domingo, 8 de diciembre de 2019

Capítulo 18 || Trampas

Kike se estaba terminando de arreglar frente al espejo mientras miraba si la ropa la tenía bien colocada. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, ya que hoy se celebraba una gran fiesta, la fiesta de inauguración de la casa y Kike había invitado a todos a ella.


 Sonando el timbre, los primeros en llegar fueron Dylan y Micaela, quienes estaban preparando su boda y se habían ido a vivir juntos a la casa de ella.


 Abriendo la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, Kike saludó a los recién llegados.
- ¡Bienvenidos! Pasad, estáis en vuestra casa.
- Vaya, vaya, al final los muebles que te escogimos papá y yo de la tienda no han quedado nada mal, ¿no?
- ¡Son geniales! Muchísimas gracias, en serio.
- Nada hombre, fue nuestro regalo por todo lo que nos has ayudado.


 Acercándose, ambos hermanos se dieron un fuerte abrazo de lo más reconfortante. La relación entre ellos había mejorado mucho y ahora se trataban como si hubieran estado toda la vida juntos.


 Por su parte, Kike con Micaela habían formado una bonita amistad y todos la habían incluido ya en la familia aunque todavía no formase parte de ella. Era muy dulce y cariñosa con todos y la consideraban muy especial.


 Sacando su móvil, Micaela animó a los tres a hacerse una foto juntos cuando el timbre volvió a sonar.
- Un momento, voy a abrir la puerta,-dijo Dylan-.


 Entrando las gemelas junto con Eduard, las chicas protestaron.
- Eh, eh, nosotras también queremos una foto. Venga, todos juntos. ¡Foto! ¡Foto!


 Pocos minutos después, Isa vio cómo Amanda llegaba a la casa.
- Eh Amanda, espérame.


 Cuando entraron, pudieron ver cómo Kike charlaba con Micaela y los demás estaban sentados en la mesa hablando animadamente.


 Eduard comandaba la conversación de la mesa mientras que los demás escuchaban.
- Veréis… Hoy es un día en el que se va a celebrar una fiesta y lo que os quiero contar es algo que no quiero que os agüe la fiesta, ¿vale?
- ¿Es sobre lo del divorcio entre mamá y tú?-preguntó Dylan-.
- Eh… Esto… Sí, ¿cómo lo sabes? ¿Lo sabéis todos?
- Papá,-intervino Candy-, estaba más que claro. Ya hace tiempo que no os queréis y no somos ningunos niños ya y nos hemos dado cuenta, sobre todo cuando mamá siguió en el hotel y no volvió a casa…
- Bueno pues… ¿qué pensáis?-quiso saber Eduard-.
- Que si los dos estáis de acuerdo, adelante,-respondió Mandy-. Lo hemos hablado los tres y no vemos nada malo. Queremos que seáis felices y, si estando juntos no lo sois, lo mejor será que os divorciéis.
- Gracias chicos. Para mí es un alivio que os lo toméis tan bien. ¿Se lo habéis dicho a Kike?


 Minutos después, el mismo Kike propuso salir al jardín para comenzar a hacer la barbacoa, poner música, bailar, estrenar la piscina y todo eso. ¡Había que disfrutar del verano y de la fiesta!


 Levantándose de su sitio para ir al jardín, Eduard se encontró con la mirada de Amanda a quien saludó.
- Buenas Amanda, ¿cómo es que no te has acercado a charlar con nosotros?
- Yo… No quería molestar.
- Nunca molestas. Eres parte de la familia.
- Sobre eso… Quiero hablar contigo del divorcio.


 Quedándose solos en el salón, Amanda prosiguió hablando.
- Ya he firmado la petición de… divorcio y oficialmente ya no estamos casados.
- Ah vale. Muchas gracias por hacerlo todo más sencillo Amanda.
- Yo… Siento que por mi culpa esto no funcionase.
- Ey, tú no tuviste la culpa. Aquí tú y yo fallamos en muchas cosas y lo mejor era romper, que nuestros caminos se separen y que los dos busquemos la felicidad por otra parte. Pero ten en cuenta una cosa, siempre vamos a estar unidos por nuestros tres maravillosos hijos, que no se te olvide.
- Son lo mejor que hemos hecho en nuestro matrimonio.


 Eduard se sentía un poco culpable por haber sido él quien diera el primer paso, pero fue quien puso las cartas sobre la mesa para dejar de sufrir. Ambos lo habían pasado muy mal por culpa de infidelidades, de celos enfermizos, de problemas típicos entre matrimonios… Y habían llegado a un punto de no retorno.
Eduard la querría siempre, era la madre de sus hijos, pero no la amaba y, para estar con una persona a quien no amaba, prefería cortar.
- Venga, vayamos a esa fiesta,-sugirió Eduard-. Anima esa cara, ¿eh? Hazlo por los chicos.


 Saliendo al jardín, ambos pudieron ver cómo la música sonaba bien fuerte mientras que Dylan cocinaba y los demás bailaban. Verlos a todos así les provocaba una alegría inmensa en sus corazones.


Sin embargo, Amanda no podía alegrar su cara. Se sentía responsable del hundimiento de su matrimonio por culpa de sus celos a raíz de la infidelidad de Eduard; que si le fue infiel fue porque ella no le daba lo suficiente y por eso la engañó… Luego su falta de comprensión ante la situación de Kike, todo el follón que hubo entre ellos, los gritos, las amenazas… Ella tenía la culpa de todo, eso era lo que se repetía para sí.


 Acercándose a su hijo, Amanda se ofreció para ayudar a Dylan.
- Gracias mamá. Mira a ver si Kike tiene salsa barbacoa en la cocina, que me dijo que compró anda.
- Vale…
- Oye, ¿estás bien?
- Sí, sí, no te preocupes. Voy a buscar eso.


 Todos los demás se pusieron a bailar la música que sonaba. Era muy buena y estaba de moda, así que todos la conocían a la perfección.


 Un rato más tarde, Micaela e Isa fueron a cambiarse y se colocaron sus biquinis para relajarse, una en la tumbona y otra en la colchoneta de la piscina.
- Esto es vida,-dijo Isa-.


 Haciendo lo mismo que Micaela, Dylan se puso el bañador y subió al trampolín y, desde allí, avisó a Micaela.
- ¡Cariño! ¿Si me tiro ahora tú crees que te mojaré?
- Tú hazlo y te corto los huevos.
- No eres capaz jajaja.
- Uy Dylan Redson, no me pongas a prueba…


 Tirándose de cabeza a la piscina, Dylan sacó la cabeza del agua y observó que la cara y el cuerpo de Micaela estaban mojados, quien tenía una expresión de pocos amigos.
- Verás tú,-dijo ella bajándose de la colchoneta-, te vas a enterar, ¡ven aquí!
- A que no me pillas…


 Las gemelas y Kike hicieron lo mismo y se metieron en la piscina.
- Venga, métete tonto,-invitaba Mandy a su hermano Kike-. El agua está buenísima.
- Ahora me meteré, no te preocupes.
- No si te metemos nosotras antes,-dijo Candy-. ¡A por él!


 Eduard seguía bailando al compás de la música cuando observó a Amanda sentada en la mesa completamente sola y con una expresión de tristeza que no había quitado desde que llegó a la casa.


 Justo cuando se estaba acercando a ella, Amanda reaccionó y se levantó echando a andar.
- Voy a ponerme el bañador… Ahora vuelvo.
- Venga, así me gusta. Pero ten cuidado con caerte,-advirtió Eduard-.
- ¿Caerme?
- Sí, porque si no levantas la cara del suelo te vas a tropezar.


 Yendo a por Isa, Eduard se sentó a su lado y ella se incorporó para poder charlar frente a frente.
- ¿Qué tal Eduard?
- Bien.
- ¿No te bañas?
- Sí, ahora iré a cambiarme, cuando salga Amanda del baño.
- La he visto muy seria… ¿Le pasa algo?
- Pues que hemos firmado los papeles del divorcio y… Se echa la culpa de que hayamos roto.
- Ostras, no lo sabía. Lo siento mucho…
- No te preocupes, si fui yo el que tuvo la idea. Era lo mejor y… Aunque ella ahora no lo vea claro, ninguno de los dos éramos felices y ahora tendremos una segunda oportunidad.
- Ahí te tengo que dar la razón. Muchas veces la felicidad la podemos tener delante de nuestras narices y no darnos cuenta.


 Sonriendo, Eduard afirmó al escuchar la frase de Isa.
- Cierto, la vida da muchas vueltas y suele sorprender cuando menos lo esperamos.
- Y tanto…
- Bueno, ¿tú qué tal con todo?
- Bien, la verdad es que pensando en invertir el dinero de mi marido, bueno… De mi difunto marido en algún proyecto y que me dé beneficios pero de momento no tengo ni idea.
- Oye, ¿y si nos hacemos socios?
- ¿Cómo que socios?
- Claro, tú inviertes parte de tu dinero en mi empresa, nos ayudas a crecer un poco más y los beneficios que obtengamos los repartimos en cuanto al porcentaje que tengas de la empresa, ¿qué me dices?
- Suena bien… Me lo pensaré seriamente porque me gusta la propuesta, sí.


 Amanda, en lugar de ir al baño se quedó observando a todos desde la puerta que daba al jardín trasero y se sintió fuera de lugar. Estaban todos en la piscina, charlando o bailando y ella… ¿Qué? Triste y, como le había dicho Eduard, con la cara por los suelos.


 Abriendo la puerta principal, Amanda se marchó a su hotel sin saber qué hacer con su vida en ese momento, qué camino tomar y cómo encauzar su día a día en busca de la felicidad. ¿Qué podría hacer para solucionar todo eso? ¿De verdad todo tendría solución o se estaba engañando a sí misma? ¿Merecería la pena el esfuerzo o… era mejor rendirse?


CONTINUARÁ…

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