Seis meses después, Mateo
hacía footing una mañana de domingo, como cada día.
Estaba dando una vuelta
al barrio cuando vio a Ainhoa frente a su casa y cómo se paraba un cochazo en
su puerta.
La chica, cuando vio el
coche, comenzó a sonreír y saludó al piloto antes de subirse. ¿Quién era?
Mateo tenía curiosidad
por saber quién sería la conquista de esa arpía, pero prefería seguir con el
ejercicio y ponerse a estudiar para las oposiciones en cuanto llegara a casa.
Tras una larga hora, ya estaba
de vuelta y bastante agotado.
En cuanto entró, vio a su
hermano y a Fina jugando al billar.
-
¡Bienvenido
deportista!-gritó Juan-.
Mateo se acercó a ambos
para saludar.
-
Muy buenas.
¿Echando una partida?
-
Sí, mi amor,-dijo
Fina dándole un beso-. Y le voy a pegar una paliza.
-
Di eso otra vez y
te llevo detenida jajaja,-dijo simpático Juan-.
Era el turno de Fina y
pasó por delante de su novio que olía fatal.
-
Cariño, ve a
pegarte una ducha que hueles a perro.
-
Ya voy, que luego
quiero ponerme a estudiar.
Juan había conseguido
aprobar las oposiciones y entró en el cuerpo de policía. Pidió que el destino
fuera allí y así poder seguir viviendo con su hermano. Pese a ser novato,
apuntaba maneras para ser un buen policía.
Ahora le tocaba tirar a
Juan que, tan competitivo como siempre, no quería dejarse ganar.
-
Vamos cuñado, que
es para hoy, ¿eh?
-
No me metas prisa
Fina. Que sino tardo más.
-
¡Vamos!
¡Vamos!-dijo riendo ella-.
Por su parte, Fina seguía
en la empresa de teleoperadora y el hecho de comenzar a salir con Mateo le
provocó que comenzara a mejorar su confianza consigo misma, lo que acarreó una
considerable mejora en sus ventas. Pero aun así, para Ainhoa nunca era
suficiente. Tenía ganas de encontrar otro trabajo, pero de momento, su vocación
de maestra tendría que esperar hasta que hubiera alguna plaza libre en la
escuela de la ciudad.
En cuanto Mateo terminó
de ducharse, fue a su dormitorio cruzando la nueva puerta que habían puesto
para comunicar el baño con su habitación. Allí se cambió de ropa cuando recibió
una llamada de Antonio.
-
Hola, dime
Antonio. ¿Cómo? ¿Hoy mismo? ¡Qué alegría! Pero, ¿cómo es que no me han avisado
antes? Ay Antonio, pues menudo sorpresón me has dado. Muchas gracias por todo.
Muy feliz, salió de su
dormitorio y al llegar al salón, proclamó la noticia.
-
¿Lo ves? Te he
ganado de nuevo Juanito.
-
¡Que no me llames
Juanito! O te comenzaré a llamar Josefina.
-
Ni de coña.
-
Pues ya lo sabes.
-
¡Chicos!-dijo
Mateo-. Tengo que irme a buscar a alguien.
-
¿A
quién?-quisieron saber ambos-.
-
A nuestro padre.
Mateo esperaba nervioso
en el hall de entrada cuando vio a su padre después de tanto tiempo. Habían
hablado por teléfono y le había dicho lo de Juan y estaba al tanto, pero era la
primera vez que lo veía después de tantos meses. Un increíble abrazo fue la
respuesta a las plegarias del joven que creía haber perdido el afecto de su
padre cuando lo llevó allí.
-
Siento haberte
tratado de esa forma hijo. No era yo el que te lo decía, sino la droga.
-
Lo sé papá. Eras
una persona enferma en ese momento.
-
Sí, y ahora vuelvo
a ser yo. Marco ha vuelto.
Marco estaba mucho mejor,
algo más delgado y con muy buen aspecto. Había dejado definitivamente la
marihuana y durante todo ese tiempo no consumió. Tras mucha terapia, estaba
completamente recuperado.
-
Tengo ganas de ver
a tu hermano… Me parece increíble que tenga otro hijo, de verdad te lo digo.
¿Cómo es?
