CAPÍTULO 5
Carlton pudo coger un
barco hacia Treasure’s Island del que desembarcó a las 6 de la mañana, justo a
punto de amanecer. Al ver que el paisaje había cambiado tanto, se quedó
asombrado. Había muchos rascacielos y muchas casas nuevas que no había visto
nunca, por lo que su paso era lento.
Así amaneció mientras que
Carlton miraba hacia arriba y caminaba lentamente. ¿Cómo había podido cambiar
todo tanto?
Al pasar por una calle,
reconoció el lugar. Allí antiguamente estaba la fábrica y el edificio
abandonado donde comenzó todo y ahora era un rascacielos con un macro garaje.
Pensar en que todo había
empezado ahí y ahora apenas quedaba nada de su antigua ciudad… Ya no la sentía
tan suya como antes.
Más o menos sabía
orientarse por las calles de su ciudad así que puso rumbo a su antigua casa.
Sabía que se repetía mucho, pero qué de años sin verla… Echaba de menos ese
sitio.
Ya más cerca, pudo
comprobar que su hermano estaba en el jacuzzi, tranquilo y relajado fuera de
los focos y objetivos de los paparazzis. Llevaba ya varios días encerrado en casa,
haciendo que el tiempo pasara y que la prensa se olvidara de aquellas terribles
declaraciones.
Ron, ajeno a la mirada de
su hermano, sonreía plácidamente al notar las burbujitas en… la nuca. Se sentía
relajado y estaba tranquilo respecto al tema de su hermano, porque el secreto
estaba bien escondido y guardado. Por mucho que dijeran, nadie descubriría la
verdad.
Carlton dio la vuelta y
desde la ventana exterior observó a su madre en el salón viendo la tele. ¡Tenía
el pelo blanco! La edad había hecho mella en ella y su madre se había
convertido en una anciana.
Ely veía la teletienda
para distraerse. Su nieto estaba enfermo y se encontraba en su cama y tenía que
cuidarlo. Al fin y al cabo, era su único nieto…
Cuidadosamente, Carlton
se acercó al buzón y cotilleó el correo. No había nada de interés, así que lo
cerró sin hacer ruido.
Al escuchar la voz de su
hermano cerca, pegó su espalda a la pared.
-
Mamá, ¿otra vez
con la teletienda? Mira que después compras cosas sin sentido.
-
Ron, déjame tranquila.
Es mi dinero, ¿no? No seas tacaño.
-
¡Ay! Haz lo que
quieras… Yo voy a cambiarme que tenemos cita con el abogado.
Ely asintió y le hizo un
par de preguntas a su hijo antes de salir del salón.
-
¿Has visto si hay
algún periodista fuera?
-
No he escuchado
alboroto, parece que están dándonos una tregua…
-
Mira a ver, vaya a
ser que haya algún curioso por la zona.
Ron se acercó a la
ventana y no vio a nadie.
-
Efectivamente, no
hay nadie. Ahhh, qué paz más grande. Soledad, tranquilidad…
-
Ron, no te entretengas
que vas a llegar tarde a la cita con el abogado.
Carlton casi ni
respiraba. Sabía que la cortina lo separaba de su hermano y que le daban ganas
de entrar por la ventana y reventarlo a puñetazos, pero no quería vengarse de
esa forma. Su plan era más retorcido.
Ron subió al piso
superior y se encontró a su mujer, Rebecca, escribiendo unos informes.
-
¿Qué haces
querida?
-
Escribiendo unos
informes que me han pedido en la compañía. Un coñazo. ¿Tú qué vas a hacer?
-
Vestirme, que
tenemos que ir a ver a nuestro abogado.
-
Sí, cierto, casi
se me olvida. Guardo el Word y bajo a sacar el coche mientras te arreglas,
¿vale?
-
Perfecto, nos
vemos abajo cariño.
Rebecca era la esposa de
Ron y llevaban casados 15 años. Tenía 38 años, dos menos que su marido y era la
dueña de una empresa que comenzó ella. Con la ayuda y el dinero de su marido
consiguieron que creciera y ahora fuera una empresa de grandes dimensiones.
Carlton se conocía la
casa de pe a pa y se acordaba de los truquitos que hacía de adolescente para
entrar en su casa sin que sus padres se enteraran, así que fue hacia la puerta
del garaje, empujó el cierre hacia abajo y subió la puerta sin problema.
Entró y encendió la luz
justo cuando escuchó voces que provenían del piso superior.
