Una mañana Marco recibió
una llamada de teléfono y, al ver quién era, se sorprendió.
-
Hola Estela, ¿cómo
estás? Yo bien, gracias. Sí, dime. Ajá. ¿Y quieres que vaya contigo? Ah claro…
Pues sí, no hay problema. Nos vemos esta tarde entonces. ¡Hasta luego!
Mientras tanto, en el
colegio Fina tenía hora libre y se encontraba en la sala de profesores
repasando el temario para su próxima clase.
Minutos más tarde entra
Esteban sin que Fina se dé cuenta.
-
Menudo cafelazo me
voy a tomar ahora. Estoy muerto de sueño. ¡Hola Fina!
-
Hola,-dijo sin
levantar la mirada del libro-.
Tras servirse la taza de
café se quedó mirando a Fina mientras se sentaba junto a ella.
-
Chiquilla, menudo
enganche llevas. ¿Tan interesante es el libro de…?-dijo mirando el libro antes
de continuar-. ¿Geografía?
-
Estoy concentrada…-dijo
mirando un momento arriba, pero al ver que era Esteban, paró de leer-.
Con una sonrisa de oreja
a oreja, Fina dejó de leer al instante y cerró el libro. Quería sonsacarle si
había algo entre esa alumna y él.
Consciente de la mirada
de Fina, Esteban se hacía el remolón porque sabía que esa expresión de su
compañera era porque quería algo. Pero sin soportar más su incesante mirada, la
miró directamente a los ojos.
-
¿Qué pasa?
-
Nada… Pues, quería
preguntarte por cómo te van las clases, pero si te pones así…
Esteban estaba muy
despistado. ¿Seguro que era por eso nada más? Conocía muy bien a Fina como para
que sólo tuviera esa inocente pregunta.
-
Bien, como
siempre. ¿Y ese repentino interés?
-
Esteban, aparte de
mi compañero eres mi amigo, ¿no puedo interesarme por ti?
-
Sí, pero… Me
resulta muy raro.
-
Me ofendes
Esteban. Hay que ver…
-
Jope, lo siento
Fina. Me había dado la sensación de que querías algo más.
-
¿Yo? ¿Qué te
creías que te iba a preguntar?
-
No sé, pero esta
conversación se está volviendo muy rara…
Ante la tensa
conversación en la que se estaba tornando, Esteban prefirió salir de allí y
huir como un valiente.
-
Bueno, voy a ver
qué quiere Roberto, que me dijo que tenía que hablar conmigo y ahora que estoy
libre veré si necesita algo. ¡Hasta luego Fina!
-
Adiós, adiós…
Al salir de allí, pasó
frente a los baños y escuchó la voz de una chica dentro.
-
Tía, pásame el
cigarro que nos van a pillar al final, que eres tonta.
Pero cuando entró, para
su sorpresa, no había ni cigarro ni varias chicas, sino que era Lucía y estaba
sola.
-
¿Qué estás
haciendo aquí Lucía?
-
Tenía ganas de ir
al baño y te escuché en la sala de profesores y quería verte.
-
Lucía, te la estás
jugando mucho. Venga, vete a clase.
-
Después de que me
quites el cigarro que tengo TANTAS GANAS de fumarme, ¿no profe?-dijo haciendo
énfasis en esas palabras-.
Esteban se acercó y besó
suavemente los labios de la chica. Al separarse quiso besarlo otra vez pero él
la paró.
Lucía comprendió que era
el momento de irse a clase y no jugársela.
-
Y que no te vuelva
a ver aquí en horas de clases señorita,-dijo Esteban para evitar posibles
comentarios-.
Ya por la tarde, Marco
estaba muy nervioso y no sabía si la ropa que se había puesto le quedaba bien,
por lo que llamó a sus hijos para que le dieran su opinión.
-
Te queda genial
papá. Pareces un galán.
-
¿En serio? ¿Crees
que me queda bien?
-
Papá, la vas a
impresionar, hazme caso.
Poco después llegó Juan y
opinó lo mismo.
-
Estás que lo
rompes papá. Mateo, ¿te imaginas que Estela y él…?
-
Ay hijo, no digas
tonterías,-dijo algo enfadado-.
-
Uh, pues estaría
muy bien. Me encantaría verlo feliz porque ella es una buena mujer,-corroboró
Mateo a su hermano-.
Como se acercaba la hora,
no quería llegar tarde y se despidió de sus hijos.
-
Estáis locos, os
quiero, pero sois un par de locos.
-
Disfruta de la
cena papá. Sé tú mismo y pásalo en grande.
-
Pareces tú el
padre y yo el hijo, Mateo…
Al igual que con Mateo,
Marco abrazó a Juan.
-
Papá, como es una
cena de antiguos compañeros de clase de Estela, déjale el protagonismo a ella,
pero si te lleva como pareja, compórtate como algo más que un amigo.
-
Hijo, déjame a mí
que haga lo que crea mejor, venga ya.
-
Ayyyy mi padre,
que está como un adolescente jajaja.
Pero Estela había llegado
antes de la hora y al ver a Ainhoa, creyó reconocerla del juicio de Antonio.
-
Buenas noches
señora. ¿A dónde va?
-
Estoy esperando a
Marco, del segundo piso.
-
Estupendo. ¿Quiere
que le avise?
-
No, bajará de un momento
a otro. Por cierto, disculpe mi indiscreción pero… ¿usted es Ainhoa Márquez?
En ese momento, Ainhoa
cayó en la cuenta de quién era esa señora y se levantó automáticamente de su
sitio.
-
Señora, siento
todo lo que ocurrió. Su marido me sedujo y yo en ese momento no tenía tantos
escrúpulos como ahora y cometí varios errores. Lo siento de todo corazón y
espero que algún día consiga perdonarme.
-
Es mi exmarido
ahora mismo. Y no tienes por qué pedirme perdón, soy yo quien te quería pedir
disculpas.
Ainhoa se sorprendió.
Ella se había acostado con Antonio y esa mujer era su esposa en ese momento,
¿por qué tendría que pedirle perdón ella?
-
No la entiendo
señora…
-
Puedes llamarme
Estela. Quiero pedirte disculpas porque mi exmarido actuó mal, se aprovechó de
ti, una chica joven y de buen ver. Encima te extorsionó luego con las
grabaciones de los vídeos… Ninguna mujer se merece eso que has sufrido tú. Lo
siento porque podría haber evitado esto si hubiera estado más pendiente de lo
que hacía mi exmarido por entonces.
-
Pero señora, usted
no tiene culpa de nada. La verdadera víctima es usted, que estaba casada con él
y fue quien sufrió… los cuernos de su marido.
En ese momento, el
ascensor se abrió y Marco bajó encontrándose esa escena. Mirando a Estela, la vio
muy arreglada y guapa.
Ambas mujeres acabaron
abrazándose agradecidas la una de la otra.
Al girarse y ver a Marco
tan apuesto y arreglado, Estela sonrió gratamente.
-
Qué guapo Marco.
-
Muchas gracias
Estela. Tú también estás muy guapa.
-
Está genial
Marco,-dijo Ainhoa guiñándole el ojo a modo de cómplice-.
Estela había quedado con
sus compañeros de facultad en un restaurante cercano y allí llegaron Marco y
ella listos para disfrutar de la comida, la compañía y de las risas contando
viejas anécdotas.
Se hacía tarde y ambos
decidieron dar por terminada la cena e irse del restaurante después de pasar un
buen rato de cháchara.
-
Bueno, ¿qué te
apetece hacer ahora?-preguntó él-. ¿Quieres que te lleve a casa?
-
No, me gustaría
dar un paseo para bajar la cena, si no te importa.
-
No hay problema
Estela.
Los dos se pusieron a
andar mientras comentaban cosas de los compañeros de clase de ella y se
contaban otras de ambos hasta que llegaron a un precioso parque algo apartado.
-
¡Qué parque más
bonito!-exclamó ella-.
-
Para bonita ya
estás tú,-pensaba Marco que no le quitaba ojo a su acompañante-.
Como estaban cansados,
vieron un banquito y fueron allí para sentarse y descansar un momento antes de
proseguir el paseo hasta la casa de ella.
Estela estaba muy
agradecida por la noche que había pasado con Marco, por lo que se lo dijo
abiertamente.
-
Muchas gracias por
la noche de hoy. Ha sido genial.
-
Gracias a ti por
acordarte de mí. Si te soy sincero, no me lo esperaba. Fue toda una sorpresa.
-
La verdad es que llevaba
tiempo dándole vueltas, porque iban a ir todos con sus maridos y mujeres y como
ocurrió aquello con Antonio, no quería ir. Pero me insistieron tanto en que
fuera, que no quería ir sola. Así que para ellos tú eres mi… marido.
-
Oh, no les has
dicho nada, ¿no?
-
No, no me he
sentido bien diciéndoselo, así que prefiero que piensen eso antes que decirles
la verdad. De todas formas, estoy seguro que serías mejor marido mío de lo que
fue Antonio alguna vez.
Esa frase dejó
desconcertado a Marco. Lo último que se esperaba por parte de ella era una
“confesión” como aquella. Y sin poderlo evitar, un ligero cosquilleo acompañado
de un pellizco en el estómago, comenzó a brotar para Marco.
Todavía en las nubes,
Estela pensaba en si había hecho bien en decirle eso a Marco, pero era lo que
sentía y tenían unas edades en las que no podían perder el tiempo.
-
Me está entrando
frío,-dijo ella para animar a Marco-.
Como buen caballero,
quiso quitarse la chaqueta, pero Estela se negó.
-
Con que me eches
el brazo por encima es suficiente. No quiero que cojas frío por mi culpa.
Tras dejarla en su casa,
Marco volvió a la suya y se cambió. Tumbándose en la cama, seguía en las nubes
sin saber por qué se sentía como un adolescente con su primer amor. ¿Se lo
debería contar a sus hijos? No estaba muy seguro pero… ¿y si salía mal?
CONTINUARÁ…
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