lunes, 8 de noviembre de 2021

Capítulo 3 || Nada Es Lo Que Parece

 Keira consiguió apartar a su novio de Santi y, una vez que éste había dejado de pegar al dueño de la casa, miró a su novia una última vez.

- Esto no va a quedar así, te lo prometo.

- ¿Me estás amenazando Daniel?


 Y dirigiéndose a la puerta, Daniel comenzó a irse justo cuando Santi le dijo algo.

- ¡No se te ocurra volver aquí o seré yo mismo quien acabe contigo, cabrón! ¿Me oyes? Como vuelvas, te mato.


 En cuanto la puerta se cerró, Keira se abrazó a Santi.

- ¿Estás bien?-le preguntó-.

- Sí, han sido unos pocos de puñetazos, nada grave.

- Y pensar que me lleva poniendo los cuernos desde ni se sabe… Ese malnacido…

- Tranquila, olvídate de él.


 Al cabo de varias semanas, Santi llegó a casa después de hacer la compra y se encontró a Keira en el baño.

- Cariño, ¿todavía en la ducha?

- Sí, me estoy arreglando. ¿No te acuerdas que hoy tenemos la cena con mis amigas?

- Claro que me acuerdo, pero todavía quedan tres horas. Yo había pensado ir a echar algunos currículums antes de arreglarme.

- Pues date prisa entonces, que no quiero llegar tarde.


 Una media hora después, Santi iba de camino a casa cuando se paró a ver el paisaje y dio gracias al cielo por todo lo que estaba viviendo en ese momento. Estaba con Keira, a los dos les iba bien y tenía una entrevista de trabajo para la semana siguiente.

- Que todo siga así de bien…


 Sin embargo, Santi comenzó a preocuparse cuando, al llegar a casa, se encontró la puerta abierta y todo patas arriba. Parecía que habían entrado a robar sin lugar a dudas. Su primer pensamiento no fue si el ladrón podría estar ahí sino Keira.

- Mierda, Keira…


 Adentrándose en la casa, Santi evitaba tocar cualquier cosa para cuando llamase a la policía.

- Keira, soy yo, Santi. ¿Estás bien?-preguntó sin obtener respuesta-. ¡Keira!


 Entrando en el dormitorio, Santi se la encontró tumbada en la cama con los ojos abiertos y una incipiente marca de manos alrededor de su cuello.


 Pero lo peor no era eso, sino que Dani estaba junto a la cama completamente rodeado de un gran charco de sangre.

- Joder…


 Santi se acercó a los cuerpos de ambos para certificar si tenían pulso y, por desgracia, ninguno de los dos se encontraba con vida en esos momentos. Entrando en pánico, Santi comenzó a gritar desesperado.

- ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!


 Pasados unos segundos, Santi se calmó un poco y comenzó a pensar con claridad.

- Tengo que llamar a Ferrán. Él sabrá qué hacer…


 Al cabo de unos minutos llegó aquel tipo, quien fue compañero de trabajo de sus padres e íntimo amigo de la familia hasta que, a raiz del fallecimiento de sus padres, desapareció de la vida de Santi.

- Santi, ¿qué ha pasado?-preguntó el policía-.

- ¡Ferran! Menos mal que estás tú aquí, no sabía a quién acudir. Estaba en la calle buscando trabajo y cuando he vuelto me he encontrado toda la casa patas arriba y a mis inquilinos muertos en su dormitorio. No sé qué hacer Ferrán, estoy de los nervios.

- Tranquilo hijo. ¿Has tocado algo?


 Santi se subía por las paredes. Era la primera vez que se encontraba en una situación así y no sabía cómo actuar.

- No, la puerta ya estaba abierta cuando he llegado y lo único que hice fue comprobar las constantes vitales de Dani y Keira por si estaban vivos.

- Bueno, quédate aquí y espera al resto de mis compañeros. Yo voy a entrar, ¿de acuerdo? Tú no te muevas de aquí.


 Entrando, lo primero que vio Ferrán fue los retratos de sus antiguos compañeros.

- Ay, qué de tiempo hace ya…


 Tras mirar que todo lo que le había dicho Santi encajaba con lo que estaba viendo, Ferrán entró en el dormitorio y allí pudo comprobar que ambos inquilinos estaban muertos y sin posibilidad alguna de salvarlos.


 Saliendo de la vivienda, Ferrán buscó a Santi para hablar con él.

- Santi, vamos a precintar tu casa, voy a llamar a mis compañeros de criminalística y el equipo de la científica tendrá que analizar tu casa palmo a palmo, aparte de llevarse los cuerpos de tus inquilinos y hacerle la autopsia. Yo a partir de ahora no podré ayudarte, porque yo soy de la brigada de antidrogas.

- Vale, ¿y yo qué hago ahora?

- Tendrás que ir a comisaría a declarar y decir todo lo que sabes.


 Ferrán miró a Santi una última vez antes de que éste se marchara y aprovechó para hacerle una pregunta.

- Santi, siento si te molesta la pregunta que tengo que hacerte pero… Estoy obligado a hacerla. ¿Tú has tenido algo que ver en todo esto?

