jueves, 11 de noviembre de 2021

Capítulo 4 || Nada Es Lo Que Parece

 Conforme Santi iba hacia su celda seguido por el oficial, fue consciente del terrible lugar en el que se encontraba, ya que comenzó a escuchar comentarios de los demás presos, preguntas incómodas y muchas más cosas.

- ¿Uno nuevo?-preguntó uno de los presos-.

- Sí Hugo, y va a ser tu vecino de celda,-contestó el oficial-.

- Estupendo jefe.


 Abriendo la puerta de la celda, el oficial se colocó detrás de Santi.

- Venga, entra.

- Yo no debería estar aquí.

- Ni yo. A mí me gustaría estar tumbado en la hamaca en una playa de arena blanca y un daikiri en la mano, pero es lo que hay. Entra.


 Adentrándose en su celda, a Santi se le quedó marcado el sonido de la puerta cuando se cerró a sus espaldas. ¿Por qué estaba viviendo todo eso? ¿Cual era el motivo real de estar él ahí? No lo llegaba a comprender…  


 El oficial, retirándose hacia la sala de cámaras, comenzó a charlar con sus compañeros.

- ¿Qué tal el nuevo?-preguntó Vicente, el oficial más cercano a la puerta-.

- Cagado de miedo,-contestó Jesús, el oficial que había llevado a Santi-.

- ¿Qué ha hecho para estar aquí?

- Matar a dos personas pero… no creo que él lo hiciera.


 Vicente dejó de mirar las cámaras por un momento y fijó su mirada en Jesús.

- ¿Por qué dices eso?

- Sé que soy nuevo aquí y que no conozco demasiado esto, pero tengo la sensación de que el nuevo es inocente o, al menos, no ha hecho todo de lo que se le acusa. Si tú haces algo y te pillan, puedes reaccionar queriéndote esconder por vergüenza o, si no tienes escrúpulos, yendo con la cabeza bien alta sin demostrar arrepentimiento.

- También puede ser que lo hiciera en un arrebato de ira, y que ahora se arrepienta.

- No sé, puede ser, pero… Siento un palpito.

- Pues déjate de pálpitos que como el resto de los presos vean que tienes debilidad por el nuevo, te pueden hacer la vida imposible.


 Volviendo a fijar la mirada en las cámaras, Vicente se quedó pensando en las palabras de Jesús mientras veía cómo dos de los presos estaban comenzando a caldear el ambiente.

- Ya estamos otra vez…


 Dichos presos eran los únicos en toda la prisión que compartían celda y, por lo tanto, los únicos que podían tener sexo siempre que quisieran y cuando a ellos les apeteciese.


 Hugo, el preso vecino de Santi, alzó la voz al ver a sus compañeros besándose con pasión.

- ¡Al menos poned una sábana, cabrones! Que no quiero tener pesadillas esta noche…


 Separándose de su pareja, uno de los presos se dirigió a Hugo.

- Ya sé que te gustaría ser tú quien me estuviera besando pero… es que no eres mi tipo cariño, lo siento…

- ¡Eso es lo que te gustaría a ti, Adrián! ¿Te crees que no te he visto mirarme la polla cuando nos duchamos?

- Si fueras menos estúpido, serías más mono… Oh, qué desperdicio,-dijo Adrián percatándose de la presencia de Santi-.


 Mirando al novato, Adrián se dirigió a él.

- Vaya, tú debes ser nuevo… No te había visto por aquí… Eres mono.

- Deja al muchacho en paz, que acaba de llegar,-dijo Hugo-.

- ¿Ya lo quieres solo para ti?-le preguntó Adrián a Hugo-. Pero qué zorrita egoísta eres…


 Santi permaneció en silencio sin saber a dónde mirar, qué hacer o cómo reaccionar mientras que Adrián y su compañero charlaban entre ellos.

- Es guapo, ¿verdad Adri?-dijo Borja-.

- Sí… Además, este está gordito y… Hum…

- ¿Me vas a cambiar por él?-preguntó Borja dubitativo-.

- No seas tonto… Tú sabes perfectamente que eres mi putita favorita, cariño…

- Cuando te lo folles, ¿me dejarás probarlo?

- Sí y, fíjate lo que te digo, te dejaré follártelo si quieres.

- ¿De verdad?

- Sí, pero ahora déjame follarte a ti…


 Sentándose en la cama, Santi pudo escuchar los gemidos de Adrián y Borja justo antes de que los demás presos comenzaran a quejarse y a gritar. Si en ese momento hubiera podido esconderse debajo de la cama, lo habría hecho sin lugar a dudas, ya que el miedo le invadía por momentos.


 Al cabo de un par de horas, abrieron todas las celdas y avisaron por los megáfonos que tenían una hora de patio y que todos salieran de sus cubículos.

- Novato, tu primera hora de patio, ¿verdad?-preguntó Pablo, otro de los oficiales-.

- S… Sí.

- Pues baja y no te quedes atrás. Ya tendrás tiempo de aburrirte en la celda y aprovecha este tiempo.


 Bajando al piso inferior, Santi pudo ver cómo algunos presos habían corrido rápido para ejercitarse haciendo pesas, boxeando o corriendo en una vieja cinta que había allí.

- Uh, mejor que tenga cuidado con estos… Que están fuertes y saben pelear.


 Saliendo al patio propiamente dicho, pudo comprobar que estaban jugando dos pequeños partidos de baloncesto mientras que otros presos observaban desde la grada.


 Sentándose en una de las esquinas de la grada, Santi comenzó a mirar ambos partidos y pudo darse cuenta de que, entre algunos de ellos, había una fuerte amistad y compañerismo.


 De repente, uno de los presos se dirigió a Santi.

- Novato, ¿qué tal tu primer día?

- ¿Me preguntas a mí?

- No, a tu abuela que está sentada detrás tuya. ¡Pues claro coño!

- Ah, pues…

- Estás hecho un flan, ¿no?


 Al ver la expresión tan triste que puso Santi, ese preso se acercó a él.

- Soy Xing, encantado.

- Yo Santi.

- Y bueno Santi, ¿qué has hecho para estar aquí?

- Nada… Yo no he hecho nada.

- Ya… claro. Oye, ¿te crees que soy idiota? A mí no intentes engañarme.

- Yo… no intento engañarte… te lo prometo…


 Justo en ese momento, Borja pasó junto a Santi y se quedó mirándolo fijamente.

- Pues sí que es guapo,-pensaba para sí-. Ya tengo ganas de follarme ese culito.


 Momentos después, Borja y Adrián se besaban tranquilamente mientras que Santi intentaba que Xing le creyese sin mucho éxito.


 Cansándose de las risas de Xing, Santi se levantó y comenzó a irse para volver a su celda. Al menos allí le dejarían tranquilo.


 Justo cuando iba a salir del patio, Santi escuchó la voz de Hugo dirigiéndose a él.

- ¡Novato! Espera…


 Cansado ya de que le llamasen así, se lo dijo a Hugo.

- Me llamo Santi, no novato. SANTI.

- Está bien… Tranquilo Piolín, que para ser nuevo estás muy gallito…

- Vete a la mierda, anda.

- Cuidado con lo que dices y a quién se lo dices… Esto no es ningún campamento y aquí muchos podrían ofenderse por ese comentario. Recuerda que todos estamos aquí porque hemos hecho algo…

- Menos yo,-pensó Santi para sí-.


 Subiendo las escaleras, Santi se dirigió hasta su celda cuando se encontró con Pablo.

- ¿Qué haces entrando en la celda, novato?

- ¡Santi! Que me llamo Santi, joder.

- Eh, cálmate, ¿vale? Ha sido sólo una pregunta.


 Entrando en su celda, Santi se tumbó sobre su cama y allí comenzó a llorar en silencio mientras que deseaba que todo eso fuera un sueño.

- Ojalá todo sea una maldita pesadilla. Esto no es real, esto no es real…


 Pablo, desde la puerta, permaneció observando a Santi.

- Novato… Te cierro la puerta, pero está abierta, ¿vale? Por si quieres salir.

- Gracias.


 Unos minutos después, la silueta de Adrián se dibujó frente a la celda de Santi.

- Ey guapo, ¿qué haces ahí metido?

- No tengo ganas de salir de aquí.

- Ay, ya te cansarás de estar en ese cubículo, créeme. ¿Puedo pasar?

- Adelante…


 Santi se puso en pie y recibió a Adrián.

- Soy Adrián, pero puedes llamarme Adri si quieres.

- Yo Santi.

- Encantado Santi. ¿Te puedo hacer una pregunta?

- Si es para saber los motivos de por qué estoy aquí no te lo voy a decir. Básicamente porque no me vas a creer así que…

- Bueno, prueba a contármelo y ya veré si me lo creo o no.


 Pensándolo durante unos segundos, Santi respiró hondo y comenzó a relatar lo sucedido.

- Se supone que he matado a mi chica y a su ex-novio, pero en realidad no lo hice, ya que yo estaba buscando trabajo y, cuando volví a casa, me encontré toda aquella movida. Luego han salido pruebas que me incriminan que son falsas y, como nadie me cree… Pues aquí estoy.

- Yo te creo, Santi. Estas cosas pasan y la policía es muy hija de puta. Hay corruptos por todos lados y, por algún motivo, te la han jugado.

- ¿Tú crees? ¿Y quién querría hacerme algo así?

- Eso ya no lo sé, tendrás que averiguarlo y pensarlo tú… Tiempo vas a tener, eso por descontado.

- Oye Adri… Gracias por entenderme y… escucharme.


 Sonriendo, Adrián se acercó a Santi y comenzó a besarle el cuello justo antes de recibir un empujón.


 Quedándose mortalmente serio, Adrián miró a Santi mientras éste se explicaba.

- Siento si te he hecho creer que me interesas pero… A mí me gustan las mujeres.

- Me da igual lo que te guste, a mí me gustas tú y te voy a tener, cueste lo que cueste…

- Adri, por favor, no quiero problemas.

- Pues Santi, te acabas de buscar uno y muy gordo empujándome de esa forma. ¿No quieres por las buenas? Pues habrá que ir por las malas y, créeme, desearás haberte dejado la primera vez…


CONTINUARÁ…


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