Había pasado un mes desde
que comenzaron las obras en la nueva casa de Ainhoa y el cambio había sido
brutal. Gracias a la ayuda de Mateo, Fina y sobre todo, de Juan, se pudo
terminar en tan poco tiempo. Entre todos, ayudaron a la nueva propietaria a elegir
muebles, pintar paredes…
Estaba todo espectacular
y todo ese trabajo conjunto había hecho que se limaran asperezas y se creara
una nueva amistad. Ainhoa no era tan insoportable como creían y ella, por su
parte, se había bajado de la nube de superioridad que tenía. Durante las obras,
Ainhoa se quedó en el cuarto de invitados de la casa de Juan que la acogió sin
problema.
Ainhoa tuvo que hacerse
al trabajo de conserje, aunque todo el mundo le llamara portera. Al fin y al
cabo no era demasiado duro y le dejaba tiempo para hacer sus cosas.
Una mañana de domingo, la
cual a ella no le tocaba trabajar, recibió un mensaje de WhatsApp.
-
¿Dónde te metes?
Quiero verte hoy. Te necesito.
Ainhoa cerrando los ojos
resopló y miró el tiempo por la ventana. Había salido el sol, pero unas nubes
grises amenazaban con nevar muy pronto. Ese año habría una Navidad blanca y muy
fría, al contrario que su corazón.
Llamando a la puerta,
Juan entró en la casa de Ainhoa.
-
¡Buenos días
guapa! ¿Has dormido bien?
-
Hola mi capitán.
Sí, he descansado bastante, la verdad. ¿Y tú? Voy a desayunar, ¿quieres?
-
No gracias. Acabo
de hacerlo.
Sentándose junto a ella,
comenzaron a hablar mientras la muchacha desayunaba. Al terminar, ella se
levantó rápidamente.
-
Te noto extraña,
¿te pasa algo?
-
¿A mí? Nada, ¿por
qué lo preguntas?
-
Porque te siento
distante… Como si quisieras alejarte de mí.
Ainhoa, dejando el plato
en la encimera, abrazó a Juan.
-
No digas eso. Ya
sabes cuánto te aprecio y lo eternamente agradecida que estaré siempre.
-
Y yo también te
aprecio un montón, pero sabes de sobra los sentimientos que tengo hacia ti y me
duele querer acercarme a ti y justo cuando parece que me correspondes, vuelves
a distanciarte.
A Ainhoa le dolía en lo
más hondo de su corazón no poder expresarle sus sentimientos, pero tenía una
situación muy complicada y no quería involucrarlo porque él ya había hecho
mucho por ella.
-
Juan, no me pasa
nada contigo, te lo prometo. Simplemente que… esta vez quiero ir más despacio y
no cagarla. Tú… Me gustas de verdad. Es la primera vez que siento algo así por
alguien y tengo miedo de hacer algo y de que te alejes de mí.
-
Pero eso no
pasará. Yo quiero estar contigo.
Separándose de él, le
agarró la cara masculina con sus manos y le dio un beso en la mejilla.
-
Me gustaría
corresponderte pero… De momento necesito espacio. Te prometo que saldremos
juntos, pero a mi ritmo, ¿vale? Y siento si esto te hace daño pero no puedo
hacer otra cosa…
-
Entiendo… Pues me
voy. No quiero molestarte.
-
Juan, no te
enfades. ¡Juan!-gritó mientras el chico se alejaba-.
Ainhoa se sentía hundida,
devastada y dolida. Quería realmente a Juan y se había dado cuenta de que era
un chico que realmente valía la pena y por el que merecía entregarse al 100%,
pero aquel no era el momento idóneo. Pero lo que más le pesaba a ella era que,
cuando se solucionara el problema que tenía, tal vez sería demasiado tarde para
él…
Una media hora después,
suena la puerta y al abrir, un hombre entra en la casa con paso decidido.
-
Vaya, menudo cambio
le has dado a la casa.
-
¿Qué haces aquí?
¿Estás loco?
-
Sí. Loco por
tenerte entre mis brazos. Hace más de dos semanas que no respondes a mis
mensajes ni llamadas. ¿Qué he hecho para que me trates así?