- No, te lo prometo Ferrán. Me conoces desde pequeño, mis padres eran tus compañeros… Sabes perfectamente que no sería capaz de nada así.

- Lo sé, pero tenía que preguntarlo… Venga, no te preocupes. Un compañero te llevará a comisaría para tomarte declaración, tranquilo.


 Durante todo el proceso de investigación, Ferrán le estuvo pagando una habitación de hotel a Santi para que pernoctase en algún sitio mientras averiguaban los hechos. Todo estaba bajo secreto de sumario y nadie decía nada.


 Uno de esos días, Ferrán avisó a Santi para que fuera a su despacho porque tenía noticias que contarle.

- Ya estoy aquí. Siento la demora, Santi,-se disculpó Ferrán-.

- No te preocupes. Bueno, ¿se sabe algo del caso?


 Santi se había levantado y buscaba constantemente la mirada de Ferrán, quien la estaba evitando continuamente.

- ¿Pasa algo Ferrán?

- ¿Sabes? Me alegro de que tus padres no estén aquí, porque de estarlo, se morirían de pena de ver en lo que te has convertido.

- ¿Pero de qué estás hablando? Ferrán, me estás asustando.

- ¿Por qué mataste a Daniel y a Keira? ¿Por qué lo hiciste?


 Santi no se podía creer lo que le estaba diciendo aquel policía.

- ¿Esto es una especie de broma o inocentada? Porque no tiene ni puta gracia.

- ¿Gracia? Gracioso ha sido que mis compañeros descubriesen tus huellas por toda la casa, alrededor del cuello de Keira, en el cuchillo con el que asesinaste a Daniel… Hablaron con tus vecinos y se enteraron que días antes te escucharon amenazar de muerte a Daniel con matarlo… ¿Qué tienes que decir de eso?

- A ver, un momento…

- Espera, ¿sabes qué? No quiero saberlo. Santiago del Valle, quedas detenido por asesinar a Keira Sánchez y Daniel Lopez.


 Santi debía estar en un sueño, en una pesadilla de la que se iba a despertar de un momento a otro… Pero no. Aquello era real y tuvo que ver cómo el antiguo compañero de sus padres le ponía las esposas y lo metía en un coche patrulla para dirigirse a la que sería su casa a partir de ese momento: la cárcel.


 Ferrán pidió ser él quien llevase a Santi a la cárcel, ya que tenía más confianza que cualquiera de los demás policías.

- Ya hemos llegado,-dijo Ferrán-.

- Yo no he matado a nadie. Tienes que creerme Ferrán.

- Hijo, yo… no sé qué creer. Todas las pruebas apuntan a ti.

- Pero yo no lo hice, te lo prometo.

- Venga, ponte ahí, que tienen que hacerte la foto…


 Santi se colocó en su marca y, agarrando el cartel, le hicieron la ficha previa a entrar en prisión mientras que en su cabeza negaba una y otra vez los hechos.

- Esto no debería estar pasando. Esto no…


 Abriendo una de las puertas, un oficial esperaba a que Santi se despidiese de Ferrán.

- Siento mucho tener que verte así, Santi.

- Ferrán, sigue investigando. Tú tienes que creerme… Soy inocente, por favor.

- No te prometo nada pero… haré lo que pueda. El caso, casi con total seguridad, se cerrará en cuanto se celebre el juicio y te declaren culpable.

- Entonces no permitas que eso pase. Busca la verdad y no pares hasta dar con ella.


 Escuchándose una pequeña risa, el oficial hizo un comentario en voz alta.

- Aquí todos son inocentes muchacho. Aquí nadie ha hecho nada, así que tranquilo, estás en buenas manos…

- Ferrán, por favor…

- Adiós Santi.

- Ven por aquí,-dijo el oficial agarrando a Santi-.


 Cruzando la puerta, Santi se encontró con otro de los oficiales.

- Ven, pasa al baño. Desnúdate y dúchate. Luego te cachearé y, si todo está en orden, te pondrás la ropa que yo te dé antes de pasar por el chequeo médico.

- Está bien…


 Tras la ducha y el chequeo, el oficial corroboró que todo estaba en orden y le hizo pasar al despacho de la doctora.

- Adelante recluso, pase.

- Gracias oficial,-dijo amablemente la doctora-. Puede retirarse.

- No debería dejarla sola con un preso.

- Y yo le he dicho que me deje sola con él. Hay ciertos datos médicos que sólo deben saberse entre médico y paciente así que, ¿haría usted el favor de retirarse?


 El oficial miró a Santi y le dijo algo antes de marcharse.

- Estaré al otro lado de la puerta. Como se te ocurra hacer algo insensato, desearás no haber nacido.


 Estando ya a solas, la doctora le pidió a Santi que tomase asiento y éste lo hizo sin rechistar.

- Tranquilo. El oficial es buena persona, pero es nuevo y todavía está con la escopeta cargada, como se suele decir. Bueno, he de hacerte unas preguntas antes de comenzar con el chequeo médico, ¿estás de acuerdo?

- Sí…

- ¿Tienes alergia a algo?


 Tras terminar con la doctora, Santi salió y el oficial lo condujo hasta las celdas.

- Hogar dulce hogar, novato. Ven, acompáñame…


CONTINUARÁ…


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