Una semana después de la
propuesta de Mateo, Fina tenía buenas noticias.
-
Cielo, lo hemos
conseguido. Mi padre me acaba de llamar diciendo que ha conseguido que nos
rebajen el alquiler por llevar tanto tiempo vacío y sin inquilinos. Ya te dije
yo que lo que no consiga mi padre… Vale, te veo luego cariño. Te quiero.
Esa misma tarde, al caer
la noche, todos se fueron hacia su nuevo hogar, felices y contentos de estar
todos juntos, pero separados al mismo tiempo.
-
Vamos chicos, que
estoy ansioso por ver las casas,-dijo Mateo-.
Al entrar por la puerta,
los recuerdos de su sueño comenzaron a venir a la mente de nuestro
protagonista. Instintivamente, miró hacia la portería esperando ver al viejo
verde de Antonio pero, quien estaba allí, no se lo esperaba.
-
¿Tú?-preguntó
extrañado Mateo-.
Cuando entraron todos, el
portero, que no era otro que Kiko, se levantó de la silla.
-
Eh Mateo. No
quiero problemas tío. Estoy trabajando honradamente en este bloque como portero
y me va muy bien. El tema drogas lo dejé y estoy limpio. Te lo juro tío.
-
¿Y cómo coño has
conseguido este trabajo?
Y ahí fue cuando Juan
intervino.
-
He sido yo, como
decía Steve Urkel. Cuando me hice policía me acordé de Kiko y le di la
oportunidad de salir de ese mundo sin ningún tipo de denuncias con la condición
de que trabajara honradamente.
-
¿Y cómo lo
conseguiste?
-
Tu
hermano,-intervino Kiko-, me citó un día en comisaría y me dijo que se había
enterado de que necesitaban a un portero en un bloque y tendría un sueldo y también
un apartamento, pero que tendría que prepararme. Por suerte tengo el graduado y
con una prueba teórica y otra práctica aquí estoy.
-
Ahí donde lo
ves,-dijo Juan-, es un auténtico crack. Es un genio de la organización, tiene
reflejos y muchos recursos. Si se lo propusiera, podría llegar lejos.
-
Me lo
imaginaba…-dijo sonriendo mientras le guiñaba un ojo a su hermano, haciéndole
así referencia a su sueño-.
Poco después, Fina abrió
la puerta del apartamento de Juan. Estaba en la planta baja y para él solo era
más que suficiente.
-
Está genial el
pisito Fina. Dale las gracias a tu padre de mi parte, en serio.
Kiko no se atrevía a
mirar a Marco, así que, agachando la cabeza, se despidió de todos mientras se
metían en el piso de Juan.
Subiendo al primer piso,
entraron en el dúplex, que sería para Mateo y Fina. En metros cuadrados no
superaba mucho a la de Juan, pero lo que llamaba la atención de este
apartamento era que se componía de dos pisos unidos.
Y la joya de la corona
era para Marco que, como en el sueño de Mateo, viviría en la casa del segundo
piso. Era el apartamento más amplio y, aunque había insistido mucho en que no
necesitaba tanto espacio, creían que era lo más conveniente. La pareja no
necesitaba mucho sitio, ya que Fina se pasaba la mayor parte del día fuera y
Mateo tenía la esperanza de conseguir entrar en los bomberos. Por su parte, a
Juan le pasaba lo mismo, como era policía, tendría que ocuparse más de su
trabajo que de la casa.
Finalmente, tras traer a
los respectivos apartamentos las cosas personales de cada uno, se fueron a
descansar, ya que les esperaban unos días bastante intensos.
Marco estaba muy
agradecido de poder disfrutar de su soledad. Esos meses en el centro le habían
ayudado a darse cuenta de lo realmente importante y era su familia, pero
también él mismo. Y lo que necesitaba era cuidarse, tratarse bien y darse un
capricho que otro de vez en cuando.
Por su parte, la feliz
pareja lo primero que hizo fue tumbarse en esa cama tan cómoda.
-
Parece mentira,
¿eh?-dijo Fina mirando a su novio-. Estamos en nuestra propia casa y sin nadie
que nos vaya a entrar para interrumpirnos.
-
Menuda gozada…
Esto es vida,-dijo antes de besar el cuello femenino-.
A la semana siguiente,
Marco ya se había aclimatado a la perfección a la casa. Se hacía su desayuno,
salía a dar un paseo matutino, leía el periódico, veía la tele, se echaba su
siestita después de comer… La auténtica vida de un jubilado feliz.
Por su parte, la pareja
estaba conviviendo por primera vez y se complementaban bastante bien, de forma
que no habían discusiones. Todo siempre se resolvía hablando civilizadamente.
-
Voy a hacer el
desayuno.
-
¡Vale! Yo mientras
tanto hago la cama.
Juan estaba mejor que
nunca, ya que llegaba a su casa y encendía las luces sin miedo alguno de
despertar a alguien. Los horarios a veces eran nocturnos, otras veces diurnos…
Y con ese disloque Juan necesitaba su espacio para aclimatarse bien, cosa que
estaba haciendo estupendamente.
Una vez terminada la
cama, Mateo bajó y agarró el culo de Fina.
-
Que no me entere
yo que ese culito pasa hambre.
-
¡Ay tonto! Me has
asustado. Tú tranquilo que no pasa hambre, ya estás tú para darle de comer
cuando lo necesita, ¿no?
Una vez listos los
gofres, se pusieron a desayunar tranquilamente.
-
Hoy te han salido
deliciosos cariño. Cada día los haces mejor,-comentó Mateo-.
-
¿A qué te refieres
exactamente?
-
A la comida,
cielo.
-
¿Qué tipo de
comida?
-
¡No me seas!-dijo
riéndose Mateo-.
-
Jajaja, lo siento
corazón, pero me lo has puesto a huevo.
-
Por cierto, es raro
que no nos hayamos encontrado todavía con nuestro otro vecino.
-
Es verdad, tengo
curiosidad por saberlo.
-
Pues yo lo
sé…-dijo Mateo mirando hacia otro lado-.
-
Ayyy, no seas así,
dímelo…
-
Pueeeeees, es
Ainhoa,-dijo Mateo justo cuando Fina casi se atraganta-.
-
¿Tenemos a la
arpía de vecina?
-
Shhhh, que te
puede oír…
Unos minutos más tarde,
un apuesto Juan entraba en la casa de su padre.
-
Hola papá. ¿Has
dormido bien?
-
¡Ah! Hola hijo.
Sí, he descansado estupendamente. ¿Y tú? ¿A poner orden en las calles?
-
Exactamente. Vamos
a repartir un poco de leña.
-
Ten cuidado
siempre hijo. No vayas a lo loco y recuerda que más vale perder un minuto en la
vida, que la vida en un minuto.
Tras la visita matutina a
su padre, bajó a ver a su hermano y cuñada.
-
¡Buenos días
familia!
-
Mateo cielo, dile
a Juanito que no entre de esa forma en casa porque un día nos va a pillar
haciendo el amor.
-
¡Buenos días para
usted también JOSEFINA!-dijo remarcando el nombre con una sonrisa guasona en la
cara-.
Riéndose a carcajada
limpia, Fina miró a su cuñado.
-
Estás muy guapo
con el uniforme.
-
Vaya gracias. Tú
también con ese pelo despeinado. No irás así a trabajar, ¿no?
-
Ay mira, para una
vez que te digo algo bonito…
-
Anda mujer, que es
broma. Si sabes que te lo digo para chincharte jajaja. ¿Y tú hermanito?
-
Muy bien,-dijo con
la boca llena-.
-
¡Pero traga
hombre!-habló Juan riéndose-.
Al salir de allí, Juan se
encontró con Ainhoa, su nueva vecina, a la que nunca había visto. No sabía ni
que esa chica era la jefa de su cuñada y la novia de su hermano en el sueño.
-
Buenos
días,-saludó educadamente él-.
-
Buenos días
agente.
Ainhoa siguió su camino
con una sonrisa de oreja a oreja.
-
Pero bueno, ¿quién
es ese tío tan buenorro? Y encima policía… Con lo que me ponen los uniformes a
mí,-pensaba la chica-.
Tras ella, bajó Juan, que
se dirigía a comisaría. Un simpático Kiko saludó a ambos, pero con él tenía más
confianza.
-
Buenos días Juan,
¿qué tal están todos? ¿Y la novia de su hermano? Hace tiempo que no la veo.
-
¿Fina? Muy bien.
Algo agobiada con el trabajo, pero hasta que encuentre algo mejor tendrá que
seguir ahí. Por lo menos tiene a Mateo, que es un gran apoyo para ella-.
Ainhoa había escuchado
todo eso. ¿Ese chico era hermano de Mateo? ¿Cómo es que nunca había oído hablar
de él? ¿Y qué era eso de que Fina estaba con Mateo? ¿Eran ellos sus nuevos
vecinos?
Mientras tanto, Fina
acababa de bajar de cambiarse.
-
Hoy me voy a poner
la misma ropa que ayer. Al fin y al cabo, nadie del trabajo me vio ayer vestida
de esta forma, así que paso de cambiarme. ¿Tú qué vas a hacer?
-
Pues seguramente
vaya al gimnasio luego y seguiré esperando a las notas. Espero que las saquen
pronto y sepa si estoy dentro o no.
Cuando Fina llegó a
trabajar, Esteban acababa de sentarse y le notaba muy cansado.
-
Buenos días
Esteban.
-
Por decir algo…
-
¿Qué te pasa?
-
Que estoy cansado
y todos los días son iguales tía.
Fina comprendía
perfectamente a su compañero de trabajo.
-
Te entiendo. Yo
estoy igual. Eché el currículum en el colegio de aquí, a ver si me llaman
aunque sea para alguna suplencia. ¿Tú estás buscando otra cosa?
-
De momento no,
pero estoy hasta las pelotas, te digo la verdad. Son muchos años igual y no
cambia nada. Estoy harto…
Kiko, por su parte, leía
un libro mientras esperaba a que se hiciera más tarde para comenzar a limpiar
el jardín, barrer y fregar los sitios comunes del bloque, aparte de pintar, su
hobby preferido. La verdad era que Kiko se encontraba muy cómodo en ese trabajo
y, por fin, había podido salir de aquel mundo tan feo.
Mateo al final no se
había ido. Encendió la tele por curiosidad, justo cuando vio que estaban
echando un capítulo de “El último superviviente” que no había visto y, claro,
se quedó mirando sin hacer nada.
Pero una llamada de
teléfono le hizo apagar el televisor.
-
¿Dígame? Sí soy
yo. ¿Cómo? Entonces, ¿estoy dentro?-dijo comenzando a pegar saltos de alegría-.
Media hora después,
Ainhoa salió de su despacho y, cuando vio a Esteban con ese cambio de look
facial, le pareció guapo. Lo veía mejor con perilla que con barba.
-
A ver si consigo
follarme un día a este-pensaba ella-.
Pero su objetivo no era
él, de momento, sino su compañera de trabajo. Dirigiéndose hacia Fina, se
colocó a su lado sin dejar de quitarle ojo a Esteban.
-
Perdona, ¿podrías
venir un momento a mi despacho?
CONTINUARÁ…
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