miércoles, 11 de diciembre de 2019

Capítulo 19 || Trampas

Pasados un par de meses y todavía en pleno verano, Kike llamó a Dylan mientras se relajaba un rato junto a la piscina.
- ¿Cómo sigues?-preguntó Kike-.
- Bien, a dos semanas ya de la boda y… Con los nervios a flor de piel.
- ¿Has podido localizar a tu madre?
- Nada tío. Desde que dejó esa carta de despedida y se marchó… Nada. Sé que estará bien y que seguramente necesitará pasar tiempo en soledad y tal pero… Joder, ¿se va a perder mi boda? Me duele Kike.
- Te entiendo… Es duro sentirte abandonado, por decirlo de una forma.


 Terminando la conversación, Kike pensó en Amanda y en dónde estaría, ya que todos la echaban de menos y les apenaba que no se despidiese de nadie. ¿Cómo estaría llevando su padre esa situación? Se preguntaba Kike.


 Pues Eduard lo que estaba haciendo era charlar con Isa en su casa. Habían quedado ya varias veces desde aquella barbacoa y entre los dos había surgido algo… Pero ninguno se atrevía a dar el paso por tener el divorcio de él y la desaparición de Amanda tan reciente.
- Entonces claro, cuando salía de fiesta por ahí me tenía que buscar a alguien porque mi marido… No aguantaba mi ritmo, te puedes imaginar,-contaba Isa-.
- Sí, además, que podía ser tu abuelo más que tu padre vaya. Tú ahí tenías… 18 añitos, ¿no?
- Sí, me casé con la mayoría de edad recién cumplida.
- Pues si él tenía 80 y pico… ¿Y cómo es que te casaste con él?
- Mira, sinceramente porque me trataba bien, me quería mucho y me respetaba y porque no tenía más familia que yo; ni hijos, ex-mujer o hermanos. Así que me casé con él porque cuando él faltase… Todo sería para mí y tendría la vida resuelta. Sonará muy superficial y materialista pero en ese momento actué así.


 Eduard se echó a reír y contestó a Isa.
- Bueno, actuaste así pensando en tu futuro y, míralo por esta parte, si no lo hubieras hecho ahora mismo no seríamos socios.
- Cierto, no había caído en eso.
- Claro, ¿lo ves? No hay nada que pasa por casualidad. Ni siquiera que tú y yo nos hayamos conocido.
- Ay, tantos años en ese antro… Viendo pasar a gente, sufriendo y colocándose la careta de que no pasaba nada… Fuiste de lo mejorcito que pasó por allí, sinceramente.
- ¿De verdad?
- Por supuesto. Eras un cliente atípico que se preocupaba si Ann estaba bien, si había disfrutado, le decías que la querías… Todo. Además, que sólo te quisieses acostar con ella y no con ninguna de las demás que estábamos allí… Decía mucho de ti.
- Bueno, menos mal que todo eso pasó y ahora tanto tú como yo somos personas libres.


 Sonriendo, Isa asintió y respiró hondo.
- Sí. Todo eso ya pasó y ahora podemos hacer lo que queramos con nuestra vida.
- Eso me lleva a… A que llevamos quedando alrededor de dos meses por temas de negocios y por pasar tiempo juntos y… Bueno, creo que entre tú y yo hay algo especial que…
- Cállate Eduard.
- ¿Que me calle?
- Sí, cállate y bésame ya.


 Acercándose, ambos labios se unieron en un dulce beso que se prolongó durante unos segundos que se hicieron eternos.


 Tras ese beso, los enamorados se abrazaron completamente entregados el uno con el otro.
- No sabes las ganas que tenía dar rienda suelta a las mariposas de mi estómago,-confesó Eduard-.
- Pues no las reprimas más. Estoy aquí para ti.
- Vente a vivir conmigo. Seamos una familia feliz, Isa.


 Mientras tanto, Kike había estado pensando en su futuro y todas las vivencias que había tenido le llevó a tomar una decisión y era que le gustaba defender a aquellos que no podían o no sabían. No se veía como policía pero sí como abogado, interponiéndose y buscando justicia en ese mundo de corrupción. Buscando información en la web, se matriculó en la universidad.


 En la facultad conoció a mucha gente y Kike pronto se formó un grupo de amigos de lo más dispar pero que, entre ellos, se llevaban muy bien y congeniaban perfectamente. Uno de esos días se fueron a un salón de juegos para pasar el rato con las maquinitas de allí.


 Dos de los amigos eran Abigail y Chema. Abigail era un par de años mayor que los demás pero para ellos no era impedimento de que se hubiese unido al grupo. Chema era un chico… Especial por así decirlo, ya que no paraba de mirar culos masculinos y de contonearse buscando al amor de su vida.


 Los demás eran Silvia, una chica muy tímida y a la que le costó unirse al grupo; Tommy, el típico friki de los videojuegos que se pasaba horas tras una pantalla de ordenador y Matombo, el delirio por el que suspiraba Chema. A Matombo le encantaba el gimnasio, hacer deporte y ligar, pero con chicas…


 Terminando la partida, Chema le había ganado a Abigail.
- Oh, siento ser mejor que tú pero… Mala suerte.
- No, de mala suerte nada. ¡Has hecho trampas!
- ¿Yo?
- Sí, te pusiste delante para que yo no pudiese disparar y eso es de ser rastrero.
- No amiga mía, eso se llama estrategia.
- Mira que eres…


 Creyendo ver a alguien que conocía, Kike fue hacia la barra que había en el salón de juegos y, en cuanto la vio, su corazón dio un vuelco.
- ¿Cómo está la chica más guapa de la ciudad?-preguntó Kike-.
- Ay, ¡mi niño!-dijo Wissal-.


 Uniéndose en un fuerte abrazo, ambos comenzaron a hablar y ponerse al día después de mucho tiempo sin verse.
- Estás preciosa Wissal. ¿Decidiste quitarte el velo?
- Mira quién fue a hablar. ¡Estás hecho todo un hombre! Y sí, después de lo que vivimos en ese sitio… Decidí que era mejor quitarme el velo y cambiar, “occidentalizarme” más por así decirlo.
- Pues te sienta de maravilla.


 En la otra habitación, Silvia recibió un mensaje a su móvil y conforme lo fue leyendo, su expresión cambió.


 Preguntándole, Kike quiso saber qué había hecho Wissal tras conseguir la libertad.
- Pues volví a mi país y estuve un tiempo reencontrándome con los míos y tal, pero allí me di cuenta de que mi sitio está aquí, así que me volví y encontré trabajo de enfermera, que es lo que yo estudié en su día. ¿Y tú qué?


 Iba a contestar Kike cuando Silvia apareció e interrumpió la conversación.
- Kike, perdona que te interrumpa pero me tengo que ir.
- Disculpa, Wissal,-le dijo Kike-. ¿Ya? Pero si es muy temprano…
- Ya lo sé,-contestó Silvia-, pero es que me han salido unas cosas y tengo que ocuparme.
- Bueno… Entonces ya nos veremos mañana en clase.


 Como un par de días después, Kike y Silvia volvían de las clases con dirección a sus casas y, llegando a la de él, Kike la invitó a pasar.
- ¿Te apetece quedarte a comer?
- Uy no. Te lo agradezco pero es imposible.
- Venga mujer, así desconectas un poco…
- No puedo Kike. Tengo que comer en mi casa porque no he avisado y… Si digo que me quedo a comer me van a echar la bronca luego. Lo siento.


 Kike se encogió de hombros y siguió hablando con Silvia.
- Bueno, tú sabrás Silvia pero… Encerrándote en casa no vas a solucionar nada.
- No me encierro en casa, es que si ya está hecha la comida en mi casa y de repente no llego a comer, me cae una bronca.
- Pues le dices a tus padres o a quien sea que te guarden el plato en la nevera y que mañana o a la noche te lo comes.
- Qué va… Imposible.


 Sonriendo, Kike se quedó frente a su casa mientras vio seguir su camino a Silvia.
- Es la chica más tímida que he conocido nunca,-pensaba él-. Eso sí, me da la sensación que bajo esas gafas y esa ropa de catequista hay una chica muy guapa. Ay, si se relajase más viviría más feliz.


 Una de esas tardes, Silvia, Abigail y Chema habían salido para hacer un poco de ejercicio y fueron a parar a uno de los parques de los alrededores.


 Sentándose para descansar, Chema comenzó a hablar.
- Pues para ser nuestro segundo día haciendo footing no me he visto mal. A ver si consigo quitarme esta barriga porque… Sinceramente, me deprime un poco mirarme hacia abajo y no vérmela.
- Jajajaja, qué cosas tienes,-dijo Abigail-.
- Coño, no es que la tenga muy grande, pero quiero mirarme y poder verla y no una barriga llena de pelos.
- De verdad Chema,-intervino Silvia-, deja de ser tan explícito por favor.
- Ay, que se me olvidaba que estaba hablando con Santa Silvia.
- ¡Que no soy ninguna santa! Yo también hago mis cosas, ¿eh?
- ¿El qué?-quiso saber Chema-. ¿No fregar los platos después de cada comida? Uf, que delito más grande.
- Pues no, listo que eres un listo. Estoy interesada en… un chico.


 Pegando un grito que provocó muchas miradas en el parque, Chema comenzó a preguntarle a Silvia incesantemente.
- ¿Quién es? ¿Lo conocemos? ¿Es de la universidad? ¿Es guapo?
- Chema déjala hablar anda,-aconsejó Abigail-.
- Pues… Sí lo conocéis y… Yo lo veo muy guapo.
- ¿Es Kike?-preguntó Abigail-.
- ¿Cómo lo sabes?-se quedó asombrada Silvia-.
- Porque chica, por la forma en que lo miras.
- Pues yo no he notado nada...-dijo Chema-.
- Eso es porque no paras de mirarle el culo a Matombo,-dijo entre risas Silvia-.


 Todos se rieron al unísono y continuaron la conversación.
- Ahí te tengo que dar la razón. El culo de Matombo es mi debilidad… Pero es que pensar en él desnudo, ese culito que tiene y encima como es negro… Ay qué rabo debe tener. Me estoy poniendo malo.
- Qué te gusta a ti un buen rabo, ¿eh?-dijo Abigail poniendo una pícara expresión-.
- Ay, bueno, a lo que íbamos,-dijo Chema suspirando y mirando a Silvia-. ¿Vas a quedar con Kike?
- ¿Cómo? Si tengo que estar en casa a las nueve de la noche como tarde…
- Pues chica, no sé… Invéntate algo y luego te vas con Kike,-dijo Chema-.
- Yo creo que le gustas,-alegó Abigail-.
- ¿Sí? ¿Tú crees?-preguntó Silvia-.
- Según nos has dicho, te ha dicho un par de veces de quedar o te ha invitado a su casa así que eso es interés…
- No creo… Yo pienso que él quiere ser simpático y ya está.


 Sentándose en el banco de enfrente, Chema contestó a Silvia.
- Silvia, cómo se nota que no has tenido nada en tu vida chica. Estás mas verde que un limón…
- Lo que tienes que hacer,-comenzó a aconsejar Abigail-, es dejar esa timidez a un lado porque no te va a llevar a ningún sitio. Plantarte en casa de Kike y decirle que quieres quedar con él, los dos solos y punto.
- Vale, muy bien. ¿Y qué digo en casa?
- Pues… ¡Ya está!-exclamó Abigail-. Di que te quedas en mi casa a dormir porque vais a pasar una noche de chicas y así, cuando te dejen en mi casa, te arreglo bien y te vas con Kike, ¿te parece?
- Suena bien… Veremos si cuela luego…


 Marchándose directamente a casa de Kike, Silvia se paró frente a la puerta y, suspirando para coger fuerza, hizo sonar el timbre.


 Abriendo la puerta, Kike se sorprendió al ver a Silvia allí.
- Vaya, qué sorpresa verte aquí Silvia. ¿Pasa algo?
- No, nada. Que pasaba por aquí y me apeteció saludar.
- Bien, pues pasa dentro.


 Al entrar y cerrar las puertas, Silvia se abrazó a Kike comenzando a sonreír. Estaba muerta de miedo, pero estaba venciendo su timidez aquella tarde.
- Pero bueno, ¿y este abrazo?-quiso saber Kike-. Estás irreconocible Silvia.
- Es que… Bueno, pensé que para todo el tiempo que nos conocemos, no habíamos conectado mucho y… Creo que estaría bien si… Quedásemos.


 Abriendo los ojos de par en par y alzando sus brazos, Kike contestó con una gran sonrisa en la cara.
- ¿Quién eres tú y qué has hecho con Silvia?
- Soy yo… La misma…
- Pues me encanta esta nueva versión tuya, así que con mucho gusto quedaré contigo. ¿Te viene bien mañana por la noche?


CONTINUARÁ…

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