miércoles, 11 de marzo de 2020

Capítulo 5 || Líos

Al cabo de unos días, Jim pudo contactar con Emma y preguntarle dónde demonios se había metido. Ella, en lugar de contárselo por teléfono, lo invitó a su casa.
Entrando en ella, comenzó a hablar con Bob mientras esperaba a Emma.
- ¿Qué tal te va todo Jim? Mucho tiempo sin vernos…
- Cierto, desde que estuve saliendo con tu hermana no he vuelto a esta casa. Pues irme me va bien, el trabajo va prosperando y creemos que tenemos un producto revolucionario entre manos que verá la luz dentro de poco. ¿Y a ti cómo te va Bob?


 Sonriendo, Bob comenzó a contestar a la pregunta de Jim.
- Bien, la verdad es que estoy muy contento en el cuerpo de la policía y mis compañeros me respetan como profesional aunque, si te digo la verdad, corre el rumor de que mi superior está planteándose jubilarse y todos dicen que el más indicado para el puesto sería yo.
- Vaya, enhorabuena Bob.
- Todavía no tengo ese puesto, es sólo un rumor, pero no te voy a negar que me gustaría que fuese cierto.


 Interrumpiendo la conversación, Emma hizo acto de presencia en el salón.
- Hola Jim.
- Muy buenas Emma. ¿Dónde te metías? Estuvimos a punto de poner tu foto en los cartones de leche, ¿va todo bien?
- Yo mejor os dejo solos,-dijo Bob levantándose de su asiento-.


 Tomando asiento en la otra punta del sofá, Emma siguió conversando con Jim.
- Sí, todo está bien.
- ¿Y entonces por qué no me has dado dos besos como siempre y te has sentado lejos como si te fuera a morder?
- No, por nada…


 Jim conocía perfectamente a Emma y sabía que ocultaba algo y que debía ser muy gordo para que su actitud hacia él, quien no le había hecho nada, fuera de esa forma.


 Sonriendo como si no pasara nada, Jim se acercó a Emma mientras hablaba.
- Entonces, si no te pasa nada como dices tú, no te importará que me acerque, ¿verdad?
- No…
- Y dado que no te ha pasado nada, seguramente no habrás salido de casa estos días al igual que tampoco nos has contestado a los mensajes ni a las llamadas de Mao, Nathan o las mías, ¿me equivoco?


 Poniendo cara de fastidio, Emma contestó a Jim.
- Jim Durant, ¿por qué cojones tienes que conocerme tanto?
- Porque eres mi mejor amiga y sé cuándo estás bien y cuándo no. Por eso también sé, por esa misma regla de tres, que a ti te ha pasado algo gordo y que no me lo quieres contar, aunque tenga una leve sospecha.
- ¿Y qué crees que me pasa?
- Has descubierto algo que no te ha gustado nada de Nathan, te has decepcionado y te has dado cuenta de que tenía razón cuando me acusaste de que tenía celos.
- Jim…
- Es más,-dijo añadiendo él-, te podría decir incluso que lo que has descubierto tiene nombre y apellidos y comienza por Sandra y termina por Vivancos.
- ¡¿Tú sabías que me ponía los cuernos con esa zorra?!


 Ante ese grito, Jim retrocedió unos centímetros en el sofá y prosiguió la conversación.
- Yo sabía que cuando te conoció, se estaba viendo con Sandra, pero lo que no sabía era si iba en serio con ella. Y se lo dije a él, que qué buscaba contigo y me dijo que no me metiera en sus asuntos, por eso fui a avisarte a ti, pero tampoco me escuchaste y ha pasado lo que tenía que pasar.
- Lo que ha pasado es que ese malnacido la ha dejado embarazada y se va a quedar con ella y a mí me va a mandar a tomar por culo.
- ¿Que Sandra está preñada? ¿Cómo sabes tú eso?
- Lo sé porque el otro día fui a hablar con él y cuando entré, me lo encontré hablando con esa tal Sandra y lo escuché todo.
- Claro, por eso no quisiste saber nada de nosotros ni aparecer por allí…


 La conversación continuaba en su interior mientras que Nathan, quien había averiguado la dirección de Emma a través del contrato que le había hecho para trabajar, se personificaba para solucionar y averiguar qué le ocurría a aquella muchacha.


