La esposa de la familia, Linda, estaba preparando el desayuno
mientras esperaba a que su marido llegase de comprar el pan y el
periódico como siempre hacía. Tras muchos pretendientes, peticiones
y proposiciones indecentes, Linda se decantó por el que era su
marido en ese momento. Tal vez no fuera el más guapo de todos los
que le habían propuesto matrimonio, pero sabía que era especial.
Llegando su marido a casa, vio cómo a Linda todavía le costaba
desenvolverse en la cocina y sonrió levemente sabiendo que, aunque
no fuera demasiado cocinillas, era la mujer de su vida.
Conrad era un tipo apuesto y que había tenido bastante éxito en el
ambiente femenino, ya que muchas mujeres se lo disputaban. Sin
embargo, en cuanto conoció a Linda, dejó de tener ojos para otras
mujeres y sólo se enfocaba en ella, dándole regalos, haciéndole
sorpresas, invitándola a salir, siendo detallista… Hasta que
consiguió que se casase con él.
Saludándola, Linda dejó la faena y fue a abrazar a Conrad.
-
Qué bien que estés aquí, Conrad.
-
Linda, si me he ido sólo 15 minutos.
- A
mí me ha parecido una eternidad… ¿Has comprado el pan?
-
Sí, lo he dejado en el comedor. ¿Te he pillado haciendo el
desayuno?
-
Sí, estaba pensando hacer unos huevos revueltos.
Dejando de abrazar a su esposa, Conrad se puso a terminar de preparar
el desayuno.
-
Deja que te ayude,-dijo Conrad-.
-
No, ya estaba haciéndolo yo.
- De
verdad, que no pasa nada. Ve al comedor y descansa mujer, que yo
ahora iré con el desayuno preparado.
-
Eres un cielo. No sé qué he hecho para merecer una bendición como
tú.
Tras el desayuno y como buen matrimonio recién estrenado, ambos se
fueron al dormitorio conyugal a profesar su amor el uno por el otro.
Ambos se entendían a la perfección y, aunque ninguno fuera un
amante excepcional, entre ellos existía una chispa difícil de
apagar.
Ambos disfrutaban al máximo cada vez que hacían el amor y eso podía
ser hasta dos o tres veces al día. Tanto Linda como Conrad eran muy
fogosos y amaban con locura al otro, por lo que cada uno intentaba
sorprender al otro con algo diferente para darle un toque novedoso al
sexo conyugal, aparte de que tanto uno como otro deseaban tener
hijos.
Despertándose de ese precioso sueño, Conrad se acercó a su esposa
y dio gracias al cielo por ese recuerdo que había tenido mientras
dormía, ya que le había traído a la memoria todas aquellas cosas
que, con el paso de los años, había dejado de hacer por
aburrimiento, cansancio o por pereza.
Ahora tenía una nueva oportunidad de reconquistar a Linda como se
merecía, de hacerla ver que no era ningún machista tirano como le
había hecho creer tantas veces en los últimos años. Era el momento
de quererla, amarla, satisfacerla y darle todo lo que necesitaba.
Tal vez no fuera el mismo joven vital con el que Linda se casó, pero
su espíritu seguía intacto y Conrad se había propuesto que, el
tiempo que le quedase de vida, lo iba a dedicar por y para su mujer,
ya que se merecía lo mejor del mundo.
A todo esto, Sandra había comenzado a trasladarse a la casa de
Nathan, ya que le quedaba poco para el parto de la pequeña Brenda y
quería dejar todo listo para cuando llegase el nacimiento.
Sonando el timbre, la misma Sandra fue a abrir la puerta cuando se
encontró con una mujer a la que no conocía de nada.
-
Hola, ¿qué desea?
-
Eres Sandra, ¿verdad?
-
Sí, ¿usted quién es?
Después de que todo el plan de Fiona se fuera al traste por culpa de
Nathan y de su empeño en hablar con Emma, se había propuesto
desenmascararlo y, de esa forma, cobrarse su venganza.
-
Soy Fiona, una… conocida de Nathan.
-
Ah, ¿le digo que ha venido? Creo que está trabajando.
-
No, con quien quiero hablar es contigo. ¿Podemos subir y hablar en
privado?
Subiendo al dormitorio de Nathan, ambas se sentaron en un pequeño
sofá que había allí.
-
Bueno, usted dirá,-dijo Sandra-.
-
Por favor, llámame Fiona.
-
Está bien. ¿Para qué querías hablar conmigo?
-
Nathan no es quien realmente como te hace ver que es. Es un falso, un
mujeriego y no conoce la palabra fidelidad.
-
¿Por qué dices eso?
-
Sandra, porque llevo acostándome con él desde hace años.
-
Querrás decir llevabas, ¿no?
- No
corazón, lo he dicho en el tiempo correcto: llevo, en el presente de
indicativo.
Entristeciendo su expresión, Sandra comenzó a sollozar.
- Y…
¿por qué me cuentas esto ahora Fiona?
-
Porque me he cansado de ese indeseable. Él y yo teníamos una
relación ocasional, nos veíamos de vez en cuando para follar y
luego cada uno seguía su vida. Después me comentó que comenzó a
acostarse contigo y que surgió una especie de relación entre
vosotros y, para rematar, a la vez que con nosotras dos tuvo una
fugaz relación con Emma, una antigua empleada de su negocio.
-
¿Me estás diciendo que ese hijo de puta ha estado con tres chicas a
la vez?
- Y
eso no es todo, sino que hace poco se acostó conmigo para sonsacarme
información acerca del paradero de Emma porque quería hablar con
ella, ya que esta chica descubrió lo vuestro y ese fue el motivo por
el que se largó.
