Ainhoa se adelantó a
Fina, por lo que cuando ella llegó, su jefa ya estaba sentada.
-
¿Querías algo
Ainhoa?
-
Sí, siéntate un
momento.
Fina estaba sorprendida,
ya que ella creía que no había hecho nada malo en el trabajo.
-
¿Cómo te van las
cosas?
-
Pues… Me van bien…
¿Pasa algo?
-
No, nada. Te
preguntarás que por qué te he llamado para decirte eso, pero es que llevo
notando una mejoría en tu trabajo y quería saber si era por algo que había
pasado en tu vida personal.
-
Bueno, pues mi
vida personal va bien, no me puedo quejar.
Pero la curiosidad de
Ainhoa iba más allá.
-
Me alegro
muchísimo por ti, de verdad. ¿Y sabes algo de Mateo? Desde que ya no está aquí
no he vuelto a verlo.
-
Pues que yo sepa
Mateo está bien.
-
¿Se solucionó el
problema con su padre? Algo me contó una vez…
-
Sí. Está en casa y
goza de buena salud.
Ainhoa se hacía la
simpática y Fina no era tonta y sabía que su jefa quería averiguar algo, pero
ella no diría nada para no satisfacer su curiosidad malsana.
Al salir del despacho,
fue hacia su lugar de trabajo y Esteban la recibió con una sonrisa.
-
¿Qué quería?
-
Averiguar cosas.
Se ha puesto en plan metomentodo simpática para intentar saber más sobre mí y
mi vida privada. Será…
Esteban puso muy mala
cara al enterarse de aquello.
-
No, si encima ahora
tendremos que decirle las veces que vamos a cagar, no te jode. Mira, de verdad
que estoy harto.
-
Tranquilo Esteban,
que todos tenemos un mal día. Deja que pase mañana y seguro que el enfado se te
ha pasado.
-
Es que no es sólo
de hoy. Llevo tiempo pensando en irme de aquí y envidio a Mateo porque se puso
a estudiar para las oposiciones de bombero que, al parecer, es lo suyo.
La indignación del
muchacho iba en aumento conforme sus palabras salían de la boca.
-
Yo no estudié la
carrera de educación física por gusto,-continuó quejándose Esteban-. Si yo lo
hice fue para trabajar de eso, no de teleoperador chupándome más broncas de la
gente que un árbitro.
-
Te entiendo
Esteban. Yo me siento igual y hasta eché el currículum en el colegio como te he
dicho antes, pero de momento no ha habido suerte. Seguiré intentándolo hasta
que suene la flauta.
-
Pues yo me voy a
ir. Paso, en serio.
-
¿Estás seguro de
lo que vas a hacer?
-
Nunca he estado
tan seguro. Que le den por culo a la zorra esa.
Al finalizar la jornada,
Esteban fue a entregarle su dimisión a Ainhoa, pero ella ya no estaba.
-
¡Mierda! Pues se
la dejaré en la mesa y mañana ya la verá.
Esa noche Esteban salió a
tomar unas copas para celebrar su auto-despido de la empresa y que, a partir de
ese día, volvería a ser libre.
Tras pedirse una copa, se
puso a beberla. Hacía tiempo que no tomaba alcohol y no sabía cómo le iba a
sentar, pero… un día es un día, ¿no?
Posteriormente, se puso a
bailar y vio como algunas chicas más comenzaron a llegar, pero parecían estar
disfrazadas.
-
No sé si serán
strippers y luego se desnudarán o es que vienen de una fiesta de
disfraces…-pensaba el chico-.
Esteban estaba feliz
porque se estaba pegando una buena fiesta, el alcohol había comenzado a subir y
encima sabía que no tendría que volver a ir a trabajar a ese infernal sitio.
Tras quince minutos
bailando, comenzó a tener sed y fue a la barra a pedir otra copa, pero esta vez
de un alcohol diferente.
Justo en ese momento hizo
su aparición estelar una exuberante Ainhoa con un vestido que dejaba poco a la
imaginación.
-
Póngame otra
igual,-dijo al chico de la barra mirando a Esteban, el cual no se había dado
cuenta de la presencia femenina-.
En cuanto el chico le dio
la copa a Esteban, giró su cabeza y vio a Ainhoa. No podía negar que la chica
estaba como quería, pero era una hija de puta de cuidado.
-
Muy buenas Ainhoa.
Qué sorpresa verte aquí…
Girándose, Ainhoa lo miró
penetrantemente con sus ojos azules.
-
Hola Esteban. Pues
ya ves, aquí a despejar un poco el cuerpo…
-
Eso está muy bien.
-
¿Te apetece
bailar?
-
Vale, parece buena
idea.
Ambos se fueron a la
pista de baile y comenzaron a mover el esqueleto en sintonía. Esteban estaba
extrañado por aquella situación, ya que era la primera vez que coincidía en la
calle con su jefa hasta ese día y mucho menos de fiesta. Pero, como se suele
decir: para todo hay una primera vez.
Tras unos minutos sin
parar de bailar, Ainhoa fue a por su segunda copa de la noche.
-
Póngame otra, hoy estoy
sedienta. ¡Ahora seguimos bailando!-dijo dirigiéndose hacia Esteban-.
Esteban creía estar en lo
cierto cuando pensaba que Ainhoa no sabía lo de su dimisión pero, de momento,
lo preferiría porque quería tenerla de buen rollo antes que de uñas como le
tenía acostumbrado.