Ainhoa estaba atacada de
los nervios y con un nudo en el estómago que no la dejaba hablar apenas.
-
Cierra la boca y
entra, que te van a ver los vecinos.
-
Me dan igual los
vecinos, quien me preocupa es tu actitud, cariño. Ven y dame un beso.
-
¡Que me sueltes!
-
No te resistas o
será peor.
-
¡Que me dejes he
dicho!
Y en ese momento, los
labios masculinos se unieron a los femeninos. Ainhoa intentaba zafarse de él
pero Antonio era una lapa y la tenía bien sujeta por la cintura.
Soltándola, ella le pegó
un guantazo. Sin embargo, él actuó como si nada hubiera pasado.
-
¿Me vas a decir
por qué no has contestado mis mensajes?
-
He estado ocupada.
-
¿Follándote a
otro? Ya sabes que tú eres mía y sólo mía. Cuando deje a mi mujer…-comenzó a
decir Antonio-.
-
Antonio, esa
mentira ya no hay quien se la crea, en serio.
-
¿Sí? Pues te la
vas a tener que creer si no quieres volver a probar de lo que soy capaz de
hacer…
Ainhoa puso cara de
sospecha porque sabía lo que Antonio podría hacer.
-
Antonio, lo que
pasó entre nosotros ya terminó. De eso hace ya mucho y, te vuelvo a repetir,
sigues casado.
-
A mí mi mujer me
la suda. Yo lo único que quiero es estar contigo, así que coge tus cosas y
vámonos al hotel. Tengo reservada la suite principal…
-
No. Antonio, no me
das miedo. Si tuvimos aquello fue porque me ofreciste 2000€ por pasar la noche
contigo. Era dinero fácil y en ese momento me pareció buena idea, pero ahora he
cambiado y he roto con todo lo anterior y eso te concierne a ti.
-
Pues aunque hayas
roto con todo, conmigo no podrás tan fácilmente, ya que tengo pruebas…
¿recuerdas?
Sacando su móvil del
bolsillo, Antonio comenzó a reproducir los vídeos que tenía con Ainhoa
manteniendo relaciones sexuales.
-
Quita eso,-dijo
ella agachando la cara-.
-
Pues si no quieres
que, por accidente, lo suba a internet, ya puedes estar desnudándote.
-
Pero…
-
¿Quieres que lo
suba a internet entonces? Vale, tú sabrás.
-
¡Vale! Cogeré mis
cosas y nos vamos al hotel.
-
Mmmm, no. He
cambiado de opinión. Quiero hacerlo en tu cama, para que cuando te acuestes, te
acuerdes de mí. Y harás lo que yo te diga. Vamos a tu cuarto…
Ainhoa, cabizbaja y
triste, fue al dormitorio. Antonio le ordenó desnudarse y hacerle un baile
sensual mientras él observaba tumbado en la cama.
Y para no perder la
costumbre, Antonio colocó su videocámara para grabar la escena. Ainhoa se negó
al principio, pero volvió a amenazarla con publicar el vídeo. En ese momento,
tendría que ceder ante el chantaje de aquel viejo verde.
Ainhoa intentaba
satisfacerlo, pero no podía evitar pensar en Juan. Deseaba con todas sus
fuerzas que la sacara de esa situación en ese momento, pero le podía más el
miedo a que él la rechazara.
A todo esto, Juan había
recibido una notificación de que había recibido un paquete de su abuelo al
correo. Como hacía frío, se puso un abrigo gordito para intentar no resfriarse.
Al pasar por delante de
la puerta de la casa de Ainhoa, se puso triste porque deseaba con todas sus
fuerzas estar con ella, pero no podía después de la negativa femenina, así que
tendría que esperar y rezar hasta que ella cambiara de opinión.
Subiendo a casa de Marco,
lo encontró descansando en el sillón.
-
¡Buenos días papá!
-
Hola hijo, ¿qué
tal el día?
-
Pues podría ir
mejor… ¿Podemos hablar?
-
Claro Juan.
Siéntate aquí.
Juan comenzó a relatar
todo lo sucedido.
