Poniéndole los guantes a Santi, David le indicó un par de movimientos que podía hacer justo cuando Willy hizo un comentario.
- Cuidado con el nuevo, vaya a ser que se venga arriba y un día te eche cara.
- Y si hace eso será más tonto de lo que creía,-dijo David-.
Tras un rato con el saco, David puso a Santi en la cinta.
- Tienes que quitarte esos kilos que tienes encima. El peso de más te lastra, te hace más pesado y más previsible.
- No me digas que ahora tengo que ser rápido como una gacela jajaja.
- Santi, no hay tiempo que perder. Déjate de bromas y comienza a correr.
- Vale, perdón.
Y, por último, David le indicó a Santi que tenía que levantar pesas.
- ¿Pero cuánto peso me has puesto David?
- Que son 25 kilos nada más tío.
- Joder… Me parecen 100.
- Ay Dios, dame paciencia…
A todo esto, Willy y Hugo hacían una apuesta.
- Me juego 10 pavos a que Santi no dura ni dos semanas haciendo ejercicio,-comentó Willy-.
- Venga, me los juego contigo. Yo digo que sí dura…
Santi entrenaba cada día incluso cuando no tenía ganas. Tenía a David pegado como una lapa y le obligaba a entrenar seis días en semana poniéndole rutinas de ejercicios la mar de exigentes.
- Ya me lo agradecerás luego. No hoy ni mañana, pero sí en un tiempo,-le decía David-.
Poco a poco Santi fue cogiéndole el gusto a entrenar y ya David no tenía que estar tan encima de él a la hora de ponerse a levantar pesas, darle al saco o correr. Incluso hasta Santi se ponía a dar vueltas alrededor del patio cuando la cinta estaba ocupada…
Una de las mejores cosas fue ver la cara de fastidio de Willy al tener que pagarle a Hugo los 10€ al perder la apuesta, ya que Santi llevaba más de un mes entrenando día sí y día también.
Tiempo después, mientras estaban todos en el patio, el oficial Jesús Beiroa se le acercó a David.
- David, ¿puedo hablar contigo un momento?
- Sí Jesús, dime.
Tras comunicarle la noticia, la expresión facial de David cambió por completo.
- Debe ser una broma…
- Me temo que no, David. El alcaide me lo ha comunicado esta mañana y me ha pedido que tu cambio de celda sea de inmediato.
- ¿Y tiene que ser a la antigua celda de Adrián con el mamón de Borja?
- Por eso mismo, teme que acabe suicidándose. Lleva un tiempo alejado de todos y sin relacionarse con casi nadie. Si el alcaide te pide esto es porque confía en ti, no lo olvides.
- Lo sé, pero…
Unos minutos después, el oficial Pablo Romero le anunciaba a Borja que tendría un nuevo compañero.
- Borja, tienes un nuevo compañero de celda.
- ¿Ah sí? ¿Quién?
- Adivínalo tú mismo…
Haciéndose a un lado y abriendo la puerta, David entró con cara de pocos amigos y sorprendiendo a Borja.
- Espero que la convivencia sea buena y no provoquéis más altercados…-dijo el oficial-.
Ya quedándose solos, Borja miró a David con expresión tremendamente seria.
- No me mires así Borja, que a mí me hace la misma puta gracia que a ti compartir celda contigo.
- ¿Y entonces por qué estás aquí?
- El alcaide piensa que te puedes suicidar dado que no te relacionas con nadie desde que Adri está en el pozo.
- Jajajaja ese tío no sé en qué mundo vive… ¿Suicidarme yo? Si ahora es como mejor estoy.
Ese comentario sorprendió a David al no esperarse esa contestación.
- ¿Como mejor estás?
- Desde que Adri no está… he dejado de tener problemas, me he empezado a valorar a mí mismo, los demás presos me miráis de diferente forma, ya no soy “la putita de”, sino Borja. He cambiado pero, ¿suicidarme? No entra en mis planes, está claro.
- Oye, pues me alegro de que hayas sabido ver tu camino después de todo.
- Este tiempo sólo me ha venido genial para poder pensar cómodamente, así que espero que los malos rollos y viejas rencillas que hubiera entre nosotros o cualquiera de tus colegas hayan quedado atrás.
Santi, pasando por la antigua celda de David y no verlo allí, le preguntó a Pablo.
- Jefe, ¿dónde está David?
- Lo han cambiado de celda, ahora comparte la celda con Borja.
- Venga ya, ¿en serio?
- Que sí, no te pongas melodramático y tira para tu celda Santi.
A Santi no le gustaba ni un pelo todo aquello.
- ¿Se puede saber el por qué?
- A ti no te puedo decir nada. Si David quiere, que te lo cuente él.
- Anda hombre, ¿te vas a quedar ahí sin resolverme la duda?
- Completamente. Venga, tira para allá que eres peor que un niño pequeño.
Pasando por delante de la celda de Borja, éste miró a Santi con una sonrisa sincera y lo saludó afablemente.
- Hola Santi,-pero Borja se quedó sin respuesta-.
Mirando a David, Santi le hizo una pregunta.
- ¿Qué mierda haces tú con ese?
- El alcaide tenía sospechas de que podía suicidarse y…
- Pues que lo haga, un coñazo menos.
- Venga hombre, no seas así. He estado hablando con él y ha cambiado, te lo prometo.
- ¿Me lo dices en serio?-preguntó Santi incrédulo-.
- Que sí tío. ¿No te das cuenta que aquí el único cáncer es Adri?
Y una vez que todos los presos estaban en sus celdas, era hora de sacar a los que estaban en aislamiento de uno en uno. En aquella ocasión, era el turno del mencionado Adrián.
- Adri, tu turno.
- Vaya, cuánto honor… ¿Hoy podré salir?
- Si sigues con esas ironías te vas a pasar otra semana sin poder salir, ¿te queda claro?
- Como el agua jefe. Cristalino…
Yendo hasta el patio, allí Adri agarró una pelota de baloncesto y se puso a jugar un rato. Después de una semana metido en su celda sin salir a causa de una pequeña disputa con uno de los oficiales, Adri necesitaba gastar energías y cansarse.
Ya habían pasado casi seis meses desde que Adri fuera mandado a aislamiento y para él estaba siendo eterna esa época. Nunca había estado tanto tiempo en el pozo hasta entonces.
Apareciendo otro oficial en el patio, miró a Adri y, suspirando, se acercó a él.
El oficial no era otro que Vicente y, teniendo en cuenta que era el jefe de los oficiales, aquello le sorprendió al propio Sadam.
- Adri, hemos pensado el alcaide y yo en darte un voto de confianza y, después de estos seis meses en aislamiento, creemos que es un buen momento para volver a reinsertarte entre tus compañeros.
- ¿De verdad jefe?
- Sí, pero no podrás disfrutar de ningún privilegio. Estarás en una celda individual como el resto de tus compañeros, de un vis a vis mensual y de tus visitas semanales como cualquiera, ¿de acuerdo?
- Sí, claro. Sin ningún problema.
- Pues andando.
Cuando el resto de los presos vio a Adrián dirigiéndose hacia las celdas normales, se hizo el silencio, roto sólo por un leve murmullo de los demás cuchicheando.
Santi, viendo la escena, apenas pestañeaba. ¿Estaba viendo bien?
- Oficial,-decía Vicente dirigiéndose a Pablo-. El preso Adrián pasará ahora a estar en la celda 204 de este módulo y se le tratará como cualquier preso, sin ningún privilegio extra, ¿entendido?
- Sí jefe.
Y antes de entrar en su celda, Adrián pudo comprobar que ahora era David quien compartía celda con Borja, con su íntimo amigo Borja y eso no le gustó ni un pelo.
Acercándose a la celda, Vicente le dijo algo a Adrián.
- Una última cosa antes de que se me olvide: como nos enteremos de que vuelves a hacer de las tuyas, pasas el resto de tu condena en aislamiento y cadena perpetua son muchos años…
En el siguiente turno de patio, todos los presos se quedaban mirando a Adrián sin saber muy bien cómo actuar. ¿Estaría más relajado? ¿O por el contrario vendría más cabreado todavía?
Acercándose a la zona de ejercicio, allí pudo ver a Borja golpeando el saco bajo las indicaciones de David.
- Intenta trabajar más el jab. Y no te olvides de cubrirte con la otra mano, eso es muy importante porque así quedas más expuesto a que tu contrincante te pegue en la cara.
Dándose cuenta de la presencia de Adrián, David se volvió hacia él.
- Tú aquí no pintas nada. Vete de aquí y vuélvete a meter en el agujero del que has salido, rata.
- ¿No puedo saludar a mi amigo Borja?
- No quiere verte. Y si quisiera, ya se habría acercado a ti nada más abrir las celdas.
- ¿Y por qué no me lo dice él mismo?-preguntó Adrián-.
Metiéndose por medio, Santi increpó a Adrián.
- ¿Estás sordo? Te hemos dicho que no quiere verte así que, por favor, te pedimos muy amablemente que abandones estas instalaciones deportivas y vuelvas a tu celda donde se te acogerá con todos los honores que mereces.
- Estás muy crecidito tú, ¿no?
- Los kilos que he perdido no me dejaban ver más allá, pero eso ha cambiado, así que ten cuidado con lo que dices, “amigo”.
- Esto no quedará así…
CONTINUARÁ…
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