domingo, 19 de enero de 2020

Capítulo 6 || Cambios

Ante las palabras de Gerardo, yo di un paso atrás.
- ¿No eres tan valiente como para dejar embarazadas a dos chicas y mentirles a la cara? ¿Por que no usas esa valentía para enfrentarte a mí Terrance?
- Gerardo… No quiero líos. Sólo he venido a hablar con Felisa pero como no está, me voy y aquí no ha pasado nada, ¿de acuerdo?


 Inicié el paso para irme justo cuando Gerardo me agarró del pelo y me empujó contra la pared.
- De aquí no te vas a ir, payaso. Vas a saber ahora lo que es un hermano enfadado…


 Comencé a recibir innumerables puñetazos por todo mi cuerpo y con las pocas fuerzas que tenía, a causa de que no me había recuperado aún del intento de suicidio, no podía defenderme.


 Gracias a Borja, por segunda vez en mi vida, no había conseguido quitarme la vida pero en aquella ocasión Gerardo lo iba a conseguir si no paraba, ya que estaba prácticamente en el suelo después de unos intensos tres minutos de puñetazos por todos lados.


 Dejándome allí medio tirado en el suelo, conseguí levantarme y bajar por el ascensor hasta la calle sin saber a ciencia cierta qué quería la vida de mí… Podría haber muerto de sobredosis y me habían salvado, de la paliza que acababa de recibir y ahí seguía, de pie pese a todo. ¿Qué me tenía preparado la vida?


 El dolor era insoportable, pero eso no me iba a parar en mi búsqueda. Si Felisa no estaba en su casa seguramente sería porque se habría ido a vivir con Mia así que, pese a que estaba a punto de desfallecer, me planté en su casa.


 Volver a ver esa casa me trajo recuerdos de cuando todo estaba aparentemente bien, cuidaba de Mia y de nuestra futura hija, gozaba de salud, amor, paz, tranquilidad… Y todo eso había desaparecido de un plumazo.


 De nuevo, el dolor en el estómago volvió a aparecer y yo ya comencé a preocuparme por si la paliza me había provocado algún daño interno en uno de mis órganos y el susto comenzó a apoderarse de mí.


 Sin embargo, sacando fuerzas de donde no tenía, logré acercarme a la casa y llamé a la puerta. La suerte estaba echada…


 Vi cómo Felisa se acercaba a abrir cuando me vio y se frenó. Dudó unos instantes qué hacer pero al fijarse en mi cara, me abrió al momento.
- ¿Terrance? ¿Eres tú?
- Sí…
- Pero por Dios, ¿qué te ha pasado?
- Tu… hermano…


 Sin poder aguantar más el dolor, comencé a quejarme en voz alta mientras que Felisa me preguntaba qué me pasaba, pero no me salía la voz para hablar, sino para quejarme y gritar.


 Volviendo a perder el conocimiento, me di de bruces con el suelo frente a Felisa, quien estaba completamente aterrada de verme así y más sin comprender nada de lo que estaba pasando.


 Horas después me comencé a despertar al escuchar ruido y mis ojos intentaban abrirse, pero con mucha dificultad, ya que me sentía completamente dolorido y como si estuviese drogado, pero no como siempre, sino con medicina.


 Poco a poco, el ruido fue haciéndose más y más fuerte y pude darme cuenta de que era de alguna de mis hijas la que lloraba en el piso superior.


 Intentando levantarme y obviando el intenso dolor que tenía, me dirigí hacia las escaleras para ver qué le ocurría a mi hija.


 Al entrar en la habitación, pude ver lo grande que estaba mi hija Nicole, quien dormía profundamente a pesar de los fuertes berridos que estaba pegando su hermana, la hija que Mia tuvo conmigo…  


 Era la primera vez que la veía y no sabía ni cómo se llamaba. En ese momento me comenzó a invadir un sentimiento de tristeza y alegría al mismo tiempo, ya que me daba pena no saber ni cómo se llamaba mi hija pero luego estaba inmensamente feliz porque la acababa de conocer y eso no estaba en mis planes.


 Situándola en mis brazos con sumo cuidado, comencé a mecer a mi hija mientras me daba cuenta de que su tono de piel era más oscuro que el mío y en eso había salido a su madre. La miraba con los ojos abiertos de par en par, aprendiéndome su cara de memoria para recordarla cuando no pudiera volver a verla.