-
Es un chico genial
papá. Está trabajando ya como policía y me ayuda con las cosas de la casa. Es
un currante y un tío muy noble.
-
Qué ganas, qué
ganas…
En cuanto aparcaron el
coche, se dirigieron hacia la puerta.
-
¡Bienvenido a
casa, papá!
En cuanto entró, allí
estaba Juan.
-
¿Está
ahí?-preguntó nervioso el muchacho-.
-
Sí, viene detrás.
¿Preparado?
Y cuando entró, Marco
recorrió la habitación buscando a Juan y cuando lo vio, se quedó sin
respiración. Era prácticamente una fotocopia suya de más joven.
Juan estaba al borde del
llanto. Por primera vez, a sus 33 años, veía a su padre. Ese sentimiento de
soledad que le había recorrido hasta ese momento, estaba desapareciendo…
Marco corrió hasta su
hijo y ambos se fundieron en un cariñoso y fuerte abrazo.
-
No sabes cuánto te
he echado de menos,-confesó su padre-.
Después del abrazo, Marco
quería aclarar unas cosas.
-
Quiero que sepas
que nunca supe de tu existencia hasta que tu hermano me lo contó. Si lo llego a
saber, tal vez tu hermano no estaría aquí…
-
La vida tuvo que
ser así y ahora estamos unidos los tres. Tengo un hermano maravilloso que se ha
convertido en un gran pilar para mí en estos 6 meses y pico. Y ahora tengo un
padre al que voy a querer más que a nadie.
Marco estaba a punto de
llorar.
-
Pobre Mónica,-dijo
triste Marco-, no merecía morir de esa forma. Era una gran mujer y todavía
joven. La quise tanto… Pero tus abuelos me negaron su amor. ¿Qué fue de ellos?
-
Mi abuelo todavía
vive, aunque está muy mayor y se le va la cabeza de vez en cuando.
-
¿Te aceptaron?
-
Sí, sobre todo mi
abuela, que fue la primera que lo hizo. A mi abuelo le costó más, pero al final
ambos se volcaron conmigo en todos los aspectos.
-
Me alegro por los
dos. Tu madre y tú os merecíais lo mejor.
Padre e hijo, por primera
vez, hablaban en persona y tenían mucho que contarse.
-
Me gustaría ir a
visitar a tu madre al cementerio. Ahora que me he recuperado, es lo de menos
que puedo hacer.
-
Estaré encantado
de llevarte uno de estos días. En cuanto pille un día libre nos vamos todos
juntos.
Y tras esa charla, Marco
se giró para ver dónde estaba su otro hijo. Al verlo en compañía de una chica,
se sorprendió.
-
Papá, esta es mi
novia. Fina, este es mi padre, Marco.
-
No sabía las ganas
que tenía de conocerle, señor. Su hijo me ha hablado mucho de usted y yo sólo
lo conocía de vista…
-
Por favor, puedes
llamarme Marco.
-
Oh, está bien.
Sentándose frente a la
tele, comenzaron a hablar entre todos.
-
Y bueno, ¿vives
aquí con Mateo y Juan?-quiso saber Marco-.
-
No, yo vivo con
mis padres en su casa. Como está cerca del trabajo, así no tengo que gastarme
más en un alquiler.
-
Yo me estoy
quedando en el que era tu dormitorio, pero ahora que has vuelto, tendré que
buscarme alguna cosa,-comentó algo triste Juan-.
-
Bueno no, yo puedo
buscarme alguna casita pequeña, así os dejo vuestro espacio a los tres.
-
De eso nada
papá,-se negaba Juan-. Esta es tu casa y no vamos a dejarte en la estacada
ahora.
Justo en ese momento,
Mateo comenzó a sonreír sin motivo aparente. Los demás se quedaron callados y
le preguntaron qué ocurría.
-
Se me acaba de
ocurrir la mejor idea del mundo.
Montando en el coche, se
fueron hasta el bloque donde había estado viviendo en su sueño. La mayoría de
pisos estaban en alquiler, ya que su precio era bastante alto y la gente no
tenía tanto poder adquisitivo. Pero el padre de Fina era agente inmobiliario y
sabría buscar una solución al problema.
-
¿Y si nos mudamos todos
aquí?-preguntó feliz Mateo-.
CONTINUARÁ…
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