- ¡Eres un hijo de puta! ¿Te crees que hablando conmigo te voy a
perdonar por haberme puesto los cuernos con dos tías? No una, sino
¡dos tías a la vez! Eres un cerdo asqueroso Nathan, ¡te odio!
- Pero escúchame Emma, lo que surgió entre nosotros fue inesperado
y te juro que quería dejarlo con Sandra, pero ya sabes cómo son las
chicas de 18 años y no sabía aceptar un no por respuesta.
- ¡¿Y qué me dices de la otra?! ¿Fiona era? Sí, Fiona. ¿Con
ella tampoco te acostabas?
Entrando en ese momento en la casa, Barry agarró del jersey a Nathan
y tiró de él para atrás justo en el momento cuando Emma le estaba
diciendo a Nathan lo de Fiona.
- ¿Qué coño está pasando aquí?
- Nada-contestó Nathan soltándose de Barry y colocándose bien la
ropa-.
Colocándose frente a Emma, Barry comenzó a enfrentarse a Nathan.
- Me temo que esos gritos dicen lo contrario. ¿Quién cojones es
usted y por qué está gritando Emma?
- Este hijo de puta es mi ex y no sabe captar que NO QUIERO VOLVER A
VERLO EN SU VIDA,-dijo Emma alzando la voz de nuevo-.
- Venga, váyase ahora mismo,-le recomendó Barry a Nathan, quien
seguía quieto en su sitio-.
- He dicho que me va a escuchar esta vez sí o sí y me da igual
quién se ponga en mi camino.
- Pero resulta que tanto a mí ni a Emma no nos da igual así que si
no se va tendré que echarle a patadas de aquí.
- Emma,-dijo Nathan ignorando a Barry-, Fiona es sólo una fulana y
Sandra una niñata que se encaprichó de mí y yo no soy de piedra,
me sedujeron y caí. Sé que no te merecías lo que te hice
pero…-llegó a decir Nathan justo antes de recibir un fuerte
empujón de Barry que casi lo tira al suelo-.
Dándose media vuelta, Nathan le echó una terrible miraba a Barry
justo antes de irse.
- Y más te vale que no te vea merodear por aquí o la próxima vez
no tendrás tanta suerte,-dijo Barry ante el silencio de Nathan-.
Barry no sabía de qué iba el tema, pero lo único de lo que se
había enterado era de que ese tío era un ex-novio de su vecina y de
que había escuchado el nombre de Fiona en la conversación. Tal vez
se tratase de otra Fiona pero dado que no era un nombre muy común…
Volviendo a la casa tras cerciorarse de que Nathan se había
marchado, Barry miró la puerta y supo que habría que llamar al
casero.
- Esa puerta no cierra, así que habrá que decírselo al casero.
- Gracias por… venir en mi ayuda.
- No hay de qué Emma. Me asusté al escuchar ese grito tan fuerte
llamándome. ¿Te ha hecho algo?
- No, ni siquiera me ha llegado a tocar pero es que… Oh, sólo de
recordarlo me dan ganas de vomitar.
Sin atreverse demasiado, Barry seguía teniendo en mente que el
nombre de Fiona se había nombrado y la curiosidad le podía.
- Si no es mucho preguntar… ¿Qué pasó para que esto haya
sucedido?
- Ese hijo de su madre, porque no tiene otro nombre, me contrató
para una empresa que había montado él con tres amigos y pues nos
caímos muy bien y me sedujo. Comenzamos a salir y todo iba muy bien
hasta que la cosa comenzó a cambiar. Se mostraba frío e indiferente
conmigo, me ignoraba…
Barry estaba escuchando la historia atentamente y ya, sin haberlo
escuchado, se imaginaba que saldría la palabra cuernos por algún
lado.
- Un día pillé discutiendo a Nathan con uno de sus amigos y lo
pillé diciéndole a su amigo que ni se le ocurriera mencionar a
Sandra o a Fiona en ningún momento. Bueno, como si conocieses a
alguna de ellas. Total que un día fui a la casa de Nathan para
hablar con él y lo pillo con la tal Sandra diciéndole que está
embarazada y él le coge y le dice que qué estupendo todo y que se
queda con ella.
- Joder… Entonces, ¿ese que se acaba de ir empezó a salir contigo
estando con esa tal Sandra?
- Eso parece. Lo que no sé es si la otra también se la estaba
follando o no.
- Fiona, ¿cierto?
- Exacto, esa misma.
- Es que verás… Mis padres acaban de separarse y desde hace poco
mi padre está saliendo con una tía que justamente se llama Fiona.
No sé si será la casualidad de que las dos mujeres se llamen igual,
pero no es que sea un nombre muy común como María, Lola o alguno de
esos.
Acordándose de algo, Barry le hizo una pregunta a Emma.
- ¿Tú le dijiste a él o a alguien de su círculo dónde estabas?
- No, esa es la cosa, que no sé cómo cojones me ha podido descubrir
porque los únicos que lo saben son mis hermanos y ninguno de ellos
se habla con Nathan.
- A ver, te podrá sonar muy descabellado pero creo que tu Fiona y la
mía son la misma mujer.
- ¿Estás seguro?
- ¿Te acuerdas de la mujer que vino no hace mucho y que me estaba
buscando y llamó aquí primero?
- Sí, por supuesto.
- ¡Esa es Fiona! ¿Y si ella no sabía que tú vivías aquí y por
casualidad lo descubrió y se lo dijo a tu ex?
En ese momento, Emma se llevó las manos a la boca. Todo lo que Barry
le había dicho le cuadraba perfectamente.
- Claro, ahora me explico que Nathan sepa donde vivo y que ninguno de
los que conocemos se lo haya dicho. O sea, que esa zorra que vino el
otro día es Fiona…
- ¿Tú no la conocías?
- En persona no. A quién he visto es a esa Sandra, la que está
embarazada de mi ex, vaya. Que me imagino que esa es otra que no
tendrá ni idea de lo que hace su querido y amado Nathan.
- Y quien tampoco sabe nada de esto es mi padre.
- ¿Tu padre?-preguntó extrañada Emma-.
- Si es cierto todo lo que hemos dicho, que eso parece porque todo
concuerda, Fiona se estaba acostando con Nathan cuando conoció a mi
padre y se encaprichó de él, así que puede ser que durante todo
este tiempo haya estado jugando a dos bandas con mi padre y con tu
ex.
Quedándose un momento en silencio, a Barry le cuadraban todas las
piezas del rompecabezas.
- Puede ser, yo eso ya no lo sé Barry…-le dijo Emma con voz
calmada-.
- Tengo que hablar con mi padre y tengo que hacerlo ya,-dijo
comenzando a iniciar el rumbo hacia su casa-.
- Siento todos los problemas que he podido causar…
- Tú no tienes culpa de nada Emma, es más, te lo agradezco si todo
esto ayuda a esclarecer el tema. Otra cosa… Como tu puerta no
cierra, quédate en mi casa hasta que venga un cerrajero y te arregle
el destrozo que ha hecho tu ex.
- ¿Me lo dices en serio?
- Claro, al fin y al cabo nuestros apartamentos son iguales. No creo
que te vayas a perder. Eso sí, no se te olvide llamar al casero y
decirle que… Han intentado entrar para robar. No le digas que ha
sido un ex tuyo porque puede echarte de aquí.
Tras acomodar a Emma en casa de Barry, éste recogió lo esencial y
se fue a ver a su padre a la casa de Fiona. Durante todo el trayecto,
estuvo cruzando los dedos para que Fiona estuviera presente y pedirle
explicaciones.
- Hola papá, ¿qué tal?
- Hijo, qué alegría me diste cuando recibí tu mensaje de que
venías a verme. Pasa, pasa.
Padre e hijo se dieron un fuerte abrazo apenas cruzaron el umbral de
la puerta. Conrad echaba de menos a su hijo y Barry sabía que, si
todo lo que acababa de descubrir era cierto, podría destrozar a su
padre.
Pasando al salón, Conrad le preguntó a su hijo sobre cómo era la
casa y que tenía ganas de verla.
- Creí que vendrías con Fiona cuando se pasó a visitarme hace unos
días, pero me dijo que habías ido a recoger unas cosas en casa de
mamá.
- ¿Que yo qué? Yo no he ido a recoger nada a casa de tu madre,
Barry.
- ¿Cómo que no? Si me lo dijo ella después de que tú me
preguntases por WhatsApp y yo te mandase la dirección de mi casa.
- Barry, te prometo que yo no te he pedido tu dirección en ningún
momento.
- ¿Estás seguro?
- A ver, creo que sí… Puedo estar trascordado pero creo que no te
pregunté eso.
