Colocándome ropa más formal, preparé la maleta y simulaba llamadas
para que Mia se creyese todo y la verdad es que yo sonaba muy
convincente.
-
¿Preparando el almuerzo?
-
Sí… Ya que te vas, tendré que comer sola.
- Lo
siento cielo pero no puedo entretenerme si no quiero perder el avión.
- Ya
lo sé, ya…
Con el corazón completamente partido, me abracé a ella sabiendo que
lo que iba a comenzar a hacer no estaba bien.
-
¿No sabes el tiempo que vas a estar fuera?-preguntó Mia-.
- Ni
idea… Pero intentaré que sea lo más breve posible. Tú mantenme
informada de los cambios que vayas teniendo y de todo, ¿vale? Que no
esté físicamente contigo no significa que no me ocupe de ti.
-
Eres un sol, Terrance.
Agarrándome de las manos, me las besó y me miró profundamente a
los ojos.
-
Cuídate mucho y vuelve pronto cariño. Te quiero mucho…
Tras un par de horas de viaje, llegué a la localización que me
había mandado Felisa a través del móvil y, tocando a la puerta,
esperé a que me abrieran.
-
¿Puedes abrir tú Gerardo?-pidió Felisa-. Tengo la espalda fatal
hoy.
- Ya
voy…
Abriendo la puerta, ese chico me miró de arriba abajo y se dirigió
a Felisa.
-
Hermanita, tu príncipe azul ha llegado.
-
Ay, dile que pase.
- Ya
la has oído tú mismo…-me dijo apartándose para dejarme paso-.
Entrando por primera vez en esa casa, vi cómo Felisa se levantaba
con dificultad, pero con una gran sonrisa en la cara.
-
Qué alegría me da verte aquí, Terrance. No sabes lo feliz que soy
sabiendo que te quedas a vivir conmigo…
-
Bueno, no quiero dejarte sola en este proceso tan importante.
En cuanto estuvo a mi lado, Felisa me plantó un fuerte beso en la
boca justo cuando escuché a Gerardo.
-
Bueno, bueno, yo me voy antes de que el ambiente se caldee más que
yo he quedado con un par de gemelas y… No las quiero defraudar.
Felisa dejó sus manos alrededor de mi cuello y yo las agarré y se
las besé.
-
¿De verdad te quedas a vivir conmigo?-me preguntó-.
-
Sí, pero por mi trabajo tendré que viajar cada x tiempo… No lo sé
con seguridad pero tenlo en cuenta.
-
Pues entonces aprovechemos el tiempo para que todo sea perfecto. Ven,
te enseñaré cual será el cuarto de nuestro bebé.
Yendo hacia el dormitorio, salió Gerardo muy bien perfumado.
-
Vaya, ¿oliendo tan bien y habiendo quedado?-preguntó Felisa-.
¿Llevas condones o necesitas un par de ellos?
-
Tengo, tengo, que como antes estabas ocupada besando a tu chico no me
habrás escuchado… Que he quedado con las gemelas que te comenté.
-
Ah, ¿esas que follan a la vez contigo?
- Sí
y desde hace unos días la madre está tirándome la caña y… No
está mal la mujer.
-
¡Adelante tigre!
Yo escuchaba la conversación sin decir palabra, pero pensaba en que
si yo me tenía en el pedestal de los sexualmente pervertidos éste
tío me podía quitar el puesto perfectamente. Gerardo, antes de irse
me miró y me habló directamente.
- Y
cuida a mi hermanita, ¿vale? Es lo mejor que tengo.
-
Descuida…
Pasando al dormitorio, Felisa comenzó a contarme.
-
Ahora mismo está mi hermano quedándose en este dormitorio hasta que
vinieses tú a cuidarme, ya que no quería dejarme sola, pero sabe
que aquí pondremos a nuestro bebé y que tendremos que cambiar el
cuarto.
-
¿Se sabe ya el sexo del bebé?
-
Aún no… Pero tenemos una ecografía dentro de unos días, así que
ahí nos confirmarán si es niño o niña. Hasta entonces, tenemos
trabajo porque tenemos que sacar todos estos muebles y luego pintar
la pared y elegir y comprar los muebles… Todo eso.
- Yo
te ayudaré en todo lo que haga falta, Felisa.
Volviéndome a abrazar, Felisa me agradeció que estuviera ahí con
ella, lo que me recordó que mientras yo estaba ahí, Mia estaba
sola…
Como teníamos que cambiar la pintura verde azulada de las paredes,
compramos pintura blanca para ponerla de base sobre el color
definitivo, que sería finalmente el rosa. Felisa y yo íbamos a
tener una niña y ya habíamos comenzado a barajar posibles nombres.
Felisa podía hacer poco, pero la pobre me ayudaba en lo que podía y
algún brochazo que otro dio a la pared para aliviarme el trabajo.
- Lo
estás haciendo muy bien cariño,-me aduló Felisa-. Va a quedar un
cuarto precioso.
Al cabo de un par de meses, Mia no paraba de escribirme y de
preguntarme cuándo volvería, ya que llevaba mucho tiempo y yo le
daba largas mientras pensaba en una estrategia para Felisa.
Inventándome que me reclamaban en la oficina central y que tendría
que viajar allí, me despedí de ella tras colocar el último de los
muebles de la pequeña Nicole en su sitio.
