Entrando uno vestido de militar, puse mis manos sobre las caderas y
le solté un comentario un tanto… gracioso.
-
Uy, disculpe mi comandante pero esto que estoy haciendo se llama
mover las caderas, ¿lo ve? Que parece que se ha metido un palo por
el culo jajajaja. Y hablando de culo, me ha dado un apretón…
Entrando en el baño, me encontré a dos chicas allí. No era de
extrañar dado que el servicio era mixto.
-
Señoritas, yo me estoy cagando así que si no salen de aquí pronto
van a comenzar a oler a culo.
-
Por favor, qué grosero…-dijo una de ellas-.
Estando en mitad de la faena, entró el que me había dicho antes que
olía mal y me cortó todo el rollo. Parecía que no se daba cuenta
de que lo que me iba a decir no era tan importante como la mierda que
estaba soltando en ese momento.
-
Oye, tú… ¿no eres el famoso Terrance Willingam? Sí, el ricachón
que presumía mucho en la tele…
-
Perdona pero estoy cagando… ¡¿PUEDES SALIR DE MI VISTA
SUBNORMAL?!
- De
verdad, quién te ha visto y quién te ve… Serás gilipollas… No
si al final tenían razón esos de la tele cuando decían que eras de
lo peor de la sociedad.
El colega salió del baño y, como me había cortado el rollo, me
limpié y me subí los pantalones mientras salía de allí. Agarré
al colega del cuello y le pegué un puñetazo en la nariz y a poco me
supo.
-
Ahora vuelve a llamarme gilipollas, a ver si eres capaz…-le dije-.
Otro de los que estaba ahí, sacó su teléfono y amenazó con llamar
a la policía.
-
Chaval, yo que tú me ahorraba la llamada…
-
¿Hola? ¿Policía? Verá, estoy en un bar,-decía el chico hablando
por teléfono-.
Pirándome de allí, me fui a un gimnasio cercano para descargar
adrenalina, ya que estaba a tope a causa de la droga y necesitaba
despejarme.
Y mientras me ejercitaba, no se me iba de la cabeza el comentario del
tío del bar… Me había afectado demasiado cuando no lo conocía
pero al fin y al cabo había sido el portavoz de lo que la gente
pensaba de mí en ese momento… Y razón no le faltaba.
Pero en ese momento me daba igual todo, tanto oler mal como gritar o
pelearme con quien fuera.
-
Joder, qué peste,-comentó uno-.
-
¿Huelo mal? Pues te pones una pinza en la nariz, tonto del culo.
Yéndome a casa noté que la tierra había sido removida justo a la
entrada y me quedé quieto. ¿Quién se había acercado hasta allí?
Vi varias pisadas y mirando alrededor, todo estaba tan solitario como
siempre.
Acercándome al montículo que había, comencé a quitar la tierra
hasta que pude ver el cuerpo de un hombre con un gran agujero en el
estómago y toda su ropa y la tierra estaba llena de sangre.
Cuando
descubrí el cuerpo, se me congeló el mío. ¡Alguien había
enterrado en mi casa a un hombre! ¿Y si lo descubrían y me echaban
la culpa? Yo ante la duda volví a tapar el cuerpo con la tierra y me
fui corriendo de allí antes de que alguien pudiera verme.
Tal y como estaba, fui a casa de mi amigo Borja y entré hecho un
manojo de nervios, ya que no podía pensar con claridad a causa de la
droga y del muerto que acababa de descubrir.
Sentándome junto a Borja, comencé a hablarle muy rápido y mi amigo
me sonrió.
- Ya
te has colocado, ¿verdad?
-
Sí, pero ese no es el caso tío. Necesito que me ayudes en una cosa
porque estoy metido en un buen lío y no voy a poder salir de esta
sin ayuda,-comencé a decir rápidamente y sin hacer pausas-.
-
Tío, estás muy nervioso, ¿cuánto te has tomado esta vez?
-
¡Que no estoy así por la droga joder! ¿Me quieres escuchar de una
puta vez?
Quedándose callado, Borja me miró con extrañeza porque nunca me
había visto de esa forma.
-
Que he ido a mi casa y he visto que había un bulto bajo la tierra,
pero un bulto grande y varias pisadas alrededor y cuando he ido a ver
qué era… pues…
-
¿Qué? ¿Qué has descubierto?
-
¡Un muerto! Borja, han dejado a un tío con bigote MUERTO en el
jardín de mi casa y como la policía se entere se va a creer que soy
yo y no quiero ir a la cárcel tío.
-
¿Un muerto? Pero tío, ¿de verdad me lo estás diciendo o son
imaginaciones tuyas por todo lo que te has metido?
- Te
estoy hablando en serio, ¡joder! ¿Qué tengo que hacer para que me
creas?
Pero Borja no se lo creía.
-
Tío en serio, vete a tu casa a dormirla porque vas hasta arriba…
Con tanta mierda que te estás metiendo un día te va a dar una
sobredosis y te vas a matar.
-
Pero Borja, que te lo digo en serio.
-
Que sí, muy bien Terry y yo ahora soy un agente secreto, no te jode…
-
¡Pero que estoy diciendo la verdad!
-
Venga, que sí Terry, muy bien.
Echándome de su casa, me quedé inmóvil durante un par de minutos
hasta que recordé una de las cosas que me había dicho Borja y me
dio una estupenda idea.
