Juan miró a Kiko que,
sorprendentemente, estaba en la casa. ¿Cómo habría entrado?
-
Eh… Soy Juan. ¿Tú
quién eres?
-
Yo soy Kiko.
¿Dónde está Marco?
-
¡Mateo! ¿Puedes
venir, por favor?
-
¿Sabes dónde está
Marco o no?
-
¡MATEO!
Mateo salió rápidamente
del baño y al ver allí a Kiko se enfureció mucho con él.
-
¡Me cago en tu
estampa Kiko!
Acercándose a él
enérgicamente, comenzó a increparlo.
-
¿Qué coño estás
haciendo aquí? ¿Cómo has entrado?
-
Tu padre siempre
me dejaba la puerta del jardín abierta para que entrara y así los vecinos no
pudieran verme. ¿Dónde está tu padre y quién es este?
-
Eso a ti no te
importa, así que ahora mismo te vas a largar de una vez por todas, ¿te queda
claro?
-
Pero, ¿qué hago yo
con la mercancía?
-
¡No me importa!
Pero vete de aquí YA.
Kiko era la primera vez
que veía a Mateo de aquella forma y se asustó un poco.
-
Tranquilo tío, que
yo sólo hago mi trabajo.
-
¿Tu trabajo? Tu
trabajo es arruinarle la vida a la gente vendiéndole droga, así que será mejor
que te busques otra cosa porque como un día me canse de ti te mando a la cárcel
más rápido que ligero.
-
Vale, vale… No
hace falta ponerse así.
-
Y de volver a esta
casa te olvidas. A partir de ahora no existes. ¡LARGO!
Kiko puso cara de pocos
amigos tras esta última frase mientras que Juan observaba atónito la situación.
-
Tu padre siempre
me ha caído mejor que tú…
-
Verás tú que al
final recibe el gilipollas este. ¡QUE TE VAYAS DE AQUÍ!-gritó Mateo levantando
su mano-.
Kiko, sonriendo, se largó
de allí.
-
¡Ya nos veremos
Mateito!
Una vez se fue, Mateo
cerró la puerta del jardín y la de la casa con llave. No quería volver a ver a
ese tío nunca más y más después de que fuera él el que le había buscado la
ruina a su padre.
-
Perdona la
situación Juan. Me hubiera gustado que esto no hubiese pasado.
-
No te preocupes.
¿Quién era ese?
-
El que le vendía
la marihuana a mi padre.
-
Ah vaya, ahora lo
entiendo todo. Si lo llego a saber lo echo de casa antes de decirte nada.
-
No es tu culpa, no
sabías quién era el tonto ese.
Juan todavía se estaba
aclimatando a la casa y a la gente que estaba en la vida de Mateo, por lo que
no conocía ni a la mitad de todos ellos.
-
Y te digo una
cosa, cuando me haga policía, el primero al que iré será a por ese, te lo puedo
asegurar. ¿Por qué no lo denuncias?
-
Porque me da pena
en realidad. No tiene nada salvo eso y, pese a lo que acaba de ocurrir, no me
cae mal del todo. Podría ser mucho peor, lo que le pasa es que no tiene
recursos y tira de eso para sobrevivir. Ya has visto sus pintas.
-
Sí, pero nosotros
no podemos hacer nada… Es su vida.
-
Tienes razón…
Varios días después, por
la mañana, Juan se levanta y se encuentra a Mateo haciendo el desayuno.
-
¡Buenos días
Mateo!
-
Ah, hola Juan.
¿Has dormido bien?
-
Estupendamente.
Esa cama es una maravilla.
Ambos muchachos se
llevaban cada vez mejor.
-
¿Te echo una mano?
-
No hace falta,
estoy terminando ya con esto. Tú ponte cómodo…
Mientras esperaba a que
salieran los gofres del horno, Mateo se puso a pensar en su situación
económica. Ahora no trabajaba y, aunque buscaba trabajo, no encontraba nada.
Esto se reflejó en su cara y Juan se dio cuenta de ello.
-
¿Te pasa algo?
-
Ah no, nada. Cosas
mías.
-
Puedes contarme si
quieres.
-
No hace falta pero
gracias.
Juan miró a Mateo
pensando en qué sería lo que tenía en la cabeza su compañero de piso cuando, de
repente, se le encendió la bombilla.
-
Oye, el tiempo que
esté aquí hasta que se descubra si en realidad somos hermanos te lo voy a
pagar. No lo hemos hablado pero es lo que pensaba hacer desde un principio.
Sirvieron los plantos y
se pusieron a desayunar mientras los chicos seguían hablando.
-
De eso nada. No te
puedo cobrar nada por un favor que te estoy haciendo.
-
Pero si desde un
principio me iba a ir a un hotel. Para mí el dinero no es problema.
-
Si me parece muy
bien, mejor para ti, pero no quiero cobrarte nada. No sería justo.
-
¿Justo para quién?
Para ti, ¿no? Mira, déjate de tonterías y escúchame.
Mateo seguía negando con
la cabeza mientras desayunaba.
-
A ver Mateo. Mi
abuelo, sorprendentemente, todavía vive y, pese a que al principio no me
aceptaba, luego ha estado y está como loco conmigo. Así que él es el que me
ayuda económicamente desde que mi madre falleció. Tenemos dinero de sobra así
que, si necesitas dinero, aquí estoy. No sé si seremos hermanos o no, pero lo
que tengo claro por mi parte es que aquí tienes un amigo. Te estaré
inmensamente agradecido por siempre.
-
Bueno, muchas
gracias a ti por decirme todo eso. Tú también me caes genial y eres un tío muy
guay así que acepto tu amistad y te doy la mía.
-
Oh, qué bonito
todo jajajaja,-dijo riéndose Juan-.
Más avanzada la mañana,
recibe una llamada de Fina diciéndole de quedar, ya que había un pequeño
festival en la plaza y así podrían quedar y charlar un rato. Mateo, de buen
grado, aceptó sin dudarlo.
Casi una hora después,
Fina llegó justo a la hora y allí estaba Mateo esperándola.
Cuando se vieron, Mateo
saludó efusivamente.
-
Madre mía, qué
guapa vienes hoy. Si lo llego a saber me pongo ropa mejor jeje.
-
Bah, no te
preocupes. Tú estás muy guapo también.
En cuanto se tuvieron al
lado, se dieron un abrazo a forma de saludo.
Decidieron sentarse y
esperar a ver si levantaba el día mientras charlaban, ya que la niebla matutina
estaba tardando en irse.
-
Y bien, ¿qué tal
todo?-preguntó Fina-.
-
Pues una locura,
sinceramente. Hace unas semanas tuve que mandar a mi padre a un centro de
desintoxicación porque estaba enganchadísimo a los porros, no paraba de fumar
casi las 24 horas y, aunque lo hacía en su cuarto o cuando yo no estaba, siempre
me lo encontraba con los ojos rojos y con la cabeza en Babia.
-
Vaya. Yo las veces
que lo había visto sí lo encontré más descuidado, pero no sabía que estaba tan
mal, la verdad.
-
Pues sí, lo peor
es que el centro me está costando un ojo de la cara y ahora estoy sin trabajo
encima, por lo que es mucho más complicado todo. Lo positivo de todo esto es
que estoy seguro de que volverá recuperado al 100% y de que, mientras tanto,
vivo a mi aire de nuevo.
Mateo sonrió porque, en
su sueño, él vivía sólo y se encontraba genial, pero al despertar y estar con
su padre y encima, con tal situación, le resultaba complicado adaptarse.
-
¿De nuevo? Si tú
nunca has vivido sólo, ¿no?
-
Ay calla, sí
jajaja. Es que tengo un lío en la cabeza, que a veces ni yo mismo me aclaro.
-
Lo que sí te noto
es muy muy cambiado a como eras antes. Has sido recuperarte del accidente y
volver otro Mateo completamente diferente. ¿Por qué?
-
Te lo cuento con
la condición de que juguemos a la herradura, ¿trato hecho?
-
Me parece bien.
Ambos fueron hacia el
juego de la herradura y comenzaron a charlar mientras probaban su puntería.
-
Oye, eres muy
buena Fina.
-
Vaya gracias. No
es la primera vez que juego a esto, de todas formas.
-
Ah claro, entonces
es normal jaja.
-
Bueno, cuéntame.
Mateo allí ya se puso
serio y comenzó a contarle las cosas resumidamente.
-
Yo de lo único que
me acuerdo es que después del accidente me desperté una mañana y Ainhoa,
nuestra jefa, era mi novia. Ella trabajaba de cartera y yo de bombero, contigo
y con Esteban.
-
¿Bomberos? ¿Te
estás quedando conmigo?-preguntó sorprendida-.
-
No te miento, es
en serio. Con Esteban me llevaba fatal, era un capullo y tú no te llevabas mal
conmigo, pero no teníamos una relación de amistad profunda tampoco. Mis padres
vivían en su piso, los dos…
-
Anda… ¿Viste a tu
madre?
-
Sí, y hasta la
abracé y todo, fue muy especial. Ellos vivían en su propio piso con un perrito
y yo en otro con Ainhoa. Tú vivías en el mismo bloque también y Esteban creo
que compartía piso contigo, si mal no recuerdo.
-
¿Esteban y yo
estábamos…?
-
No, no. Tú eras
lesbiana jajaja.
-
¡¿YO?! Ay por
favor, pero qué sueño más raro tuviste. ¿En serio que soñaste todo eso mientras
estuviste en el hospital?
-
Te lo juro Fina.
-
¿Y cómo te
despertaste al final?
-
Pues porque el
portero del edificio, que en esta realidad es médico, me contó que Esteban
sedujo a Ainhoa y cuando entré os vi a los tres haciéndoos un trío, así que
salí corriendo de allí y mi madre me llamó diciéndome que mi padre había muerto
y cuando fui a cruzar la carretera me atropelló un coche y me desperté en el
hospital.
Una vez que terminaron de
jugar, mientras la conversación seguía, se fueron a sentar en un banco para
descansar un poco.
-
Menuda historia
Mateo y qué diferente a la realidad.
-
Ya te digo. Mi
cabeza los primeros días fue un caos, porque era tan real que creía que era
cierto y que esto era una pesadilla. De tener a mis padres, un buen trabajo,
una pareja… A estar soltero, con mi madre muerta y un padre drogadicto y un
trabajo de mierda que no merecía la pena.
-
Ha tenido que ser
muy duro para ti. Lo siento mucho.
-
Anda mujer, no
tienes por qué disculparte. Todo eso ocurrió en mi cabeza y ahora tengo la
oportunidad de afrontar las cosas desde otro punto de vista.
-
Eres admirable… En
serio.
-
Ah, y no te he
contado que puede ser que tenga un hermano mayor.
-
¿Cómo?
-
Sí, que hace una
semana apareció un chico diciéndome que era hijo de mi padre…
Justo cuando estaban hablando,
apareció por sus espaldas un agitado Juan corriendo hacia ellos.
En cuanto llegó a ellos,
Mateo se levantó rápidamente preocupado por verlo allí.
-
¿Qué ocurre? ¿Ha
pasado algo malo?
-
¿Qué va a pasar?
¡Dame un abrazo hermano mío!
-
¿Hermano?-preguntó
extrañado mientras se levantaba y abrazaba a Juan-.
Juan se separó de Mateo
muy contento.
-
Sí, acaban de llamar
diciendo que tienen los resultados y de que hay coincidencia, somos hermanos de
padre.
-
Joder, al final
tenías razón… Tío, que tengo un hermano mayor,-dijo alucinado Mateo-.
-
Y yo un hermano
pequeño, que no soy hijo único…
-
Me cago en la
puta, qué alegría me das. Por cierto, te quiero presentar a una buena amiga.
Fina, él es mi hermano Juan.
Fina se levantó a saludó
a Juan y luego fue a darle la enhorabuena a Mateo.
-
Felicidades Mateo.
Te mereces todo lo bueno que te pase. ¿Ves? Esto no estaba en tu sueño y, por
tu reacción, eres muy feliz ahora.
-
¿Feliz? Feliz es
poco,-dijo con una amplia sonrisa en la cara-.
Y sin previo aviso, con
esa energía del momento, Mateo besó a Fina en la boca. Fue un acto reflejo que
no pensó un instante. A todo esto, Juan miró hacia otro lado antes de irse.
-
Ups, yo me voy que
ahora mismo sobro aquí.
Fina no podía creer que
Mateo le estuviera besando. Ese chico irritante, prepotente y creído, pero del
que estaba locamente enamorada y que la había rechazado ahora la estaba
besando. ¡Y encima había sido él! Eso sí que parecía un sueño y no lo de Mateo.
Cuando terminó de
besarla, Mateo se echó para atrás y pidió disculpas.
-
Perdón Fina, no sé
qué me ha pasado, pero ha sido un acto reflejo.
-
¿Perdón? Si me ha
encantado. Esto sí que es un sueño para mí,-dijo ella antes de acercarse a él
de nuevo-.
Ahora el beso fue más
profundo y del que ambos disfrutaron más.
Mateo no se podía creer
que estuviera besando a Fina y no a Ainhoa, pero las cosas habían cambiado y
Fina era todo lo que él buscaba y se sentía muy bien a su lado. Tal vez ese
accidente le enseñara las cosas importantes que tiene la vida y que debía
aprovecharlo al máximo…
CONTINUARÁ…
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