miércoles, 4 de diciembre de 2019

Capítulo 17 || Trampas

Acercándose a Esteban, Kike se paró a una distancia prudencial y lo llamó.
- Esteban, ¿qué estás haciendo aquí?
- Aléjate de mí. ¿Tú quién eres?
- Esteban, soy Enrique, me conociste en la tienda de mi padre…
- Es cierto, tú eres ese que dice que Eduard es tu padre, ¿no?
- Exactamente.
- ¿Y qué quieres de mí?
- Preguntarte el por qué has apuñalado a Dylan.
- ¡Ha sido un hijo de puta! ¡Se estaba follando a mi mujer!


 Mirándolo serio, Kike respondió a Esteban.
- ¿Y qué? Hay miles de infidelidades al cabo del día en todo el mundo. De hecho, mira detrás de mí, ¿lo ves?
- Es Eduard.
- Exacto. Mi padre le fue infiel a Amanda con mi madre y de esa infidelidad nací yo. ¿Tú has visto que Amanda haya ido a matar a mi madre, a mi padre o incluso a mí? Las cosas se hablan y se solucionan como adultos, no cogiendo un cuchillo y matando a nadie.


 Esteban comenzó a cambiar su expresión y se le notaba como si estuviera a punto de llorar.
- ¿Dylan ha muerto?
- No lo sé, pero según parece está muy grave.
- Es que… Dios… Se me ha venido todo el mundo encima y he reaccionado así. Me echaron del trabajo que tenía, luego Dylan me contrata y al cabo de un par de semanas me dicen que me echan porque Dylan se ha largado y me vuelvo a poner a buscar trabajo sin encontrar nada. El sueldo de Micaela no nos llega para cubrir todos los gastos y… Estoy con el agua al cuello.
- Pues tío, pide ayuda. Hay cientos de asociaciones que os pueden echar una mano pero colega, con esto que has hecho irás a la cárcel y desde ahí no vas a poder hacer nada por tu familia.
- Ha sido un error… Todo en mi vida fue un error y le he buscado la ruina a todos.
- Tampoco digas eso Esteban…


 Dejando con la palabra en la boca a Kike, Esteban se alejó y volvió a mirar hacia el mar, colocándose cerca del borde.
- Esteban, aléjate de ahí. Si estás pensando en lo que yo creo que estás pensando olvídate. Suicidarse no es la solución. Afronta las cosas como un valiente.
- Pero es que pasa una cosa… Nunca he sido valiente.


 Y sin mediar más palabras que las que había dicho, Esteban se lanzó al vacío golpeándose contra las piedras por todo el cuerpo hasta caer sobre la arena rodeado de un gran charco de sangre…  


 Mientras tanto, en el hospital estaban operando a Dylan a la vez que su familia y amigos esperaban en la sala. El silencio y la tensión se palpaban en el ambiente y ninguno de ellos se atrevía a decir nada.


 Tras comunicarle a la policía lo sucedido, que el equipo médico desplazado a la zona comprobase que Esteban se había suicidado y que tanto Eduard como Kike declarasen, ambos pudieron marcharse hacia el hospital para saber qué ocurría con Dylan.


 Nada más llegar, Amanda se levantó y abrazó a Eduard.
- ¿Cómo está el niño? ¿Se sabe algo?-preguntó él-.
- Lo están operando ahora mismo pero… No lo sé Eduard, estoy hundida. Como se me muera me voy yo detrás.
- Tranquila Amanda, ya verás como todo saldrá bien.


 Mirando a Micaela, Kike se acercó a ella para comunicarle la noticia del fallecimiento de su esposo.
- Micaela, soy Kike, el…
- Sí, el hermano de Dylan. Os parecéis mucho.
- Verás, fuimos a buscar a Esteban mi padre y yo y… Lo encontramos.
- ¿Y que pasó?
- Saltó al vacío desde un acantilado… Ha fallecido.
- Me imaginaba que iría allí. Ese lugar fue donde nos conocimos y era muy especial para nosotros… Dios, ¿qué le diré ahora a los niños?


 Las gemelas estaban sollozando sin decir nada y, dándose cuenta de esto, Isa comenzó a consolarlas.
- Ya veréis cómo vuestro hermano saldrá de esta. Es un chico fuerte y goza de buena salud, luchará para salir adelante.
- No queremos perderlo Isa. Es nuestro hermano mayor y… Sí, es muy especial con sus cosas, pero es nuestro hermano al fin y al cabo,-dijo una de las gemelas en nombre de las dos-.


 Kike, mientras tanto, seguía conversando con Micaela.
- Intenté que no saltase pero… No pude hacer nada. La cárcel habría sido dura, pero yo también estuve y salí de allí y mírame. Ahora tú tendrías a tu marido vivo, en la cárcel, pero vivo.
- Mi matrimonio estaba abocado al fracaso. Hace meses que no teníamos sexo entre nosotros, no me decía palabras bonitas ni hacíamos planes… Si estábamos juntos era por los niños. Bueno, por nuestro hijo en común.
- ¿Tienes más hijos?
- Sí, una hija mayor, pero Esteban la quería como si fuera suya. En definitiva, que no nos queríamos y por eso me apoyaba en Dylan porque era todo lo que me faltaba de Esteban y… Me enamoré de él. De tu hermano vaya… Por eso rezo para que Dios tenga misericordia y lo salve.


 Sentándose junto a Amanda, Eduard le preguntó cómo se encontraba ella.
- Destrozada… No se me puede ir mi niño. Mi niño no…
- Está en buenas manos Amanda. Seguro que cuando salgan los médicos de la sala dirán que todo ha salido bien.
- Dios te oiga porque si no… No podría soportarlo.
- Venga, no digas eso. Tienes a las niñas contigo y te apoyan. Te necesitan todavía, eres su madre.
- ¿Y qué me dices de ti? De nosotros…


 A la misma vez, Mandy y Candy hablaban sobre su hermano Dylan.
- ¿Crees que se salvará? Dicen que la herida era muy grave,-decía Mandy-.
- Ya… Pero nuestro hermano es fuerte y yo creo que con tal de llevar la contraria a quien sea es capaz de salir adelante.
- Total, cómo lo sabes jajaja.
- Es que… Son muchos años a su lado. Como para que no lo conozcamos.
- Bueno… El amorío que se traía con la vecina se lo tenía bien guardado.
- Ostras, es verdad… Lo bueno es que, como ahora está viuda la vecina… Dylan y ella no se tendrán que esconder.


 Justo iba a responder Eduard cuando escuchó una puerta y vio salir a una doctora con la bata verde del quirófano.
- Mira, creo que es la doctora que estaba operando al niño.
- ¿Familia Redson?-dijo la doctora-.


 La operación había salido bien pese a que Dylan había perdido mucha sangre. Sin embargo, se había tratado a tiempo y eran optimistas aunque las próximas 48 horas eran cruciales para su recuperación. La suerte había sido que la puñalada no había tocado ningún órgano vital, por lo que el diagnóstico pintaba bastante mejor.
Pasados esos dos días estimados, el cuerpo de Dylan comenzó a reaccionar y, tras unas pruebas, los médicos pudieron certificar que había pasado el peligro. Ahora quedaba lo más largo y tedioso: la recuperación. Todos se pasaban las horas muertas junto a él… Todos menos Kike, quien creía que Dylan no querría verlo después de la última discusión que habían tenido. Sin embargo, Kike no se había desentendido de su hermano, sino que pasaba esas mismas horas en la sala de espera leyendo o pensando en las reformas que se estaban llevando a cabo en su casa.  


 Uno de esos días, Kike se había quedado solo en la sala de espera mientras que la familia iba a descansar a casa. Lo que ninguno sabía era que Dylan había mantenido en secreto, gracias a la colaboración de los médicos, que ese mismo día le daban el alta y, cuando vio a Kike de espaldas, se frenó en seco. Sus padres y hermanas le habían dicho siempre que estaba fuera, que había ido en busca de Esteban en cuanto se enteró de la noticia… Pero aún así, Dylan no parecía conmoverse ni cambiar de opinión.


 Carraspeando un poco, Dylan llamó a Kike.
- Coño, ¿qué haces aquí con ropa de calle?-preguntó Kike-.
- Me acaban de dar el alta.
- ¿Hoy? O sea, ¿que te puedes ir a casa?
- Sí…
- Voy a llamar ahora mismo a todos para decírselo.
- ¡No!
- ¿No?-preguntó Kike extrañado-.
- Déjame que antes haga una cosa…


 Sin saber a qué se refería, Kike mantenía una expresión de incomprensión ante lo que estaba pasando cuando vio a Dylan acercarse y, sin previo aviso, le dio un abrazo que, pasados unos momentos de shock, correspondió Kike sin problemas.
- Gracias por haber permanecido a mi lado justo cuando más lo necesitaba,-comenzó a decir Dylan-. Me comporté como un estúpido contigo y… No me merecía que cuidases tanto de mí. Papá me… contó lo que hiciste y te lo agradezco de corazón. No tenías por qué.
- Sí que tenía. Pase lo que pase somos hermanos y creo que hay ciertos aspectos y sucesos en la vida que están por encima de cualquier riña o pelea que haya entre nosotros.
- Tienes razón… Debí abrir más la mente y aceptar que las cosas no son siempre como yo quiero y… Durante todo este tiempo aquí he tenido mucho en lo que pensar y reflexionar.


 Separándose, Kike quiso saber en lo que había pensado su hermano.
- ¿Y bien?
- Pues me he dado cuenta de que todos cometemos errores y de que no somos perfectos. Que papá se equivocó con mi madre y la cagó poniéndole los cuernos, pero también mamá se los ha puesto y yo era el amante de una mujer casada habiendo cientos de tías libres por ahí… A lo que me vengo a referir es que, cuando apareciste por la casa, mi mundo se me tambaleó y no cabía en mi cabeza que mi familia no era perfecta, que era como otra cualquiera. Y verte a ti, tan parecido a papá, tan parecido a mí también… Negaba lo innegable y al final ha tenido que suceder esto para cambiar de opinión.
- Oye, no hay mal que por bien no venga.
- Hombre, eso está claro, pero por un momento creí que de esta no salía.


 La conversación estaba siendo bastante amena entre ambos hermanos por primera vez para ellos.
- Yo creo que todos creímos que morías… O en la mesa de quirófano, o en el traslado… Esa idea se nos pasó a todos por la cabeza y… Era duro, te lo puedo asegurar.
- En mi cabeza no cesaba la idea de que estaba peleado con todos: mi padre, mis hermanas, mi madre, tú… Y que no quería morirme sin estar bien con todos y cada uno de vosotros. Sobre todo contigo y más… Después de lo que le hice a tu casa. No sé, se me fue la pinza…
- Eso es, ¡la casa!-exclamó de repente Kike-.
- ¿Qué pasa con la casa?
- Vamos a convocar a todos en la casa para darle la sorpresa de que has salido del hospital y así vemos cómo sigue.
- ¿Le queda mucho para que la terminen?
- Ahora la verás, pero apenas un par de retoques para comenzar a amueblar.


 Convocando a todos frente a la casa de Kike, ya nada más con verla por fuera se daban cuenta de que la obra iba viento en popa. Sin embargo, todos estaban preocupados por Dylan, ya que se había ido del hospital para descansar y ahora Kike les decía de ir a la casa. ¿Por qué? ¿Quién se iba a quedar con Dylan en el hospital aquella noche?


 Desde lejos, Kike y Dylan miraban a la familia.
- Está preciosa la casa,-confesó Dylan-. Vas a vivir como los auténticos reyes.
- Gracias tío. ¿Y qué me dices de la familia? Todos ahí ignorantes de que estás a unos escasos 50 metros de distancia.
- Uf, no veo la hora de acercarme.
- Pues entonces no perdamos más tiempo.


 Acercándose a ellos, Dylan fue el primero en hablar. En cuanto los llamó a todos, al sonar de su voz se volvieron al instante y gritaron de alegría.
- ¡Pero bueno! ¿Qué haces aquí? ¡Qué alegría me da verte!-decía Eduard-.


 Sin embargo, la primera que quiso abrazarse a él fue Micaela.
- ¿Estás bien cielo?-quiso saber ella-.
- Ahora que estoy junto a ti sí. Contigo se me quitan todas las penas.
- No te alejes nunca de mí. Te necesito…
- Micaela… Casémonos. Seamos felices de una vez por todas.
- Oh Dylan, sí y mil veces sí. Te amo.


 Mientras tanto, Eduard fue a abrazar a Kike.
- Anda bribón, lo calladito que te tenías la sorpresa, ¿eh?
- Para nada, la sorpresa me la ha dado Dylan a mí cuando ha aparecido de repente.
- Entonces… las cosas entre vosotros… ¿Están bien?
- Sí, al menos eso parece. Me ha pedido disculpas y hemos estado hablando durante un rato largo de muchas cosas.
- Dios mío, no sabes la alegría que me acabas de dar. Por fin todos estamos unidos.


 Tras separarse de Micaela, Amanda fue la siguiente en abrazar al recién salido del hospital.
- Por fin te tengo entre mis brazos, hijo mío. No me vuelvas a dar esos sustos, ¿te enteras? Hemos estado muy preocupados por ti, cariño.
- Ya ha pasado todo lo malo mamá. A partir de ahora todo serán risas y buenos momentos.


 Comenzando a charlar entre todos, Amanda se quedó mirando fijamente a Kike hasta que éste le devolvió la mirada justo para escuchar las palabras que le tenía guardadas para él.
- Gracias. Por todo… Gracias Kike.


 Las gemelas charlaban animadamente con su hermano, intentando volverlo loco como hacían siempre y sin tener suerte como siempre ocurría. Pese a que eran idénticas, Dylan las reconocía al instante y sabía quién era cada una.


 A todo esto, Isa miraba a Kike, quien estaba frente a Eduard que charlaba con todos los demás espléndidamente feliz.
- Qué bueno es… Se le nota en la cara. Y qué mala suerte ha tenido en su vida… Me encantaría poder hacer algo por él pero… Bah, sería imposible,-pensaba Isa refiriéndose a… ¿Kike? ¿O Eduard?


CONTINUARÁ…

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