-
Como sabrás, mi
hermano y yo hemos estado ayudando a Ainhoa desde hace bastante tiempo con las
obras de su casa y como hemos compartido tantas cosas, he comenzado a sentir
cosas especiales por ella. Pero aparte de las obras de la casa, hemos salido a
tomar algo, ver una película… Sin embargo, ella nunca ha hecho el ademán de
besarme, agarrarme la mano o abrazarme. Siempre soy yo el que le demuestro
gestos de cariño y comienzo a cansarme de esta situación.
-
Hijo, debes
comprender que todos no son como tú y hay gente que necesita más tiempo para
comenzar una relación.
-
Si ella me ha
dicho eso. Pero tengo la sensación de que pasa algo más que no me cuenta.
Marco estaba preocupado
por la situación de su hijo mayor.
-
¿Tú crees que
habrá otro?
-
No quiero pensarlo,
pero me asusta que sea así. ¿Y si hay otro que ocupa su corazón y ella no sabe
cómo decírmelo para no hacerme daño?
-
Pregúntaselo
abiertamente. No tengas miedo.
-
Ya, pero ¿y si es
verdad? No quiero que me hagan daño.
-
Es un riesgo que
tienes que correr. En el amor, como casi en todo, el que no arriesga no gana.
Lo peor que puede pasar es que te diga que no y te vas a quedar en la misma
situación que ahora.
Juan estaba triste y algo
deprimido porque no sabía qué hacer.
-
Ya… Pero sigo
diciendo que algo no me cuadra porque hoy le he vuelto a decir mis sentimientos
hacia ella y es la primera vez que me ha abrazado ella, e incluso me ha dado un
beso en la mejilla y me ha dicho que yo también le gusto y que no quiere
cagarla conmigo y que necesita su espacio.
-
Pues entonces ahí
lo tienes. Hijo, la mujer que tenga que ser para ti, lo será pase lo que pase.
Mira a tu madre y a mí, aunque nos prohibieron estar juntos, naciste tú y no me
arrepiento nada. Y luego con Luisa nació tu hermano, así que no te preocupes.
Sé que es duro pero si tienes paciencia, llegará la tuya. Ya sea Ainhoa u otra
chica.
Casi media hora más
tarde, Mateo bajó en el ascensor para ir a la panadería a comprar el pan para
el almuerzo y la cena. De repente vio cómo Antonio salía de la casa de Ainhoa,
cosa que le extrañó muchísimo. ¿Qué hacía el doctor allí?
Corriendo hacia la
puerta, consiguió sujetarla antes de que se cerrara y pudo entrar en la casa.
Al cerrarla, escuchó un leve llanto que venía del dormitorio.
Lentamente, Mateo abrió
la puerta y se encontró a Ainhoa completamente desnuda y tirada en el suelo,
con el maquillaje emborronado y sin parar de llorar. Ella levantó la cabeza y
al verlo allí, se tapó más todavía.
-
Perdón Ainhoa, no
sabía que estabas desnuda. Te espero fuera.
Sentándose en el sofá, Mateo
comenzó a crear sus teorías mentales sobre qué estaría pasando. Podría ser que
Ainhoa tuviera un problema ginecológico y tal vez por eso estaba desnuda, pero
la especialidad de Antonio no era esa, así que esa teoría no podría ser. Mateo
no creía que las otras opciones que se le ocurrían pudieran ser ciertas, ya que
Antonio era un hombre felizmente casado.
Apenas cinco minutos
después, Ainhoa salió del dormitorio vestida y arreglada.
-
Ya estoy
aquí,-dijo Ainhoa avisando a Mateo-.
-
Perdón de nuevo.
No sabía que estarías desnuda en el dormitorio. Debí llamar antes de abrir la
puerta.
-
No tiene
importancia,-dijo ella restregándose la mano por la nariz-. ¿Qué querías?
Mateo se dio cuenta de
que había estado llorando y la salida de Antonio de su casa le mosqueaba mucho.
-
Verás… Es que
acabo de ver a Antonio salir de tu casa y me ha extrañado mucho, por eso he
entrado en tu casa.
-
No tienes de lo
que preocuparte. Ha venido porque necesitaba una revisión y él es mi médico,
así que…
-
Pero Ainhoa, hoy
es tu día libre y podrías ir al hospital perfectamente.
-
Ya, pero prefiero
no esperar a la cola y que me atienda aquí.
-
Ainhoa… ¿seguro
que me estás diciendo la verdad?
-
Que sí, te lo
prometo.
-
Pues lo siento
pero no te creo. Cuando mientes arrugas la nariz sin darte cuenta y desde que
estás hablando conmigo no has parado de arrugarla.
Ainhoa se quedó
sorprendida tras escuchar a Mateo. Sólo sus familiares más cercanos sabían eso
y a él ni a ninguno de ese edificio se lo había contado. ¿Cómo lo sabía?
-
¿Cómo sabes eso?
-
Cuando estuve en
coma tuve ese sueño que te mencioné una vez y ahí aprendí mucho de todos. ¿Me
vas a contar ahora lo que ha pasado?
-
Vale, todo
comenzó,-dijo Ainhoa poniendo cara de tristeza-, cuando fui un día a hacerme un
chequeo completo al hospital y me atendió Antonio. Pues resulta que ese mismo
día por la tarde me llama para decirme que tenía que contarme algo en persona
sobre el chequeo de ese día. Así que quedamos y ahí me contó que estaba todo
bien, pero que le había servido de excusa para quedar conmigo porque le había
parecido guapísima y me ofreció 300€ solamente por desnudarme para él. Yo en
ese momento lo vi una buena idea, así que me desnudé y me pagó los 300€, pero
luego comenzó a tocarme y me puse cachonda, así que acabamos masturbándonos el
uno al otro. Al día siguiente vino a recogerme por la mañana porque había
alquilado una habitación de hotel y ya allí me ofreció 2000€ por acostarme con
él y claro, vi el cielo abierto en ese momento. Sin embargo, cuando estábamos
desnudos y en las preliminares, puso una cámara encima de un mueble y me dijo
que quería tenerlo de recuerdo para él. Pues resulta que como después de
aquella vez no hemos quedado más, me ha estado mandando mensajes, primero de su
polla, luego otras de una habitación de hotel con el día y la hora y no fui,
incluso también algunas amenazas. Luego pasó lo que pasó con Esteban y cuando
tu hermano me llevó al calabozo me pagó la fianza y con lo de la obra no le he
respondido ningún mensaje… Pues hoy se ha presentado aquí y me ha amenazado con
subir a las redes nuestro vídeo si no me acostaba con él. El resto ya lo sabes…
Mateo no podría
creérselo. En su sueño, Antonio era un viejo verde, pero buena persona. Sin
embargo en la realidad era muchísimo peor. Todo parecía una pesadilla en la
vida real.
-
Dios mío… No sabía
que Antonio podría hacer algo así.
-
Lo peor es que me
gusta tu hermano y me encantaría poder estar con él, pero hoy le he tenido que
decir que se alejara y me diera espacio porque no quiero involucrarlo en esto.
Y si te lo he contado a ti es porque me has pillado.
-
Bueno, vamos a
calmarnos y a pensar en una solución…
-
Lo único que se me
ocurre a mí es que él suba el vídeo y que a mí, la poca vida y dignidad que me
queda, se vaya a la mierda.
-
No, hay otra
solución y se me acaba de ocurrir. Antonio es amigo íntimo de mi padre, así que
podría decirle a mi padre que invite un día a Antonio a casa y aprovechando esa
excusa, podría hacer copia de los vídeos que tiene en su móvil y con tus
mensajes de WhatsApp podríamos pillarlo y enviarlo a la cárcel.
Ainhoa, completamente
sorprendida, se acercó a Mateo.
-
¿Harías eso por mí?
-
¡Claro! Se nota
que has cambiado y que tus sentimientos por mi hermano son verdaderos y no
quiero que ni tú ni él lo paséis mal, así que déjamelo todo a mí que yo me
ocupo. Será nuestro secreto…
Sin poderlo evitar,
Ainhoa abrazó a Mateo fuertemente. Estaba inmensamente agradecida por todo lo
que estaba haciendo por ella y no sabía cómo podría devolverle el favor.
CONTINUARÁ…
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