A Mateo le dio la risa.
-
Sí claro. Y ayer
vino Claudia Schiffer para decirme que era mi hermana mayor, ¿sabe? La prensa
lo iba a publicar hoy.
-
Eh, que esto es
tan complicado para usted como para mí. ¿Se cree que es fácil ir a un sitio
desconocido y pegar a la puerta esperando encontrarte con el que es tu padre?
-
Pues Marco no
está. Y no estará en mucho tiempo seguramente.
Ese chico no quería creer
que eso era verdad.
-
Miente. Me han
dicho que vive aquí.
-
Y vivía hasta hace
bien poco. Se fue a otro sitio y no volverá en muchos meses.
-
Pues de aquí no
pienso moverme hasta no conocer a mi padre.
-
¡Pero que
no…!-dijo casi gritando Mateo-.
Ambos chicos se quedaron
en silencio mirándose el uno al otro. No se quitaban ojo.
Pero rápidamente, Mateo
resolvió el problema.
-
Esto va a terminar
muy pronto,-dijo cogiendo el teléfono-. ¿Antonio? Sí, soy yo, Mateo. Verás,
¿podríamos ir a visitarte…?-dijo mirando al muchacho queriendo saber su
nombre-.
-
Juan Liébana.
-
¿…un tal Juan
Liébana y yo? Es para una prueba de ADN. No, no. Yo no tengo hijos jaja. Es uno
que se ha plantado aquí diciendo que es hijo de mi padre. Vale, vamos para
allá.
Juan miraba a su posible
hermano y comenzaba a ver las similitudes entre ambos, pero hasta que no
tuviera la prueba de ADN, no quería aceptarlo.
Tras colgar el teléfono,
ambos se fueron hacia el hospital dispuestos a hacerse la prueba de ADN. Lo
malo sería la espera…
El tiempo que se pasaron
allí fue bueno para calmar los humos y tras charlar con Antonio, Mateo accedió
a hablar con su supuesto hermanastro.
-
A ver Juan,
cuéntame tu historia.
-
Verás, mi madre me
contó en el lecho de muerte, que mi padre nunca supo de mi existencia. Mi madre
pertenecía a una familia rica y era la niña mimada de la casa, por eso Marco no
le convenía. Sin embargo, mi madre se escabullía por las noches y se encontraba
con él, hasta que una noche mi abuelo los pilló y prohibió a Marco volver allí.
Al día siguiente, muy temprano, mis abuelos se llevaron a mi madre de allí para
que fuera a vivir con una tía suya y, sin saberlo, ya estaba embarazada de mí.
-
Vaya… Qué historia
más triste.
-
¿Sabes si tu padre
habló alguna vez de mi madre?
-
La verdad es que
no, él era muy reservado con su vida. Lo siento…
A Mateo la historia le
había descolocado bastante.
-
Mi madre se murió
con las ganas de haberlo visto de nuevo y decirle que seguía queriéndole y que
tenía un hijo suyo, pero le dio un ictus y ahí fue cuando comenzó su
decadencia. Le repitieron muy seguidamente y falleció al poco tiempo.
-
Lo siento mucho…
¿Y qué pasó cuando tus abuelos se enteraron de que estaba embarazada?
-
Al principio la
rechazaron y la tía con la que vivía la echó de casa con 17 años. Mi madre estuvo
sola durante el embarazo, pero mi abuela se acercó al hospital cuando nací y en
cuanto me vio dice que no pudo separarse de nosotros y, tras mucho tiempo, mi
abuelo cedió y la acogió de nuevo en casa.
-
Qué bien, cuánto
me alegro. Entonces… ¿tú eres mayor que yo?
-
Tengo 33 años.
-
Ah, yo tengo 4
menos que tú.
-
Seguramente Marco
reharía su vida con tu madre y te tendría a ti. ¿Tienes más hermanos?
-
No. Bueno, ya no
lo sé…
-
Jajaja, me refiero
a que si tus padres sólo te tuvieron a ti o no.
-
¡Ah! No, sólo a
mí.
Ambos muchachos se
quedaron en silencio pensativos. Ninguno sabía si eran parientes o no, pero
había bastante parecido entre ellos y la historia podría ser verdadera, así
que… ¿por qué no?
Mateo invitó a Juan a
pasar los días con él, ya que su supuesto hermano era nuevo en la ciudad y no
tenía dónde pasar la noche.
-
De verdad, puedo
irme a un hotel sin problemas Mateo.
-
No te preocupes,
que en mi casa tengo sitio.
-
Te lo agradezco
mucho.
Ambos entraron en la
antigua habitación de Marco.
-
Espera que te
cambie las sábanas, que estás están usadas…
-
¿De quién es este
cuarto?
-
De mi padre.
-
Ah, y ¿dónde está?
-
En… un centro de desintoxicación.
-
¿Cómo?
-
Mi madre murió
hace un par de años y mi padre entró en depresión y se descuidó de tal forma
que se echó a fumar marihuana y hace poco entre Antonio y yo, lo engañamos para
llevarlo a un centro especializado.
Vaya, eso no se lo esperaba
Juan. Tenía mucha curiosidad por conocerlo, hablar con él y asegurarse que era
su hijo o, en cambio, que no lo era.
-
¿Tienes fotos de
él?
-
Sí, las tengo
guardadas en el salón. Acomódate primero y ahora te las enseño.
-
Muchas gracias de
nuevo, en serio,-dijo agradecido Juan-.
Tres días después de la
llegada de Juan, seguían esperando la respuesta a las pruebas, pero ellos cada
vez estaban más convencidos de que eran hermanos por parte de padre. Entre las
fotos antiguas de su padre más joven, el parecido físico y ciertos gestos que
ambos hacían igual, los dos chicos comenzaban a tener una relación menos
superficial.
-
Mateo, una
pregunta, ¿sabes dónde hay un gimnasio por aquí?
-
Hay uno aquí
cerca, ¿por qué? ¿Me has visto vestido de deporte y te han entrado ganas?
-
No jaja. Sino que
desde siempre me ha gustado el deporte y quiero mantenerme en forma. Ahora me
estoy preparando las oposiciones para la Policía.
-
Vaya… Yo me apunté
esta mañana al gimnasio.
-
¿No te gusta el
deporte?
-
Qué va, al
contrario, me gusta mucho pero hace unos meses me desperté después de un tiempo
en el hospital porque tuve un accidente de coche y mi vida cambió radicalmente.
-
Ostras, no me
habías contado nada.
-
Bueno, no había
surgido el tema. Te cuento si quieres mientras vamos de camino al gym.
Juan y Mateo se llevaban
bastante bien y congeniaban de forma que parecían conocerse de más tiempo. Al
llegar allí, le hicieron la matrícula a Juan y comenzaron a hacer ejercicio tan
pronto como subieron.
Poco tiempo después llegó
Esteban que, para su sorpresa, se encontró allí con Mateo.
-
¡Hombre! ¿Cómo tú
por aquí compañero?
-
Muy buenas. Pues
ya ves, aquí machacando al cuerpo.
Levantándose de la
máquina, abrazó a su buen amigo.
-
¿Y este cambio de
parecer? ¿Cómo es que te has apuntado al gimnasio?
-
Me veo demasiado
escuálido y quiero sentirme mejor conmigo mismo.
Mirando a Juan, pensó en
no comentarle nada a Esteban, pero al fin y al cabo era un amigo y decidió
decírselo.
-
Por cierto, he
venido acompañado hoy.
-
¿Sí? ¿De quién?
Mira que eres pillín eh…
-
¿Ves a ese chico
de ahí?
Esteban se giró mirando a
Juan.
-
Sí, ¿qué pasa con
él?
-
Vino a mi casa
hace tres días diciendo que era hijo de mi padre.
-
¿Cómo? ¿Estás
seguro?
-
Eso dijo, así que
nos hemos hecho una prueba de ADN y mientras tanto se está quedando en casa.
-
¿Y tu padre qué
opina de todo esto?
-
No lo sabe aún…
Sin mediar palabra,
Esteban fue hacia Juan ante los nervios de Mateo.
-
¡Oye! ¿Qué haces?
¡Esteban ven aquí!
Esteban hizo caso omiso a
las palabras de su amigo y se acercó hasta el supuesto hermano de su amigo.
-
¡Muy buenas!-dijo
saludándole-.
Juan giró su cabeza y al
ver a Esteban se puso en pie y lo saludó.
-
Hola de nuevo, soy
Esteban, un buen amigo de Mateo. ¿Qué tal?
-
Buenas, yo soy
Juan, encantado jeje.
A Mateo se le comían los
nervios, ya que era un tema bastante espinoso y no sabía llevarlo tan bien como
le gustaría. Pensaba y pensaba cómo cambiaría su vida si realmente era su
hermano, cómo convivirían, la reacción de Marco al enterarse de la noticia… ¿Y
su situación laboral? Los ahorros no iban a durar eternamente.
Tras saludarse, Esteban
se puso en las máquinas para estar siempre más fuerte y más marcado.
-
Hoy tengo que
follar, sí o sí vaya. No puede durar mi sequía una semana más…
Por otro lado, Juan estaba
agradecido por la acogida de Mateo y de Esteban. Le parecían buenas personas y
pensaba en sacarse las oposiciones para poder comenzar a trabajar lo más pronto
posible.
Y sin que nadie lo
notara, en una esquina de la sala estaba Fina haciendo cardio. Corría en la
cinta silenciosamente mientras escuchaba música a todo volumen.
Cada uno estaba a sus
cosas y no se habían percatado de la presencia femenina que, tímida ella,
siempre buscaba la soledad.
Justo cuando terminó de
correr, Fina vio que allí estaban Mateo y Esteban, pero quien le interesaba a
ella era el primero.
-
¡Hola! Me alegro
de verte por aquí Mateo.
Levantándose, le dio un
par de besos a modo de saludo.
-
¿Qué tal estás
Fina? Oye, estás muy guapa.
-
Oh vaya, muchas
gracias,-dijo sonrojándose un poco-.
Fina no podía evitar que
sus piernas le temblaran al ver o hablar con Mateo. Le gustaba mucho pero nunca
se atrevía a decirle nada después del rechazo que se llevó hace tiempo con él.
Para Mateo, Fina había
cambiado un montón y era una chica que tenía un punto de atracción que le
llamaba la atención. Respecto a su sueño, se quedaba con la Fina real un millón
de veces.
Tras un breve silencio,
la chica aprovechó para preguntarle sobre su situación laboral.
-
Siento mucho que
te despidiera Ainhoa.
-
Ya, y yo… Pero no
pude hacer más.
-
Lo sé, has
cambiado mucho desde el accidente y yo diría que a mejor.
-
Vaya, gracias
Fina. Te lo agradezco mucho. ¿Tú sigues bien allí?
-
Yo sí, como
siempre. ¿Y qué vas a hacer ahora?
-
Me pondré a buscar
trabajo o… Tal vez me prepare para las oposiciones de bombero.
Esa última frase
sorprendió a Fina.
-
¿Bombero? ¿Y a qué
se debe ese cambio?
-
Siento que es mi
vocación, que es lo que realmente me gusta y apasiona.
-
Guau, suena bien,
pero es un trabajo muy peligroso.
-
Sí pero tendré
cuidado, no volveré a desobedecerte cuando me dijiste… Ah no…
-
¿Perdón? Cuando te
dije…
-
Nada, nada, es una
historia larga de contar. Si quieres podríamos quedar un día y te cuento.
En ese momento, Juan
llegó y carraspeó un poco.
-
Mateo, yo ya he
terminado, ¿te queda mucho?
-
No, ahora nos
vamos Juan.
-
¿Quién es
ese?-preguntó Fina bajito-.
-
Otra historia
larga de contar jajaja.
-
Cómo se parecen
los dos eh…-pensaba Esteban-. Al final va a resultar que son hermanos…
Fina y Mateo se quedaron
en silencio mirándose un instante.
-
Bueno pues… ¿Te
llamo mañana?-preguntó la muchacha-.
-
Sí, a la hora que
quieras, ahora estoy libre las 24 horas jaja.
-
Ay, de verdad que
lo siento.
-
No te preocupes
mujer. Nos vemos pronto guapa.
Ya de vuelta, Juan se
duchó rápidamente y salió con ropa de andar por casa mientras que Mateo fue al
baño a ducharse también.
-
Ponte a ver la
tele si quieres Juan, yo salgo enseguida.
-
¡Vale!
Y mientras Juan veía la
tele, alguien se apoyó en la esquina mirándolo.
-
¿Se puede saber
quién eres tú?-preguntó esa persona-.
CONTINUARÁ…
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