-
Disculpe pero si esto se trata de una broma, no tiene ni puta gracia.
Estoy embarazada y encima llama en plena madrugada para decir esto,
¿cree usted que esto es normal?
- Lo
siento señorita, pero acabamos de terminar ahora una junta
extraordinaria en la que nos hemos reunido los socios y altos cargos
de la empresa para tratar con urgencia el caso del señor Willingam y
hemos decidido por unanimidad, tras varias horas de discusión, que
no debe seguir al cargo de la empresa si no se ocupa de ella.
-
Entonces… ¿Qué se supone que ha estado haciendo todos estos meses
diciéndome que tenía que viajar por trabajo?
- Lo
desconozco señorita… Yo lo único que sé se lo acabo de
comunicar. ¿Se lo dirá usted misma al señor Willingam?
-
Descuide, yo se lo digo. Buenas noches.
A todo esto, Felisa dio a luz a nuestra hija Nicole y, cuando le
dieron el alta volvimos a casa. No cabíamos en nosotros mismos de
alegría, de saber que ya teníamos a nuestra pequeña en brazos, que
le podíamos ver la carita y que era la de una auténtica princesita.
Llegando la hora de darle el pecho, Felisa se quitó la zona superior
justo cuando llamaron a la puerta y fui a abrir.
Cuando la abrí y vi a Mia cruzando el umbral, mi mundo comenzó a
venirse abajo y no pude evitar poner una expresión de incomodidad.
No sabía cómo pero me había pillado…
-
¿Qué haces aquí Mia?
- Te
he venido a traer algo que es tuyo… ¿No se te olvidó nada en
casa?
-
Mierda, el móvil…
-
Exacto… Y te lo iba a devolver justo cuando recibí una llamada del
subdirector de tu empresa para decirme que llevas años sin echarle
cuenta y que, por unanimidad, te han echado de tu propia empresa y
que ahora ya no mandas.
-
¿Cómo? Imposible. ¡Yo he estado trabajando estos últimos meses!
Alzando la voz, Mia comenzó a gritarme como nunca antes había
hecho.
-
¡NO ME MIENTAS! Sé que no has estado trabajando en tu empresa, así
que no me la intentes colar porque no lo vas a conseguir. He leído
tu conversación con una tal Felisa y… ¿Quién coño es ella? ¿Me
estás poniendo los cuernos?
- No
te los estoy poniendo… A ver, sí pero no, porque yo te amo a ti.
-
¿Que me amas? ¡MIENTES! Si me quisieras no te estarías follando a
otra.
Estaba tan ofuscado que no sabía qué decirle para que entendiese
que no estaba en esa situación por gusto, sino más bien por
obligación.
- No
me estoy follando a ninguna otra… A ver, no porque quiera, ¿sabes?
- Ah
claro, entonces me estás diciendo que una mujer te está obligando a
mantener relaciones sexuales con ella, ¿es eso?
- No
tan bruscamente pero sí. No me obliga, pero a mí tampoco me apetece
porque cuando estoy con ella sólo pienso en ti.
Mia comenzó a reír justo cuando Felisa salió del cuarto de Nicole.
-
¿Entonces cuando estás conmigo piensas en esa?
-
¿Qué coño está pasando aquí?-dijo Felisa-. ¿A qué vienen esos
gritos? Vais a despertar a la niña.
-
¿La niña? ¡¿La niña?!-comenzó a decir Mia-. ¿Has tenido una
hija con esta?
-
Quería decírtelo pero… No sabía cómo cariño.
-
Terrance, quién coño es esa y qué cojones hace en mi casa,-volvió
a intervenir Felisa-.
Justo cuando iba a comenzar a hablar, Mia intervino y habló ella
directamente con Felisa.
-
Mira cariño, mejor te lo cuento yo porque suficiente nos ha mentido
a las dos este subnormal. Me llamo Mia y llevo saliendo con Terrance
unos 10 meses y, como verás, estoy en el quinto mes de gestación.
-
Espera… Me estás diciendo que a la vez que estaba contigo…
¿Estaba conmigo?
-
Eso parece… ¿Dónde lo conociste tú?
- En
una fiesta en la playa, nos acostamos juntos una noche y lo hicimos
sin condón y me quedé embarazada esa noche y cuando pude
encontrarlo al cabo de los meses, no me dijo nada de que estaba
contigo. Incluso me dijo que se vendría a vivir conmigo pero que por
trabajo tendría que viajar.
- ¡A
mí me dijo exactamente lo mismo!
Felisa estaba mortalmente seria y yo no sabía qué hacer. Estaba
completamente inmóvil sintiendo cómo todo lo que había hecho se me
estaba viniendo encima.
- O
sea, que ha jugado con nosotras al mismo tiempo y a ninguna nos ha
dicho la verdad...-comentó Felisa-.
-
Sí… Pero espera, tú me has dicho que estabas embarazada, ¿no?
-
Claro, si acabamos de venir del hospital porque nos han dado el alta
a mi pequeña y a mí.
-
Oh, ¿puedo verla?
Felisa sonrió y condujo a Mia hacia el cuarto de Nicole y ambas
entraron en la habitación ignorándome completamente.
-
Pero qué preciosidad Felisa. Tienes una hija preciosa.
-
Muchas gracias Mia. ¿Tú qué estás esperando?
-
Otra niña de…
- Ya
veo…-comentó Felisa-. No ha perdido el tiempo ese malnacido. Pero
a este se le va a acabar el chollo, porque no pienso permitir que
vuelva a ver a mi hija ni a pisar esta casa.
-
No, ni a la mía tampoco. De hecho,-dijo Mia-, tu niña y tú os vais
a venir a vivir a mi casa y juntas criaremos a nuestras hijas para
que crezcan como las hermanas que son. No necesitamos a ningún tío.
Abriendo la puerta, entré en la habitación porque Felisa y Mia me
estaban ignorando completamente y no sabía lo que hacer. Estaba en
blanco en ese momento.
-
Mia, Felisa, ¿puedo decir algo?
-
No,-contestó Mia-. Ya has dicho y hecho suficiente. Vete de aquí y
no vuelvas nunca. No nos busques ni quieras saber nada de nosotras
porque para Felisa y para mí estás muerto. Nuestras hijas crecerán
sabiendo lo hijo de puta que ha sido su padre, tenlo por seguro.
-
Pero son mis hijas y tengo derecho a verlas.
-
Perdiste ese derecho cuando nos engañaste a las dos,-intervino
Felisa-. Así que, si alguna vez nos has querido como tantas veces
nos has dicho, vete sin montar ningún escándalo.
En completo silencio, miré al techo y suspiré. Todo el mal que
había hecho me cayó encima y de golpe, sin miramiento ninguno. Me
lo tenía más que merecido pero, pese a que sabía que me lo había
ganado, no dejaba de ser doloroso para mí.
Mia me dio mi móvil y me fui de la casa sin decir absolutamente
nada. Mirando el teléfono, me dieron ganas de explotarlo contra el
suelo pero no era buena idea. Pese a que era tarde, tenía una
llamada pendiente y era al subdirector de mi empresa.
-
¿Dígame?-se escuchó al otro lado del teléfono-.
-
Soy Terrance Willingam. ¿Qué se supone que habéis hecho a mis
espaldas? ¡No podéis echarme de MI empresa!
-
Para empezar no es tu empresa, sino la que levantó tu padre con el
sudor de su frente. Segundo, podíamos hacerlo y lo hemos hecho
después de mucho tiempo. Aún había gente que creía en ti y que
esperaba que ocupases el puesto que heredaste de tu padre antes de
fallecer, pero pasaba el tiempo y tu mesa seguía cogiendo polvo y
tampoco contestabas las llamadas, no te preocupabas de nada, nos
dejabas a nosotros todo el peso… Pero finalmente hemos tomado esa
decisión: convocamos una junta y nos reunimos para poder echarte…
Siento que todo haya acabado así pero…
De repente, la llamada se cortó y me puse a preguntar si todavía
seguía ahí hasta que miré el móvil y vi que el teléfono estaba
apagado. La batería se había agotado y no tenía el cargador… Y
encima sabía que no tendría dinero para comprar uno nuevo porque
había puesto una cuenta conjunta con cada una de ellas y, cuando
quisiera a echar mano del dinero, no habría nada. Estaba bien
jodido…
Efectivamente, no tenía dinero en mis cuentas, ni teléfono móvil
ni tampoco podía acercarme a Felisa, Mia o las niñas. Habían
pasado varios meses desde que ocurriese aquello y seguramente mi hija
con Mia habría nacido ya. ¿Y yo qué había hecho durante todo ese
tiempo? Alejarme de todo porque la prensa comenzó a hacerse eco de
lo que había hecho y los periodistas comenzaron a incordiarme y la
buena fama que tenía comenzó a desaparecer hasta ser un auténtico
don nadie.
Encontré un viejo refugio abandonado a las afueras de la ciudad y
ahí me resguardaba las noches de frío mientras mi cabeza no paraba
de pensar en que había estado en lo más alto y ahora estaba en la
más mísera de las mierdas. Y lo peor era saber que todo había sido
por mi culpa.
Estaba sumido en una fuerte depresión y no había noche que no me
durmiese llorando y lamentándome por mis actos, pero ya no había
solución a todo aquello, sino que me tocaba seguir adelante y
afrontar la vida tal y como se me pintaba.
Tenía pesadillas casi todas las noches donde veía una y otra vez a
Felisa y a Mia rechazándome, negándome ver a mis hijas o incluso a
mis hijas diciéndome que me odiaban… Pero mis hijas no tenían
cara, eran sombras negras que me señalaban con el dedo mientras
sentía como si una fuerza me alejaba de ellas.
Muchas mañanas me despertaba sudando y sin haber descansado lo
suficiente y cada día que pasaba me sentía peor conmigo mismo, me
odiaba un poco más y más ganas tenía de quitarme la vida… Pero
era un maldito cobarde que tenía miedo de dar el paso y solucionar
mis problemas de un solo corte en las venas.
De ahí que conociese a alguien que se convirtió en una persona muy
especial para mí en ese momento. Justo estaba a punto de quitarme la
vida cuando me vio y evitó que lo hiciese, me hizo ver que todo en
esta vida tenía solución y me dio algo para que viese las cosas de
otra forma y, vaya que si lo consiguió.
Al probarlo, comencé a ver la vida de otra forma, más positivamente
y no de forma tan negra como lo había estado haciendo, por eso cada
día quería más y más y a quien acudía era a este amigo mío…
-
Borja, necesito que me des más.
-
Tío, me debes mucha pasta ya y estoy cansado de fiarte la droga
porque cada día que pasa pierdo dinero y no me sales rentable. Vale
que te metas una raya o un porro de vez en cuando, pero tío, que
necesitas dosis de caballo y no es sano.
-
Como si fumarse un porro al día lo fuese. Venga ya hombre, si sabes
que cuando me tomo eso estoy mucho mejor y dejo de molestarte.
-
Vamos a tener que hacer algo contigo para que me pagues todo lo que
me debes…
-
Haré lo que sea. Si quieres te como la polla tío, que yo hace
tiempo lo hacía y no se me daba mal.
-
¡No me refiero a eso gilipollas! Terry tío, a veces me arrepiento
de haberte salvado, te lo juro.
Pero Borja no tenía malas intenciones y en el fondo me apreciaba,
aunque no lo dijese claramente.
-
Venga tío, si sabes que conmigo tu vida es mejor,-le dije-.
-
¿Mejor? Mejor estaría si me pagases lo que me debes.
-
Sabes que no tengo un puto duro tío, ya te conté lo que me hicieron
esas dos chicas y que estoy sin blanca. Pero es que necesito esa
mierda tío, tengo que tirar para adelante y no puedo sin eso.
- Me
cago en la puta, ¡joder! Está bien, te lo daré, pero será la
última vez que te de algo, ¿te queda claro?
-
Como el agua, comandante.
Tras darme la mercancía me fui a mi casa y allí comencé a
prepararlo todo. Al ver las rayas de coca mi cara se iluminó y sabía
que después de unos minutos, ese malestar se me pasaría y tendría
ganas de comerme el mundo.
Qué sensación más buena era esa… Podía sentir cómo la coca
hacía efecto y mi cuerpo reaccionaba rápidamente y comenzaba a
animarme.
Pero con eso no era suficiente, necesitaba más y si quería estar al
100% tendría que tomarme una pastilla de MDMA. Borja me había dado
un bote entero porque sabía que yo necesitaba mucha cantidad, pero
en aquella ocasión solo me tomaría una…
Cuando la tuve en mi mano, contemplé su color morado y pensé en
cómo una cosa tan pequeña podía afectar tanto a un organismo. Pero
no quise darle muchas vueltas y me la metí en la boca.
Tras tragar la pastilla, sentí cómo mi cabeza daba vueltas y una
leve sonrisa comenzó a dibujarse en mi cara. Ahora sí que estaba
listo…
Completamente recuperado, salí del refugio y me dirigí hacia el bar
más cercano y, cuando entré en él, la camarera echó la vista al
suelo.
-
¿Qué coño haces aquí Terry? Ya sabes que no puedes entrar en el
bar.
- Me
da igual lo que dijera tu jefe. ¿A que no está aquí ahora?
-
No, pero…
-
Pero nada, si no está puedo venir, así que ponme un ron-cola
fresquito, que tengo sed.
Sin intercambiar más palabras conmigo, la muchacha me sirvió la
copa y comencé a beberla con rapidez mientras me sentía el rey del
mundo.
Pero al alzar mi brazo para beber la copa, un tufo maloliente salió
de mi axila comenzando a apestar a los demás. Había perdido la
cuenta del tiempo que llevaba sin ducharme pero, ¿qué más daba? Si
la gente pasaba de mí y yo de ellos, por lo que mi higiene no le
tenía que preocupar a nadie más que a mí y justamente a mí no me
molestaba. Sin embargo, uno de los hombres que estaba a mi lado me lo
dijo abiertamente.
-
Tío, ve a tomarte una ducha… Puaj, qué asco macho.
-
Más asco das tú, come-mierda,-contesté muy amablemente-.
CONTINUARÁ…
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