 Abriendo la puerta Lucas, quien ya estaba al corriente de lo sucedido entre su hermana y él, lo saludó con cara de pocos amigos.
- ¿Qué quieres?-dijo Lucas-.
- Buenas noches, soy...-comenzó a decir Nathan antes de ser interrumpido por Lucas-.
- Sé quién eres. Te he hecho una pregunta… ¿Qué es lo que quieres?
- Hablar con Emma, ¿está en casa?
- No está, y aunque lo estuviera no te quiere recibir.
- Pero…
- Ni peros ni peras calvito. Ahora mismo vas a coger tu sucio culo de rata y te vas a pirar de aquí, ¿te queda lo suficientemente claro?


 Sonriendo, a Nathan le sentaron esas palabras como cien patadas en el estómago y comenzó a notar cómo su pulso cardíaco se aceleraba por momentos.
- Escúchame melenas, no sé quién coño eres ni quién te crees que eres para hablarme de esa forma, pero yo me estoy dirigiendo a ti con educación, porque si no voy a tener que ponerme violento y no me apetece ensuciarme la camisa de sangre.
- Para empezar, soy el hermano de tu querida Emma y segundo, me creo quien me da la gana y si te crees que con una amenaza me vas a asustar, es que eres más tonto de lo que yo creía.
- Muy bien, pues dile a tu hermana que salga un momento y pírate de aquí, que esto no va contigo.
- Efectivamente, no eres tonto, eres gilipollas. ¿Cómo te tengo que decir que mi hermana no quiere verte? Que te vayas de aquí y no vuelvas, ¿te queda claro?
- ¡Exijo ver a Emma! ¡EMMA!-comenzó a gritar Nathan a pleno pulmón-.


 Al escuchar el alboroto, Bob salió para averiguar qué ocurría allí cuando se encontró de frente con Nathan y su expresión cambió por completo.
- ¿Qué está pasando Lucas?-preguntó en voz alta a su hermano-.
- ¿Y tú quién eres?-dijo Nathan con un claro nivel elevado de agresividad-.
- Mira chaval, lo primero que vas a hacer va a ser relajarte-propuso Bob-.
- ¡Me pongo como me da la gana! Tú debes ser hermano de pelo-polla de al lado, ¿no? Porque esos aires que os dais tiene que ser de familia.
- Para empezar, te vas a dirigir hacia mí llamándome Sargento Wilson,-dijo Bob enseñándole la placa de policía-, y luego te vas a calmar porque me voy a tener que ver obligado a ponerte las esposas y llevarte a comisaría si sigues formando un escándalo dentro de mi propiedad.


 Nathan se había quedado completamente serio y comenzó a mirar a ambos hombres continuamente justo antes de retomar la palabra.
- Sargento Wilson, ¿podría amablemente avisar a su querida y dulce hermana de que estoy aquí en la puerta? Deseo hablar con ella a solas.
- Pues eso no va a ser posible, caballero. Mi querida y dulce hermana ha dejado claro que no quiere hablar, ni verlo a usted.
- ¡Pero yo quiero hablar con ella!
- Todo en esta vida no se puede conseguir, machote,-dijo Lucas interviniendo en la conversación-.
- ¡Dejadme verla, hijos de puta!-gritó Nathan empujando a ambos hermanos-.


 Abriéndose la puerta en ese preciso instante, la silueta de Robert se dibujó en el marco.
- ¿Qué está pasando aquí?-preguntó Robert-.
- Este caballero exige ver a Emma y se está poniendo demasiado violento papá,-contestó Bob-.
- Dejadme a solas con él,-afirmó categórico el padre de la familia-.
- ¿Estás loco papá?-dijo Lucas-.
- Hacedme caso y volved dentro. Yo entraré en un par de minutos.


