martes, 27 de marzo de 2018

A Real Nightmare || Capítulo 12

CAPÍTULO 12


Juan miró a Kiko que, sorprendentemente, estaba en la casa. ¿Cómo habría entrado?
-          Eh… Soy Juan. ¿Tú quién eres?
-          Yo soy Kiko. ¿Dónde está Marco?
-          ¡Mateo! ¿Puedes venir, por favor?
-          ¿Sabes dónde está Marco o no?
-          ¡MATEO!




Mateo salió rápidamente del baño y al ver allí a Kiko se enfureció mucho con él.
-          ¡Me cago en tu estampa Kiko!




Acercándose a él enérgicamente, comenzó a increparlo.
-          ¿Qué coño estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado?
-          Tu padre siempre me dejaba la puerta del jardín abierta para que entrara y así los vecinos no pudieran verme. ¿Dónde está tu padre y quién es este?
-          Eso a ti no te importa, así que ahora mismo te vas a largar de una vez por todas, ¿te queda claro?
-          Pero, ¿qué hago yo con la mercancía?
-          ¡No me importa! Pero vete de aquí YA.




Kiko era la primera vez que veía a Mateo de aquella forma y se asustó un poco.
-          Tranquilo tío, que yo sólo hago mi trabajo.
-          ¿Tu trabajo? Tu trabajo es arruinarle la vida a la gente vendiéndole droga, así que será mejor que te busques otra cosa porque como un día me canse de ti te mando a la cárcel más rápido que ligero.
-          Vale, vale… No hace falta ponerse así.
-          Y de volver a esta casa te olvidas. A partir de ahora no existes. ¡LARGO!




Kiko puso cara de pocos amigos tras esta última frase mientras que Juan observaba atónito la situación.
-          Tu padre siempre me ha caído mejor que tú…
-          Verás tú que al final recibe el gilipollas este. ¡QUE TE VAYAS DE AQUÍ!-gritó Mateo levantando su mano-.




Kiko, sonriendo, se largó de allí.
-          ¡Ya nos veremos Mateito!




Una vez se fue, Mateo cerró la puerta del jardín y la de la casa con llave. No quería volver a ver a ese tío nunca más y más después de que fuera él el que le había buscado la ruina a su padre.
-          Perdona la situación Juan. Me hubiera gustado que esto no hubiese pasado.
-          No te preocupes. ¿Quién era ese?
-          El que le vendía la marihuana a mi padre.
-          Ah vaya, ahora lo entiendo todo. Si lo llego a saber lo echo de casa antes de decirte nada.
-          No es tu culpa, no sabías quién era el tonto ese.




Juan todavía se estaba aclimatando a la casa y a la gente que estaba en la vida de Mateo, por lo que no conocía ni a la mitad de todos ellos.
-          Y te digo una cosa, cuando me haga policía, el primero al que iré será a por ese, te lo puedo asegurar. ¿Por qué no lo denuncias?
-          Porque me da pena en realidad. No tiene nada salvo eso y, pese a lo que acaba de ocurrir, no me cae mal del todo. Podría ser mucho peor, lo que le pasa es que no tiene recursos y tira de eso para sobrevivir. Ya has visto sus pintas.
-          Sí, pero nosotros no podemos hacer nada… Es su vida.
-          Tienes razón…




Varios días después, por la mañana, Juan se levanta y se encuentra a Mateo haciendo el desayuno.
-          ¡Buenos días Mateo!
-          Ah, hola Juan. ¿Has dormido bien?
-          Estupendamente. Esa cama es una maravilla.




Ambos muchachos se llevaban cada vez mejor.
-          ¿Te echo una mano?
-          No hace falta, estoy terminando ya con esto. Tú ponte cómodo…




Mientras esperaba a que salieran los gofres del horno, Mateo se puso a pensar en su situación económica. Ahora no trabajaba y, aunque buscaba trabajo, no encontraba nada. Esto se reflejó en su cara y Juan se dio cuenta de ello.
-          ¿Te pasa algo?
-          Ah no, nada. Cosas mías.
-          Puedes contarme si quieres.
-          No hace falta pero gracias.




Juan miró a Mateo pensando en qué sería lo que tenía en la cabeza su compañero de piso cuando, de repente, se le encendió la bombilla.
-          Oye, el tiempo que esté aquí hasta que se descubra si en realidad somos hermanos te lo voy a pagar. No lo hemos hablado pero es lo que pensaba hacer desde un principio.




