martes, 3 de marzo de 2020

Capítulo 3 || Líos

Habían pasado varias semanas desde aquel beso en la entrada y la relación entre Nathan y Emma iba viento en popa. Ya no sólo se veían por temas laborales, sino que ella se quedaba a pasar la tarde en la casa con tal de estar más tiempo juntos.


 Nathan se portaba muy bien con ella, ya que era cariñoso, detallista y juguetón. Sabía que Emma tenía cosquillas y cada vez que podía empezaba una guerra de cosquillas que, normalmente, terminaba en besos y abrazos.


 Bajando por las escaleras, Mao se encontró de frente a los tortolitos besándose dulcemente. Sin mediar palabra, siguió su camino prefiriendo no molestar.


 Entrando en la cocina, Mao se encontró a Jim en la cocina comenzando a preparar el desayuno.
- Buenos días Jim, ¿cómo andas hoy?
- Igual que siempre, con los pies.
- Anda, qué gracioso te has levantado hoy ¿no? ¿Te pasa algo?
- Ya has visto lo que pasa así que… Para qué comentar más.


 Sonriendo, Mao miró a la pareja y luego a Jim justo antes de continuar hablando con éste.
- A ti te sigue gustando Emma, admítelo tío.
- Que no es eso joder. Es que… Nathan va a hacer daño a Emma y no quiero que lo pase mal.
- ¿Acaso sabes algo que yo no?


 Las risas provocadas por las cosquillas entre ambos interrumpieron la conversación de los chicos en la cocina y, dándose cuenta del escándalo que estaban montando, Nathan decidió parar.
- Emma, tiempo muerto guapa. Tú ganas esta batalla, pero la guerra no ha terminado aún… ¿Vamos arriba y continuamos donde lo dejamos?
- ¿Estás sugiriendo lo que yo creo que estás sugiriendo?
- Sólo hay una manera de comprobarlo…
- Me encanta esa cara que pones, canalla.
- Más te va a gustar lo que te pienso hacer ahí arriba.
- Menos lobos, caperucita.


 Comenzando a subir las escaleras, Emma fue primera y, aprovechando las buenas vistas que le brindó a Nathan, éste le agarró del culo.
- Que no me entere que este culito pasa hambre…
- Ah, eso es cosa tuya. Si pasa hambre será tu culpa.


 A la mañana siguiente, bien temprano por la mañana, Nathan se levantó y dejó dormida a Emma. Dejándole una nota junto a la almohada, se vistió y salió de la casa.


 En su destino le esperaba Sandra, quien había simulado estar enferma para que su madre la dejase en casa. Teniendo la casa para los dos solos, Nathan y ella comenzaron a tener relaciones sexuales en cada rincón de la casa, donde el impulso los guiaba.


 Sandra cada vez era más experta en el tema sexual y eso complacía mucho más a Nathan, quien se entregaba más y correspondía dándole lo que el cuerpo femenino le iba pidiendo más y más: pasión. Tanta lujuria desbordaban que, aquel día y para sorpresa de él, ella le dirigió unas palabras que desconcertaron a Nathan.
- Te amo,-susurró Sandra entre gemidos justo antes de que la boca masculina se posase sobre la de ella-.


 Cuando Emma se despertó y leyó la nota que le había dejado Nathan, ella suspiró enamorada y, tal y como iba vestida, bajó a la habitación de los ordenadores y comenzó a trabajar, aunque completamente distraída.


 Habiendo terminado de saciar sus respectivos apetitos, Nathan se vistió mientras contemplaba el esbelto cuerpo desnudo de Sandra, quien se incorporó para pedirle que se quedase.
- ¿Por qué te tienes que ir tan pronto siempre, Nathan?
- Tengo que trabajar, mantener mi empresa. Es un trabajo muy duro.
- Igual que tu polla hace un momento en mi interior.
- Sandra, no empieces otra vez.
- No empiezo nada, sólo digo que la tenías tan dura que hemos roto uno de los condones…
- Calla, no me lo recuerdes, que casi me da un infarto cuando lo he notado. Suerte que lo hemos arreglado a tiempo.


 Al ver que Emma estaba con ropa de andar por casa trabajando, Mao decidió no cambiarse. ¿Por qué ella sí y él no? Allí o todos o ninguno.


 Como Nathan no había vuelto aún, Jim aprovechó para ver la tele durante un rato más. Ese programa que echaban le gustaba mucho y siempre se quedaba a la mitad.


 Pocos minutos después, el propio Nathan volvió a casa y descubrió a Jim viendo la tele.
- ¿Holgazaneando un poco, Jim?
- Lo mismo podría decirte yo, Nathan.
- He tenido que salir porque me ha surgido un tema importante.
- Ya sé qué tema te ha surgido, pero no sé cual de los temas que tienes. ¿Quién ha sido esta vez? ¿Sandra o Fiona?
- ¡Callate hombre! Que Emma te puede escuchar. Y como se te ocurra decirle algo te…
- No soy imbécil. No le diré nada aunque no se merece lo que le estás haciendo. De todas formas, aunque le contase algo no me creería así que… ¿Para qué esforzarme?
- Pues tú mantén la boquita cerrada.


 Saliendo justo en ese momento de la sala contigua, Emma saludó efusivamente a Nathan.
- Hola guapo, qué bien que estés aquí.
- ¿Leíste mi nota?
- Por supuesto. Y la he guardado con el resto de cosas que me has dado.


