Marc comenzó a entrenar pausadamente, empezando con poco peso para
no cansarse demasiado. Más atrás, y sin darse cuenta de la
presencia de Marc, Henry seguía entrenando como siempre.
Pero cuando alzó la vista y lo vio ahí, la ira comenzó a recorrer
cada vena de su cuerpo y soltando las pesas de golpe, lo que provocó
un fuerte ruido en el gimnasio, se levantó y se dirigió hacia Marc
con paso decidido.
Poniéndose frente a Marc, comenzó a intimidarlo con su mirada a lo
que el chico comenzó a echar su cuerpo hacia atrás con miedo.
-
¡Tú! ¿Por qué coño no paras de seguirme a todos lados?-preguntó
Henry-. ¡¿QUIÉN ERES?!
- Lo
siento, yo… No pretendo seguirte…
-
¿No? ¿Entonces por qué llegaste a mi casa de repente? ¿Por qué
ahora entrenas en mi gimnasio? ¿No tienes más sitios a los que ir?
-
¡NO! ¿VALE? NO TENGO A NADIE, ESTOY COMPLETAMENTE SOLO ASÍ QUE
DÉJAME DE UNA PUTA VEZ YA Y OLVÍDATE DE MÍ COLEGA,-gritó Marc con
fuerte voz dejándose llevar por el arrebato del momento-.
Al escuchar el vocerío, un hombre se acercó a ellos para saber si
todo estaba bien.
-
¿Va todo bien, Henry?
-
Sí, de puta madre,-dijo con voz seca y cortante-.
-
Eso espero, porque no quiero peleas en mi negocio.
Mirándolo seriamente, Henry reaccionó a esa última frase del dueño
del gimnasio.
-
Gabino, ¿alguna vez te he dado algún problema?
-
No…
-
Pues entonces cállate la boca y sigue a lo tuyo si no quieres que la
pelea la tenga contigo.
Al irse Gabino sin pronunciar una sola palabra más, Henry miró a
Marc de nuevo y volvió a dirigirse a él.
-
¿Entonces no te manda nadie a espiarme?
-
¿Quién me va a mandar, tío?-contestó Marc-. ¿Tan importante te
crees como para que haya gente siguiéndote?
-
Mira… Una última pregunta.
-
Qué pesado eres macho, dime…
-
Bueno dos: Una, ¿cómo sobrevives tú solo? Y dos, ¿por qué tienes
tanto arrojo con la gente que no conoces?
-
Vale, pues la respuesta a la primera pregunta es que no te interesa
porque eso es cosa mía y la segunda es que si soy así, es porque no
tengo nada que perder. ¿Estás contento ya? ¿Puedo seguir?
-
Escúchame atentamente, ¿a ti te gustaría dejar de vivir en la
calle?
-
¿El Papa es católico?
-
¿Cómo?
-
Déjalo anda… Sigue.
Marc comenzó a escuchar la oferta de aquel hombre que no le gustaba
ni un pelo pero, como había dicho antes, no tenía nada que perder y
haría cualquier cosa con tal de dejar de malvivir en las calles o
durmiendo en un sitio diferente cada día.
Un par de horas después, Henry llevó a Marc a la que sería su casa
a partir de ese momento y, entrando por la puerta principal, lo
anunció.
-
Alicia, el chico que quería dormir la otra noche aquí al final se
va a quedar a vivir con nosotros, ¿vale?
-
Sabía que al final cederías…
-
Cállate la boca y sigue viendo la tele,-ordenó serio mientras que
Alicia sonreía-.
Cerrando la puerta tras de sí, Marc se quedó callado justo antes de
escuchar las normas de la casa de la boca de Henry.
- Tu
cuarto es la primera puerta de la derecha, ahí dormirás tú y
solamente tú. Segunda cosa, Alicia no se toca, ¿te queda claro? Te
corto los huevos si me entero de que te has acercado a ella. Y por
último… ¿sabes hacer algo? ¿Robar? ¿Estafar? ¿Engañar?
-
Pues… No lo sé.
Mirándolo atónito, Henry suspiró.
- En
fin… Ya veré qué hago contigo. Me voy a currar, ¿vale? Quédate
aquí y no te muevas hasta que yo vuelva. Vigílalo Alicia.
En cuanto Henry se fue, Alicia invitó a Marc a sentarse junto a ella
y él, sin decir palabra, obedeció.
-
¡Enhorabuena! Al final te quedas a vivir con nosotros, ¿eh?
- Uy
sí, no quepo en mí de la alegría.
-
¿No querías vivir aquí?
-
Pues sinceramente con ese tío rondando por aquí no.
-
Henry no es tan malo, ya lo irás conociendo. Es muy serio y apenas
se ríe, pero yo lo manejo como me da la gana, así que tranquilo
porque estás a salvo conmigo. Y bueno, ¿cómo es que te ha invitado
a vivir aquí?
Marc, algo incrédulo sobre lo que había dicho Alicia de Henry,
contestó a la pregunta de la muchacha.
-
Básicamente porque dice que le gusta que no tenga tapujos, que soy
valiente y que no temo decir las cosas, que le puedo ser útil y que
si hago todo lo que él dice, tendré una cama y comida caliente.
-
Bueno, ¿y eso es tan malo?
- No
del todo, pero hay algo que no me cuadra, no sé el qué, pero no me
gusta.
Alicia, intentando animar a Marc, comenzó a decirle cosas buenas.
-
Seguro que todo no es tan malo, ya lo verás. Ahora no estás sólo y
vives conmigo y con Henry, tienes a personas que te protegen y te
cuidarán.
-
Que Henry te cuide a ti no lo dudo, porque está todo el día encima
tuya y no te quita ojo, pero a mí… Lo más seguro es que si me
descuido el ojo me lo saque a mí.
-
¡Qué exagerado eres! Es así conmigo porque me intentaron violar en
el centro de menores donde estaba y él, que era el jardinero de
allí, me sacó sin que nadie lo supiese. Nos estuvieron buscando
mucho tiempo, porque yo tenía 16 por aquel entonces y ahora estoy a
punto de cumplir los 19, pero tuvimos que huir durante mucho tiempo.
Eso sí, no le digas que te lo he contado porque no le gusta hablar
de eso.
-
Vaya, lo siento mucho…
- No
te preocupes hombre, si eso ya está más que superado. Por eso te
digo que él siempre se ha portado bien conmigo y nunca me ha tocado
vaya. Podría haberlo hecho y sin embargo no ha querido. Y bueno,
¿cual es tu historia?
Resoplando y volviendo a coger aire, Marc contestó a su pregunta.
-
Bueno pues… Mis padres murieron y… No tengo a nadie más. Mi
historia no es tan complicada como la tuya pero a mí me está
costando bastante.
-
Jo, lo siento mucho… Pero ahora no te tienes de qué preocupar, nos
tenemos el uno al otro, ¿vale?
- Te
lo agradezco mucho, de verdad. Ah, por cierto, tengo una duda…
-
Suéltala.
-
¿Por qué me dijiste la otra noche que me podría quedarme a dormir
si me acostaba contigo?
-
Porque eres un chico guapo, necesitabas mi ayuda y como Henry no deja
acercarse a ningún chico a mí y yo también tengo mis necesidades,
vi la oportunidad y quise aprovecharla.
- Ah
vale…
-
¿Por qué me lo preguntas?
-
Pues porque no me esperaba nada de eso, la verdad. Me dejaste con el
culo torcido, como se suele decir.
-
Jajajaja bueno, yo es que soy así de espontánea, ya me irás
conociendo…
Marc tardó en acostumbrarse a ese nuevo ritmo de vida donde Henry
era quien dictaba las reglas y los demás las acataban. Alicia
encontró un pequeño trabajo como camarera donde estaba bien
considerada y Marc, bueno, al no tener estudios no consiguió nada
más que desesperarse y obligarse a seguir el ritmo de Henry, quien
siempre buscaba presas fáciles a las que robar y Marc… ¿Qué
papel tenía en todo esto? Bueno… Después de dos años viviendo
con ellos, ya se había acostumbrado.
Uno de esos días, temprano por la mañana, Alicia entró en el
dormitorio de Marc y lo despertó dulcemente dándole un beso en la
mejilla.
-
Buenos días dormilón. Vamos arriba que tienes que desayunar,-dijo
con voz suave-.
-
Ay, buenos días Alicia… Ya voy.
Desperezándose, Marc se sentó en la cama y miró a Alicia con una
sonrisa de oreja a oreja.
-
Estás preciosa. Ven aquí, anda. Siéntate conmigo.
-
Tienes que darte prisa antes de que venga Henry y os tengáis que ir,
que yo entro a trabajar en una hora.
- Lo
sé, lo sé, pero deja que me termine de despertar del todo.
Haciendo caso a Marc, Alicia se sentó cuando el chico comenzó a
bostezar y fue acercando su brazo para colocarlo sobre los hombros
femeninos.
-
Uf, qué sueño tengo…
Tras colocar su brazo, Alicia miró la mano de Marc y sonrió
pícaramente, ya que sentía algo por él y sabía que era mutuo.
Al girar su cabeza, se encontró con la mirada de Marc, que se la
comía con los ojos y que, por dentro, deseaba besarla y fundirse con
ella. Pero las normas de Henry eran claras y, aunque no estuviera
presente, las respetaban porque sabían que si sobrepasaban la línea,
aunque intentasen disimular frente a él, se daría cuenta de que
había algo más entre ellos que una simple atracción.
Lo que no podían evitar era agarrarse de las manos. Cuando hacían
esto era una sensación preciosa, ya que estaba “prohibido” para
ellos de cierta forma, pero ese pellizco en el estómago y sentir las
mariposas en el estómago era maravilloso.
Intentando frenar sus sentimientos, Marc se levantó y, siguiendo con
las manos agarradas de Alicia, se las besó.
-
Gracias por este momento, Alicia.
La primera en salir de la habitación fue ella y, para su sorpresa,
se encontró con la seria expresión de Henry.
-
¿Qué te dije de estar con alguien, Alicia?
-
Eh, te me relajas machote, que no me he acostado con nadie.
-
Eso espero porque si no…
- Si
no te vas a comer una mierda porque te aguantas y listo.
-
Alicia, escúchame…
-
¿No tenías trabajo?-preguntó ella cortando la frase de Henry e
ignorándolo completamente-. Pues venga, vete por ahí.
Justo en ese momento salió Marc con una sonrisa de oreja a oreja.
-
Tú, marica, quita esa sonrisa y vámonos, que he encontrado un
chollo que nos hará ricos.
- Me
llamo Marc.
-
Marc, marica, es lo mismo… ¡Tira!
Intentando ignorar a Henry, Marc lo siguió hasta llegar a una zona
comercial donde, tras una tienda, se pararon y comenzó a escuchar
las indicaciones.
-
Bien, mismo modus operandi de siempre. Tú distraes y yo robo.
Sencillo y sin problemas.
-
Sí, lo de siempre vaya.
-
Intenta no cagarla como la última vez.
-
Pero Henry, eran dos viejos indefensos.
-
Dos viejos ricos con mucho dinero. No me vayas a empezar de nuevo que
te endiño un guantazo…
Sonriendo falsamente, Marc hizo oídos sordos y volvió al tema que
ahora mismo les ocupaba.
- En
resumidas cuentas, yo hago el lila y tú robas, ¿no?
-
Exacto. Además, tú el tonto lo haces genial. En eso eres un
experto,-dijo Henry sonriendo mientras le guiñaba un ojo-.
Marc no estaba de acuerdo en hacer eso pero si se negaba podría
pasar que Henry le diese una paliza de muerte, matarlo por saber
demasiado y, si lograba escapar, no tenía donde caerse muerto por lo
que más valía malo conocido que bueno por conocer.
Acercándose
a la dependienta que estaba fuera jugando a una partida de ajedrez,
comenzó a hablarle.
-
Vaya señora, parece que sabe jugar muy bien. ¿Lleva mucho tiempo en
ello?
-
Toda la vida, hijo. Desde muy joven me enseñaron y me gusta mantener
la mente activa. ¿Va a comprar algo?
-
No, señora, simplemente pasaba por aquí y me apetecía charlar.
- Oh
bien. Muy buena zona para dar un paseo. Muy bonita, la verdad.
-
Ciertamente, tiene usted toda la razón.
Mientras tanto, Henry comenzó a subir las escaleras exteriores que
conducían hacia la planta superior de la tienda y donde, se
imaginaba, que estaría el almacén.
Marc rápidamente captó la atención de las dependientas que estaban
por allí y salieron a charlar con él. Era muy simpático y hacía
reír a la gente, por lo que se olvidaban de atender la tienda y le
daba vía libre a Henry para actuar con más libertad.
Forzando la puerta con una ganzúa, entró sin problema y descubrió
que había varias cajas con productos que aún no se habían
expuesto. Con todo eso, estaba seguro que podría sacar un buen
pellizco.
Tras sacar todas las cajas de una en una y subirlas a la furgoneta,
bajó las escaleras dispuesto a buscar a Marc y… hablar con él.
Henry tenía que reconocer que sin su ayuda no podría haber robado
muchos de los sitios y, si no había metido la pata esa vez, le
consideraría uno de los suyos y contaría con él para robar un
banco. ¿Estaría dispuesto Marc a hacer lo que hiciera falta para
dar el golpe del siglo?
CONTINUARÁ...
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