- Entonces ha tenido que ser Fiona la que cogió su móvil y se hizo
pasar por ti.
- ¿Y para qué haría Fiona eso?-preguntó Conrad extrañado-.
Barry entonces comenzó a contarle a su padre lo que había sucedido
ese mismo día en casa de su vecina.
- Cuando escuché que gritaba mi nombre a pleno pulmón, corrí a ver
qué le ocurría y descubrí que un hombre había entrado en su casa
y que decía que quería hablar con ella.
- ¿Y qué pasó? ¿Tuviste que intervenir?
- Le empujé justo cuando le decía a mi vecina que, aunque él le
pusiera los cuernos, Fiona era solamente una fulana y Sandra una
niñata caprichosa o algo así.
- Un momento,-dijo Conrad interviniendo-, ¿has dicho Fiona?
- Sí papá, Fiona.
- Coño, qué coincidencia. Mira que hay pocas mujeres que se llamen
así y justamente tu vecina conoce a una que se llama también Fiona.
- Papá, creo que estamos hablando de la misma mujer
porque...-comenzó a decir antes de ser interrumpido-.
- No, imposible Barry. Debes estar confundido.
- Papá, déjame hablar y explicarte todo, por favor. Te estaba
diciendo que creo que es la misma mujer porque, si te pones a pensar,
¿cómo pudo encontrar mi casa Fiona si no se hubiera hecho pasar por
ti? Y justo cuando llegó, descubrió que mi vecina era la ex-novia
de su amante y con el que se seguía viendo.
Conforme Barry iba hablando, a Conrad se le habría más y más la
boca hasta un punto en el que se la tuvo que tapar porque todo lo que
su hijo iba relatando cobraba cada vez más sentido.
- ¿No ves que todo cuadra, papá? Lo que no sé es el motivo por el
que vino a verme Fiona.
- Creo...-dijo Conrad con apenas un hilo de voz-, que sé por qué
fue a verte…
- ¿Por qué?-preguntó intrigado-.
- Hace no mucho me comentó que cómo nos íbamos a mantener si ahora
tú ya no te dedicabas a lo que hacías antes y le dije que no había
problema porque había dinero suficiente entre el de ella y el que tú
me habías dado. Y tal vez por ese afán de… ¿tener más dinero?
No sé, se hizo pasar por mí para verte.
- ¿Y que quería sacar de eso? ¿Engatusarme tal vez?
Barry se quedó en completo silencio procesando toda la información
que tenía en su cabeza en ese preciso momento mientras que no le
quitaba ojo a su padre, quien se estaba derrumbando poco a poco.
Conrad se sentía estafado y engañado. Había confiado en una mujer
a la que acababa de conocer porque su matrimonio ya no funcionaba y
es que, si lo pensaba bien, ¿por qué no había ido bien su
matrimonio? No era por culpa del sexo o de sus problemas de
virilidad, sino eran problemas de autoestima por su parte, no por la
de Linda. Tenía que ser sincero consigo mismo y desde que le llegó
la edad de la jubilación, Conrad se había sentido un estorbo en la
casa. Se sentía que no podía aportar nada positivo y por esa razón
se deprimió y la pagó con Barry y con la pobre Linda, quien tenía
que sufrir sus malos gestos y sus malas palabras día sí y día
también. Pero eso no iba a quedar así…
Respirando hondo, Conrad miró con decisión a su hijo y comenzó a
hablar.
- Barry, vamos a hacer varias cosas. Lo primero va a ser recoger mis
cosas y eso lo vas a hacer tú. Te vas a ir al piso de arriba y
entrando en la primera puerta que ves, debajo de la cama está la
maleta. Ya sabes cuáles son mis cosas.
- Vale ¿y qué vas a hacer tú mientras tanto?
- Escribirle una nota tan dura a Fiona que el Apocalipsis va a
parecer un cuento infantil a su lado.
- ¿Y qué haremos cuando recoja tus cosas?
Tras cerciorarse bien de que no se dejaban nada en casa de Fiona,
Conrad le dejó la nota sobre la cama y se fue junto con Barry hacia
la casa donde vivía Linda con la esperanza de que, aunque estuvieran
separados, ambos pudieran compartir el mismo techo.
- Quedamos en eso papá, yo entro primero y tú te quedas fuera
esperando hasta que yo te lo diga, ¿vale?
- Sí, está bien, pero corre. Que me muero de nervios por saber si
puedo volver o no…
- Después de lo mal que se lo has hecho pasar a mamá y mírate,
pareces tú el adolescente con esos nervios. Si te acepta, ten en
cuenta que no te la mereces de lo buena que es.
- Lo sé hijo…
Entrando en la casa, Barry fue hacia el salón y allí se encontró a
su madre como siempre salvo en un par de diferencias: la tele estaba
apagada y ella tenía una expresión seria justo antes de percatarse
de la presencia de su hijo.
Levantándose de un salto, Linda corrió a abrazar a Barry.
- ¡Qué sorpresa más buena me da verte aquí! ¿Cómo te ha dado
por visitar a tu anciana madre?
- Anda ya, anciana dice… ¿Qué ocurre? ¿Tiene que haber un motivo
para verte? ¿No puede ser que te echo de menos?
Separándose, Linda miró los ojos de su hijo y, como leyéndole el
pensamiento, comenzó a hablar.
- Barry, ¿qué pasa? Esa mirada tuya…
- Es papá. Acabo de hablar con él y no está pasando por un buen
momento y me da pena.
- ¿Le ha pasado algo malo?
- Tranquila que no es nada respecto a la salud, sino relacionado con
el tema amoroso.
- ¿A él también le han dado puerta como a mí?
- ¿A ti? ¿Qué ha pasado mamá?
Agachando la cabeza y suspirando, Linda contestó a su hijo.
- Las cosas entre Halil y yo iban bien hasta que el otro día me
mandó un mensaje diciéndome que conmigo se lo pasaba bien pero que
no quería nada más que eso. Se había agobiado conmigo porque yo le
resultaba como muy protectora y se sentía más como un hijo que como
un amante. Será que como toda mi vida me he estado ocupando de ti y
de tu padre me sale solo…
- Lo siento mucho mamá. No tenía ni idea.
- No lo sientas hijo. Esto que ha sucedido ha hecho que me dé cuenta
de que, por mucho que tu padre me haga de sufrir, es el amor de mi
vida. Llevamos 31 años juntos y, aunque hemos tenido siempre
nuestros más y nuestros menos, lo hemos sabido arreglar hasta ahora.
Y me duele no tenerlo a mi lado porque, si te soy sincera, cuando me
despertaba y no lo veía junto a mí me sentía abandonada. Pero no
se lo digas a tu padre porque como se entere se va a llenar de viento
y va a estar recordándomelo toda la vida.
- Sí jajaja,-contestó Barry-. Parece que lo estoy escuchando ahora
mismo decir: “¿Ves como sin mí no puedes vivir?”
Lo que Linda no sabía era que Conrad estaba en la entrada y había
escuchado absolutamente todo. Secándose la lágrima que había
salido al escuchar hablar a Linda, respiró hondo e inició el paso.
Quedándose justo en el umbral de la entrada del salón, Conrad miró
a Linda mientras que ésta se llevaba las manos a la cabeza.
- ¡Conrad! ¿Qué haces aquí? ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
- Por lo visto no el que siempre has necesitado, cariño mío.
- Barry, ¿tú sabías que tu padre… estaba ahí?
- ¡Sorpresa!
Dirigiéndose a Linda, Conrad pasó junto a su hijo y, mirándolo, le
guiñó un ojo a modo de agradecimiento mientras que Barry le ponía
la mano en el hombro.
Agarrándola suavemente de la cintura, Conrad besó a Linda justo
cuando sintió cómo las manos femeninas se posaban tras su nuca para
acercarlo más a él.
- Siento mucho todo lo que has tenido que sufrir por mi culpa
últimamente Linda. He sido un egoísta y te pido perdón. Sé que no
te merezco, pero te prometo que los días que me queden de vida los
utilizaré para devolverte todo el amor que me has dado.
Dejando a sus padres solos, Barry se marchó de casa con una sonrisa
en la cara y sintiendo que, aquella vez, esa reconciliación y las
palabras de su padre eran verdaderas. Tal vez esas malas situaciones
le habían hecho darse cuenta de que era rico mucho antes de que
Barry ganase el torneo.
Sin embargo, quien no estaba tan feliz era Fiona, quien acababa de
leer la nota que le había dejado Conrad. Todo su plan se había ido
al garete y el culpable tenía nombre y apellidos: Nathan Taylor.
- Me las vas a pagar, maldito hijo de puta…
CONTINUARÁ…
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