lunes, 9 de marzo de 2020

Capítulo 4 || Líos

Emma, ante la falta de respuesta de Nathan, volvió a preguntarle.
- Estoy esperando Nathan, ¿quiénes son esas que has mencionado?
- Son unas ex-novias que tuve y que le interesaron a Mao. Eran chicas que estaban bastante bien y cada dos por tres me habla de ellas recordándome que si el escote que tenía una, el culo de la otra… Y le he dicho que no me las recuerde más porque yo estoy contigo y soy 100% tuyo.
- Oh, ¿me lo dices en serio?


 Nathan afirmó con su cabeza mientras respiraba sintiéndose aliviado en su interior tras haber salido del paso de esa difícil situación.
- Por supuesto. No hay nadie como tú, mi bella Emma.
- Ay mi vida, eres un encanto conmigo. Te quiero tanto…


 En un impulso, Emma se abrazó a Nathan sin saber que estaba siendo mortalmente engañada en su propia cara.


 Laboralmente hablando, la empresa iba cada vez mejor y estaban comenzando a obtener ciertos beneficios tras todo el capital invertido entre todos.


 A partir del pequeño encontronazo entre Emma y Nathan, la relación entre ambos continuó como siempre en un principio, pero luego ella comenzó a ser consciente de que cada vez se veían menos y de que había algo que estaba fallando allí.


 Emma estaba en lo cierto, y es que Nathan tenía muchas cosas en la cabeza y no todas eran respecto al trabajo, sino a su vida amorosa. Fiona le había dicho que parecía ir en serio con un viejo rico que se había encaprichado de ella y que, por el momento, no podían verse para mantener las formas. Con Sandra sus encuentros cada vez eran más y mejores y con Emma… Se aburría. Siempre hacían lo mismo y no le atraía la idea de la monotonía.


 Sin embargo, Emma seguía intentándolo con Nathan a pesar de que siempre obtenía la misma respuesta.
- Nathan, ¿te apetece que vayamos al cine y luego cenemos por ahí? Mi hermano me ha dicho que han abierto un nuevo restaurante donde se come de escándalo.
- No gracias, estoy ocupado con esto y me gustaría terminarlo pronto. Lo siento.
- Vale, no pasa nada…


 Pero en realidad sí pasaba, ya que ella se sentía sola, desplazada y sin obtener cariño, algo que echaba mucho en falta.


 Un par de semanas después, Sandra se presentó por sorpresa en casa de Nathan para hablar con él.
- ¿Estás segura de lo que me estás diciendo?
- Completamente Nathan.
- ¿Lo sabe alguien más?
- Sólo tú, cariño.
- Mejor, así tenemos más tiempo para pensar en lo que podemos hacer con eso.
- ¿Eso? ¿Cómo que eso? Estoy embarazada Nathan, no se trata de tirar la basura.
- Lo sé, perdóname. Estoy muy nervioso y tal vez no he escogido bien mis palabras.
- Además, este bebé no me lo he hecho yo sola, ¿sabes?, así que tendrás que hacerte cargo de él.


 A Nathan, esa última frase le había sonado muy mal y comenzó a sentir que su plena libertad ya estaba sentenciada con una fecha de caducidad.
- ¿Hacerme cargo?
- Sí Nathan. Somos novios, ¿verdad? Pues tendremos que decírselo a mis padres, porque yo pienso tener a este bebé y no pienso ocultarlo.
- Pero tu madre no sabe nada de lo nuestro, ¿verdad?
- Mi madre tonta no es y algo sospecha, así que no creo que le pille de sorpresa nuestro noviazgo, pero el embarazo…
- ¿Y si abortas?
- ¡No pienso abortar! Las cosas pasan por algo y ya te dije desde un principio que la diferencia de edad no me importaba para comenzar a tener una relación contigo, al igual que no me importa ser madre a los 18. ¿Tú quieres romper lo nuestro porque estoy embarazada? Hazlo, pero no te escaparás tan fácilmente, porque te demandaré y le tendrás que pasar una manutención a nuestro hijo. Así que decide, ¿me dejas y vamos por las malas o te quedas conmigo?


 Nathan nunca había visto de esa forma a Sandra y con esa conversación se dio cuenta de que ella era algo más que una cara y un cuerpo bonitos, sino que tenía las ideas muy claras y era una chica de armas tomar. Meterse en un lío de faldas con una chica joven creía que sería pan comido, pero resultaba que no, que ahora las chicas nacen sabiendo.
Pensando la pregunta de Sandra durante unos escasos segundos, Nathan le respondió situando sus labios sobre los femeninos sin saber que Emma acababa de entrar en la casa para hablar con él y aclarar su pasividad con ella.


 Las dudas que podía tener Emma le fueron aclaradas en el mismo instante en el que vio cómo Nathan besaba a esa chica.
- ¿Eso quiere decir que te quedas conmigo?
- Sí Sandra, me quedo contigo y… con nuestro futuro hijo.
- Con que Sandra era una ex-novia,-pensó Emma-. Será hijo de puta… Debería decirle un par de cosas bien dichas, pero mejor me voy sin montar un escándalo. No es mi estilo ponerme como una verdulera.


 Dando la media vuelta, Emma se marchó de esa casa sin armar ruido para no ser descubierta mientras que un cúmulo de sentimientos se le agolpaban en el corazón, queriendo salir a flote a través de unas lágrimas que reprimía sin parar.


 Creyendo haber escuchado ruido, Nathan se levantó y miró por si había sido alguno de los chicos, pero al no ver a nadie, le restó importancia y volvió al sofá con Sandra.


 Durante todo el camino a su casa, Emma no pronunció palabra, ni miró su móvil y tampoco alzó su mirada. Completamente abatida y decaída, Emma entró en casa y se dirigió hacia donde se escuchaba el fuerte ruido de la tele.


 Entrando en el salón, Emma pudo ver cómo su padre, cada día más sordo, veía la tele acompañado de su hermano mayor, Dean.
- Hola papá, hola Dean. ¿Qué tal?
- Ey Emma, qué pronto has vuelto, ¿no?-preguntó su hermano-.


 El padre de Emma, Robert Wilson de 63 años, apenas hablaba desde el fallecimiento de su esposa y la madre de sus cuatro hijos, Georgia. Para Robert, su mujer era su mundo entero y no concebía la vida si no era con ella a su lado y, como sus hijos eran mayores de edad y tenían sus vidas prácticamente resultas, ¿para qué permanecer más tiempo viviendo sin su amada? Por lo que Robert esperaba ansioso a que, cada noche, cuando se metiera en la cama para dormir, fuera la última.


 Dean era el hijo mayor y quien había pasado más tiempo con sus padres, ya que pese a estar independizado, casado y con un bebé en camino, a sus 31 años todavía estaba muy apegado a su padre y al recuerdo de su madre. Dean fue de los que más sufrió la terrible pérdida de Georgia, pero sabía que la vida no se paraba y que había que seguir adelante; tal vez por eso pasaba más tiempo en casa de su padre que en la suya propia, porque quería volver a ver sonreír a su padre, escucharlo hablar, cantar escuchando las canciones de la radio, volver a oler el perfume que se echaba antes de su paseo diario…  


 Intercambiando un par de frases con su hermano mayor, Emma subió las escaleras para entrar en su dormitorio y poder llorar y desahogarse en paz justo cuando su hermano Lucas la saludó por detrás.
- ¿A dónde vas con tanta prisa Emma? Ni que hubieras robado algo… ¿O acaso lo has hecho? Mira que conmigo el cupo de hermanos problemáticos está lleno, ¿eh?-dijo intentando aliviar el ambiente-.


 Lucas era el segundo hijo de Robert y Georgia y apenas se llevaba un año con su hermano Dean, ya que el primogénito nació un 15 de Enero y Lucas un 29 de Diciembre del mismo año. Físicamente era el más diferente de todos, ya que era el único hijo que había sacado los ojos azules de su difunta madre y el pelo negro de Robert.
Lucas era un tío bastante enrollado y caía muy bien a todos, pero la muerte de su madre le hizo cambiar y meterse en diferentes problemas que aún tenía pendientes por resolver y es que, pese a ser el único que no derramó una lágrima en público durante el entierro de su madre, luego era el que se pasaba toda la noche ahogando sus lágrimas en la almohada.


 Notando que su hermana estaba más seria de la cuenta, la agarró de los hombros y le preguntó directamente.
- A ti te ha pasado algo… ¿Qué te han hecho?
- Nada Lucas, no te preocupes.
- Si no me lo quieres contar adelante, estás en tu derecho. Pero no me digas que no te pasa nada porque tú y yo sabemos que no es verdad.
- Bueno…
- Si cambias de opinión ya sabes dónde encontrarme hermanita.