Ainhoa volvió a bailar
con Esteban durante un rato hasta que decidieron descansar y la muchacha quiso
tomarse otra copa, a lo que el chico se negó porque no quería pasarse
demasiado.
Sin embargo, Ainhoa
estaba allí para pasárselo bien y fue a la barra un rato más tarde para tomarse
su cuarta copa. Tenía ya un colocón bastante grande y se mantenía en pie a
duras penas, pero era el momento más feliz para ella porque comenzaba a
desatarse y a proclamar a los cuatro vientos lo que le daba la gana.
Yendo en busca de
Esteban, se lo encontró sentado en un sillón descansando los pies.
-
Tú, tío bueno.
¿Qué haces que no estás bailando? Están poniendo reggaetón y quiero perrear.
-
Llevamos mucho
tiempo bailando, dame un respiro mujer.
-
¿Respiro? A ti sí
que te iba a dejar sin respiración.
Esteban no se esperaba
esa respuesta y su cara cambió radicalmente. Su expresión era, en ese momento,
de estupor y sorpresa al mismo tiempo.
-
Ainhoa, has bebido
demasiado y no sabes lo que dices.
-
¡Sé lo que digo
perfectamente! Y ahora échate a un lado que voy para allá.
Y sentándose bruscamente
en el sillón, Ainhoa fue directa al paquete de Esteban que agarró con fuerza.
Cuando él abrió su boca ante la sorpresa, ella aprovechó para besársela.
-
¿Te gusta nene?
-
Uffff.
Las manos masculinas
comenzaron a recorrer las largas piernas de Ainhoa. El baile con ella lo había
puesto un poco cachondo, ya que los movimientos sensuales de ella eran geniales
y el agarrón último a su paquete fue lo que sobrepasó el vaso. ¿Quería guerra?
Pues la iba a tener.
Los besos iban aumentando
en intensidad, de forma que Ainhoa se colocó a horcajadas encima de Esteban.
Todos los miraban y seguían de largo mientras que, ajenos a los demás, la
pareja de amantes se besaban y manoseaban sin ningún pudor.
Poco después, Ainhoa fue
a levantarse la falda del vestido pero Esteban la paró.
-
¿Estás loca? Aquí
no…
-
Pues vámonos a mi
casa,-dijo levantándose y cogiendo al chico de la mano-.
En cuanto llegaron, se
fueron quitando la ropa de camino al dormitorio y, una vez allí, se vieron por
primera vez completamente desnudos.
-
Menuda polla
tienes… Qué calladito te lo tenías cabrón.
-
¿Te gusta lo que
ves?
-
Ven y lo
averiguarás…
Ainhoa se levantó y tiró
de un empujón a Esteban contra la cama. Agarrándolo de la base del pene,
procedió a metérselo en la boca completamente.
-
Hija de puta, qué
bien lo haces. Sigue así…
Finalmente, Esteban la
subió a la cama y ella comenzó a cabalgarlo rápidamente, haciendo movimientos
circulares con la cadera. Los gemidos eran fuertes y muy escandalosos, por lo
que Marco, desde el piso de arriba, pegó unos golpes en el suelo. Sin embargo,
no sirvió de nada porque los dos siguieron follando sin parar.
-
Quiero que acabes
en mi boquita. ¿Quieres correrte en mi carita?
Marco, harto de no poder
dormir, bajó a hablar con su hijo Juan.
-
Papá, ¿pasa algo?
-
Sí hijo, disculpa
las horas pero necesito un favor.
-
Dime, ¿qué ocurre?
-
Mi vecina de abajo
está manteniendo relaciones sexuales y no me deja dormir. Es más de la una de
la madrugada y quiero dormir, ¿podrías decirle algo?
-
Descuida, sube a
dormir que yo voy enseguida.
-
Gracias hijo.
Buenas noches.
Unos cinco minutos
después, Juan llamó a la puerta de la casa de su vecina dispuesto a quejarse.
No escuchaba gemidos ninguno, por lo que rápidamente Ainhoa abrió la puerta
completamente desnuda y notablemente borracha todavía.
-
Buenas… ¡señorita
por Dios!
-
Anda… Si es el
policía buenorro. ¿Qué quieres?
-
Soy su vecino de
abajo y sus… gritos no nos dejan dormir al resto de los vecinos. ¿Podría hacer
el favor de…? Y tápese, por el amor de Dios.
-
¡Eh! Que estoy en
mi casa y hago lo que me dé la gana. Y tranquilo, me callaré. No vaya a ser que
me pegue con su porra…
Esa frase dejó
descuadrado a Juan que, sin tiempo a reaccionar, sintió los labios femeninos
posarse sobre los suyos.
-
Hasta pronto…
vecino.
Al cerrar la puerta, se
encontró con Esteban sentado en el sofá con el pene duro de nuevo.
-
¿Quién era?
-
El próximo al que
me follaré, pero hoy soy toda tuya. Ven aquí, que quiero que me comas el coño
ahora.
Juan, aún en la puerta,
estaba en estado de shock y no escuchó nada de lo que se decía dentro. Su
vecina lo había besado en la boca ¡¿COMPLETAMENTE DESNUDA?! Lo gracioso era que
Juan aún no sabía que ella era la antigua jefa de Mateo… Cuando se lo contara a
su hermano iba a flipar…
CONTINUARÁ…
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