-
Mamá, ¿te vas a
quedar en casa o te vienes con nosotros al abogado?
-
Voy con vosotros,
así me entero de lo que pasa.
-
Vale, en cuanto me
vista nos vamos. Nico,-dijo Ron hablándole a su hijo-, quédate en casa, ¿vale?
Para cualquier duda, llámanos.
-
¡Vale!
-
Yo voy a sacar el
coche del garaje mientras tanto,-comentó Rebecca-.
Carlton no podía quedarse
allí, tenía que escapar, así que salió del garaje con todo el cuidado del mundo
mientras escuchaba que alguien bajaba las escaleras.
Al entrar Rebecca, se
encontró las luces encendidas.
-
¡Ron! ¿Tú dejaste
las luces del garaje encendidas?
-
¡No! ¿Por qué?
-
¡Porque estaban
puestas!
Un par de minutos
después, bajó Ron corriendo.
-
Se me habrá
olvidado a mí cerrarlas. Dame un beso y nos vamos.
Abrieron la puerta del
garaje y allí estaba Ely fuera.
-
Venga tortolitos,
que no llegamos.
-
Ya voy mamá.
Carlton escuchó arrancar
el coche, cerrarse la puerta e irse de la casa. Ahora sólo debía tener cuidado
con el hijo de su hermano. ¡Su sobrino! Qué extraño se le hacía pensar esa
palabra.
-
Llegó la hora…
Después de acicalarse, se
dio una ducha y salió desnudo dispuesto a ponerse ropa de su hermano. Para
ello, necesitaba subir a su dormitorio sin que su sobrino se enterase.
Pero la escalera de la
casa estaba vieja y la madera crujía. Al escucharla, Nico se levantó de la
cama.
-
¿Mamá? ¿Eres tú?
-
No, soy tu padre.
Me voy a cambiar que me he manchado el traje.
-
Ah vale, como no
he escuchado el coche, creía que había entrado alguien en casa.
-
No, tu madre se ha
quedado en la esquina esperándome con tu abuela. Yo he venido andando, me
cambio y me voy.
Unos minutos más tarde,
Carlton salió de la habitación de su hermano y se encontró de cara a su
sobrino. Eso no se lo esperaba.
-
Papá… ¿Qué te has
hecho en el pelo?
-
Lavármelo. ¿Por
qué?
-
No sé, te noto
raro. Tienes como más canas…
-
Porque no me he
teñido.
-
No sabía que te
tiñieras papá.
-
Claro Nico, uno ya
no es un jovencito. Tengo ya 40 años, ¿recuerdas?
Nico se lo creyó y así
evitó que sospechara nada raro.
-
Bueno papá, con lo
que sea me llamáis, ¿vale? A ver qué os dice el abogado sobre lo del tío
Carlton. Esperemos que todo salga bien.
-
Sí… Descuida…
-
Papá, ¿te
encuentras bien?
-
Sí, sólo que… No
me gusta remover el tema. Eso es todo.
Carlton salió de allí con
paso decidido. La gente lo paraba y le saludaba y le daba ánimos, pero él tenía
un objetivo: el ayuntamiento.
Cuando llegó allí, pidió
una rueda de prensa en los exteriores del edificio y una vez todos congregados,
comenzó a hablar.
-
Sé que estos días
he estado desaparecido y os pido disculpas porque no he sido el líder que
siempre he querido ser. Las pasadas declaraciones del señor Trump han hecho
mucho daño a mi familia, pero no puedo esconderme más. Tiene razón por una
parte, no debo mentir a mis ciudadanos como alcalde ni a toda esa gente que
confía en mí. Así que os voy a decir la verdad: mi hermano no murió.
En ese momento los
flashes comenzaron a dispararse sin parar casi cegando a Carlton, que se estaba
haciendo pasar por su hermano.
-
Mi hermano no
murió porque lo metieron en la cárcel por un delito que no cometió. Íbamos
juntos y nos encontramos a una chica muerta y al llamar a la policía me entró
el pánico y me fui de allí. A él lo acusaron injustamente, pero no hice nada
por él y me arrepiento. Ahora soy un hombre nuevo, mucho más implicado con mi
familia y con todos vosotros. No os voy a pedir que me perdonéis, porque no
tengo derecho. Pero he creído que siendo sincero con vosotros, lo soy conmigo
mismo. He cometido errores, pero los intento subsanar. Nada más señores,
gracias por escucharme…
CONTINUARÁ…
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