 Sorprendentemente, la pequeña dejó de llorar tan fuerte y el silencio comenzó a apoderarse del momento cuando Felisa entró en la habitación y, al verme, se sorprendió porque no me esperaba allí con las niñas.
- Shhh, se está quedando dormida,-le susurré a Felisa-.


 Revisando que Nicole estuviese bien, Felisa se colocó a mi lado y mirándome, me habló.
- Se llama Ramsah. Imagino que… Te gustaría saber su nombre.


 Ramsah… Qué bonito nombre para una preciosa criatura que, gracias a Dios se había calmado, por lo que comencé a dejarla en su cuna mientras miraba esos penetrantes ojos.


 Sin poderlo evitar, eché a llorar al ver cómo había pasado el tiempo y no estaba al lado de mis hijas; me estaba perdiendo todo aquello que no volvería de nuevo por mucho que quisiese y eso era más doloroso que la paliza que acababa de recibir.


 Saliendo de la habitación, me dirigí hacia las escaleras para salir de allí. No me apetecía saber qué había hecho Felisa conmigo cuando me desmayé ni explicarle el por qué me había pegado su hermano una paliza de muerte. El hecho de ver a mis hijas y recordar las palabras que me habían dicho Mia y Felisa aquel día cuando me dijeron que le dirían lo hijo de puta que era yo… No, era demasiado.


 Estaba comenzando a amanecer cuando salí de esa casa con la idea en mente de no volver más. Me había dado cuenta de que por mucho que intentase redimirme lo que recibiría serían palizas, miradas amenazadoras y puertas cerradas, así que… ¿Para qué seguir intentándolo?


 Al volver a la casa de Igashu, me lo encontré viendo la tele.
- Buenos días Igashu.
- Pero… ¿qué te ha pasado Terry? ¿Estás bien?
- Estoy bien, no te preocupes.
- Estaba muy preocupado por ti y no sabía dónde estabas.
- Tranquilo, que está todo bien… Me voy a mi habitación.


 Mitch salió de otra de las puertas y me miró con cara de sospecha.
- Terry, ¿necesitas hablar?
- No, gracias… Estoy cansado y me hace falta dormir. Lo siento.


 Metiéndome en mi cuarto comencé a cambiarme justo cuando noté algo en uno de mis bolsillos y, cuando lo saqué de ahí, me di cuenta que era una pastilla envuelta en una nota de Borja que decía…
- “Esta pastilla te la regalo por ser tú, pero no te emociones porque te va a servir para que la duermas bien. Descansa y no me hagas más locuras, que no voy a estar siempre ahí para salvarte.”


 Tras tomarme la pastilla, me cambié y me eché sobre la cama mientras me dormía con las caras de mis hijas en la cabeza.


 A todo esto, Mia había llegado del trabajo cuando Felisa fue a hablar con ella.
- Buenos días Mia, ¿cómo te fue el trabajo?
- Igual de agotador que siempre… ¿Las niñas cómo estuvieron?
- Bien pero… Pasó algo que creo que deberías saber.


 Sentándose a su lado, Felisa le comenzó a relatar lo sucedido la noche anterior.
- Verás Mia… Llamaron por la noche a la puerta y cuando fui a abrir vi a… Terrance.
- ¿A Terrance? ¿Terrance nuestro Terrance?
- El mismo, pero… Estaba diferente.
- ¿Diferente? ¿A qué te refieres con eso? ¿Tenía otro corte de pelo?
- No, tenía la cara ensangrentada y bastantes magulladuras por todo el cuerpo que eran tan dolorosas que hasta se desmayó en la entrada.
- No me jodas… ¿Y qué hiciste?
- Llamé a un amigo mío que es médico y vino rápido a la casa y lo trató, lo tumbamos en el sofá y se quedó tranquilo hasta que Ramsah comenzó a llorar y cuando fui a atenderla, lo vi con ella en brazos.
- ¡¿Que cogió a mi niña en brazos?!
- Sí y si lo hubieras visto como yo… La trataba con un mimo y un cariño… A mí me conmovió muchísimo y no sabes los esfuerzos que tuve que hacer para no ponerme a llorar como una tonta.
- Y tanto que tonta. ¡Ese tío de ahí era Terrance Willingam! El mismo que nos engañó y nos mintió deliberadamente, ¿o es que no te acuerdas ya?
- Ya pero…


CONTINUARÁ…

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