miércoles, 15 de enero de 2020

Capítulo 4 || Cambios

La expresión de Mia cambió por completo en ese momento y cambió su tono de voz.
- Disculpe pero si esto se trata de una broma, no tiene ni puta gracia. Estoy embarazada y encima llama en plena madrugada para decir esto, ¿cree usted que esto es normal?
- Lo siento señorita, pero acabamos de terminar ahora una junta extraordinaria en la que nos hemos reunido los socios y altos cargos de la empresa para tratar con urgencia el caso del señor Willingam y hemos decidido por unanimidad, tras varias horas de discusión, que no debe seguir al cargo de la empresa si no se ocupa de ella.
- Entonces… ¿Qué se supone que ha estado haciendo todos estos meses diciéndome que tenía que viajar por trabajo?
- Lo desconozco señorita… Yo lo único que sé se lo acabo de comunicar. ¿Se lo dirá usted misma al señor Willingam?
- Descuide, yo se lo digo. Buenas noches.


 A todo esto, Felisa dio a luz a nuestra hija Nicole y, cuando le dieron el alta volvimos a casa. No cabíamos en nosotros mismos de alegría, de saber que ya teníamos a nuestra pequeña en brazos, que le podíamos ver la carita y que era la de una auténtica princesita.


 Llegando la hora de darle el pecho, Felisa se quitó la zona superior justo cuando llamaron a la puerta y fui a abrir.


 Cuando la abrí y vi a Mia cruzando el umbral, mi mundo comenzó a venirse abajo y no pude evitar poner una expresión de incomodidad. No sabía cómo pero me había pillado…
- ¿Qué haces aquí Mia?
- Te he venido a traer algo que es tuyo… ¿No se te olvidó nada en casa?
- Mierda, el móvil…
- Exacto… Y te lo iba a devolver justo cuando recibí una llamada del subdirector de tu empresa para decirme que llevas años sin echarle cuenta y que, por unanimidad, te han echado de tu propia empresa y que ahora ya no mandas.
- ¿Cómo? Imposible. ¡Yo he estado trabajando estos últimos meses!


 Alzando la voz, Mia comenzó a gritarme como nunca antes había hecho.
- ¡NO ME MIENTAS! Sé que no has estado trabajando en tu empresa, así que no me la intentes colar porque no lo vas a conseguir. He leído tu conversación con una tal Felisa y… ¿Quién coño es ella? ¿Me estás poniendo los cuernos?
- No te los estoy poniendo… A ver, sí pero no, porque yo te amo a ti.
- ¿Que me amas? ¡MIENTES! Si me quisieras no te estarías follando a otra.


 Estaba tan ofuscado que no sabía qué decirle para que entendiese que no estaba en esa situación por gusto, sino más bien por obligación.
- No me estoy follando a ninguna otra… A ver, no porque quiera, ¿sabes?
- Ah claro, entonces me estás diciendo que una mujer te está obligando a mantener relaciones sexuales con ella, ¿es eso?
- No tan bruscamente pero sí. No me obliga, pero a mí tampoco me apetece porque cuando estoy con ella sólo pienso en ti.


 Mia comenzó a reír justo cuando Felisa salió del cuarto de Nicole.
- ¿Entonces cuando estás conmigo piensas en esa?
- ¿Qué coño está pasando aquí?-dijo Felisa-. ¿A qué vienen esos gritos? Vais a despertar a la niña.
- ¿La niña? ¡¿La niña?!-comenzó a decir Mia-. ¿Has tenido una hija con esta?
- Quería decírtelo pero… No sabía cómo cariño.
- Terrance, quién coño es esa y qué cojones hace en mi casa,-volvió a intervenir Felisa-.


 Justo cuando iba a comenzar a hablar, Mia intervino y habló ella directamente con Felisa.
- Mira cariño, mejor te lo cuento yo porque suficiente nos ha mentido a las dos este subnormal. Me llamo Mia y llevo saliendo con Terrance unos 10 meses y, como verás, estoy en el quinto mes de gestación.
- Espera… Me estás diciendo que a la vez que estaba contigo… ¿Estaba conmigo?
- Eso parece… ¿Dónde lo conociste tú?
- En una fiesta en la playa, nos acostamos juntos una noche y lo hicimos sin condón y me quedé embarazada esa noche y cuando pude encontrarlo al cabo de los meses, no me dijo nada de que estaba contigo. Incluso me dijo que se vendría a vivir conmigo pero que por trabajo tendría que viajar.
- ¡A mí me dijo exactamente lo mismo!