Ambas mujeres siguieron hablando y, cuando todo estuvo dicho, Fiona y
Sandra se despidieron dándose un abrazo y, conociéndose el camino
de salida, Fiona bajó las escaleras sintiéndose orgullosa de lo que
había hecho justo cuando Nathan salió de la sala donde trabajaba.
-
Fiona, ¿qué…? ¿Qué haces aquí?
Sin contestarle, Fiona le mandó un beso guiñándole el ojo y
saliendo de la casa con una gran sonrisa.
-
¿Qué has hecho Fiona?-siguió preguntando Nathan-.
Pocos segundos después, un gran grito de Sandra hizo que Mao y Jim
se levantasen al instante de sus sillas.
-
¡¡¡NATHANIEL TAYLOR!!!-chilló Sandra desde el piso superior-.
¡Sube AHORA MISMO!
Escuchando ruido en la casa de Emma, Barry se acercó cuando el ruido
cesó y se encontró a Emma en la puerta.
-
¿Ese que se acaba de ir era el cerrajero?-preguntó Barry-.
-
Sí, me acaba de poner una cerradura nueva y me ha dado dos copias de
la llave.
Acercándose a Emma, ésta le dio las gracias.
-
Todavía no te he agradecido lo suficiente el detalle que tuviste
conmigo dejándome quedarme en tu casa cuando ese… estúpido de
Nathan vino aquí.
- No
hay de qué. Para mí no fue ningún problema.
-
Por eso quiero darte la otra copia de la llave, para que puedas
entrar aquí siempre que quieras. A partir de ahora mi casa es tu
casa también. Por eso,-añadió Emma sin dejar hablar a Barry-, tú
te vas a venir ahora a mi casa porque te vas a quedar a comer. Y no,
no es una invitación, es un deber para con tu vecina y amiga.
Sonriendo, Barry alzó su mano a modo de saludo militar.
- A
sus órdenes mi comandante.
-
Menos cachondeo y pasa anda, que yo ya voy teniendo hambre.
Tras haberle preguntado a Emma si necesitaba ayuda y ella negarse,
Barry se sentó y comenzó a hablar con su nueva amiga.
- Y
bueno, ¿a qué te dedicas?
-
Ahora mismo no tengo oficio ni beneficio. Estoy buscando trabajo pero
de momento no ha habido suerte.
-
¿Qué fue lo que estudiaste?
-
Marketing, aunque ahora mismo me daría igual trabajar de lo que
fuera. ¿Y tú estás trabajando?
-
No, pero podría hacerlo en cualquier momento si quisiera.
-
Joder, qué suerte la tuya.
- No
te creas. Me gusta mi trabajo pero es… complicado.
-
¿Pero qué eres? ¿Una especie de actor porno o algo así?
-
Jajajajaja no. Gané el torneo de un videojuego online para
ordenadores y me dedicaba a hacer directos mientras jugaba y ganaba
dinero por ello, lo que pasa es que comencé a tener fama y los
periodistas empezaron a acosarme y… tuve problemas con ellos.
Cuando la comida estaba lista, ambos se pusieron a almorzar.
- Te
ha salido de rechupete Emma, mi más sincera enhorabuena.
-
Muchas gracias Barry. No es que sea muy cocinillas pero también me
he pasado mucho tiempo cuidando de mi padre cuando él…
-
¿Cuando él qué?
-
Vivía. Es que me cuesta decirlo porque todavía no me creo que haya
muerto.
Quedándose un momento pensativa, Emma hizo un comentario en voz
alta.
- Se
me ha venido a la cabeza Nathan ahora y estaba pensando en si he sido
demasiado dura con él.
-
¿Demasiado dura?
-
Sí, me vengo a referir a no querer hablar con él, a no escucharle,
¿sabes?
Sonriendo mientras negaba con la cabeza, Barry le contestó a su
vecina.
-
Emma, perdona que te lo diga pero de buena eres tonta. Ese tío es un
aprovechado y mientras estaba contigo se estaba acostando con otras
dos más, que una ya lo sabía y le daba igual, pero Fiona es como
es. Sin embargo la otra muchacha está como tú en su momento, no
tiene ni idea de nada y lo peor es que ella está esperando un bebé
de ese tío. ¿Y tú todavía piensas que fuiste dura con él?
Terminando de comer, Barry se levantó rápidamente y recogió su
plato justo cuando Emma también se levantó.
-
Eh, nada de lavar los platos, señorita,-dijo Barry recogiendo el
plato de Emma-. Tú me has invitado a comer y yo te lo agradezco
fregando los platos y cubiertos.
- En
serio, que no hace falta Barry. Lo hago en un santiamén.
- Es
mi última palabra Emma. Ve a sentarte, venga.
Sonriendo un poco avergonzada, Emma hizo caso a Barry y se sentó en
el sofá mientras miraba a su vecino fregar. En ese momento se dio
cuenta de que ese chico valía mucho, que era bastante detallista y
de que, por qué no decirlo, era muy
guapo.
Terminando con bastante agilidad, Barry se volvió a Emma, quien se
levantó del sofá y le hizo una pregunta a su vecino.
-
¿Qué te apetece hacer ahora?
- No
sé, no se me había ocurrido nada en especial.
-
¿Qué te parece una peli? Creo que echan una muy buena en...-comenzó
a decir Emma justo cuando le sonó el teléfono-. Uy, me llaman, un
momento Barry.
Mirando el teléfono, Emma frunció el ceño y antes de contestar,
miró a Barry y le dijo quién era.
- Es
mi ex, ¿qué querrá ahora?-le dijo mirando a Barry pero haciendo
más un comentario en voz alta-. ¡Hola!-contestó Emma-. Me ha
sorprendido tu llamada, ¿qué pasa?-comenzó a decir mientras que
Barry suspiraba mirando al cielo-.
CONTINUARÁ…
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