 En completo silencio, tanto Lucas como Bob entraron en la casa no sin antes dedicarle una mortal mirada a Nathan quien seguía bastante agitado.
- Antes de nada,-comenzó diciendo Robert-, disculpe a mis hijos. Son muy protectores con su hermana pequeña y no pueden evitarlo. Me llamo Robert y soy el padre de Emma. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?-preguntó con voz calmada-.
- Mi nombre es Nathan Taylor y salgo con su hija.
- Ah, usted es aquel hombre que la contrató para una empresa que había montado por su cuenta, ¿no es así?
- Exacto, soy ese mismo.
- Y también el mismo que lleva más de dos semanas y diría que tres sin hacer caso a mi hija, quien se ha dormido muchas noches llorando sin saber por qué la trataba así.
- Oiga señor, yo sólo quiero...-comenzó a decir antes de ser interrumpido por Robert-.


 En el interior, Bob y Lucas hablaban entre ellos.
- No me gusta nada que papá se haya quedado solo con ese impresentable,-comentaba Bob-.
- Que no se le ocurra hacerle nada porque le falta ciudad para correr y esconderse, es que levanto cada piedra del suelo hasta encontrarlo y hundirlo.
- No se atreverá, ese tipo parece un tío civilizado pese a que antes no lo haya demostrado demasiado.


 Pero Lucas no estaba seguro del todo.
- ¿Tú crees? Porque a mí me parece un capullo redomado. Además, capullo en el más literal de los sentidos.
- Venga Lucas, no te metas con él.
- Eh, es lo mínimo después de lo que le ha hecho a nuestra hermana.
- Bueno, y da gracias a Dios a que no la ha dejado embarazada como a esa otra chica.
- Joder, es que llega a hacerle eso…
- Por suerte Emma nos tiene a nosotros,-dijo Bob-.
- Y a Dean…


 Sonriendo, ambos hermanos se abrazaron orgullosos de ser una familia unida.


 Mientras tanto, en el exterior la conversación entre Nathan y Robert seguía.
- Tiene usted razón, lo admito,-decía Nathan-. He cometido muchos errores con su hija y no debería haber actuado así, pero lo único que le estoy pidiendo es verla un minuto, hablar con ella y no me volverá a ver en su vida.
- Pero le estoy diciendo que no hace falta que la vea porque con su comportamiento previo ha dejado claro sus intenciones para con ella y para con la otra muchacha a la que ha dejado embarazada.
- Aunque sea que se asome a la ventana si quiere, yo le digo lo que tenga que decirle y me voy.
- ¿Y qué le va a decir? ¿Que lo que vio y escuchó entre usted y aquella chica fue mentira? ¿Que la sigue queriendo? ¿Que echa de menos meterla en su cama?
- ¡Señor! ¿Pero qué se cree que soy?


 Comprendiendo el comportamiento que habían tenido sus hijos previamente, Robert comenzó a hablar sin pelos en la lengua.
- ¿Puedo hablarle con sinceridad?
- Adelante,-dijo Nathan-.
- Creo que usted es un aprovechado, que se conoce muy bien y sabe cuáles son sus puntos más fuertes a la hora de encaprichar a las chicas y que, como se estila en la sociedad actual, cree que cuantas más mujeres en su agenda mejor, ¿verdad? Pues déjeme que le diga que eso no es así. Las mujeres no son objetos ni números que sumar en la lista de las personas con las que se ha acostado. Mi hija habrá sido una insensata cayendo en su sucio juego, pero le aseguro que ni yo ni nadie va a volver a permitir que vuelva a pasar. Y le digo más, cuide muy bien de ese bebé que está en camino, porque si tiene usted una niña, tal vez el día de mañana se vea en la misma situación que ahora pero viéndola desde la perspectiva de padre.


 Nathan se quedó completamente en silencio y miró de arriba abajo a Robert justo antes de despedirse y marcharse de allí sin pronunciar ninguna palabra más.


 Al cabo de una hora, Jim se marchó y Emma subió a su dormitorio justo cuando su padre llamó a la puerta.
- Hola hija, ¿puedo entrar?
- Claro papá. ¿Qué ocurre?


