Había pasado un mes desde
su salida del hospital y Mateo había vuelto a su ser normal. Se cortó el pelo
para la sorpresa de todos, se afeitó y se quitó esa medio barba feúcha que
tenía y comenzó a vestir más “pijo”, como le decían todos. Para los demás,
Mateo había cambiado 180 grados desde que tuvo el accidente, pero para él eran
los demás los diferentes y, aunque ya se había acostumbrado, aún le costaban
ciertas cosas.
Vivir con su padre le
costaba horrores; estaba todo el día fumando marihuana, la casa apestaba y
estaba llena de humo. Aunque había hablado con él, la contestación de siempre
era un “¡que me dejes en paz!” que resonaba en toda la casa. Así que, una vez
aclimatado a su casa, no estar con Ainhoa y una intensa amistad con Esteban, decidió
volver al trabajo. ¿De qué? De teleoperador…
Al salir del dormitorio,
Mateo gritó que se iba al trabajo y, poco después, salió su padre de su cuarto.
-
Buenos días
hijo,-dijo con voz adormilada-. Espero que te vaya bien…
-
Sí bueno… Gracias.
Anda, ve a dormir. Que hueles que apestas.
-
¡Eh! Que yo no te
digo lo que tienes o no tienes que hacer, ¿me entiendes?-dijo Marco mientras
Mateo se iba dejándolo hablar solo-.
Cuando llegó se quedó
mirando todo como si fuera la primera vez que estaba allí. El chico de
recepción le saludó calurosamente, como si lo conociera de toda la vida. Mateo,
sonriéndole, subió al primer piso.
Al subir, pudo reconocer
a Esteban trabajando. Tenía un pinganillo en su oreja izquierda y hablaba de
manera animada con un cliente.
Mateo se plantó delante
de la puerta y miró para todos los lados sin saber qué hacer ni cómo comenzar.
No tenía ni idea de nada, ni de cuál era su puesto, así que esperó a que
Esteban terminara la llamada, que, dándose cuenta de la presencia de su amigo,
le dijo por señas que cuando colgara iría a saludarlo.
En cuanto terminó la
llamada, Esteban puso el programa en espera y fue a darle un abrazo a su amigo.
-
¡Bienvenido tío!
Al final te has animado y te incorporas por fin, ¿no?
-
Sí, a ver si
comienzo de nuevo con esta vida.
-
Sigues
descolocado, ¿cierto?
-
Joder tío, sigo
sin terminar de acostumbrarme.
-
Es que esa vida
que me contaste era muy buena cabrón. Por cierto…
Dándose media vuelta,
Esteban llamó a la otra chica que estaba en ese momento allí.
-
¡Fina! Mira quien
ha venido hoy…
¿Esa era Fina? Estaba de
coña… ¿Pero qué había sido de esos vaqueros inseparables que siempre se ponía?
¿Y ese pelo largo?
Acercándose a Mateo, Fina
agachó la mirada y saludó con una voz muy bajita a su compañero de trabajo.
-
Ho-hola Mat-Mateo…
-
Hola Fina, me
alegra verte…-tan cambiada como pensaba Mateo. ¿Vestido? ¿Pendientes? Y sobre
todo… ¡¿Tímida?!-.
Mateo fue a darle un par
de besos pero al acercarse a Fina, ella le cortó hablándole en ese momento.
-
Mateo… Ainhoa
quería verte cua-cuando te incorporaras…
-
Ah vale, gracias
Fina.
-
No tienes por qué
dármelas,-dijo ella agachando la cabeza-.
Yendo hacia el despacho
de su ahora jefa, llamó a la puerta y entró y allí la vio. Sentada tecleando en
su portátil tan elegante y guapa como siempre. Sentía en su interior las ganas
de besarla, pero no quería recibir ningún guantazo.
Sentándose en la silla,
Ainhoa miró hacia el frente y miró a los ojos verdes de Mateo que, con su
mirada, se la comía sin poder evitarlo.
-
En un momento
estoy contigo-dijo ella secamente-.
Cerrando el portátil, se
colocó bien en la silla y comenzó a hablar con Mateo.
-
Está bien, ¿vienes
dispuesto a reincorporarte?
-
Esa es la idea.
-
Bien, no podemos
seguir teniendo unos ingresos tan bajos en la empresa. Necesito que des tu
mejor versión, que comiences a vender el producto como tú sólo sabes hacer.
Eres el mejor de la empresa vendiendo y sin ti nuestros ingresos han bajado
bastante.
-
¿Yo?
-
Sí, tú, que
pareces que estás en otro mundo. Baja al planeta tierra hombre. Seguimos con la
campaña de Robafone, ¿de eso te acuerdas?
Mateo no sabía qué cara
poner. Para él Ainhoa le estaba hablando en chino mandarín ahora mismo vaya.
-
Sinceramente, no
me acuerdo ni de eso ni de nada. Estoy completamente en blanco.
-
Serás…-dijo Ainhoa
mordiéndose la lengua antes de resoplar-. A ver bonito, ¿no te acuerdas de qué
exactamente?
-
De nada.
Abriendo los ojos como
brótolas y al borde de un ataque de nervios, Ainhoa miró a su empleado con su
sonrisa más forzada y falsa posible.
-
Pues que Fina te
explique cómo va todo ahora al salir. ¿Sabes quién es? La pavisosa mediocre
esa.
-
Eh… sí, sé quién
es,-contestó Mateo callándose la respuesta verdadera que quería decirle-.
-
Pues ve y dile que
te explique todo, que como te lo explique el inepto de Esteban nos vamos a la
quiebra.
Mateo salió del despacho
tragando el nudo que tenía en la garganta. ¿Por qué había tenido que insultar
de esa forma a Fina y Esteban? Sin duda, la que más había cambiado era Ainhoa.
Dirigiéndose hacia la sala, Fina le preguntó a Mateo cómo le había ido.
-
Me ha dicho Ainhoa
que me expliques las cosas. Yo no tengo ni idea de nada.
-
¿En serio?
-
Sí. Desde el
accidente tengo pequeños vacíos de memoria y no logro recordar ciertas cosas.
Me vas a tener que enseñar desde cero.
Tragando el nudo que se
le acababa de formar a Fina, comenzó a decirle el orden de los programas que
debía abrir para comenzar a trabajar. Le enseñó los papeles donde estaban las
ofertas que tenía que intentar memorizar para agilizar la venta y un sinfín de
cosas más que, para Mateo, le resultaban muy aburridas.
A Fina le llegaba el olor
de la fragancia de Mateo y respiraba hondo. Olía tan bien que se despistaba de
la explicación…
-
¿Y ahora
qué?-preguntaba Mateo-.
-
¿Qué de qué?
-
Ains, ¿qué viene
después de esto? Ya estoy en Boogle, ¿ahora qué hago?
-
Ah sí, perdona.
Pues, ehhh… escribe en la URL: https://12...
Fina acabó concentrándose
en la explicación mientras que Mateo ponía sus cinco sentidos en la pantalla.
Eran demasiadas cosas para un ordenador tan anticuado y una cabeza como la suya
que no tenía ni idea de ventas.
-
¡Toma! He vendido
un pack. ¡Yuhuuuu!-celebró Esteban-.
Al cabo de unas tres
horas, Mateo se fue al baño para darse un respiro. Estaba muy agobiado y no
había vendido nada. Esteban fue allí también al verlo salir tan rápido de la
habitación.
-
Ey Mat, ¿qué te
pasa?
-
Estoy híper
agobiado. No me entero de una mierda, tengo más de 30 llamadas sin codificar
porque no me ha dado tiempo a clasificarla antes de los 14 segundos. En serio,
¿cómo puedes con esto?
-
Te acabas
acostumbrando tío. Date tiempo, que es tu primer día colega.
Mateo estaba al borde del
colapso.
-
Encima tengo la
presión de que soy el mejor de la empresa y la…
-
Puta de Ainhoa,
dilo, hay confianza.
-
Pues la colega no
ha parado de repetirme que necesitamos ingresos, que ahora van a ir las cosas
mejor… Y yo no me acuerdo de una puta mierda tío. Yo necesito más acción en mi
vida. Tú me pones frente a un fuego y sé perfectamente cómo actuar y no que la
pobre Fina me ha tenido que explicar cómo van las cosas.
-
¿Y sabes por qué
te ha dicho que te lo explique ella? Sabe que somos amigos y hay más relación
entre nosotros que con Fina.
Al decirle Mateo la
contestación que tuvo Ainhoa, Esteban frunció el ceño.
-
Será cabrona… Lo
hago lo mejor que puedo y siempre todos los meses supero el mínimo, lo que pasa
es que antes del accidente tú lograbas duplicarlo incluso. Pero yo lo hago lo
mejor que sé y si no le parece suficiente que se ponga ella de nuevo a hacer llamadas.
-
O a repartir
cartas, como en mi sueño…
-
Jajajajaja, cierto,
cierto.
Al rato, algo más
calmado, Mateo salió del baño encontrándose de frente con Fina.
No se dijeron nada, pero
Fina y Mateo se miraron mientras ella caminaba directa a las oficinas.
Acordándose del trío que
había tenido con Esteban y Ainhoa en su sueño, quiso averiguar cómo le iba con
el tema amoroso.
-
¡Fina! Una cosa
que quería preguntarte…
-
Dime,-dijo
parándose y dándose la vuelta-.
-
¿Qué tal te van
los amores? ¿Caen muchas chicas en tus redes?
La mandíbula de la
muchacha se desencajó y unos rojos coloretes comenzaron a inundar las mejillas
femeninas.
-
¿Cómo puedes
preguntarme eso precisamente tú?
-
No sé hija, es una
pregunta muy normal.
-
Mateo, sabes
perfectamente que a mí las mujeres no me gustan. A mí me gustas… me gustan los
chicos.
-
¿Te gusto?-preguntó
extrañado-.
-
Sigo enamorada de
ti Mateo. No consigo olvidarte, pero debo aprender a tratarte como uno más y a
pasar de ti como tú lo hacías de mí, como me dijiste cuando me rechazaste.
Mateo no podía creerse lo
que le acababan de contar.
-
¿Tú te me
declaraste? ¿Cuándo?
-
Hace ya un tiempo.
No tiene importancia…
-
Sí que la tiene.
No debí haberte tratado mal ni haber sido tan brusco Fina.
-
No te preocupes,
eso ya es pasado…-dijo ella bajando la mirada-.
Mateo, dándose cuenta de
aquello y de que sus sentimientos hacia él eran verdaderos, le levantó la cara
haciendo que ella lo mirara directamente a los ojos.
-
Fina, siento mucho
haberte roto el corazón y haber sido, seguramente, maleducado contigo. Sé que
tus sentimientos no van a cambiar de la noche al día, créeme que lo sé, pero
aunque yo no sienta lo mismo por ti, te considero una buena amiga. No es
consuelo pero, aquí estaré para lo que necesites.
Y, para sus adentros, Mateo
pensaba en cómo había sido él antes del accidente. Parecía realmente otra
persona, mucho más fría y cortante. Fina era una muchacha genial y que no tenía
nada que ver con la Fina del sueño. ¿Por qué la había tratado mal? No tenía
respuesta para eso, pero lo que sí sabía era que iba a ser, desde ese momento,
un nuevo Mateo…
CONTINUARÁ…
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