Sacando toda la droga que tenía guardada, la coloqué sobre la
encimera de la cocina y me quedé durante un momento mirándola. Esa
mierda me había sacado de la muerte meses atrás, pero ahora eso era
lo que me iba a provocar…
Sin pensármelo mucho, me agaché y comencé con las rayas,
metiéndome una detrás de otra, sin parar hasta que no quedaba
ninguna y después hice lo mismo con las pastillas. Estaba dispuesto
a quitarme de en medio porque no hacía nada sobre el planeta tierra.
Absolutamente nada.
Comenzando a sentir una cascada de sensaciones, la cabeza me comenzó
a dar vueltas sin parar hasta el punto de que perdía el equilibrio
continuamente y la vista se me volvía más y más borrosa. Me
frotaba los ojos pero cada vez veía peor.
Y sin darme cuenta, perdí el conocimiento y caí de rodillas al
suelo dispuesto a dejarme llevar por la muerte…
Lo siguiente que recuerdo es que me desperté sobre una cama mullida
y con un dolor de cabeza impresionante. No sabía ni dónde estaba ni
cómo había llegado hasta allí.
Saliendo de esa habitación, abrí la puerta y me encontré con un
chico viendo la televisión.
-
Hola… ¿Quién eres y cómo he llegado hasta aquí?
-
Oh, bienvenido al mundo de nuevo.
Ese chico se acercó a mí y me estrechó la mano con fuerza y la
primera sensación que me dio al verlo era que ese chico era buena
persona, se le notaba en la cara.
- Mi
nombre es Igashu y llevo una organización llamada Manos Blancas para
ayudar a la gente a desintoxicarse de la droga.
-
Entiendo pero… ¿Cómo he llegado aquí?
- Un
amigo tuyo… Borja creo que se llama, según nos contó fue a tu
casa y te descubrió tirado en el suelo y con síntomas de haberte
tomado una cantidad insana de droga y te llevó al hospital. Luego
nos llamó a nosotros y nos pidió que nos hiciésemos cargo de ti y
aquí estamos. Esta es mi casa…
-
Vaya… Pues no sé qué decir…
-
Estaría bien que te presentases y me contases un poco sobre ti.
Ese Igashu me miraba continuamente con una sonrisa en la cara y su
mirada transmitía paz y en ningún momento me sentí juzgado por él.
-
Bueno pues me llamo Terrance Willingam, aunque últimamente me llaman
Terry y… Soy un desastre viviente.
-
¿Por qué te defines a ti mismo de esa forma?
-
Porque es la realidad… Era rico gracias a la empresa que mi padre
me dejó cuando murió y a la que no echaba en cuenta. Encontré a
una chica fabulosa a la que dejé embarazada y a la que engañaba con
otra, que también estaba embarazada de mí y a ninguna le dije la
verdad y al final me quedé sin empresa, sin mis hijas, sin dinero,
sin chicas y sin ganas de vivir…
-
Todos tomamos malas decisiones en la vida Terry. Yo fui el primero
que lo hizo y quien tuvo que sufrir las consecuencias de sus actos…
Pero creo firmemente que todo en esta vida ocurre por un motivo y que
nos sirve para algo. Aunque no lo sepamos en un principio, pero creo
que nada es al azar.
Comenzando a sonreír, sus palabras me animaron un poco.
-
¿Tu crees Igashu?
-
Estoy seguro. Yo sé que he nacido para ayudar a los demás con sus
problemas con la droga y, si no hubiera sido uno de ellos, yo a día
de hoy no estaría aquí y tampoco sé dónde habría acabado. Por
eso te digo que estoy seguro de que saldrás de esta y de que esta
experiencia te servirá para valorar mucho más las cosas y a seguir
adelante.
-
Guau… Me has dado mucho en lo que pensar…
-
Bueno, pues te dejo tranquilo para que reflexiones lo que necesites.
Estás en tu casa Terry, para lo que sea estamos aquí.
-
¿Estamos?
-
Sí, mi compañero Mitch y yo estamos juntos en esto. Ahora es que
está fuera, pero luego te lo presento.
Esas palabras habían sido muy sabias y me provocaron un pequeño
clic en mi interior. Ya era hora de luchar y salir adelante,
recuperar lo que era mío y volver a la cúspide donde estaba en un
principio y lo primero que quería de vuelta era a mis hijas.
Contándole lo que quería hacer a Igashu, me prestó dinero para que
pudiera ir a visitar a mis hijas y allí mismo me planté. Llamé a
la puerta pero nadie abría y tampoco se escuchaba ningún ruido.
Acercándome más, miré por los cristales de la puerta y descubrí
que no había muebles en la casa y que todo estaba desmantelado. ¿A
dónde se había ido Felisa?
De repente, escuché una voz a mis espaldas y, en cuanto la oí, los
vellos de mi cuerpo se pusieron de punta.
- No
creí que tuvieras los santos cojones de venir aquí después de
todo, pero aquí estás…-dijo Gerardo-.
Volviéndome despacio, no me atrevía a decir nada y mi cara era de
auténtico pánico.
-
¿No te acuerdas lo que te dije una vez? Que no le hicieras daño a
mi hermana porque era lo mejor que tenía, ¿cierto?
-
…-yo seguía sin pronunciar palabra-.
-
¿Qué te ocurre Terrance? ¿No sabes hablar ahora?
-
Esto… Gerardo…
-
Vaya, pero si el señorito sabe hablar. ¿Tienes algo que decir al
respecto? ¿Acaso has dejado a otras tres chicas embarazadas y te has
largado?
-
Gerardo… No. No sigas por ahí.
- Te
dije que no le hicieras daño a Felisa y se lo hiciste y yo ahora te
lo voy a hacer a ti…
CONTINUARÁ…
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