viernes, 31 de enero de 2020

Capítulo 9 || Cambios

Felisa y Mia entraron en el portal y subieron hasta la puerta de mi casa donde llamaron al timbre y esperaron por si yo estaba en casa.
- ¿Estás nerviosa?-preguntó Felisa-.
- Un poco… ¿Estás segura de que vive aquí?
- Totalmente. Su nombre venía en el buzón además.


 Abriendo la puerta, la sorpresa que me llevé fue monumental porque no me esperaba a Mia y Felisa allí, pero a quienes no podía imaginar que se trajeran era a mis niñas.
- Ho… Hola chicas. ¿Cómo… Cómo me habéis encontrado? ¿Estas son mis hijas?
- ¿Papá?-preguntó Nicole mirándome-.
- Si nena, soy papá.
- ¿Podemos pasar? Queremos hablar contigo,-preguntó Felisa-.
- Sí, por supuesto. Qué tonto soy, pasad. Al fondo del pasillo está el salón.


 Dejándolas pasar, fui detrás de ellas indicándole el camino mientras que mis hijas nos seguían algo más atrás a un paso más lento. Ya sentados, no podía quitar la vista de ellas.
- Guau, mis hijas…
- Y las dos han sacado tus ojos,-dijo Mia-.
- Eso iba a preguntaros, que me he fijado que las dos tienen los ojos verdecillos.
- Y Nicole además tiene tu color de pelo,-añadió Felisa-.
- Ya veo… Qué sorpresa me habéis dado, pero bueno, ¿qué os trae por aquí? ¿Cómo os habéis enterado de que vivo aquí ahora?


 Tomando la palabra, Felisa comenzó a hablar.
- Llevamos un año buscándote porque no éramos capaces de encontrarte. No habías dado señales de vida y hasta contratamos a un investigador para que averiguase tu paradero por la ubicación de tu móvil, pero tampoco fuimos capaces.
- ¿Mi móvil? La misma noche que me echasteis de casa se me fue la batería y como tampoco tenía dinero encima para comprar un cargador, lo acabé tirando.
- ¿Y qué has estado haciendo durante todo este tiempo?-preguntó Mia-.
- Uf, es muy largo de contar…
- Adelante,-dijo Felisa-, hemos venido a charlar.
- A ver… Para resumiros un poco y que no se os haga muy larga la historia digamos que estuve mendigando un tiempo hasta que encontré un lugar donde refugiarme, conocí a un chico que me ayudaba a salir adelante hasta que me enganché a la droga y estuve a punto de suicidarme dos veces. Pero finalmente me desintoxiqué y me alquilé esta casita y estoy estudiando para ser DJ y coctelero.


 Mia y Felisa se quedaron mudas al escuchar mi relato y no sabían lo que decir mientras se miraban la una a la otra en silencio.
- Chicas, todo eso pertenece al pasado y ahora soy una persona nueva con unos objetivos claros en mi vida. No os tenéis que preocupar.
- Bueno, Felisa me contó,-comenzó a decir Mia-, que fuiste a su antigua casa y que pasó algo con su hermano.
- Ah sí, fue un día de bajón que me dio por buscaros y Gerardo me encontró y me enganchó un par de puñetazos.
- ¿Un par? Si te desmayaste en nuestra casa,-alegó Felisa-.
- Estaba fatal entre una cosa y otra Felisa, no fue todo por culpa de tu hermano. Es más, me merecía lo que me hizo. No debí trataros como lo hice y os pido disculpas.


 Interrumpiendo la conversación, Ramsah hizo acto de presencia intentando subirse al sofá.
- ¿Qué haces cariño?-preguntó Mia-.
- Quero papá y mamá.


 Sonriendo inevitablemente, ahora fui yo quien les pregunté el por qué de su visita.
- Tras verte de esa forma en casa,-dijo Felisa-, estuve pensando y Mia y yo recapacitamos en lo que te habíamos hecho y nos dimos cuenta de que no había sido justo. Nos hiciste daño, y hablo en nombre de las dos, pero quitarte el dinero de las cuentas… Por eso te queremos devolver tu parte. Legítimamente es tuyo y te pertenece.
- Os agradezco mucho el gesto pero no quiero ese dinero. Es vuestro y de las niñas, así que utilizadlo para darles una buena educación, comida, techo… todo lo que necesiten.
- Pero, ¿y tú?-preguntó Mia-.
- Yo tengo un dinero guardado y con eso puedo tirar, no os preocupéis.


 Sin apenas dejarles decir una palabra más, se me ocurrió una idea y se las propuse a todas.
- ¿Os apetece quedaros a cenar? Hago unos macarrones con queso que están de rechupete y así disfruto más de las niñas.
- Bueno… No lo teníamos pensado…-dijo Mia-. ¿Tú quieres?-le preguntó a Felisa-.
- Por mí sí, ¿y tú?
- Vale, entonces nos quedamos.
- Estupendo,-dije yo-. Voy a preparar todo.


 Levantándome del sillón, fui a la casa de un vecino y le pedí prestado un par de cosas de sus gemelas, ya que sabía que no las usaban porque las niñas eran grandes. Volviendo a la casa con todo, lo coloqué en su sitio y me acerqué a Ramsah para cogerla en brazos.
- ¿Quién se quiere venir conmigo a cenar con papá?
- ¡Yo!
- ¡Esa es mi peque!-dije sentándola en una trona-.


 Yendo después a por mi hija Nicole, hice lo mismo.
- ¿Quién se va a comer toda la cena como una niña buena?
- ¡Yo!
- ¡Eso es! ¡Así me gusta!


 Preguntándole a las madres sobre qué podían cenar, me dijo que ya tenían unos dientes fuera y que habían comenzado a comer cosas más sólidas, así que les preparé un par de sándwiches a ambas.
- ¿Todo bien por aquí?-pregunté-.
- Sí, las niñas van a cenar ya que es su hora,-me contestó Felisa-.
- Estupendo, yo voy a la cocina a hacer la cena. No tardo nada.
- Mira lo que te ha traído papá,-le decía Mia a Ramsah-. ¿A que te lo vas a comer todo como una niña grande?


 Yéndome a la cocina, puse todo en marcha y con el paso de los minutos el olor fue invadiendo la habitación.


 Mientras tanto, Mia y Felisa charlaban sobre mí hasta que la fragancia de la cena les llegó.
- ¿Necesitas ayuda?-preguntó Mia-.
- ¡No! Esto está ya, ahora voy para allá.


 Llevándoles un plato bien cargado a cada una, se los serví para que empezasen a cenar.
- Que os aproveche chicas,-les dije mientras yo iba a por mi plato-.


 Sentándome en el sillón de al lado, comencé a cenar también justo cuando Felisa me felicitó por la cena.
- Terrance, está increíble. Te sale de rechupete.
- Muchas gracias Felisa.
- La verdad es que está muy bueno,-dijo Mia-. Me has sorprendido.
- Vaya gracias.
- Oye Felisa, termina rápido que nos tenemos que ir, que se nos ha hecho muy tarde.
- Ah vale, pues en cuanto terminemos nos vamos.
- ¿Y si os quedáis a dormir?-ofrecí a ambas-. He traído las tronas y dos camitas que tenía mi vecino para que las niñas duerman también. La casa tiene tres habitaciones, así que hay espacio para todos.


 Aceptando, les pedí a ambas madres si me dejaban acostar a las niñas y aceptaron encantadas, así que metí primero en la cama a Nicole y le di las buenas noches.
- Descansa mucho mi vida. Papá te quiere mucho.


 Después hice lo mismo con Ramsah.
- Que duermas muy bien. Te quiero mucho cariño.
- Yo quero mimí con papá.
- No cariño, tú tienes que quedarte aquí con tu hermanita para cuidaros la una a la otra, ¿vale? Yo estoy en la habitación de al lado vuestra, ¿vale?


 Dejándoles la luz del pasillo encendida y la puerta sin cerrar del todo, salí al salón y vi cómo Felisa y Mia me estaban esperando.
- Ya están las niñas acostadas y Nicole ha caído como un tronco vaya.
- Es un cielo,-dijo su madre-. No me ha dado ni un solo problema por las noches a la hora de dormir.
- ¿Y cómo es Ramsah?-le pregunté a Mia-.
- Depende de la noche. A veces duerme del tirón y otras veces te dan ganas de estrellarla de todas las veces que te despierta.


 Sonriendo, las invité a pasar al dormitorio principal. Era donde yo normalmente dormía porque había una cama de matrimonio, pero esa noche dormirían ellas dos y yo me iría al otro sobrante.
- Bueno, donde vais a dormir es en el dormitorio de la derecha, ¿vale? Allí estaréis bien y el baño es la puerta del centro. La otra puerta es la del dormitorio donde estaré yo, por si necesitáis algo, ¿de acuerdo?
- De verdad, muchas gracias por todo Terrance,-me agradeció Felisa-.
- No hay de qué. Que paséis una buena noche.


 Cambiándome de ropa, me metí en la cama feliz de que tenía a mis hijas en la habitación de al lado, que me habían conocido, que las había acostado, dado la cena… Todo. Y yo con eso era inmensamente feliz.


 Por su parte, Mia y Felisa entraron en el dormitorio y comenzaron a charlar entre ellas con un poco más de intimidad.
- Está irreconocible,-confesó Mia-. Si me lo encuentro por la calle me habría costado reconocerlo.
- ¿Te has dado cuenta de cómo trata a las niñas? Parece que lo lleva en la sangre y se nota que las adora.
- Bueno, ¿y qué me dices de la cena? Joder, no sabía yo que tenía tan buena mano para los fuegos.


 Horas más tarde y bien entrada la madrugada, Ramsah se despertó después de tener una terrible pesadilla y entre sollozos fue a buscarme.


 Entrando en mi cuarto, me llamó y me desperté al instante.
- Ey, ¿qué te pasa cariño? ¿Estás bien?
- Tengo miedo…
- Oh, ¿has tenido una pesadilla?
- Sí…
- Tranquila mi vida, todo va a estar bien.


 Poniéndola en mis brazos, le di un fuerte abrazo a Ramsah que me correspondió enseguida.
- Ha sido solo un mal sueño. Ahora cuando te vuelvas a meter en la cama, cerrarás tus ojos y vas a soñar con un parque precioso lleno de flores y animalitos muy muy bonitos.


 Llevándola a la cama de nuevo, le di un beso en la frente mientras me fijaba que su penetrante mirada me recordaba a la mía. Irremediablemente era mi hija y sólo esperaba que no se pareciese mucho a mí cuando fuera más mayor.


 Pese a haberme despertado en mitad de la noche, yo era inmensamente feliz porque era eso lo que necesitaba: sentirme útil y querido. Tener a mis hijas junto a mí, que no tenían culpa de mis errores pasados, era lo mejor del mundo.


 A la mañana siguiente, Felisa fue la primera en despertarse e irse al baño a asearse un poco mientras su cabeza no paraba de darle vueltas a un tema.


 Yéndose al salón, poco tiempo después salió Mia a su encuentro.
- Buenos días Felisa, ¿cómo has dormido?
- Buenos días. Muy bien, la verdad. ¿Y tú?
- Muy bien también. Esa cama es muy cómoda.


 Sentándose al lado de Felisa, Mia le preguntó directamente.
- ¿Qué te pasa? Conozco muy bien esa mirada y sé que estás con algo rondando en tu cabeza.
- No es nada, tonterías mías…
- ¿No tendrá que ver con Terrance?
- Qué va, para nada.
- Felisa… He visto cómo lo miras y viendo el cambio que ha dado es normal que te sientas atraída… ¿Te gusta?
- Joder sí, ¿estoy volviéndome loca?
- No, Felisa no…-dijo suspirando-.


 Ya que Mia también había sentido unas mariposas en su estómago al ver que yo había mejorado como persona, que tenía la cabeza bien amueblada y era un hombre maduro y no un niñato como antes. Pero ahora se abría el gran dilema: ¿Cómo podrían llevar Mia y Felisa que les gustase el mismo hombre? O sea, yo.


CONTINUARÁ…

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