 Acercándose a su hija, Robert se sentó junto a ella en la cama justo antes de comenzar a hablar.
- Ha venido Nathan.
- ¿Cómo? ¿Está aquí?-preguntó Emma alterada-.
- No, se fue hace bastante. Ni siquiera cruzó el umbral de la puerta.
- Menos mal… ¿Y qué quería?
- Hablar contigo, o eso decía, porque déjame que te diga que no me creo una pizca lo que me decía.
- Hablar… ¡Ja! Seguro que… Mejor me callo.
- Termina la frase hija, quería meterte en su cama, puedes decirlo libremente.
- Y bueno, ¿cómo se tomó que no le dejases entrar?
- Los primeros que estuvieron con él fueron Lucas y Bob y cuando llegué yo poco faltaba para haberse liado a mamporros.


 Emma estaba completamente sorprendida, ya que nunca se imaginaba que sus hermanos reaccionasen de esa forma con nadie.
- Vaya…
- Hija, ¿puedo darte un consejo?
- El que quieras papá.
- Eres una chica lista que se ha sacado una carrera, que ha recibido una educación en valores por parte de tu madre y yo, que tiene su propia personalidad… No dejes que las ansias de encontrar a alguien te cieguen, porque puedes acabar con alguien como Nathan o que te trate incluso peor. Sé que lo ideal y a lo que aspiras es a encontrar un amor tan verdadero como el que tuvimos tu madre y yo, pero no todo el mundo es así hoy en día. Por eso te pido que seas lista, que conozcas bien a las personas antes de dar un paso importante como es el de una relación sexual, ¿vale?
- Sí papá, no lo olvidaré jamás.


  Levantándose, padre e hija se dieron un fuerte abrazo.
- Gracias por todo papá. No sé lo que haría sin ti.
- Pues vivir tu vida, al igual que hemos hecho todos Emma, aunque yo no sea el claro ejemplo de ello.
- Papá, mamá se murió de repente y no nos dio tiempo a despedirnos y tú te pasaste toda una vida a su lado.
- Desde los 13 años…
- Por eso te digo, que es comprensible que a ti te resulte más complicado que al resto.
- Sí, pero no debí descuidaros a ninguno de vosotros.
- Papá, Dean, Lucas, Bob y yo estamos y estaremos bien.
- Lo sé, eso es lo que me tranquiliza. Que os habéis convertido en unos adultos capaces de cualquier cosa.
- Gracias papá.
- Bueno, me iré a la cama, que estoy cansado. Ha sido un día muy largo.
- ¿Quieres que te ayude?
- No cariño, descansa. Yo me acuesto solo.
- Vale, buenas noches papá. Te quiero.
- Y yo también, princesita.


 Bajando lentamente los escalones, Robert se cambió de ropa y se metió en la cama con una gran sonrisa en la cara, sintiéndose feliz por primera vez en mucho tiempo. Aquel día se había dado cuenta de que sus hijos se habían convertido en adultos de provecho y que estaban muy unidos entre todos. Se sentía orgulloso de haber criado tan bien a esos hijos junto a su amada esposa Georgia.
- Lo hicimos bien, mi vida,-pensaba Robert mientras entraba en un sueño del que no despertaría jamás-.


 A la mañana siguiente, Emma fue quien se encontró el cuerpo sin vida de Robert, el cual había muerto dulcemente mientras dormía. Tanto ella como sus hermanos estaban completamente destrozados por la noticia, ya que Robert presentaba una buena salud y no había nada que hiciera sospechar que la muerte estaba cerca.
Tras el velatorio, el entierro y el típico papeleo tras un fallecimiento, Emma decidió que debía salir de allí, por lo que hizo la maleta y se mudó a otra ciudad, concretamente a un apartamento a las afueras.


 Dicen que cuando alguien está pasando una racha algo complicada, suele materializarse haciéndose cambios radicales de look y eso fue lo que le ocurrió a Emma, ya que se cortó el pelo a un nivel que no tenía desde que era niña.


 Entrando en el apartamento, Emma pudo comprobar que en persona parecía más grande que en las fotos que había visto a través de la web de alquiler, aunque tampoco no necesitaba mucho más espacio para ella sola.


 Emma fue a darse una ducha pero, al abrir el grifo, pudo comprobar que no había agua. Buscando por todo el baño, no pudo encontrar la llave de paso así que fue en busca de quien vivía en el apartamento contiguo al suyo.


CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario