lunes, 15 de abril de 2019

Capítulo 5 || Venganzas


En cuanto Marc entró en la casa y vio a sus padres con cara de cabreo monumental, supo al instante que se habían enterado de la expulsión. Sabía que lo harían en algún momento, pero no se lo esperaba tan rápido…
- Hola hijo, ¿qué tal el instituto?-preguntó su padre sarcásticamente-.
- Esto…
- Piensa bien lo que vas a decir, porque no hay vuelta atrás.




Y la presión que tenía encima estalló y no pudo evitar sollozar frente a sus padres como cuando era pequeño.
- Lo siento mucho papá. Mamá… Os juro que me iba a poner a ello.




Pero su padre no le creía ni una palabra a esas alturas.
- ¡MIENTES! Si dijeras la verdad habrías venido a contarnos lo que ocurría. Me habrías dicho lo que pasaba desde un primer momento y no lo que has hecho. ¿Falsificar las notas? ¿A quién se le ocurre semejante idiotez? ¡Somos tus padres! ¿Por qué nos engañas? ¿Acaso no te hemos dado todo aquello que has querido? Tal vez ese haya sido el problema, que te hemos convertido en un niño malcriado y consentido.
- Papá, he metido la pata y lo reconozco pero no creo que me merezca…




Y sin dejarle terminar la frase, John volvió a gritar a su hijo, esta vez con un tono de voz mucho más alto.
- ¿EL QUÉ SE SUPONE QUE NO TE MERECES? ¿Después de tenernos meses engañados? ¿De no haber estudiando nada? ¿De haber suspendido todos los exámenes? ¿Qué dices que no te mereces?
- Aprobaba informática… Así que no suspendía todo.
- ¡QUE TE CALLES DE UNA MALDITA VEZ! ¡Estás castigado para el resto de los siglos! ¡Vete a tu cuarto ahora mismo!




Marc nunca había visto de aquella forma a su padre y el hecho de castigarle era nuevo. No se esperaba nada de eso y estaba muy descolocado.
- Menudo hijo tenemos, ¿eh Grace?-dijo en voz baja John-.




Y esa frase fue la que dinamitó a Marc. Todo lo que había estado aguantando por sus malas acciones y decisiones iba a pasarle factura en ese momento.
- ¡ES EL HIJO QUE TENÉIS PORQUE NO ME HABÉIS CUIDADO EN VUESTRA PUTA VIDA!
- ¡No te consiento...!
- ¡AHORA ME TOCA HABLAR A MÍ! Desde que tengo uso de razón habéis pasado más tiempo de viaje por negocios que en casa cuidándome y no habéis estado en mis momentos más duros. ¡Claro que agradezco vuestros regalos! Para mí era un chollo, ¿sabéis? No hacía nada porque no estabais pendientes de mí y encima me regalabais cosas cada semana. Sé que he actuado mal pero, ¿y vosotros? ¿Es que toda la culpa la tengo yo? Seré un hijo de mierda, no os lo niego. He cometido mis errores tanto con vosotros como con mis amigos, pero si yo soy una mierda es porque vosotros sois una mierda de padres.




Grace, quien había permanecido en silencio todo ese tiempo, no pudo reprimir la ira y le soltó un bofetón a su hijo. Nunca le había puesto la mano encima a Marc y, ahora con 17 años, era la primera vez.




Arrepintiéndose al instante, Grace comenzó a pedirle disculpas a su hijo.
- Hijo lo siento, yo no pretendía pegarte pero no consiento que le hables así a tu padre. Perdóname…
- Para tener unos padres como vosotros, preferiría ser huérfano,-sentenció Marc dirigiéndose a continuación hacia su cuarto, dejando la casa en un auténtico silencio sepulcral-.




Marc sentía mucho todo aquello que les había dicho a sus padres, pero no podía más. No se sentía arropado por ellos… En ningún momento recordaba que alguno de ellos se acercase para preocuparse por sus estudios, o por si estaba bien, cómo le iba la relación con Lucía… No sé, las típicas cosas que hacen los padres y que a los demás les parece un coñazo, pero él era lo único que necesitaba. Justo eso…
- Feliz 18 cumpleaños, Marc,-se dijo a sí mismo-. Menudo día para cumplir años...




Horas más tarde, John y Grace terminaban de prepararse para asistir a una gala benéfica donde se recaudarían fondos para la investigación de enfermedades raras. Grace no se sentía nada bien a causa de la discusión y así se lo hizo saber a su marido.
- Malditas las ganas que tengo de ir a esa dichosa cena.
- Cariño, tenemos que ir. Es una gran oportunidad para ayudar a la empresa. Recuerda que se está desmoronando por momentos y necesitamos darle un impulso, tú lo sabes mejor que nadie.
- ¿Por qué crees que voy? Porque sé que es importante para nosotros y para esta familia. No quiero perder esta casa y tener que comenzar de cero otra vez. ¿Qué sería de nosotros? ¿Y de Marc?
- No quiero pensar en eso porque no va a suceder, ¿me entiendes? Mírate, estás fabulosa y más guapa que nunca. Levanta esa cara del suelo y salgamos a divertirnos en la fiesta.




Saliendo de la habitación, Grace comenzó a bajar las escaleras cuando John se paró en seco.
- Cariño, espérame fuera, que yo bajo en un momento.
- Vale cielo,-contestó Grace sonriendo al imaginarse que John iría a hablar con su hijo-.




Al llegar a la puerta, John llamó y pidió permiso para entrar, pero Marc había echado el seguro.
- Hijo, tu madre y yo nos vamos a una cena benéfica. Te hemos dejado comida en la nevera así que, cuando te entre el hambre, sólo tienes que sacarla y calentarla.
- Muy amable por vuestra parte el pensar en mí.
- Venga hijo, no seas así.
- Lo siento, pero es que ser un hijo de mierda es lo que tiene.




Esa frase la sintió John como si se le clavase un puñal en su estómago. Sabía que Marc estaba muy dolido y que se habían pasado con él. Marc llevaba parte de razón en lo que había dicho sobre ellos, pero lo que no sabía era si sería demasiado tarde para encauzar esa relación.
- Nunca olvides que te queremos con locura, Marc. Tanto tu madre como yo.
- Que sí, que sí, lo que tú digas.
- Nos vemos luego…




Tras conducir hacia la ciudad durante un rato, tuvieron que dejar el coche en una zona algo apartada del restaurante, ya que el garaje privado estaba lleno y no había espacio. Yendo hacia el lugar, Grace vislumbró a alguien al fondo del callejón que no le daba muy buena espina y, haciendo de tripas corazón, se lo comentó entre dientes a su marido.
- John, ese hombre no me gusta un pelo. Sigue adelante y no te pares.




Pero aquel hombre se colocó delante de ellos cortándoles el paso. Mirando al matrimonio fijamente, comenzó a atracarles.
- Denme ahora mismo todo el dinero que tengáis. ¡Rápido!




Aquel hombre era un ladronzuelo de poca monta que siempre había estado saltando de robo en robo por toda la ciudad y que, en ese momento, había elegido a sus víctimas.




John, adelantándose un poco, comenzó a razonar con el ladrón.
- No tenemos nada, señor. Vamos a una cena de gala a la que hemos sido invitados, pero no llevamos dinero.
- ¡Me da igual! Que la tía me dé sus pendientes, collar, tarjetas de crédito, ¡todo!
- Ya le he dicho que no tenemos nada. Si quiere se lo daré, pero está robando a las personas equivocadas,-dijo acercándose un poco más-.
- Uy qué miedo, ¡cállate ya, vejestorio! Y ni se te ocurra dar un paso más o me lío a tiros aquí.
- Cariño, haz lo que te pide. No insistas más,-aconsejó Grace-.
- Yo que tú le haría caso a esa puta que te acompaña, señor estirado.
- Mire, estoy intentando ser razonable pero...,-dijo John acercándose más al atracador-.




Y sacando dos pistolas, el atracador apuntó al matrimonio y, antes de disparar, dijo una última frase.
- Os lo advertí…




Las pistolas comenzaron a hacer su trabajo y las balas atravesaron los cuerpos de John y Grace, cayendo al suelo sin poder tener tiempo a escapar.




El matrimonio Oporto yacía en el suelo, desangrándose sin freno y ya sin vida. Un atraco fallido había acabado en una terrible tragedia que sólo sería el desencadenante de todo lo que sucedería a continuación…


 El ladrón y asesino, mirándolos fríamente, comenzó a quitarles las posesiones que llevaban encima mientras que el sonido de las sirenas de la policía comenzaban a escucharse.




Al cabo de una media hora, en casa de Marc, comenzó a sonar insistentemente el timbre y, bajando las escaleras, abrió la puerta encontrándose a Eddie con una triste expresión en su cara.




Sin darle tiempo a hablar, Eddie abrazó a Marc quien, muy sorprendido, no sabía nada del fallecimiento de sus padres.
- Lo siento mucho tío. Lo siento de corazón. No me imagino lo que debes estar sintiendo…




Separándose de Eddie, Marc le preguntó extrañado qué estaba pasando, ya que no comprendía nada.
- Marc… Twitter está plagado de mensajes de apoyo, es lo más comentado en las redes sociales ahora…
- ¿Pero de qué me estás hablando? No te entiendo nada.
- Creí que la policía se habría puesto en contacto contigo ya…
- ¡¿Me quieres decir qué coño pasa?!
- Marc… Tus padres han… Muerto.
- ¡¿Qué?!
- Al parecer han sido asesinados mientras iban de camino a una cena de gala… Mi padre escuchó los disparos y fue quien llamó a la policía. Yo he venido aquí lo más rápido que he podido.




Las cosas no podrían ser peor. Esa noticia le había caído a Marc como un jarro de agua fría en pleno invierno.
- ¿Mis padres están muertos? ¿Y encima asesinados? No, eso no es posible… Los acabo de ver hace menos de dos horas, he discutido con ellos, les he llamado de todo… No puede ser verdad. Es imposible,-se decía una y otra vez mientras comenzaba a llorar descontroladamente-.




La policía llegó a la casa pocos minutos después para comunicarle la noticia a Marc y para conducirlo a la comisaría donde le tomarían declaración por si era conocedor de algún enemigo que tuvieran sus padres. Preguntándole también si tenía algún familiar cercano con el que quedarse, dijo que no, ya que sus abuelos habían fallecido y sus padres eran hijos únicos. Sin embargo, no haría falta que se lo llevasen a un centro de acogida, ya que era su cumpleaños… Con la discusión tan grande que tuvieron, ninguno cayó en la cuenta de que Marc había cumplido la mayoría de edad.




Ahora era él la cabeza visible de la empresa, que se iba a pique irremediablemente. Las acciones habían caído más del 90% al hacerse pública la muerte del matrimonio Oporto y, también, la situación económica por la que estaban atravesando gracias a un paparazzi que había conseguido la exclusiva.




Marc se sentía perdido, desorientado y ahogado ante tantos sucesos. La secretaria de su padre, que era la única que quedaba en la empresa en ese momento, avisó a Marc de que todos se habían marchado, de que la empresa estaba cerrada y de que no había marcha atrás.




Sin poder pronunciar una sola palabra, Marc rompió a llorar de nuevo. Sentía que todo aquello era injusto para él.
- ¿Tan mal he hecho las cosas para que me esté sucediendo todo esto?-dijo en voz alta-. No tengo absolutamente nada en esta vida. Ni amigos, padres, este negocio o incluso la casa… ¡Me voy a quedar en la calle, Madison!-le dijo a la antigua secretaria de su padre-.




Sintiendo un fuerte mareo que lo hizo tambalearse en la propia silla, le dijo a Madison que podía irse, que necesitaba estar tiempo solo…
- A ver Marc, piensa. ¿Qué puedo hacer? El banco me ha quitado la casa, el dinero de mis padres se ha ido en pagar a los trabajadores de la empresa y no ha quedado nada. Lucía y Megan me dijeron que no querían verme más, Trevor desde entonces no me dirige la palabra y Eddie ha hecho demasiado por mí y no pienso ponerme a pedir favores, porque no quiero estar en deuda con nadie ni tampoco quiero ser una carga. Lo mejor será que me quite de en medio y acabar con este sufrimiento. No puedo más… Esto es demasiado para mí. No puedo…




CONTINUARÁ...

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