sábado, 28 de marzo de 2020

Capítulo 13 || Líos

Era una mañana de domingo como otra cualquiera, en un pueblo apartado de la creciente ciudad que se alzaba a unos cuantos kilómetros, cuando un recién estrenado matrimonio comenzaba a compartir sus vidas juntos.


 La esposa de la familia, Linda, estaba preparando el desayuno mientras esperaba a que su marido llegase de comprar el pan y el periódico como siempre hacía. Tras muchos pretendientes, peticiones y proposiciones indecentes, Linda se decantó por el que era su marido en ese momento. Tal vez no fuera el más guapo de todos los que le habían propuesto matrimonio, pero sabía que era especial.


 Llegando su marido a casa, vio cómo a Linda todavía le costaba desenvolverse en la cocina y sonrió levemente sabiendo que, aunque no fuera demasiado cocinillas, era la mujer de su vida.


 Conrad era un tipo apuesto y que había tenido bastante éxito en el ambiente femenino, ya que muchas mujeres se lo disputaban. Sin embargo, en cuanto conoció a Linda, dejó de tener ojos para otras mujeres y sólo se enfocaba en ella, dándole regalos, haciéndole sorpresas, invitándola a salir, siendo detallista… Hasta que consiguió que se casase con él.


 Saludándola, Linda dejó la faena y fue a abrazar a Conrad.
- Qué bien que estés aquí, Conrad.
- Linda, si me he ido sólo 15 minutos.
- A mí me ha parecido una eternidad… ¿Has comprado el pan?
- Sí, lo he dejado en el comedor. ¿Te he pillado haciendo el desayuno?
- Sí, estaba pensando hacer unos huevos revueltos.


 Dejando de abrazar a su esposa, Conrad se puso a terminar de preparar el desayuno.
- Deja que te ayude,-dijo Conrad-.
- No, ya estaba haciéndolo yo.
- De verdad, que no pasa nada. Ve al comedor y descansa mujer, que yo ahora iré con el desayuno preparado.
- Eres un cielo. No sé qué he hecho para merecer una bendición como tú.


 Tras el desayuno y como buen matrimonio recién estrenado, ambos se fueron al dormitorio conyugal a profesar su amor el uno por el otro. Ambos se entendían a la perfección y, aunque ninguno fuera un amante excepcional, entre ellos existía una chispa difícil de apagar.


 Ambos disfrutaban al máximo cada vez que hacían el amor y eso podía ser hasta dos o tres veces al día. Tanto Linda como Conrad eran muy fogosos y amaban con locura al otro, por lo que cada uno intentaba sorprender al otro con algo diferente para darle un toque novedoso al sexo conyugal, aparte de que tanto uno como otro deseaban tener hijos.


 Despertándose de ese precioso sueño, Conrad se acercó a su esposa y dio gracias al cielo por ese recuerdo que había tenido mientras dormía, ya que le había traído a la memoria todas aquellas cosas que, con el paso de los años, había dejado de hacer por aburrimiento, cansancio o por pereza.


 Ahora tenía una nueva oportunidad de reconquistar a Linda como se merecía, de hacerla ver que no era ningún machista tirano como le había hecho creer tantas veces en los últimos años. Era el momento de quererla, amarla, satisfacerla y darle todo lo que necesitaba.


 Tal vez no fuera el mismo joven vital con el que Linda se casó, pero su espíritu seguía intacto y Conrad se había propuesto que, el tiempo que le quedase de vida, lo iba a dedicar por y para su mujer, ya que se merecía lo mejor del mundo.


 A todo esto, Sandra había comenzado a trasladarse a la casa de Nathan, ya que le quedaba poco para el parto de la pequeña Brenda y quería dejar todo listo para cuando llegase el nacimiento.


 Sonando el timbre, la misma Sandra fue a abrir la puerta cuando se encontró con una mujer a la que no conocía de nada.
- Hola, ¿qué desea?
- Eres Sandra, ¿verdad?
- Sí, ¿usted quién es?


 Después de que todo el plan de Fiona se fuera al traste por culpa de Nathan y de su empeño en hablar con Emma, se había propuesto desenmascararlo y, de esa forma, cobrarse su venganza.
- Soy Fiona, una… conocida de Nathan.
- Ah, ¿le digo que ha venido? Creo que está trabajando.
- No, con quien quiero hablar es contigo. ¿Podemos subir y hablar en privado?


 Subiendo al dormitorio de Nathan, ambas se sentaron en un pequeño sofá que había allí.
- Bueno, usted dirá,-dijo Sandra-.
- Por favor, llámame Fiona.
- Está bien. ¿Para qué querías hablar conmigo?
- Nathan no es quien realmente como te hace ver que es. Es un falso, un mujeriego y no conoce la palabra fidelidad.
- ¿Por qué dices eso?
- Sandra, porque llevo acostándome con él desde hace años.
- Querrás decir llevabas, ¿no?
- No corazón, lo he dicho en el tiempo correcto: llevo, en el presente de indicativo.


 Entristeciendo su expresión, Sandra comenzó a sollozar.
- Y… ¿por qué me cuentas esto ahora Fiona?
- Porque me he cansado de ese indeseable. Él y yo teníamos una relación ocasional, nos veíamos de vez en cuando para follar y luego cada uno seguía su vida. Después me comentó que comenzó a acostarse contigo y que surgió una especie de relación entre vosotros y, para rematar, a la vez que con nosotras dos tuvo una fugaz relación con Emma, una antigua empleada de su negocio.
- ¿Me estás diciendo que ese hijo de puta ha estado con tres chicas a la vez?
- Y eso no es todo, sino que hace poco se acostó conmigo para sonsacarme información acerca del paradero de Emma porque quería hablar con ella, ya que esta chica descubrió lo vuestro y ese fue el motivo por el que se largó.


 Ambas mujeres siguieron hablando y, cuando todo estuvo dicho, Fiona y Sandra se despidieron dándose un abrazo y, conociéndose el camino de salida, Fiona bajó las escaleras sintiéndose orgullosa de lo que había hecho justo cuando Nathan salió de la sala donde trabajaba.
- Fiona, ¿qué…? ¿Qué haces aquí?


 Sin contestarle, Fiona le mandó un beso guiñándole el ojo y saliendo de la casa con una gran sonrisa.
- ¿Qué has hecho Fiona?-siguió preguntando Nathan-.


 Pocos segundos después, un gran grito de Sandra hizo que Mao y Jim se levantasen al instante de sus sillas.
- ¡¡¡NATHANIEL TAYLOR!!!-chilló Sandra desde el piso superior-. ¡Sube AHORA MISMO!


 Escuchando ruido en la casa de Emma, Barry se acercó cuando el ruido cesó y se encontró a Emma en la puerta.
- ¿Ese que se acaba de ir era el cerrajero?-preguntó Barry-.
- Sí, me acaba de poner una cerradura nueva y me ha dado dos copias de la llave.


 Acercándose a Emma, ésta le dio las gracias.
- Todavía no te he agradecido lo suficiente el detalle que tuviste conmigo dejándome quedarme en tu casa cuando ese… estúpido de Nathan vino aquí.
- No hay de qué. Para mí no fue ningún problema.
- Por eso quiero darte la otra copia de la llave, para que puedas entrar aquí siempre que quieras. A partir de ahora mi casa es tu casa también. Por eso,-añadió Emma sin dejar hablar a Barry-, tú te vas a venir ahora a mi casa porque te vas a quedar a comer. Y no, no es una invitación, es un deber para con tu vecina y amiga.


 Sonriendo, Barry alzó su mano a modo de saludo militar.
- A sus órdenes mi comandante.
- Menos cachondeo y pasa anda, que yo ya voy teniendo hambre.


 Tras haberle preguntado a Emma si necesitaba ayuda y ella negarse, Barry se sentó y comenzó a hablar con su nueva amiga.
- Y bueno, ¿a qué te dedicas?
- Ahora mismo no tengo oficio ni beneficio. Estoy buscando trabajo pero de momento no ha habido suerte.
- ¿Qué fue lo que estudiaste?
- Marketing, aunque ahora mismo me daría igual trabajar de lo que fuera. ¿Y tú estás trabajando?
- No, pero podría hacerlo en cualquier momento si quisiera.
- Joder, qué suerte la tuya.
- No te creas. Me gusta mi trabajo pero es… complicado.
- ¿Pero qué eres? ¿Una especie de actor porno o algo así?
- Jajajajaja no. Gané el torneo de un videojuego online para ordenadores y me dedicaba a hacer directos mientras jugaba y ganaba dinero por ello, lo que pasa es que comencé a tener fama y los periodistas empezaron a acosarme y… tuve problemas con ellos.


 Cuando la comida estaba lista, ambos se pusieron a almorzar.
- Te ha salido de rechupete Emma, mi más sincera enhorabuena.
- Muchas gracias Barry. No es que sea muy cocinillas pero también me he pasado mucho tiempo cuidando de mi padre cuando él…
- ¿Cuando él qué?
- Vivía. Es que me cuesta decirlo porque todavía no me creo que haya muerto.


 Quedándose un momento pensativa, Emma hizo un comentario en voz alta.
- Se me ha venido a la cabeza Nathan ahora y estaba pensando en si he sido demasiado dura con él.
- ¿Demasiado dura?
- Sí, me vengo a referir a no querer hablar con él, a no escucharle, ¿sabes?


 Sonriendo mientras negaba con la cabeza, Barry le contestó a su vecina.
- Emma, perdona que te lo diga pero de buena eres tonta. Ese tío es un aprovechado y mientras estaba contigo se estaba acostando con otras dos más, que una ya lo sabía y le daba igual, pero Fiona es como es. Sin embargo la otra muchacha está como tú en su momento, no tiene ni idea de nada y lo peor es que ella está esperando un bebé de ese tío. ¿Y tú todavía piensas que fuiste dura con él?


 Terminando de comer, Barry se levantó rápidamente y recogió su plato justo cuando Emma también se levantó.
- Eh, nada de lavar los platos, señorita,-dijo Barry recogiendo el plato de Emma-. Tú me has invitado a comer y yo te lo agradezco fregando los platos y cubiertos.
- En serio, que no hace falta Barry. Lo hago en un santiamén.
- Es mi última palabra Emma. Ve a sentarte, venga.


 Sonriendo un poco avergonzada, Emma hizo caso a Barry y se sentó en el sofá mientras miraba a su vecino fregar. En ese momento se dio cuenta de que ese chico valía mucho, que era bastante detallista y de que, por qué no decirlo, era muy guapo.


 Terminando con bastante agilidad, Barry se volvió a Emma, quien se levantó del sofá y le hizo una pregunta a su vecino.
- ¿Qué te apetece hacer ahora?
- No sé, no se me había ocurrido nada en especial.
- ¿Qué te parece una peli? Creo que echan una muy buena en...-comenzó a decir Emma justo cuando le sonó el teléfono-. Uy, me llaman, un momento Barry.


 Mirando el teléfono, Emma frunció el ceño y antes de contestar, miró a Barry y le dijo quién era.
- Es mi ex, ¿qué querrá ahora?-le dijo mirando a Barry pero haciendo más un comentario en voz alta-. ¡Hola!-contestó Emma-. Me ha sorprendido tu llamada, ¿qué pasa?-comenzó a decir mientras que Barry suspiraba mirando al cielo-.


CONTINUARÁ…

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