CAPÍTULO 5
La pareja, ya en casa,
comenzó a besarse, a darse caricias por la cara, el cuello y bajando por la
espalda, haciendo que la ropa fuera sobrando poco a poco.
Antonio veía en la tele
un programa de cocina a todo volumen, ya que, al estar un poco sordo, no oía
bien.
Los sospechosos entraron
sin encontrarse ninguna oposición.
-
Sube tú
primero,-decía el rubio-, vaya a ser que venga alguien por arriba o por aquí.
Nos avisamos.
-
Vale.
Subieron a la planta
superior y no vieron a nadie así que ambos se fueron hacia la puerta de la casa
de Kiko.
-
Deja al maestro
ahora. Es mi turno,-presumía el rubio-.
A todo esto, Mateo y
Ainhoa continuaban con su rosario de caricias y besos, disfrutando de unos
buenos preliminares antes de hacer el amor.
Un par de minutos
después, los asaltantes entraron en casa de Kiko.
-
Et voilà! ¿Soy un
crack o qué?
-
Venga, démonos
prisa. Ese desgraciado se va a arrepentir de haber roto el trato con nuestra
empresa.
Unos minutos más tarde,
más de media casa había sido desvalijada. Televisión, sillón, alfombra… Se
habían llevado de todo.
El rubio era el cabecilla
y el que mandaba en la operación. Mirando al escritorio, no vio necesario el
llevárselo, ya que habían robado muchas cosas seguro que lo venderían por mucha
pasta.
-
¡John! ¿Qué estás
haciendo?
El tal John aprovechaba
para orinar antes de irse.
-
¡Voy! Que estoy
meando.
Al salir, repasaron todo
lo que se habían llevado y chocaron las manos satisfechos por todo lo que
habían conseguido.
Bajando cuidadosamente, se
metieron en el camión que habían traído para cargar los muebles y se fueron sin
hacer ruido.
Al día siguiente, muy
temprano por la mañana, Antonio se levantaba para darse una ducha y comenzar su
jornada laboral.
Rato después, subió para
regar las plantas de la casa de Kiko. Como era el portero, tenía la llave
maestra que abría todas las puertas del edificio.
Pero al entrar, la
sorpresa que se llevó no fue muy grata.
-
Pero… ¡¿dónde
están los muebles?!
Sin esperar ni un solo
minuto más, llamó a la policía para denunciar el robo.
Y después, llamó al
propietario del piso, es decir, a Kiko.
-
Señor Montoya, soy
Antonio. Verá, acabo de subir a su casa para regar las plantas y… No hay apenas
muebles. No, no es ninguna broma. Acabo de llamar a la policía y… No tengo ni
idea de cómo ha podido pasar. Vale, le espero entonces.
La policía llegó y
Antonio les abrió la puerta para que pudieran dejar el coche aparcado sin
molestar el tránsito normal de la carretera.
Un par de horas más
tarde, Kiko llegó al edificio y se encontraba de lo más serio que había visto
nunca Antonio.
-
Antonio, he
llegado lo más rápido posible en el primer vuelo de la mañana.
-
Siento tener que
haberle molestado…
Kiko le preguntó a
Antonio lo ocurrido.
-
No tengo ni idea. Ayer
me fui a la misma hora de siempre, vi mi documental y me fui a la cama y esta
mañana al subir me he encontrado el piso casi vacío.
-
¿La policía sabe
algo?
-
Están analizando
todo por si encuentran huellas o alguna pista que les lleve a los ladrones.
Antonio no paraba de
disculparse con Kiko porque se sentía responsable de lo ocurrido.
-
Soy el portero del
bloque y debería haber estado más atento. Soy un pésimo portero.
-
No se preocupe.
Somos humanos y tenemos derecho a descansar. No es culpa suya.
Pero Antonio seguía
sintiéndose culpable. Kiko, por su parte, sabía que no era culpa de Antonio,
sino únicamente de los ladrones, pero… ¿quién podía querer robarle a él?
Cuando terminó de hablar
con Antonio, Kiko entró en la casa para hablar con la policía y clarificar las
cosas.
Esa misma mañana, unas
horas más tarde, Mateo llegaba a casa después de una intensa mañana de footing.
Era domingo, por lo que tenía el día libre.
Yendo hacia la piscina
para darse un chapuzón, se encontró con Esteban para la sorpresa de Mateo.
Acercándose a él, le
preguntó qué hacía allí.
-
Esteban, ¿qué
estás haciendo aquí?
-
Ahora vivo aquí.
-
¿Ah sí? ¿Y desde
cuándo tío?
Esteban se levantó con
gesto agrio y comenzó a burlarse de Mateo.
-
Desde que me salió
de la punta del cipote. ¿Me puedes dejar en paz Mateíto?
-
Oye, que sólo
intento ser simpático colega.
-
A ver si te
enteras que no quiero nada contigo, ni amistad, ni buen rollo, nada.
Mateo no comprendía por
qué estaba Esteban así con él. No podía creerse que fuera así por una tonta
discusión en el pasado. Y si era así, no se imaginaba que podía ser tan
rencoroso.
Pero Esteban, sin parar
de mofarse, seguía con sus insultos y burlas.
-
Bueno, hay una
cosa que sí quiero de ti, pero… Ya lo tengo así que…
-
¿El qué?
-
A tu “novia”, que
para quererte tanto como dices, bien que me la chupó la otra noche.
No podía creerse lo que
le acababa de decir su compañero de trabajo. Confiaba mucho en Ainhoa y no la
creía capaz de semejante cosa.
Saltando en favor de su
novia, Mateo comenzó a gritar muy enfadado.
-
¡No te consiento
que hables así de mi novia! Me ha elegido a mí te guste o no, así que te jodes
y miras a otra. Porque como se te vuelva a ocurrir decir algo así te partiré la
cara yo mismo.
-
Que sí tío, que no
me grites, me estás dejando sordo. Ale, me voy. Paso de seguir aguantando a
tíos que no saben aceptar la realidad…
Mateo se quedó pensativo.
Creía ciegamente en Ainhoa, pero las palabras de Esteban le habían hecho
plantearse la opción de que algo de lo que había dicho era verdad. Esteban se
alejaba de él cuando se encontró de frente con la novia de su compañero…
CONTINUARÁ…
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