Mirándome fijamente a los ojos, Felisa me pidió que no tardase en
volver, ya que se había acostumbrado a tenerme por allí y no quería
pasar por el momento del parto y que yo no estuviera presente.
Prometiéndole que estaría ahí con ella, le di un beso y me despedí
para volver a casa, donde me esperaba Mia… Qué ganas tenía de
verla ya.
Cuando llegué del viaje, entré en casa y me la encontré viendo la
tele tranquilamente hasta que alcé mi voz y la saludé.
-
¿Cómo está la embarazada más guapa de la ciudad?
Levantándose de un salto, cuando se me acercó pude ver que su
barriga había crecido bastante en comparación a como estaba cuando
me fui.
-
¡Madre mía! Qué gordita estás cariño… ¿Cómo estás?
-
Ahora que te tengo a mi lado mucho mejor. Te he echado tanto de
menos…
- Y
yo a ti, vida mía. Pero ya estoy aquí contigo.
Lanzándose a mi cuello, comenzó a besarlo repetidamente mientras yo
me daba cuenta de lo que la había echado de menos y de que no
recordaba lo mucho que me gustaba estar con ella.
Sentándonos, Mia tenía una noticia que contarme.
-
Verás, no te he dicho nada porque quería que fuera una sorpresa
pero… He pensado que en este piso no tenemos suficiente espacio
para nuestro bebé así que… Me tomé la libertad de mirar casas y…
¡He comprado una!
-
¿Cómo? ¿Has comprado una casa?
-
Sí, es más amplia que esta y está completamente amueblada. Ya
verás cuando la veas… Te encantará.
Saber que me tendría que mudar me descolocó por completo, pero
tampoco me importó ya que yo también sabía que esa casa era
perfecta para un soltero o una pareja sin hijos, pero con un bebé en
camino… Sería muy complicado.
-
Estoy deseando verla…-le dije a Mia-.
-
Mañana iremos a verla si quieres. Hablaré con sus actuales dueños
y como de aquí a dos semanas no nos podremos mudar, así tendremos
tiempo de recoger nuestras cosas y vender esta casa también.
Fuimos a visitar la casa y la verdad era que Mia había tenido un
gusto exquisito. Era preciosa y, llegado el día, nos despedimos de
nuestra casa hasta ese momento para mudarnos a nuestro nuevo hogar.
-
Qué raro se me va a hacer ver esta casa y darme cuenta de que
vivimos aquí y de que aquí crecerá nuestro hijo o hija y que lo
veremos cumplir todas sus metas,-dijo Mia emocionada-.
Entrando en la casa, subimos a ver el dormitorio del bebé y Mia
apenas podía evitar las lágrimas y yo, sinceramente me sentía
orgulloso.
Realmente de quien estaba enamorado era de Mia y no de Felisa, pero
sabía que por mucho que me ocupase de mi hija con ésta última, si
no había buena relación entre ambos sería peor para la pequeña
Nicole en el futuro, y por esa razón me dejaba querer por ella. Sin
embargo, ahora estaba lejos de Felisa y podía dar rienda suelta a
mis sentimientos y besar con todas mis ganas a Mia…
Tras un mes y medio o casi dos, Mia y yo nos habíamos acostumbrado
perfectamente a la casa y encima sabíamos que lo que estaba
esperando era una niña y yo no pude evitar pensar en que tendría
otra hija. ¿Solamente sabía hacer niñas o qué?
Pero
una noche, justo cuando íbamos a acostarnos Mia y yo me sonó el
teléfono y cuando vi de quién se trataba, me eché a temblar.
-
¿Quién te llama a estas horas?
- Es
del trabajo cielo, tengo que cogerlo.
Yéndome hacia el baño, descolgué la llamada.
-
¡Hola Felisa! ¿Va todo bien?-pregunté-.
-
Soy Gerardo, escúchame, Felisa está en el hospital porque ha roto
aguas y me ha dicho que vengas pitando para acá.
-
Joder, ¿está ya de parto?
-
No, si te parece esperamos un poco más, ¿no?
-
Dile que aguante, que voy para allá.
Entrando en el dormitorio, Mia me esperaba sentada en la cama cuando
le comuniqué la noticia.
-
Tengo que irme, Mia. Uno de mis socios la ha cagado y tengo que
apagar unos cuantos fuegos…
- ¿A
esta hora de la noche? ¿No puedes esperar a mañana?
-
Imposible. Tengo que ir allí lo más pronto posible porque me
necesitan.
-
¿Sabes cuánto tiempo estarás fuera?
- No
sé cariño, ya te iré diciendo, ¿vale?
Vistiéndome lo más rápido que pude, recogí un par de cosas, lo
metí en una maleta y me fui sin acordarme de guardar mi móvil… Y
ahí fue donde todo el tinglado que tenía comenzó a desmoronarse,
ya que una imprevista llamada comenzó a sonar.
-
¿Sí dígame?
-
Esto… ¿Hola? ¿Está el señor Willingam?
-
No, soy su novia. Terrance ha tenido que salir urgentemente por
trabajo y se ha olvidado el móvil, así que si me permite intentaré
alcanzarlo antes de que sea más tarde.
-
¿Trabajo? ¿Qué trabajo está diciendo?
- El
suyo, el de la empresa que heredó de su padre.
-
Imposible porque yo soy el subdirector de la empresa y el señor
Willingam lleva meses… Qué digo meses, ¡años!, sin pasarse por
la empresa.
CONTINUARÁ…
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