 Felisa estaba mortalmente seria y yo no sabía qué hacer. Estaba completamente inmóvil sintiendo cómo todo lo que había hecho se me estaba viniendo encima.
- O sea, que ha jugado con nosotras al mismo tiempo y a ninguna nos ha dicho la verdad...-comentó Felisa-.
- Sí… Pero espera, tú me has dicho que estabas embarazada, ¿no?
- Claro, si acabamos de venir del hospital porque nos han dado el alta a mi pequeña y a mí.
- Oh, ¿puedo verla?


 Felisa sonrió y condujo a Mia hacia el cuarto de Nicole y ambas entraron en la habitación ignorándome completamente.
- Pero qué preciosidad Felisa. Tienes una hija preciosa.
- Muchas gracias Mia. ¿Tú qué estás esperando?
- Otra niña de…
- Ya veo…-comentó Felisa-. No ha perdido el tiempo ese malnacido. Pero a este se le va a acabar el chollo, porque no pienso permitir que vuelva a ver a mi hija ni a pisar esta casa.
- No, ni a la mía tampoco. De hecho,-dijo Mia-, tu niña y tú os vais a venir a vivir a mi casa y juntas criaremos a nuestras hijas para que crezcan como las hermanas que son. No necesitamos a ningún tío.


 Abriendo la puerta, entré en la habitación porque Felisa y Mia me estaban ignorando completamente y no sabía lo que hacer. Estaba en blanco en ese momento.
- Mia, Felisa, ¿puedo decir algo?
- No,-contestó Mia-. Ya has dicho y hecho suficiente. Vete de aquí y no vuelvas nunca. No nos busques ni quieras saber nada de nosotras porque para Felisa y para mí estás muerto. Nuestras hijas crecerán sabiendo lo hijo de puta que ha sido su padre, tenlo por seguro.
- Pero son mis hijas y tengo derecho a verlas.
- Perdiste ese derecho cuando nos engañaste a las dos,-intervino Felisa-. Así que, si alguna vez nos has querido como tantas veces nos has dicho, vete sin montar ningún escándalo.


 En completo silencio, miré al techo y suspiré. Todo el mal que había hecho me cayó encima y de golpe, sin miramiento ninguno. Me lo tenía más que merecido pero, pese a que sabía que me lo había ganado, no dejaba de ser doloroso para mí.


 Mia me dio mi móvil y me fui de la casa sin decir absolutamente nada. Mirando el teléfono, me dieron ganas de explotarlo contra el suelo pero no era buena idea. Pese a que era tarde, tenía una llamada pendiente y era al subdirector de mi empresa.
- ¿Dígame?-se escuchó al otro lado del teléfono-.
- Soy Terrance Willingam. ¿Qué se supone que habéis hecho a mis espaldas? ¡No podéis echarme de MI empresa!
- Para empezar no es tu empresa, sino la que levantó tu padre con el sudor de su frente. Segundo, podíamos hacerlo y lo hemos hecho después de mucho tiempo. Aún había gente que creía en ti y que esperaba que ocupases el puesto que heredaste de tu padre antes de fallecer, pero pasaba el tiempo y tu mesa seguía cogiendo polvo y tampoco contestabas las llamadas, no te preocupabas de nada, nos dejabas a nosotros todo el peso… Pero finalmente hemos tomado esa decisión: convocamos una junta y nos reunimos para poder echarte… Siento que todo haya acabado así pero…


 De repente, la llamada se cortó y me puse a preguntar si todavía seguía ahí hasta que miré el móvil y vi que el teléfono estaba apagado. La batería se había agotado y no tenía el cargador… Y encima sabía que no tendría dinero para comprar uno nuevo porque había puesto una cuenta conjunta con cada una de ellas y, cuando quisiera a echar mano del dinero, no habría nada. Estaba bien jodido…


 Efectivamente, no tenía dinero en mis cuentas, ni teléfono móvil ni tampoco podía acercarme a Felisa, Mia o las niñas. Habían pasado varios meses desde que ocurriese aquello y seguramente mi hija con Mia habría nacido ya. ¿Y yo qué había hecho durante todo ese tiempo? Alejarme de todo porque la prensa comenzó a hacerse eco de lo que había hecho y los periodistas comenzaron a incordiarme y la buena fama que tenía comenzó a desaparecer hasta ser un auténtico don nadie.


 Encontré un viejo refugio abandonado a las afueras de la ciudad y ahí me resguardaba las noches de frío mientras mi cabeza no paraba de pensar en que había estado en lo más alto y ahora estaba en la más mísera de las mierdas. Y lo peor era saber que todo había sido por mi culpa.


 Estaba sumido en una fuerte depresión y no había noche que no me durmiese llorando y lamentándome por mis actos, pero ya no había solución a todo aquello, sino que me tocaba seguir adelante y afrontar la vida tal y como se me pintaba.


 Tenía pesadillas casi todas las noches donde veía una y otra vez a Felisa y a Mia rechazándome, negándome ver a mis hijas o incluso a mis hijas diciéndome que me odiaban… Pero mis hijas no tenían cara, eran sombras negras que me señalaban con el dedo mientras sentía como si una fuerza me alejaba de ellas.


 Muchas mañanas me despertaba sudando y sin haber descansado lo suficiente y cada día que pasaba me sentía peor conmigo mismo, me odiaba un poco más y más ganas tenía de quitarme la vida… Pero era un maldito cobarde que tenía miedo de dar el paso y solucionar mis problemas de un solo corte en las venas.


 De ahí que conociese a alguien que se convirtió en una persona muy especial para mí en ese momento. Justo estaba a punto de quitarme la vida cuando me vio y evitó que lo hiciese, me hizo ver que todo en esta vida tenía solución y me dio algo para que viese las cosas de otra forma y, vaya que si lo consiguió.  


 Al probarlo, comencé a ver la vida de otra forma, más positivamente y no de forma tan negra como lo había estado haciendo, por eso cada día quería más y más y a quien acudía era a este amigo mío…
- Borja, necesito que me des más.
- Tío, me debes mucha pasta ya y estoy cansado de fiarte la droga porque cada día que pasa pierdo dinero y no me sales rentable. Vale que te metas una raya o un porro de vez en cuando, pero tío, que necesitas dosis de caballo y no es sano.
- Como si fumarse un porro al día lo fuese. Venga ya hombre, si sabes que cuando me tomo eso estoy mucho mejor y dejo de molestarte.
- Vamos a tener que hacer algo contigo para que me pagues todo lo que me debes…
- Haré lo que sea. Si quieres te como la polla tío, que yo hace tiempo lo hacía y no se me daba mal.
- ¡No me refiero a eso gilipollas! Terry tío, a veces me arrepiento de haberte salvado, te lo juro.


 Pero Borja no tenía malas intenciones y en el fondo me apreciaba, aunque no lo dijese claramente.
- Venga tío, si sabes que conmigo tu vida es mejor,-le dije-.
- ¿Mejor? Mejor estaría si me pagases lo que me debes.
- Sabes que no tengo un puto duro tío, ya te conté lo que me hicieron esas dos chicas y que estoy sin blanca. Pero es que necesito esa mierda tío, tengo que tirar para adelante y no puedo sin eso.
- Me cago en la puta, ¡joder! Está bien, te lo daré, pero será la última vez que te de algo, ¿te queda claro?
- Como el agua, comandante.


 Tras darme la mercancía me fui a mi casa y allí comencé a prepararlo todo. Al ver las rayas de coca mi cara se iluminó y sabía que después de unos minutos, ese malestar se me pasaría y tendría ganas de comerme el mundo.


 Qué sensación más buena era esa… Podía sentir cómo la coca hacía efecto y mi cuerpo reaccionaba rápidamente y comenzaba a animarme.


 Pero con eso no era suficiente, necesitaba más y si quería estar al 100% tendría que tomarme una pastilla de MDMA. Borja me había dado un bote entero porque sabía que yo necesitaba mucha cantidad, pero en aquella ocasión solo me tomaría una…


 Cuando la tuve en mi mano, contemplé su color morado y pensé en cómo una cosa tan pequeña podía afectar tanto a un organismo. Pero no quise darle muchas vueltas y me la metí en la boca.


 Tras tragar la pastilla, sentí cómo mi cabeza daba vueltas y una leve sonrisa comenzó a dibujarse en mi cara. Ahora sí que estaba listo…


 Completamente recuperado, salí del refugio y me dirigí hacia el bar más cercano y, cuando entré en él, la camarera echó la vista al suelo.
- ¿Qué coño haces aquí Terry? Ya sabes que no puedes entrar en el bar.
- Me da igual lo que dijera tu jefe. ¿A que no está aquí ahora?
- No, pero…
- Pero nada, si no está puedo venir, así que ponme un ron-cola fresquito, que tengo sed.


 Sin intercambiar más palabras conmigo, la muchacha me sirvió la copa y comencé a beberla con rapidez mientras me sentía el rey del mundo.


 Pero al alzar mi brazo para beber la copa, un tufo maloliente salió de mi axila comenzando a apestar a los demás. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin ducharme pero, ¿qué más daba? Si la gente pasaba de mí y yo de ellos, por lo que mi higiene no le tenía que preocupar a nadie más que a mí y justamente a mí no me molestaba. Sin embargo, uno de los hombres que estaba a mi lado me lo dijo abiertamente.
- Tío, ve a tomarte una ducha… Puaj, qué asco macho.
- Más asco das tú, come-mierda,-contesté muy amablemente-.


CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario