jueves, 22 de marzo de 2018

A Real Nightmare || Capítulo 11

CAPÍTULO 11


A Mateo le dio la risa.
-          Sí claro. Y ayer vino Claudia Schiffer para decirme que era mi hermana mayor, ¿sabe? La prensa lo iba a publicar hoy.
-          Eh, que esto es tan complicado para usted como para mí. ¿Se cree que es fácil ir a un sitio desconocido y pegar a la puerta esperando encontrarte con el que es tu padre?
-          Pues Marco no está. Y no estará en mucho tiempo seguramente.




Ese chico no quería creer que eso era verdad.
-          Miente. Me han dicho que vive aquí.
-          Y vivía hasta hace bien poco. Se fue a otro sitio y no volverá en muchos meses.
-          Pues de aquí no pienso moverme hasta no conocer a mi padre.
-          ¡Pero que no…!-dijo casi gritando Mateo-.




Ambos chicos se quedaron en silencio mirándose el uno al otro. No se quitaban ojo.




Pero rápidamente, Mateo resolvió el problema.
-          Esto va a terminar muy pronto,-dijo cogiendo el teléfono-. ¿Antonio? Sí, soy yo, Mateo. Verás, ¿podríamos ir a visitarte…?-dijo mirando al muchacho queriendo saber su nombre-.
-          Juan Liébana.
-          ¿…un tal Juan Liébana y yo? Es para una prueba de ADN. No, no. Yo no tengo hijos jaja. Es uno que se ha plantado aquí diciendo que es hijo de mi padre. Vale, vamos para allá.




Juan miraba a su posible hermano y comenzaba a ver las similitudes entre ambos, pero hasta que no tuviera la prueba de ADN, no quería aceptarlo.




Tras colgar el teléfono, ambos se fueron hacia el hospital dispuestos a hacerse la prueba de ADN. Lo malo sería la espera…




El tiempo que se pasaron allí fue bueno para calmar los humos y tras charlar con Antonio, Mateo accedió a hablar con su supuesto hermanastro.
-          A ver Juan, cuéntame tu historia.
-          Verás, mi madre me contó en el lecho de muerte, que mi padre nunca supo de mi existencia. Mi madre pertenecía a una familia rica y era la niña mimada de la casa, por eso Marco no le convenía. Sin embargo, mi madre se escabullía por las noches y se encontraba con él, hasta que una noche mi abuelo los pilló y prohibió a Marco volver allí. Al día siguiente, muy temprano, mis abuelos se llevaron a mi madre de allí para que fuera a vivir con una tía suya y, sin saberlo, ya estaba embarazada de mí.
-          Vaya… Qué historia más triste.
-          ¿Sabes si tu padre habló alguna vez de mi madre?
-          La verdad es que no, él era muy reservado con su vida. Lo siento…




A Mateo la historia le había descolocado bastante.
-          Mi madre se murió con las ganas de haberlo visto de nuevo y decirle que seguía queriéndole y que tenía un hijo suyo, pero le dio un ictus y ahí fue cuando comenzó su decadencia. Le repitieron muy seguidamente y falleció al poco tiempo.
-          Lo siento mucho… ¿Y qué pasó cuando tus abuelos se enteraron de que estaba embarazada?
-          Al principio la rechazaron y la tía con la que vivía la echó de casa con 17 años. Mi madre estuvo sola durante el embarazo, pero mi abuela se acercó al hospital cuando nací y en cuanto me vio dice que no pudo separarse de nosotros y, tras mucho tiempo, mi abuelo cedió y la acogió de nuevo en casa.
-          Qué bien, cuánto me alegro. Entonces… ¿tú eres mayor que yo?
-          Tengo 33 años.
-          Ah, yo tengo 4 menos que tú.
-          Seguramente Marco reharía su vida con tu madre y te tendría a ti. ¿Tienes más hermanos?
-          No. Bueno, ya no lo sé…
-          Jajaja, me refiero a que si tus padres sólo te tuvieron a ti o no.
-          ¡Ah! No, sólo a mí.




Ambos muchachos se quedaron en silencio pensativos. Ninguno sabía si eran parientes o no, pero había bastante parecido entre ellos y la historia podría ser verdadera, así que… ¿por qué no?