 Y sin dejarle tiempo a contestar, Emma besó impulsivamente los labios de Nathan frente a la mirada de Jim que, suspirando, se giró y siguió viendo el programa tan tranquilamente.


 Mirándolo con esos pelos despeinados y alocados, Emma le susurró algo a Nathan que provocó una reacción súbita en él.


 Tirando de él hacia el cuarto, Emma desvistió a Nathan y lo tiró a la cama para que disfrutara de un estupendo striptease que le iba a hacer. Comenzando a bailar sensualmente mientras se desvestía, Emma pudo ser testigo de cómo el miembro viril iba ganando protagonismo hasta llegar a su máximo esplendor.


 Esa vez parecía que Emma llevaba las riendas del momento y Nathan lo agradeció al todavía no estar recuperado de la sesión matutina con Sandra esa misma mañana.
Ajena a todo esto, Emma se situó sobre su pareja y comenzó a mover las caderas provocando que Nathan gimiese en voz alta.


 Los gritos que pegaban se escuchaban en la planta de abajo y Mao, con cara de pocos amigos, salió de la sala de los ordenadores.
- Entre que soy el único tonto que está trabajando hoy y que no me puedo concentrar con los putos gritos de estos dos perros en celo, ¿qué cojones tengo que hacer? ¿En serio esto es normal Jim?
- Ignóralos, es lo mejor.
- ¿Pero te crees que es normal los gritos que están pegando?
- Mao, dale tiempo al tiempo y los gemidos se convertirán en llanto.


 Completamente exhausto y tras haber terminado, Nathan miró a Emma justo antes de decirle lo bien que se lo había pasado.
- Te dije que era una caja de sorpresas Nathan.
- No dejas de sorprenderme…


 Preguntándole a Jim qué estaban echando en la tele, se sentó junto a él para descubrir qué tenía tan enganchado a su amigo.


 Recuperando fuerzas, Jim se levantó de la cama dispuesto a darse una ducha.
- ¿Nos duchamos juntos?-ofreció Emma-.
- Mejor no, que me has dejado de tal forma que me duele ahí abajo.
- Dilo ya, te he dejado seco.
- Hasta la última gota.
- Pues si tú te vas a duchar ahora, yo me iré al baño de fuera,-dijo Emma-.


 Terminando el programa, Jim se levantó del sofá y dejó a Mao frente a la tele, quien le preguntó a dónde iba.
- Al baño, que llevo aguantando las ganas de orinar más de media hora.
- Joder, yo también quería Jim.
- Pues sube arriba, que hay otro baño coño.


 Sin saber que Emma estaba dentro, Mao abrió la puerta y se encontró el esbelto cuerpo femenino sumergido en el agua de la bañera. Comenzando a gritar, Emma echó a Mao de allí mientras que él se disculpaba una y otra vez.


 Saliendo rápidamente del dormitorio, Nathan increpó a Mao.
- ¿Qué se supone que estás haciendo?
- Yo sólo quería mear y entré en el baño sin saber que estaba Emma dentro, lo juro.
- ¿Y no se te ocurrió llamar antes a la puerta?
- ¡Es un baño joder! Si ella estaba bañándose que hubiera echado el seguro. No si verás tú que al final la culpa es mía.


 Mao se sentía desconcertado. Realmente no se había dado cuenta de que el baño estaba siendo usado por Emma y el verla desnuda, más que despertar sus sentidos más básicos lo asustó. Pero lo que no comprendía era la reacción tan desmedida de Nathan por ese suceso.
- ¡La próxima vez llama antes de entrar a los sitios!-le gritó Nathan a Mao-. Porque entérate bien querido amigo, Emma está conmigo, no con un baboso como tú.


 Ese último comentario le sentó como cien patadas en el estómago y Mao reaccionó al ataque directo con la mejor baza que tenía.
- Por supuesto que está contigo, ¿con quién si no iba a estar? Al igual que estuvo contigo Graciela, Bárbara, Tina… ¿Sigo?
- No Mao, no sigas por ahí.
- Y si mal no recuerdo ahora estás con Fiona, ¿cómo podría olvidar a esa madurita de escote pronunciado?
- Cállate.
- Y Sandra, madre mía, la dulce y linda Sandra con esos pechos tan bien puestos, esas curvas inmensas y esos ojos intensos que te seducen con una sola mirada. ¿Qué pensaría Emma si supiera que te ves con dos mujeres más aparte de ella?


 Esa pregunta hizo que Nathan alzase la voz justo cuando Emma estaba saliendo del baño completamente vestida.
- ¡Que te calles ya! Y como vuelvas a mencionar alguno de esos nombres te prometo que seré yo mismo quien te machaque. ¡No vuelvas a hablar de ellas en mi presencia! Se acabó de hablar del escote de Fiona, de las tetas de Sandra ni de nadie más, ¿te queda claro?
- ¿Quiénes son esas, Nathan?-preguntó Emma sobresaltando a ambos chicos-. ¿De qué estáis hablando?-le preguntó dirigiéndose a Mao-.
- Pregúntale a tu novio, que yo en temas de pareja no me meto. Que siento lo de antes Emma, no pretendí verte de esa forma,-dijo Mao comenzando a bajar las escaleras-.
- Bueno Nathan, te toca hablar a ti, ¿quiénes son esas?


CONTINUARÁ...

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