Sirvieron los plantos y se pusieron a desayunar mientras los chicos seguían hablando.
-          De eso nada. No te puedo cobrar nada por un favor que te estoy haciendo.
-          Pero si desde un principio me iba a ir a un hotel. Para mí el dinero no es problema.
-          Si me parece muy bien, mejor para ti, pero no quiero cobrarte nada. No sería justo.
-          ¿Justo para quién? Para ti, ¿no? Mira, déjate de tonterías y escúchame.




Mateo seguía negando con la cabeza mientras desayunaba.
-          A ver Mateo. Mi abuelo, sorprendentemente, todavía vive y, pese a que al principio no me aceptaba, luego ha estado y está como loco conmigo. Así que él es el que me ayuda económicamente desde que mi madre falleció. Tenemos dinero de sobra así que, si necesitas dinero, aquí estoy. No sé si seremos hermanos o no, pero lo que tengo claro por mi parte es que aquí tienes un amigo. Te estaré inmensamente agradecido por siempre.
-          Bueno, muchas gracias a ti por decirme todo eso. Tú también me caes genial y eres un tío muy guay así que acepto tu amistad y te doy la mía.
-          Oh, qué bonito todo jajajaja,-dijo riéndose Juan-.




Más avanzada la mañana, recibe una llamada de Fina diciéndole de quedar, ya que había un pequeño festival en la plaza y así podrían quedar y charlar un rato. Mateo, de buen grado, aceptó sin dudarlo.




Casi una hora después, Fina llegó justo a la hora y allí estaba Mateo esperándola.




Cuando se vieron, Mateo saludó efusivamente.
-          Madre mía, qué guapa vienes hoy. Si lo llego a saber me pongo ropa mejor jeje.
-          Bah, no te preocupes. Tú estás muy guapo también.




En cuanto se tuvieron al lado, se dieron un abrazo a forma de saludo.




Decidieron sentarse y esperar a ver si levantaba el día mientras charlaban, ya que la niebla matutina estaba tardando en irse.
-          Y bien, ¿qué tal todo?-preguntó Fina-.
-          Pues una locura, sinceramente. Hace unas semanas tuve que mandar a mi padre a un centro de desintoxicación porque estaba enganchadísimo a los porros, no paraba de fumar casi las 24 horas y, aunque lo hacía en su cuarto o cuando yo no estaba, siempre me lo encontraba con los ojos rojos y con la cabeza en Babia.
-          Vaya. Yo las veces que lo había visto sí lo encontré más descuidado, pero no sabía que estaba tan mal, la verdad.
-          Pues sí, lo peor es que el centro me está costando un ojo de la cara y ahora estoy sin trabajo encima, por lo que es mucho más complicado todo. Lo positivo de todo esto es que estoy seguro de que volverá recuperado al 100% y de que, mientras tanto, vivo a mi aire de nuevo.




Mateo sonrió porque, en su sueño, él vivía sólo y se encontraba genial, pero al despertar y estar con su padre y encima, con tal situación, le resultaba complicado adaptarse.
-          ¿De nuevo? Si tú nunca has vivido sólo, ¿no?
-          Ay calla, sí jajaja. Es que tengo un lío en la cabeza, que a veces ni yo mismo me aclaro.
-          Lo que sí te noto es muy muy cambiado a como eras antes. Has sido recuperarte del accidente y volver otro Mateo completamente diferente. ¿Por qué?
-          Te lo cuento con la condición de que juguemos a la herradura, ¿trato hecho?
-          Me parece bien.




Ambos fueron hacia el juego de la herradura y comenzaron a charlar mientras probaban su puntería.
-          Oye, eres muy buena Fina.
-          Vaya gracias. No es la primera vez que juego a esto, de todas formas.
-          Ah claro, entonces es normal jaja.
-          Bueno, cuéntame.




