domingo, 22 de diciembre de 2019

Capítulo 21 || Trampas

Habían pasado varios días desde aquella noche y nadie había visto a Silvia. Parecía que se la había tragado la tierra y Kike comenzó a preocuparse. Aquel día habían quedado todos y los chicos veían la tele tranquilamente.


 Y mientras tanto, Kike hablaba de Silvia con Abigail.
- ¿Has hablado con ella?
- Ya te lo dije ayer, hace tres días me contestó y me dijo que había pillado un resfriado muy grande y que estaba metida en cama.
- Pero es que me resulta muy raro que se fuera sin despedirse y más después de ese beso.
- Kike, ya conoces lo tímida que puede llegar a ser Silvia así que seguramente le entraría el miedo y se marchó de ahí. No te preocupes…
- Pero… Iba todo tan bien… Ella estaba tan guapa, ese beso fue tan especial…


 De nuevo, alguien estaba vigilando a Kike y sus amigos desde fuera de la casa. ¿Quién era y qué quería de ellos?


 Abigail, para intentar cambiar el tono de la conversación, comenzó a echarse flores a sí misma.
- Si la viste tan guapa fue porque yo la arreglé, así que todo el mérito es mío.
- Vaya, habló la humildad personificada ahora.
- Nada, que si te has enamorado de ella ha sido gracias a mí y no a esas gafas de pasta que me llevaba la pobre.


 Quien fuera que los vigilaba, cada vez estaba más cerca, intentando escuchar las conversaciones que se estaban sucediendo en el interior de la vivienda. ¿Para qué tanta vigilancia?  


 Al poco rato, Chema salió al jardín trasero y Abigail fue en su busca cuando se lo encontró completamente desnudo.


 Matombo y Tommy seguían viendo los deportes y Kike se unió a ellos.
- Esos tíos son unos mantas,-comentaba Tommy-.
- No me extraña que pierdan todos los partidos,-dijo Matombo-.


 Abigail se acercó a Chema y pudo comprobar su desnudez de primera mano.
- ¿A qué se debe tu nudismo?-quiso saber Abigail-.
- A que siempre he deseado hacerlo y en la playa no puedo y la playa nudista más cercana está a una hora en coche y como no tengo… Me desnudo aquí que hay confianza. No te importa que lo haga, ¿no?
- A mí me da igual pero… Ya que estamos te voy a decir una cosa.
- ¿El qué?
- Tú siempre te has estado quejando de tamaño y… No estás nada mal.
- Vaya, gracias. Tú al ser una chica puedes ser más objetiva en esto y como a los dos nos gustan los hombres, eso tenemos en común.
- Y otra cosa también,-dijo Abigail comenzando a quitarse la ropa-.


 Quedándose completamente desnuda, Chema se quedó boquiabierto y se incorporó al instante.
- ¿Estoy viendo bien?-preguntó él-. ¿Eso es…?
- Es lo que piensas.
- Pero… ¿cómo?
- Comencé a hormonarme desde joven y con un par de operaciones este ha sido el resultado. Ahora soy feliz tal y como estoy.
- Pues… Menudo rabo te gastas.
- Es que soy morenita, igual que Matombo...-dijo ella con voz pícara-.


 Mirándola directamente a los ojos, Chema le hizo una propuesta.
- Nunca he estado con una chica transexual y… Me pone muchísimo la idea.
- Ya lo veo, tu amigo está empezando a despertar… Anda, ven aquí y arrodíllate.


 En esa ocasión, llamaron a la puerta. ¿Sería la persona que los estaba vigilando tanto tiempo?
- Ve a abrir tú si puedes, Tommy,-pidió Kike-.
- Voy...


 Lo que Kike ni sus amigos sabían era el secreto de Abigail ni que en el jardín trasero estaba teniendo sexo con Chema así que, si querían mantenerlo en secreto, no podían gemir mucho.
- Sigue tragando, un poco más… Joder Chema…


 Al abrir la puerta, Tommy se encontró con Silvia bastante seria.
- Ostras Silvia, ¿qué tal? ¿Cómo sabías que...?
- ¿Está Kike?-preguntó ella interrumpiendo al muchacho-.
- Sí claro, pasa…


 Rápidamente, Kike se levantó al escuchar la voz femenina y recibió un fuerte abrazo de ella.
- Ey, estás temblando Silvia, ¿te pasa algo? ¿Estás enferma?
- No… Es que… No puedo decírtelo delante de todos.


 Kike nunca había visto tan seria a Silvia.
- Tiene que ver con que desapareciste la otra noche, ¿verdad?
- Sí… Pero con ellos delante no. Son nuestros amigos pero…
- No hace falta que digas nada más.


 Volviéndose, Kike avisó a los chicos.
- Escuchad, Silvia no se encuentra bien y… Me ha pedido que la perdonéis pero que necesita soledad.
- Claro tío,-dijo Matombo-. No te preocupes. Si queréis intimidad solo tienes que decirlo. Es tu casa y es tu chica. Adelante.
- Gracias…


 Al salir al jardín trasero, Kike se encontró a Chema y Abigail caminando hacia la casa.
- Chicos, tenéis que iros… Ya os comentaré luego.


 Tras saludar a Silvia, todos se marcharon y por fin se quedaron Kike y ella completamente solos.
- Bueno, ¿qué te pasa? Estás más seria de lo normal y eso me preocupa.
- Verás… Mi padre siempre me ha tenido muy mimada desde que nací ya que era su niña, su princesita y… Todo eso. La cuestión es que desde que murió mi madre en un accidente de coche y nos quedamos los dos solos me ha sobre protegido y no quiere que me pase nada, entonces por eso es tan estricto conmigo.
- ¿Por eso te largaste la otra noche?
- Más bien me siguió y me agarró cuando fui al baño y… Me encerró.
- ¿Que te encerró? ¿Dónde?
- En mi casa. Hay un pequeño cuarto donde mi padre tiene las cosas de mi madre y tapa la puerta de la habitación con una estantería muy grande y ahí me encierra cuando me salto sus normas.
- Pero… Tu padre está mal de la cabeza, ¿eh? Perdona que te lo diga así pero es que no es normal.
- Lo sé, por eso me he escapado de casa… ¿Me puedo quedar contigo?
- Claro mi amor, aquí estarás a salvo.


 Uniéndose en un beso, ambos no sabían que esa persona misteriosa seguía por la zona y vigilando cada uno de los movimientos…


 Sonando el timbre, Silvia se asustó y Kike la invitó a subir y que se metiese en el dormitorio de él, ya que las ventanas daban al jardín trasero.


 Nada más abrir la puerta, a Kike se le encogió el corazón. Como si de una película de muertos vivientes se tratase, aquel hombre le recordaba terriblemente a Katashi y muchos malos recuerdos se le vinieron a su memoria. Haciendo de tripas corazón, le preguntó a aquel hombre.
- Buenas, ¿quién es? ¿Qué desea?
- Verá, soy Teófilo, el padre de Silvia y la estaba buscando porque me dijo que se marchaba con unos amigos y hace rato que debería haber vuelto y no coge mis llamadas. Creo que tú eres amigo suyo, ¿me equivoco?
- Sí, soy su amigo pero… Aquí no está ella. Vaya, de hecho llevo días sin verla, ¿ella está bien? Me dijeron que estaba con un resfriado muy grave.


 Acababa de conocer a aquel tipo, pero algo en su interior le decía que se alejase de él, que no estaba bien aquello, que esa conversación era una trampa…
- Sí, la pobre ha tenido fiebre muy alta pero hoy ya se encontraba mejor y mi niña me pidió que la dejase quedar con sus amigos, por eso ha sido acercarme aquí.
- Pues ya le digo señor, aquí no está y tampoco la he visto.
- Bueno… Entonces seguiré buscando. ¿Sabes por dónde podría haberse metido?
- Mire en el parque… Suele irse a allí para hacer ejercicio con las chicas.


 Sonriendo, Teófilo le agradeció el gesto a Kike.
- Muchas gracias. Se nota que eres un buen amigo de mi princesa.
- Gracias señor.
- Por favor, no me llames señor, que me haces más viejo… Llámame Teófilo o Teo, como prefieras.
- Está bien…
- Bueno pues gracias. Si la ves, dile que la estoy buscando y que me llame, ¿vale? Estoy muy preocupado por ella.
- No se preocupe señ… Digo… No te preocupes Teófilo.


 Dando media vuelta, Teófilo salió de la casa mientras que Kike comenzó a respirar tranquilo. Había conseguido echar balones fuera pero ahora tendría que sacar a Silvia de allí rápidamente.


 Subiendo al dormitorio, Kike entró y le dio la buena noticia a Silvia.
- Cariño, era tu padre pero no te preocupes. Estás a salvo… Le dije que mirase por el parque así que lo he mandado a la otra parte de la ciudad.
- Kike, no puede encontrarme o… Me volverá a encerrar en ese cuarto.
- No lo hará, ¿me oyes? Tú y yo cogeremos las maletas y nos iremos muy lejos de aquí.


 Sin embargo, Teófilo no se había marchado de allí y, sacando su móvil, hizo una llamada.
- La he encontrado. En 10 minutos nos encontramos en la calle…


 Pasado ese tiempo, un par de policías armados llegaron hacia el lugar que había indicado Teófilo.
- Quedaos aquí hasta nueva orden,-mandó Teófilo-. Ese hijo de puta es mío.
- A sus órdenes, comisario.


 Aquel hombre no era otro que el comisario Pelayo, uno de los grandes cargos de la ciudad y que estuvo investigado en la trama Yamamoto a raíz de la muerte de Katashi. Después de que los policías encargados comprobasen que las acusaciones contra él eran falsas, Teófilo pudo continuar con su vida normal hasta ese momento…
Entrando en la casa, el comisario recorrió esa estancia con la mirada cuando escuchó voces que provenían del piso superior.


 Entrando en el dormitorio de golpe, Silvia se giró y pudo ver de frente a su padre.
- Hola nena. Te he estado buscando…
- Papá yo…
- No te preocupes cariño mío. Lo hablaremos en casa tranquilamente…
- No. No voy volver a casa. Yo… Me quedo aquí.
- Hija, hija, qué graciosa eres. Lo que te ocurre a ti es que tienes el síndrome de Estocolmo y crees que te has enamorado de tu secuestrador, pero no es así. Ya verás como unos días en casa te vendrán bien para despejar tu mente.
- ¿Secuestrador? Papá, ¡Kike no es ningún secuestrador! ¡Es mi novio!


 Kike no paraba de mirar fijamente a Teófilo a los ojos. La misma rabia que le recorrió el cuerpo con Katashi le estaba pasando ahora y mantenía sus puños cerrados. No sólo se parecía físicamente a Katashi, sino que era igual o más cabrón que él.
- Chicos, adelante. Es todo vuestro,-dijo Teófilo-.
- Papá, ¿qué has hecho?
- Lo que tenía que hacer.
- Estupendo comisario,-se escuchó por la radio de Teófilo-.
- ¿Comisario?-preguntó Kike extrañado-.
- ¿No te lo dijo mi niña? Oh, entonces… ¡Sorpresa!


CONTINUARÁ…

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