 Bajando las escaleras y saliendo de casa, Lucas dejó a Emma dirigirse a su habitación donde se sentó frente a su ordenador y comenzó a escribir todo lo que sentía en un diario que tenía.


 Completamente concentrada en sacar todo lo que tenía dentro, Emma no fue capaz de escuchar cómo llamaban a la puerta incesantemente una y otra vez.


 Cruzando el umbral, ese chico contempló a Emma con una media sonrisa.
- Esta chica siempre en su mundo…


 Y es que ese chico no era otro que Bob, el tercer hijo de Robert y Georgia y también el hermano con el que menos diferencia de edad se llevaba Emma, ya que sólo les distanciaban cuatro años entre ellos.
Desde muy temprana edad, Bob quiso convertirse en agente de la ley y, en cuanto terminó sus estudios básicos, comenzó a prepararse para superar las pruebas físicas y los exámenes de acceso a la academia. Siendo uno de los agentes más jóvenes de su promoción, Bob se resistía a marcharse de casa porque la situación con su padre era delicada y, junto con su hermano Dean, se había echado la responsabilidad de mantener la casa y la familia a flote.


 olviendo a llamar a Emma, Bob la sacó de sus más profundos pensamientos justo antes de darle un fuerte abrazo donde Emma no pudo soportar más y rompió a llorar. Bob era el hermano con quien más confianza y apego tenía, así que a él le contaba todo lo que le pasaba.


 Sabiendo que ese abrazo tan fuerte y el llanto eran síntomas de que había algo que le pasaba a Emma, Bob la consoló antes de preguntarle el motivo de su estado.
- Ya estás a salvo Emma. Estoy aquí contigo… ¿Qué te ha pasado?
- ¿Recuerdas que comencé a salir hace un tiempo con Nathan?
- Claro, ¿habéis discutido?
- No, pero desde hace unas semanas lo noto más distante conmigo y más seco. Apenas me besaba, ni tampoco me decía palabras bonitas y hace bastantes días que no hacemos el amor cuando antes era de hacerlo diariamente.
- Y has ido a hablar con él, ¿cierto?
- Sí y cuando he llegado me lo he encontrado besando a una cría que no tendrá más de 18 y diciéndole que se quedaba con ella y con el hijo que esperan juntos.
- Un momento… ¿Me estás diciendo que ese malparido te ha puesto los cuernos con una menor de edad y que la ha dejado embarazada?


 Apenas sin gesticular, Emma contestó a su hermano.
- No sé si será menor de edad, pero es una chica más joven que yo.
- ¿Quieres que haga mis averiguaciones?
- No Bob, no quiero que te metas en esto. Ni el propio Nathan sabe que lo he pillado.
- ¿Ah no?
- No. Me he ido sin hacer ruido y no se ha enterado de nada y quiero seguir así, porque no pienso volver a verlo ni a pisar esa maldita casa. Y pensar que Jim me advirtió y no lo quise escuchar… Qué tonta fui.
- Emma, estabas ciega de amor y nadie es capaz de ver con claridad en esa etapa de una relación sentimental, así que no te castigues tanto.


 Al no presentarse al trabajo, Nathan llamó a Emma sin obtener respuesta a cambio. Pensó que no podía cogerlo en ese momento, pero tras pasar tres días en los que ni Jim, ni Mao ni él mismo sabían de ella, Nathan comenzó a preocuparse. Miles de ideas le pasaban por la cabeza, empezando desde que había sufrido un accidente hasta que la habían secuestrado, pero la remota idea de que Emma había descubierto su engaño no se le pasaba por la cabeza.


 Sandra y Nathan fueron a casa de ésta para anunciar la noticia a su familia y, en un principio, la madre de ella puso el grito en el cielo, pero luego Nathan habló con ella en privado y solventó las cosas llegando a un acuerdo, en el que hasta la llegada del bebé Sandra viviría con ella, pero después Nathan se haría cargo de Sandra y de la criatura.
Tras haber llamado de nuevo a Emma y que le saltase el contestador, Sandra salió del baño y le preguntó a Nathan que a quién llamaba.
- Cosas del trabajo cariño.
- Deja el trabajo ya y vente conmigo a la bañera, que el agua se enfría.
- No me preocupa, porque se va a calentar en cuanto tú y yo entremos en ella…


CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario