¿Qué te parece cómo ha quedado el cuarto?
- Está guay, es muy tuyo la verdad.
- Sí, y lo mejor es que es más grande que mi antigua habitación, así que tengo más espacio para mí y para quien quiera venir a compartirla conmigo, claro…
- Hablando de compartir… Quiero comentarte algo,-dijo Emma-.


 Haciendo un breve silencio antes de hablar, Emma cogió aire y comenzó.
- Llevo un tiempo sintiéndome atraída por un chico y… no sé cómo actuar con él. Cuando está cerca de mí me quedo callada como una tonta y no sé qué hacer para cambiar eso. Me da demasiada vergüenza iniciar yo una conversación… ¿Qué me recomiendas?
- Que donde tengas la olla no metas la polla.
- ¿Cómo?
- Quiero decir, que no mezcles trabajo con placer porque puede salir mal y joder ambas cosas.
- ¿Cómo sabes que me refiero a alguien del trabajo?


 Sonriendo, Jim contestó a esa pregunta tan sencilla.
- Porque te conozco muy bien y sé cómo Nathan y tú os miráis. ¿Te crees que no me doy cuenta?
- Bueno… Está claro que a ti no te puedo engañar. ¿Y qué piensas? Tú eres amigo de los dos.
- Pues pienso varias cosas: Uno, te saca 11 años y lo veo muy mayor para ti; dos, no te conviene porque sois personas completamente diferentes y con gustos y objetivos en la vida totalmente contrapuestos; tres, no creo que hagáis buena pareja.


 A todo esto, Nathan había llegado a la casa de su cita y, como tenía llave, entró y se la encontró con las manos en la masa…
- Menos mal que ya he llegado, porque este espectáculo no me lo quiero perder.


 Emma escuchó las explicaciones de Jim con una leve sonrisa en la cara sin terminar de creerse lo que decía su ex.
- Los polos opuestos se atraen y si es más mayor que yo es mejor, porque así significa que no es ningún niñato y tiene las cosas más claras. ¿No será que estás celoso?
- ¿Celoso yo? Pero si eres mi mejor amiga, Emma. ¿De qué estás hablando?
- Hablo de que tú y yo fuimos novios y puede ser que ahora que me gusta alguien, te hayas dado cuenta de que todavía sientes algo por mí.
- Emma… Lo nuestro terminó hace cuatro años. Los dos éramos unos jóvenes insensatos que no sabíamos ni donde estábamos de pie. No me puedo creer que te creas que siento algo por ti. Nathan sí que no siente nada por ti.
- ¿Y tú como lo sabes?


 En la casa donde se encontraba Nathan, aquella mujer se levantó y, sin subirse los pantalones, se unió a él en un ardiente beso.
- Te he echado de menos, golfo.
- No sabes el lío que he tenido con lo de la empresa… Me ha mantenido ocupado más tiempo del que yo creía.
- ¿Y me has buscado una sustituta?
- Eso sería imposible Fiona. No hay ninguna que me cabalgue como lo haces tú.


 Jim comenzó a darle sus razones a Emma.
- ¿Te crees que Nathan no tiene sus ligues por ahí? ¿Que es hombre de una sola mujer? Tú lo has visto perfectamente y es un guaperas. Llama la atención por donde pasa y por su forma de ser, las mujeres no tardan en caer en sus redes.
- ¿Acaso tú lo has visto con una chica en estas últimas semanas?
- No, eso sí que es verdad, pero lo que me vengo a referir es que no te dejes engañar con sus buenas palabras. Él sabe perfectamente lo que quiere y…
- Exacto,-dijo Emma interrumpiendo a Jim-. Nathan sabe perfectamente lo que quiere y creo que le gusto y sí, a mí también me gusta él.
- Pero Emma…
- ¡Ya basta! Le invitaré a salir y punto.


 Mientras tanto, Nathan y Fiona se habían desnudado y procedían a dar rienda suelta a su deseo.
- Eso, mírame a los ojos mientras me lo comes. Quiero ver tu cara de lujuria…
- Cómo me pones, Fiona.


 Tras hacerse el sexo oral mutuamente, Nathan comenzó a penetrar a Fiona dura y fuertemente como hacía siempre.
- Más fuerte Nathan, rompeme en pedazos cabrón. ¿Es que te has vuelto un flojo ahora?
- ¿Flojo? Te voy a dar tan fuerte que vas a quedarte afónica de tantos gritos que vas a pegar.
- Así me gusta joder. Este es el Nathan que yo recordaba, el único que me da la caña que yo necesito.


 Cuando terminaron y recobraron el aliento, ambos se vistieron y charlaron durante un rato.
- No sabes las de veces que me he acordado de ti mientras me follaba a mi vecino,-decía Fiona-. Ninguno me folla como lo haces tú, en serio. Por eso no quiero perderte.
- Ni yo a ti, Fiona. Somos libres de follar y tener las relaciones que queremos, pero tú y yo sabemos que nuestro sexo no es equiparable al de ninguna otra persona.


 Mientras charlaba con Fiona, Nathan recibió una llamada de teléfono.
- Hola guapa, ¿qué tal? ¿Cómo? ¿Ahora? Es que me pillas fuera y… Vale, sí, tienes razón. Te lo debo. Bueno pues espérame que voy a tu casa. Sí, te lo prometo. Hasta ahora…
- ¿Es tu chica?-preguntó Fiona cuando Nathan colgó la llamada-.
- Casi…


 A todo esto, Emma también hablaba por teléfono. ¿Sería con Nathan?
- Hola… Bien. Verás, había pensado en que nos viésemos para charlar y tomarnos algo. Sí, ahora me viene bien. ¿Tú puedes? Es que llevo tiempo queriendo quedar contigo y me apetecía hoy. Además, me debes una salida… ¿Me lo dices en serio? ¿Me lo prometes? Genial, pues hasta luego…


 Nathan se despidió de Fiona y se dirigió hacia su nuevo destino y, cuando vio a aquella chica en la puerta con esos pantalones ajustados y esa camiseta con un escote tan generoso, sonrió como un tonto.


 Emma se sentó en un banco frente a su casa mientras esperaba a su hermano Bob. Éste era agente de policía y pasaba menos tiempo en casa, por lo que Emma apenas lo veía y le echaba mucho de menos.


 Llegando a la puerta, Nathan se abrazó a esa chica, llamada Sandra Vivancos, de 18 añitos. Sandra era la hija de un viejo compañero de trabajo de Nathan, quien se divorció de la madre de la niña y se marchó a otra ciudad. La pequeña Sandra siempre había sido una niña muy bonita, pero en la adolescencia comenzó a florecer y a mostrar mucho interés por Nathan, quien siempre mantuvo las distancias. Cuando Sandra cumplió la mayoría de edad no había impedimentos para dar rienda suelta a su pasión y, en una tarde aburrida, engañó a Nathan haciéndole creer que su madre lo había invitado a merendar y, cuando llegó a la vivienda, estaban solos Sandra y él. Lanzándose a su cuello, la muchacha besó incesantemente la boca masculina hasta que él le hizo el mejor regalo que existía: el sexo.


 Realmente Sandra sentía debilidad por Nathan y estaba colada por él a pesar de la diferencia de edad, que sólo eran números para ella y que cuando el amor era verdadero, no había impedimento posible para que ellos dos acabasen juntos.
- Te he echado mucho de menos, mi vida. No sabes lo que me ha costado estar tanto tiempo separada de ti, Nathan.
- Yo también Sandra.
- Ven a mi cuarto, no perdamos el tiempo y aprovechemos que tenemos la casa para nosotros solos…


 Pero a medio camino, Sandra se paró en seco y se dirigió hacia otra habitación.
- ¿Dónde vas?-preguntó Nathan-.
- Hoy quiero que disfrutes de verdad y por eso quiero hacer cosas nuevas. ¿Qué diría mi madre si viniese y nos pillase a los dos follando en su cama?
- Vaya, sería un shock bastante fuerte y… un gran aliciente para nosotros.
- Pues entonces fóllame en su cama Nathan, mi amor.


 Desnudándose el uno al otro, Sandra quiso demostrarle a Nathan que había mejorado en el sexo y se situó sobre él para marcar el ritmo y mover sus caderas sobre la pelvis masculina. Pese a que Nathan estaba disfrutando, no podía evitar comparar la maestría de Fiona con los movimientos torpes de Sandra, quien ponía todo su empeño en hacerlo mejor en cada encuentro.


 Al día siguiente, todos fueron al trabajo como cada lunes. Nathan, junto con los demás, había elegido que en el trabajo deberían ir todos con una especie de uniforme, para cuidar la imagen de la empresa y que así todos se vieran de igual rango.  


 Emma, mientras trabajaba, no dejaba de darle vueltas en su cabeza a la conversación que había tenido con Jim el día anterior. Seguía pensando en que Jim debía tener algo de celos porque después de cuatro años, ella parecía volver a ilusionarse y rehacer su vida y su ex no estaba acostumbrado a eso.


 Jim, por su parte, sabía que Emma estaba ciega con Nathan y que por mucho que le dijera, sería ella misma la que se diera cuenta de todo. Para Jim, Nathan era un buen amigo, pero como persona dejaba mucho que desear, ya que utilizaba a las mujeres para su propio beneficio.


 Mao, a todo esto, se sentía atraído por Emma y la había invitado a salir a tomar algo después del trabajo un par de veces, pero nunca había tenido éxito. Sin embargo, él no se daría por vencido tan fácilmente con ella.


 Llegada la hora del almuerzo, Emma iba a irse para su casa y volver después justo cuando Mao la alcanzó.
- Perdona Emma, una cosilla.
- Dime Mao, ¿qué pasa?


 Mirándola seriamente, llenó sus pulmones de aire antes de hablar.
- ¿Te apetece que vayamos a comer a un bar de aquí cerca? Así no tienes que ir tan lejos. Invito yo.
- Gracias por la invitación, pero hoy están todos mis hermanos en casa porque mi hermano Bob tiene el día libre y queremos comer juntos. En otra ocasión, ¿vale?
- Sí, claro, genial…


 Saliendo a la entrada, Nathan intervino en la conversación.
- ¿Vuelves a casa Emma?
- Sí, voy a comer con mi familia y vuelvo rápido para acá.
- ¿Necesitas que te lleve?
- Qué va, he venido en coche.
- Bueno, así no gastas gasolina.
- Nathan,-dijo Mao-, si quiere irse en su coche, déjala que haga lo que quiera, ¿no?
- Por cierto Mao, ¿no te encargabas hoy de hacer el almuerzo?
- No, son los lunes los días que me toca a mí.
- ¿Y en qué día estamos hoy, Mao?


 Quedándose en silencio y sintiéndose como un auténtico fracasado, Mao se marchó de allí pensando en que había quedado como un idiota frente a Nathan y, lo que era peor, frente a Emma. ¿Qué pensaría ella de él? Seguro que nada bueno.


 Abrazándola, Nathan le dijo unas suaves palabras al oído.
- Si te vas es porque quieres, Emma.
- Lo sé Nathan, pero ya sabes lo importante que es mi familia para mí y… De verdad que lo siento. Te lo recompensaré de alguna forma.
- ¿Y si te pido un beso como recompensa?-le dijo Nathan directamente a Emma-.


 Sintiendo un gran nudo en el estómago, Emma reaccionó cerrando sus ojos y besando la boca masculina. Estaba volviéndose loca, pero su corazón era lo que le estaba gritando desde hacía días y por fin se había atrevido… Esa batalla entre lo que su cabeza le decía y su corazón le dictaba la había ganado éste último.


 Saliendo para averiguar por qué todo el mundo se había ido de la habitación y lo habían dejado solo allí, Jim abrió la puerta y pilló de pleno a Nathan besándose con Emma. Suspirando, supo en su interior que ya no había vuelta atrás.


CONTINUARÁ…

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