Keira consiguió apartar a su novio de Santi y, una vez que éste había dejado de pegar al dueño de la casa, miró a su novia una última vez.
- Esto no va a quedar así, te lo prometo.
- ¿Me estás amenazando Daniel?
Y dirigiéndose a la puerta, Daniel comenzó a irse justo cuando Santi le dijo algo.
- ¡No se te ocurra volver aquí o seré yo mismo quien acabe contigo, cabrón! ¿Me oyes? Como vuelvas, te mato.
En cuanto la puerta se cerró, Keira se abrazó a Santi.
- ¿Estás bien?-le preguntó-.
- Sí, han sido unos pocos de puñetazos, nada grave.
- Y pensar que me lleva poniendo los cuernos desde ni se sabe… Ese malnacido…
- Tranquila, olvídate de él.
Al cabo de varias semanas, Santi llegó a casa después de hacer la compra y se encontró a Keira en el baño.
- Cariño, ¿todavía en la ducha?
- Sí, me estoy arreglando. ¿No te acuerdas que hoy tenemos la cena con mis amigas?
- Claro que me acuerdo, pero todavía quedan tres horas. Yo había pensado ir a echar algunos currículums antes de arreglarme.
- Pues date prisa entonces, que no quiero llegar tarde.
Una media hora después, Santi iba de camino a casa cuando se paró a ver el paisaje y dio gracias al cielo por todo lo que estaba viviendo en ese momento. Estaba con Keira, a los dos les iba bien y tenía una entrevista de trabajo para la semana siguiente.
- Que todo siga así de bien…
Sin embargo, Santi comenzó a preocuparse cuando, al llegar a casa, se encontró la puerta abierta y todo patas arriba. Parecía que habían entrado a robar sin lugar a dudas. Su primer pensamiento no fue si el ladrón podría estar ahí sino Keira.
- Mierda, Keira…
Adentrándose en la casa, Santi evitaba tocar cualquier cosa para cuando llamase a la policía.
- Keira, soy yo, Santi. ¿Estás bien?-preguntó sin obtener respuesta-. ¡Keira!
Entrando en el dormitorio, Santi se la encontró tumbada en la cama con los ojos abiertos y una incipiente marca de manos alrededor de su cuello.
Pero lo peor no era eso, sino que Dani estaba junto a la cama completamente rodeado de un gran charco de sangre.
- Joder…
Santi se acercó a los cuerpos de ambos para certificar si tenían pulso y, por desgracia, ninguno de los dos se encontraba con vida en esos momentos. Entrando en pánico, Santi comenzó a gritar desesperado.
- ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!
Pasados unos segundos, Santi se calmó un poco y comenzó a pensar con claridad.
- Tengo que llamar a Ferrán. Él sabrá qué hacer…
Al cabo de unos minutos llegó aquel tipo, quien fue compañero de trabajo de sus padres e íntimo amigo de la familia hasta que, a raiz del fallecimiento de sus padres, desapareció de la vida de Santi.
- Santi, ¿qué ha pasado?-preguntó el policía-.
- ¡Ferran! Menos mal que estás tú aquí, no sabía a quién acudir. Estaba en la calle buscando trabajo y cuando he vuelto me he encontrado toda la casa patas arriba y a mis inquilinos muertos en su dormitorio. No sé qué hacer Ferrán, estoy de los nervios.
- Tranquilo hijo. ¿Has tocado algo?
Santi se subía por las paredes. Era la primera vez que se encontraba en una situación así y no sabía cómo actuar.
- No, la puerta ya estaba abierta cuando he llegado y lo único que hice fue comprobar las constantes vitales de Dani y Keira por si estaban vivos.
- Bueno, quédate aquí y espera al resto de mis compañeros. Yo voy a entrar, ¿de acuerdo? Tú no te muevas de aquí.
Entrando, lo primero que vio Ferrán fue los retratos de sus antiguos compañeros.
- Ay, qué de tiempo hace ya…
Tras mirar que todo lo que le había dicho Santi encajaba con lo que estaba viendo, Ferrán entró en el dormitorio y allí pudo comprobar que ambos inquilinos estaban muertos y sin posibilidad alguna de salvarlos.
Saliendo de la vivienda, Ferrán buscó a Santi para hablar con él.
- Santi, vamos a precintar tu casa, voy a llamar a mis compañeros de criminalística y el equipo de la científica tendrá que analizar tu casa palmo a palmo, aparte de llevarse los cuerpos de tus inquilinos y hacerle la autopsia. Yo a partir de ahora no podré ayudarte, porque yo soy de la brigada de antidrogas.
- Vale, ¿y yo qué hago ahora?
- Tendrás que ir a comisaría a declarar y decir todo lo que sabes.
Ferrán miró a Santi una última vez antes de que éste se marchara y aprovechó para hacerle una pregunta.
- Santi, siento si te molesta la pregunta que tengo que hacerte pero… Estoy obligado a hacerla. ¿Tú has tenido algo que ver en todo esto?
- No, te lo prometo Ferrán. Me conoces desde pequeño, mis padres eran tus compañeros… Sabes perfectamente que no sería capaz de nada así.
- Lo sé, pero tenía que preguntarlo… Venga, no te preocupes. Un compañero te llevará a comisaría para tomarte declaración, tranquilo.
Durante todo el proceso de investigación, Ferrán le estuvo pagando una habitación de hotel a Santi para que pernoctase en algún sitio mientras averiguaban los hechos. Todo estaba bajo secreto de sumario y nadie decía nada.
Uno de esos días, Ferrán avisó a Santi para que fuera a su despacho porque tenía noticias que contarle.
- Ya estoy aquí. Siento la demora, Santi,-se disculpó Ferrán-.
- No te preocupes. Bueno, ¿se sabe algo del caso?
Santi se había levantado y buscaba constantemente la mirada de Ferrán, quien la estaba evitando continuamente.
- ¿Pasa algo Ferrán?
- ¿Sabes? Me alegro de que tus padres no estén aquí, porque de estarlo, se morirían de pena de ver en lo que te has convertido.
- ¿Pero de qué estás hablando? Ferrán, me estás asustando.
- ¿Por qué mataste a Daniel y a Keira? ¿Por qué lo hiciste?
Santi no se podía creer lo que le estaba diciendo aquel policía.
- ¿Esto es una especie de broma o inocentada? Porque no tiene ni puta gracia.
- ¿Gracia? Gracioso ha sido que mis compañeros descubriesen tus huellas por toda la casa, alrededor del cuello de Keira, en el cuchillo con el que asesinaste a Daniel… Hablaron con tus vecinos y se enteraron que días antes te escucharon amenazar de muerte a Daniel con matarlo… ¿Qué tienes que decir de eso?
- A ver, un momento…
- Espera, ¿sabes qué? No quiero saberlo. Santiago del Valle, quedas detenido por asesinar a Keira Sánchez y Daniel Lopez.
Santi debía estar en un sueño, en una pesadilla de la que se iba a despertar de un momento a otro… Pero no. Aquello era real y tuvo que ver cómo el antiguo compañero de sus padres le ponía las esposas y lo metía en un coche patrulla para dirigirse a la que sería su casa a partir de ese momento: la cárcel.
Ferrán pidió ser él quien llevase a Santi a la cárcel, ya que tenía más confianza que cualquiera de los demás policías.
- Ya hemos llegado,-dijo Ferrán-.
- Yo no he matado a nadie. Tienes que creerme Ferrán.
- Hijo, yo… no sé qué creer. Todas las pruebas apuntan a ti.
- Pero yo no lo hice, te lo prometo.
- Venga, ponte ahí, que tienen que hacerte la foto…
Santi se colocó en su marca y, agarrando el cartel, le hicieron la ficha previa a entrar en prisión mientras que en su cabeza negaba una y otra vez los hechos.
- Esto no debería estar pasando. Esto no…
Abriendo una de las puertas, un oficial esperaba a que Santi se despidiese de Ferrán.
- Siento mucho tener que verte así, Santi.
- Ferrán, sigue investigando. Tú tienes que creerme… Soy inocente, por favor.
- No te prometo nada pero… haré lo que pueda. El caso, casi con total seguridad, se cerrará en cuanto se celebre el juicio y te declaren culpable.
- Entonces no permitas que eso pase. Busca la verdad y no pares hasta dar con ella.
Escuchándose una pequeña risa, el oficial hizo un comentario en voz alta.
- Aquí todos son inocentes muchacho. Aquí nadie ha hecho nada, así que tranquilo, estás en buenas manos…
- Ferrán, por favor…
- Adiós Santi.
- Ven por aquí,-dijo el oficial agarrando a Santi-.
Cruzando la puerta, Santi se encontró con otro de los oficiales.
- Ven, pasa al baño. Desnúdate y dúchate. Luego te cachearé y, si todo está en orden, te pondrás la ropa que yo te dé antes de pasar por el chequeo médico.
- Está bien…
Tras la ducha y el chequeo, el oficial corroboró que todo estaba en orden y le hizo pasar al despacho de la doctora.
- Adelante recluso, pase.
- Gracias oficial,-dijo amablemente la doctora-. Puede retirarse.
- No debería dejarla sola con un preso.
- Y yo le he dicho que me deje sola con él. Hay ciertos datos médicos que sólo deben saberse entre médico y paciente así que, ¿haría usted el favor de retirarse?
El oficial miró a Santi y le dijo algo antes de marcharse.
- Estaré al otro lado de la puerta. Como se te ocurra hacer algo insensato, desearás no haber nacido.
Estando ya a solas, la doctora le pidió a Santi que tomase asiento y éste lo hizo sin rechistar.
- Tranquilo. El oficial es buena persona, pero es nuevo y todavía está con la escopeta cargada, como se suele decir. Bueno, he de hacerte unas preguntas antes de comenzar con el chequeo médico, ¿estás de acuerdo?
- Sí…
- ¿Tienes alergia a algo?
Tras terminar con la doctora, Santi salió y el oficial lo condujo hasta las celdas.
- Hogar dulce hogar, novato. Ven, acompáñame…
CONTINUARÁ…
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