Mateo allí ya se puso serio y comenzó a contarle las cosas resumidamente.
-          Yo de lo único que me acuerdo es que después del accidente me desperté una mañana y Ainhoa, nuestra jefa, era mi novia. Ella trabajaba de cartera y yo de bombero, contigo y con Esteban.
-          ¿Bomberos? ¿Te estás quedando conmigo?-preguntó sorprendida-.
-          No te miento, es en serio. Con Esteban me llevaba fatal, era un capullo y tú no te llevabas mal conmigo, pero no teníamos una relación de amistad profunda tampoco. Mis padres vivían en su piso, los dos…
-          Anda… ¿Viste a tu madre?
-          Sí, y hasta la abracé y todo, fue muy especial. Ellos vivían en su propio piso con un perrito y yo en otro con Ainhoa. Tú vivías en el mismo bloque también y Esteban creo que compartía piso contigo, si mal no recuerdo.
-          ¿Esteban y yo estábamos…?
-          No, no. Tú eras lesbiana jajaja.
-          ¡¿YO?! Ay por favor, pero qué sueño más raro tuviste. ¿En serio que soñaste todo eso mientras estuviste en el hospital?
-          Te lo juro Fina.
-          ¿Y cómo te despertaste al final?
-          Pues porque el portero del edificio, que en esta realidad es médico, me contó que Esteban sedujo a Ainhoa y cuando entré os vi a los tres haciéndoos un trío, así que salí corriendo de allí y mi madre me llamó diciéndome que mi padre había muerto y cuando fui a cruzar la carretera me atropelló un coche y me desperté en el hospital.




Una vez que terminaron de jugar, mientras la conversación seguía, se fueron a sentar en un banco para descansar un poco.
-          Menuda historia Mateo y qué diferente a la realidad.
-          Ya te digo. Mi cabeza los primeros días fue un caos, porque era tan real que creía que era cierto y que esto era una pesadilla. De tener a mis padres, un buen trabajo, una pareja… A estar soltero, con mi madre muerta y un padre drogadicto y un trabajo de mierda que no merecía la pena.
-          Ha tenido que ser muy duro para ti. Lo siento mucho.
-          Anda mujer, no tienes por qué disculparte. Todo eso ocurrió en mi cabeza y ahora tengo la oportunidad de afrontar las cosas desde otro punto de vista.
-          Eres admirable… En serio.
-          Ah, y no te he contado que puede ser que tenga un hermano mayor.
-          ¿Cómo?
-          Sí, que hace una semana apareció un chico diciéndome que era hijo de mi padre…




Justo cuando estaban hablando, apareció por sus espaldas un agitado Juan corriendo hacia ellos.




En cuanto llegó a ellos, Mateo se levantó rápidamente preocupado por verlo allí.
-          ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo malo?
-          ¿Qué va a pasar? ¡Dame un abrazo hermano mío!
-          ¿Hermano?-preguntó extrañado mientras se levantaba y abrazaba a Juan-.




Juan se separó de Mateo muy contento.
-          Sí, acaban de llamar diciendo que tienen los resultados y de que hay coincidencia, somos hermanos de padre.
-          Joder, al final tenías razón… Tío, que tengo un hermano mayor,-dijo alucinado Mateo-.
-          Y yo un hermano pequeño, que no soy hijo único…
-          Me cago en la puta, qué alegría me das. Por cierto, te quiero presentar a una buena amiga. Fina, él es mi hermano Juan.




Fina se levantó a saludó a Juan y luego fue a darle la enhorabuena a Mateo.
-          Felicidades Mateo. Te mereces todo lo bueno que te pase. ¿Ves? Esto no estaba en tu sueño y, por tu reacción, eres muy feliz ahora.
-          ¿Feliz? Feliz es poco,-dijo con una amplia sonrisa en la cara-.




Y sin previo aviso, con esa energía del momento, Mateo besó a Fina en la boca. Fue un acto reflejo que no pensó un instante. A todo esto, Juan miró hacia otro lado antes de irse.
-          Ups, yo me voy que ahora mismo sobro aquí.




Fina no podía creer que Mateo le estuviera besando. Ese chico irritante, prepotente y creído, pero del que estaba locamente enamorada y que la había rechazado ahora la estaba besando. ¡Y encima había sido él! Eso sí que parecía un sueño y no lo de Mateo.




Cuando terminó de besarla, Mateo se echó para atrás y pidió disculpas.
-          Perdón Fina, no sé qué me ha pasado, pero ha sido un acto reflejo.
-          ¿Perdón? Si me ha encantado. Esto sí que es un sueño para mí,-dijo ella antes de acercarse a él de nuevo-.




Ahora el beso fue más profundo y del que ambos disfrutaron más.




Mateo no se podía creer que estuviera besando a Fina y no a Ainhoa, pero las cosas habían cambiado y Fina era todo lo que él buscaba y se sentía muy bien a su lado. Tal vez ese accidente le enseñara las cosas importantes que tiene la vida y que debía aprovecharlo al máximo…




CONTINUARÁ…

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