En cuanto abandonó la empresa, Marc se dirigió hacia su casa. Ya
propiamente dicho no era suya, pero nunca dejaría de verla de esa
forma. Entrando en ella, fue con una idea clara: suicidarse.
Al ver la casa con las luces apagadas, sin escucharse ninguna voz y
estar todo en silencio, todos los recuerdos se le sobrevinieron
encima. Iba a ir hacia la cocina para buscar un cuchillo cuando creyó
escuchar ruido en el piso superior.
Subiendo, entró en su cuarto y mirándolo con detenimiento, pensó
que sería mejor cambiarse de ropa para morir más cómodo, ya que
ese viejo traje le molestaba bastante.
Sin embargo, Marc volvió a escuchar un golpe, esta vez más
claramente que el anterior y, en completo silencio, se acercó a la
pared y pudo escuchar una voz masculina a lo lejos.
- Me
voy a forrar…
Sin poderlo evitar, Marc salió de su habitación y se fue hasta el
cuarto contiguo y, buscando su móvil en el bolsillo, llamó a la
policía.
-
¿Policía?-dijo en voz baja, casi susurrando-. He visto a un hombre
sospechoso entrar en la mansión de los Oporto. ¡Tengan cuidado
porque va armado!
No tenía ni idea de si estaba armado o no, pero sabía que si decía
eso, la policía se daría más prisa en acudir. Con mucho cuidado,
se fue sin ser visto y sin ver a nadie. Fue en ese momento, cuando
temió por su vida, cuando fue allí a quitársela, que se dio cuenta
de que no quería morir… Qué caprichosa era la vida y, la suya,
tendría que seguir.
Comenzando a andar llegó a un barrio cercano, caracterizado por
casas amplias, aunque bastante más pequeñas que la que él tenía.
Era de madrugada ya y se moría de sueño, así que comenzó a buscar
algún sitio donde cobijarse.
Pero el único lugar accesible era un banco del parque más cercano
por lo que, sentándose en él, se dispuso a intentar dormir.
El cansancio era tan grande que apenas tardó un minuto en quedarse
dormido. Literalmente estaba agotado y todos los hechos transcurridos
le hacían estar más cansado física y psicológicamente.
Sin embargo, al cabo de un par de horas, Marc se despertó tiritando
de frío. Si quería sobrevivir, se tendría que buscar algún otro
sitio por lo que, levantándose de allí, comenzó a andar para
entrar en calor.
Caminando entre las casas, pese a ser alrededor de las tres de la
madrugada, vio que había una casa con las luces encendidas y,
echándole algo de valor, llamó a la puerta para pedir cobijo.
Sorprendentemente, una muchacha no mucho mayor que él le abrió la
puerta en ropa interior mientras sujetaba un cuenco de ensalada.
-
Buenas noches señorita, disculpe las molestias.
-
Uh, buenas noches guapo, ¿qué te trae por aquí?
- No
querría molestar, pero estaba intentando dormir en un banco del
parque cuando el frío me despertó, y me preguntaba si podría darme
cobijo por una sola noche. Mañana por la mañana me iré y no notará
que he estado.
Esa muchacha comenzó a mirarlo de arriba abajo mientras él hablaba
y, al escuchar su petición, aceptó sin pensarlo.
-
¡Claro! Por mí no hay problema, pero te pongo una condición para
entrar en mi casa.
-
¿Cual es?
-
Que te acuestes conmigo.
Esa condición descolocó a Marc y le provocó una risa nerviosa, ya
que nunca le habían ofrecido algo parecido.
-
¿Está quedándose conmigo, señorita?
-
Puedes llamarme Alicia. ¿Y tú cómo te llamas?
-
Marc…
-
Muy bien Marc, ya me has oído. ¿Quieres dormir? Pues que sea
agarrado a mis tetas. ¿Quién podría proponerte un plan mejor?
Había algo que no le terminaba de convencer de aquello pero, no
tenía nada que perder ya que no le quedaba nada así que, ¿qué más
daba lo que pudiera pasarle?
-
Está bien… Me acostaré con usted…
Dándose la media vuelta, Alicia entró en la casa dejando la puerta
abierta mientras que contoneaba sus caderas de un lado a otro,
provocando que Marc fijase su mirada.
Pero, de repente, una voz masculina sobresaltó a Marc al comenzar a
hablarle y hacerle preguntas.
-
¡Eh, tú! ¿Quién coño eres?-preguntó aquel hombre-.
-
Sólo quiero resguardarme del frío y poder pasar la noche bajo
techo. Me iré en unas horas, se lo prometo. Ya se lo he dicho a esa
chica.
- No
me gustas, chaval. No me gustas ni un pelo. ¿Para qué estás aquí
realmente?
- Ya
se lo he dicho, sólo quiero resguardarme del frío.
-
¿Qué ocurre? ¿No tienes padres?
Esa pregunta hizo que a Marc se le formase un nudo en la garganta y
le costase contestar.
-
Yo…
-
¿Algún amigo?
-
No, señor.
-
Pues lo siento pero esta es mi casa y no voy a dejar entrar a
desconocidos.
Saliendo de la habitación donde había entrado, la tal Alicia
interrumpió la conversación entre Marc y ese hombre.
-
Bueno, ¿te vas a quedar ahí plantado toda la noche o vas a venir a
follarme, Marc?-preguntó Alicia-.
-
Ali, ese chico no va a quedarse aquí y mucho menos follar contigo.
- ¿Y
a ti qué mas te da, Henry?
-
¡Es mi casa!
-
¡No! No es ni tuya ni mía, así que no me jodas.
- Me
da igual, pero no conocemos a ese chico.
En un momento, aquellos dos desconocidos comenzaron a discutir frente
a Marc que los miraba atónito sin enterarse de nada.
- ¿Y
qué? ¿Has visto la cara que trae? ¡Está tiritando de frío!
-
¡Me da igual! No somos ninguna ONG así que se va ahora mismo. ¡¿Te
queda claro?!
-
¡No! Yo también vivo aquí y tengo derecho a decidir, ¿entiendes?
Y en medio de la discusión, sin decir nada a nadie, Marc dio media
vuelta y salió de la casa, alejándose de los únicos gritos que se
escuchaban en mitad de la noche.
¿Dónde dormiría? ¿Qué sería de él? Seguramente se lo
encontrarían muerto por congelación en alguna esquina de la ciudad…
Mientras se alejaba de allí, la inquisidora mirada de Henry le
seguía. La misma mirada del hombre que apretó el gatillo y que vio
cómo las vidas de John y Grace Oporto se desvanecían…
Sin saber a dónde ir, Marc deambuló por las calles sin un rumbo
fijo, mirando las casas de su alrededor, imaginándose las vidas de
cada una de las familias que vivían en ellas… Marc sentía que le
habían arrebatado la suya y que no podría recuperarla nunca más.
El hecho de tener la mente ocupada pensando en sus cosas, le llevó
hasta un local de ambiente liberal que contaba con una discoteca en
su planta inferior y camas en su zona superior. Era el sitio perfecto
para poder dormir.
Al no haber portero, entró sin problemas y, sin mirar hacia la barra
ni a las personas que habían allí, subió a la planta de arriba.
En cuanto vio esa cama de matrimonio y notó que había calefacción,
Marc se desvistió y, quedándose en ropa interior, se metió en ella
para descansar aunque fuera un par de horas, ya que el local cerraba
a las 7 de la mañana y ya eran alrededor de las 5.
Así hizo durante varios días; sobre de las 12 de la noche llegaba
al local y subía directamente a la planta superior para dormir,
aunque muchas veces se despertaba a causa de los gemidos, muchas
veces porque mantenían relaciones en la misma habitación sin
importar que él estuviera allí… Marc era capaz de soportar
cualquier cosa con tal de poder dormir con un techo sobre su cabeza.
Y cada mañana a las 7 de la mañana, ya estaba despierto para irse a
deambular de nuevo.
Uno de esos días llegó hasta el apartado gimnasio al que fue en una
ocasión cuando lo habían echado del instituto así que, pensando
que hacer ejercicio haría que las horas pasasen más rápido, entró
esperando que no lo reconocieran y pudiera volver a tener su “primer
día gratis”.
Sin embargo, el asesino de sus padres estaba allí, había visto a
Marc deambulando fuera mientras que él se ejercitaba, pero luego lo
perdió de vista. No sabía quién era Marc, pero ya estaba empezando
a mosquearse al verlo tan seguido en tan poco tiempo.
-
¿Quién es ese chico y por qué no para de seguirme a todos lados?
¡Había habido suerte! En ese momento no había nadie en recepción
y Marc pudo entrar sin problema. Ahora quedaba lo más duro: hacer
pesas y fortalecer ese cuerpo… O eso pensaba él, ya que entrar en
aquel gimnasio ese día provocaría, a la larga, que su vida diese
otro vuelco más.
CONTINUARÁ...
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