Mateo invitó a Juan a pasar los días con él, ya que su supuesto hermano era nuevo en la ciudad y no tenía dónde pasar la noche.
-          De verdad, puedo irme a un hotel sin problemas Mateo.
-          No te preocupes, que en mi casa tengo sitio.
-          Te lo agradezco mucho.




Ambos entraron en la antigua habitación de Marco.
-          Espera que te cambie las sábanas, que estás están usadas…
-          ¿De quién es este cuarto?
-          De mi padre.
-          Ah, y ¿dónde está?
-          En… un centro de desintoxicación.
-          ¿Cómo?
-          Mi madre murió hace un par de años y mi padre entró en depresión y se descuidó de tal forma que se echó a fumar marihuana y hace poco entre Antonio y yo, lo engañamos para llevarlo a un centro especializado.




Vaya, eso no se lo esperaba Juan. Tenía mucha curiosidad por conocerlo, hablar con él y asegurarse que era su hijo o, en cambio, que no lo era.
-          ¿Tienes fotos de él?
-          Sí, las tengo guardadas en el salón. Acomódate primero y ahora te las enseño.
-          Muchas gracias de nuevo, en serio,-dijo agradecido Juan-.




Tres días después de la llegada de Juan, seguían esperando la respuesta a las pruebas, pero ellos cada vez estaban más convencidos de que eran hermanos por parte de padre. Entre las fotos antiguas de su padre más joven, el parecido físico y ciertos gestos que ambos hacían igual, los dos chicos comenzaban a tener una relación menos superficial.
-          Mateo, una pregunta, ¿sabes dónde hay un gimnasio por aquí?
-          Hay uno aquí cerca, ¿por qué? ¿Me has visto vestido de deporte y te han entrado ganas?
-          No jaja. Sino que desde siempre me ha gustado el deporte y quiero mantenerme en forma. Ahora me estoy preparando las oposiciones para la Policía.
-          Vaya… Yo me apunté esta mañana al gimnasio.
-          ¿No te gusta el deporte?
-          Qué va, al contrario, me gusta mucho pero hace unos meses me desperté después de un tiempo en el hospital porque tuve un accidente de coche y mi vida cambió radicalmente.
-          Ostras, no me habías contado nada.
-          Bueno, no había surgido el tema. Te cuento si quieres mientras vamos de camino al gym.




Juan y Mateo se llevaban bastante bien y congeniaban de forma que parecían conocerse de más tiempo. Al llegar allí, le hicieron la matrícula a Juan y comenzaron a hacer ejercicio tan pronto como subieron.




Poco tiempo después llegó Esteban que, para su sorpresa, se encontró allí con Mateo.
-          ¡Hombre! ¿Cómo tú por aquí compañero?
-          Muy buenas. Pues ya ves, aquí machacando al cuerpo.




Levantándose de la máquina, abrazó a su buen amigo.
-          ¿Y este cambio de parecer? ¿Cómo es que te has apuntado al gimnasio?
-          Me veo demasiado escuálido y quiero sentirme mejor conmigo mismo.




Mirando a Juan, pensó en no comentarle nada a Esteban, pero al fin y al cabo era un amigo y decidió decírselo.
-          Por cierto, he venido acompañado hoy.
-          ¿Sí? ¿De quién? Mira que eres pillín eh…
-          ¿Ves a ese chico de ahí?




Esteban se giró mirando a Juan.
-          Sí, ¿qué pasa con él?
-          Vino a mi casa hace tres días diciendo que era hijo de mi padre.
-          ¿Cómo? ¿Estás seguro?
-          Eso dijo, así que nos hemos hecho una prueba de ADN y mientras tanto se está quedando en casa.
-          ¿Y tu padre qué opina de todo esto?
-          No lo sabe aún…




Sin mediar palabra, Esteban fue hacia Juan ante los nervios de Mateo.
-          ¡Oye! ¿Qué haces? ¡Esteban ven aquí!




Esteban hizo caso omiso a las palabras de su amigo y se acercó hasta el supuesto hermano de su amigo.
-          ¡Muy buenas!-dijo saludándole-.




Juan giró su cabeza y al ver a Esteban se puso en pie y lo saludó.
-          Hola de nuevo, soy Esteban, un buen amigo de Mateo. ¿Qué tal?
-          Buenas, yo soy Juan, encantado jeje.




A Mateo se le comían los nervios, ya que era un tema bastante espinoso y no sabía llevarlo tan bien como le gustaría. Pensaba y pensaba cómo cambiaría su vida si realmente era su hermano, cómo convivirían, la reacción de Marco al enterarse de la noticia… ¿Y su situación laboral? Los ahorros no iban a durar eternamente.




Tras saludarse, Esteban se puso en las máquinas para estar siempre más fuerte y más marcado.

-          Hoy tengo que follar, sí o sí vaya. No puede durar mi sequía una semana más…



Por otro lado, Juan estaba agradecido por la acogida de Mateo y de Esteban. Le parecían buenas personas y pensaba en sacarse las oposiciones para poder comenzar a trabajar lo más pronto posible.




Y sin que nadie lo notara, en una esquina de la sala estaba Fina haciendo cardio. Corría en la cinta silenciosamente mientras escuchaba música a todo volumen.




Cada uno estaba a sus cosas y no se habían percatado de la presencia femenina que, tímida ella, siempre buscaba la soledad.




Justo cuando terminó de correr, Fina vio que allí estaban Mateo y Esteban, pero quien le interesaba a ella era el primero.
-          ¡Hola! Me alegro de verte por aquí Mateo.




Levantándose, le dio un par de besos a modo de saludo.
-          ¿Qué tal estás Fina? Oye, estás muy guapa.
-          Oh vaya, muchas gracias,-dijo sonrojándose un poco-.




Fina no podía evitar que sus piernas le temblaran al ver o hablar con Mateo. Le gustaba mucho pero nunca se atrevía a decirle nada después del rechazo que se llevó hace tiempo con él.




Para Mateo, Fina había cambiado un montón y era una chica que tenía un punto de atracción que le llamaba la atención. Respecto a su sueño, se quedaba con la Fina real un millón de veces.




Tras un breve silencio, la chica aprovechó para preguntarle sobre su situación laboral.
-          Siento mucho que te despidiera Ainhoa.
-          Ya, y yo… Pero no pude hacer más.
-          Lo sé, has cambiado mucho desde el accidente y yo diría que a mejor.
-          Vaya, gracias Fina. Te lo agradezco mucho. ¿Tú sigues bien allí?
-          Yo sí, como siempre. ¿Y qué vas a hacer ahora?
-          Me pondré a buscar trabajo o… Tal vez me prepare para las oposiciones de bombero.




Esa última frase sorprendió a Fina.
-          ¿Bombero? ¿Y a qué se debe ese cambio?
-          Siento que es mi vocación, que es lo que realmente me gusta y apasiona.
-          Guau, suena bien, pero es un trabajo muy peligroso.
-          Sí pero tendré cuidado, no volveré a desobedecerte cuando me dijiste… Ah no…
-          ¿Perdón? Cuando te dije…
-          Nada, nada, es una historia larga de contar. Si quieres podríamos quedar un día y te cuento.




En ese momento, Juan llegó y carraspeó un poco.
-          Mateo, yo ya he terminado, ¿te queda mucho?
-          No, ahora nos vamos Juan.
-          ¿Quién es ese?-preguntó Fina bajito-.
-          Otra historia larga de contar jajaja.
-          Cómo se parecen los dos eh…-pensaba Esteban-. Al final va a resultar que son hermanos…




Fina y Mateo se quedaron en silencio mirándose un instante.
-          Bueno pues… ¿Te llamo mañana?-preguntó la muchacha-.
-          Sí, a la hora que quieras, ahora estoy libre las 24 horas jaja.
-          Ay, de verdad que lo siento.
-          No te preocupes mujer. Nos vemos pronto guapa.




Ya de vuelta, Juan se duchó rápidamente y salió con ropa de andar por casa mientras que Mateo fue al baño a ducharse también.
-          Ponte a ver la tele si quieres Juan, yo salgo enseguida.
-          ¡Vale!




Y mientras Juan veía la tele, alguien se apoyó en la esquina mirándolo.
-          ¿Se puede saber quién eres tú?-preguntó esa persona-.




CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario