lunes, 16 de marzo de 2020

Capítulo 7 || Líos

Conrad se puso a comer aparte para poder darle rienda suelta a sus pensamientos. En su mente se imaginaba que ganaba el concurso, que se hacía rico y se mudaba a una casa grande y lujosa, que podría hacer lo que le diese la gana, salir en los medios… Todo sería fabuloso.


 Terminando de comer, Conrad dejó el plato junto al televisor.
- Linda, ahí te dejo el plato que yo estoy cansado y me voy a echar una siesta.
- ¿Cansado? Pero si no has hecho ni el huevo…
- ¡Que me voy a dormir y punto!


 Entrando en el dormitorio y cerrando de un portazo, Conrad se tumbó sobre la cama y comenzó a conciliar el sueño.


 Fuera, Linda seguía apenada porque veía que no tenía apoyo de nadie justo cuando su hijo se levantó y recogió su plato.
- Mamá, deja los platos ahí que yo los friego.
- ¿Lo dices en serio?
- Claro, ya que papá no te ayuda en nada… No puedes hacerlo tú sola.
- Muchas gracias hijo, te lo agradezco.
- No hay de qué. Tú ve a echarte la siesta un rato.


 Haciéndole caso, Linda se fue al sofá mientras que Barry recogía platos y cubiertos.
- Hace tanto tiempo que no me echo una siesta que creo que no me voy a despertar en dos años.
- Mientras te despiertes, todo estará bien. Que descanses mamá.
- Gracias hijo.


 Un rato después, Barry dejó a su madre sola en el salón y se metió en su dormitorio para seguir jugando y entrenando para mejorar su técnica y, de esa forma, prepararse para el campeonato que tenía a la vuelta de la esquina.


 Un par de semanas después, el campeonato ya había empezado y Barry se había clasificado para la final. Había costado mucho trabajo y esfuerzo pero el premio ya estaba al alcance de su mano y no iba a parar hasta conseguirlo si es que su padre no lo seguía interrumpiendo una y otra vez.
- Hijo, vayámonos al parque a dar una vuelta, te vendrá bien.
- Papá, ahora mismo no puedo. Estoy en medio de algo muy importante que puede cambiar nuestras vidas.
- ¿El qué? ¿Jugar a una maquinita? Venga Barry, apaga eso si no quieres que te lo apague yo.
- ¡Ni se te ocurra apagarme el ordenador!-gritó Barry sin despegar la cara de la pantalla-.


 Justo cuando Conrad iba a responder a ese último grito, una rápida Linda entró en el dormitorio e intervino.
- Conrad cariño, yo te acompañaré.
- ¿Tú? ¿Acaso tienes fiebre?
- No tonto. Hace mucho que no hacemos nada juntos y me apetece dar una vuelta.
- ¿Seguro que no prefieres quedarte limpiando en casa? Si es tu pasatiempo favorito,-dijo Conrad sonriendo mientras que Linda se entristecía-.


 Pero haciendo oídos sordos, Linda contestó.
- De vez en cuando es bueno cambiar de aires, Conrad.
- Me sorprendes Linda. Está bien, acompáñame si quieres, pero ponte ropa de deporte.
- Claro, iré a cambiarme.


 Saliendo del dormitorio de Barry, el matrimonio se dirigió hacia el cuarto conyugal y Linda se desvistió delante de la cómoda, quedándose completamente desnuda frente a su marido quien, echándole un vistazo, hizo un comentario algo… Inesperado.
- Ya no recordaba lo mucho que me gustaba ese culo. Pensándolo bien, ¿por qué no nos quedamos en casa y jugamos a papás y a mamás?


 Vistiéndose, Linda se volvió hacia su marido y respondió a su pregunta.
- Porque tu “amiguito” decidió jubilarse como tú y para tener que hacerme todo yo sola prefiero invertir ese precioso tiempo en otras cosas,-dijo Linda dándole unas palmadas en el pecho-. Venga, vámonos.


 Cuando bajaron, Conrad decidió que él iría a hacer footing hacia la ciudad y Linda prefirió quedarse alrededor de su barrio para no alejarse demasiado. Tomando caminos distintos, Linda sonreía satisfecha de que había podido fastidiar a Conrad con un comentario suyo y no al revés, como siempre hacía él con ella. Un punto para Linda.


 Conrad estaba fastidiado porque sabía que Linda tenía razón. Hacía mucho tiempo que no estaba lo suficientemente motivado como para que su amigo despertase y las discusiones continuas, la mala situación económica y su falta de lívido estaban pasándole factura.


 En casa la situación era verdaderamente distinta, ya que Barry acababa de ganar el campeonato y se proclamaba ganador de un suculento y jugoso premio millonario. ¡No se lo podía creer! Al fin la suerte le sonreía.


 Tras confirmar los datos bancarios y hablar con los organizadores para hacerle entrega de un cheque simbólico en una gala de lujo que se haría a la siguiente semana, Barry salió de casa dispuesto a buscar a sus padres para contarles la noticia. ¡Por fin podrían mudarse de esa casa casi en ruinas!


 Apenas un par de meses después del campeonato, Barry se había convertido en el famoso del momento. Programas de televisión, periódicos y revistas de videojuegos le reclamaban día a día para una entrevista. Todas las discotecas lo querían allí para que su local fuera el más aclamado del momento y, aparte del dinero que le dieron por el torneo, todo el que ganaba gracias a lo anteriormente mencionado lo usó para comprarse una casa grande y lujosa donde, tanto él como sus padres, podrían vivir a cuerpo de rey.


 Entrando en su recién estrenado salón, Barry se encontró a sus padres muy acaramelados dándose un beso en la boca. Sonriendo al verlos así se dio la vuelta para darles intimidad, no sin notar que la reciente operación de pecho de su madre le había quedado bien. Linda había pasado por quirófano para restablecer su busto a como lo tenía cuando era joven, poniéndose un poco de silicona dejándolo perfectamente colocado en su sitio.


 Por su parte, Conrad había cambiado su look físico con un nuevo peinado y dejándose algo de bigote y perilla, aparte de la notable renovación de armario que habían hecho todos. La vida les sonreía y había que disfrutar de ese momento tan especial.
- Qué bien te han quedado las tetas… Me encantaría poder verlas.
- Vaya Conrad, pues no me vendría nada mal un masaje.
- Estaremos encantados.
- ¿Estaremos?-preguntó Linda poniendo su mano sobre la entrepierna masculina-. Pero qué… ¿Ha despertado? No hay tiempo que perder entonces…


 Mientras tanto, Barry seguía jugando en un ordenador nuevo que se había comprado, especial para hacer directos en una página web donde la gente lo veía y le hacía donaciones.
- Me encanta mi trabajo…


 A todo esto, en el dormitorio conyugal, Conrad y Linda daban rienda suelta a su pasión de forma que, por primera vez, Linda era la protagonista y Conrad se estaba dedicando a ella introduciendo sus dedos en la vagina.


 Llegado el momento, Linda se subió sobre su marido dispuesta a cabalgar sobre el recién resucitado pene de Conrad cuando… Algo cambió sus planes.
- Conrad, métela de nuevo, que estoy a punto.
- Un momento cariño, que se me ha bajado. Espera un segundo.
- ¡¿Qué?!-dijo Linda mientras se levantaba de la cama y veía el flácido miembro de su marido entre sus manos.


 Poniéndose la bata, Linda dejó a su marido en la habitación mientras ella se dirigía a la cocina para tomarse un refresco en la terraza. Estaba muy cabreada porque justo cuando comenzaba a recordar lo que era tener sexo, sentirse querida y consentida, la realidad le daba un duro golpe y le volvía a poner los pies sobre la tierra.


 Conrad se sentía frustrado porque no comprendía por qué le ocurría eso. Cuando él iba al parque con sus amigos y veía jovencitas de muy buen ver, su cuerpo reaccionaba y se sentía atraído por ellas. Tenía que reconocer que su cuerpo ya no era el de un joven de 20 años, pero tampoco estaba al borde de la muerte y se sentía joven todavía gracias al deporte que practicaba.


 Dándose una ducha y poniéndose ropa elegante, Conrad fue hacia el salón para avisar a Linda de que tenía pensado darse una vuelta.
- Pues que te vaya bien,-le dijo Linda mientras reía a carcajada limpia sin despegar la mirada de la televisión de plasma-.


 Yendo a una discoteca que tenía buena fama, Conrad pudo comprobar que era cierto aquello de que decían que las chicas que iban allí eran de lo mejorcito de la ciudad.


 Sin poder despegar la vista de una de aquellas mujeres, Conrad le echó valor y le habló a una de ellas.
- Deberían bajar un poco más las luces de la discoteca, ¿no cree?
- ¿Bajar las luces? ¿Por qué lo dice?
- Porque usted con su belleza ya la ilumina lo suficiente.
- Oh, es usted un adulador de primera. Muchísimas gracias caballero.
- No se dirija a mí como caballero. Me llamo Conrad, señora…
- De señora nada, que no soy tan vieja como aparento.
- ¿Usted vieja? ¿Pero acaso se ha visto al espejo? Es usted el mejor cuerpo de este sitio.
- Muchísimas gracias Conrad. Ay, qué tonta, yo me llamo Fiona, que no te he dicho mi nombre.


 Quedándose un momento en silencio, Conrad y Fiona se miraron a los ojos mientras que todo parecía desaparecer a su alrededor. Rompiendo ese silencio, Fiona le hizo una pregunta.
- ¿Y qué te trae por aquí, Conrad?
- Diversión, distraerme.
- ¿Y dónde te has dejado a la mujer?
- ¿Mujer? ¿Qué mujer?-dijo tapando su anillo de casado-.
- Conrad, no trates de esconder tu anillo ahora. No pasa nada. Por mí todo bien.
- ¿No te importa que esté casado?
- ¿Acaso estamos haciendo algo malo porque dos desconocidos hablen?
- No… De momento.
- Estás hecho un bribón Conrad. Me gustan los hombres arriesgados como tú, a los que les gusta el peligro.
- Pues este peligro se va al baño… Veamos si tú también eres tan arriesgada como los hombres que te gustan.


 Yéndose al baño, Corad se bajó los pantalones y comenzó a intentar animar a su miembro sin mucho éxito. No estaba flácida como siempre pero tampoco se encontraba en su máximo esplendor justo cuando una sombra se cernió sobre la ventanilla del aseo.
- No te preocupes Conrad,-dijo Fiona abriendo la puerta-. Soy una experta en reavivar cosas…,-comentó agachándose frente a él-.


 Y sin pensárselo dos veces, Fiona se arrodilló frente a Conrad y metió su flácido miembro en la boca mientras que jugaba con él con su lengua y sus labios, mirando fijamente a los ojos a su viejo amante de vez en cuando.
- Esto es… Increíble,-dijo Conrad notando cómo su miembro se endurecía sin necesidad de pastillas-.
- Te lo dije, soy una experta.


 Levantándose completamente animado, colocó a Fiona frente al sanitario y, separándole un poco las piernas, se llevó una mano a su boca para echar saliva en ella y luego ponerla en la vagina justo antes de penetrarla duramente.
- Despacio Conrad, no hay prisa ninguna.
- No quiero que se me baje.
- Tranquilo,-dijo ella comenzando a mover sus caderas en círculos-, eso no va a pasar…


CONTINUARÁ…

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