domingo, 23 de junio de 2019

Capítulo 21 || Venganzas


Johnny estaba jugando a la consola con uno de los viejos juegos de su padre y, sinceramente, era bastante divertido. Justo cuando estaba más concentrado, llamaron al timbre.
- ¡Voy! Un momento,-avisó el muchacho-.




Abriendo la puerta, Johnny pudo ver a su tía Lucía y, algo más atrás, al tío Eddie.
- ¡Hola tía!-saludó Johnny dándole un abrazo-. ¿Vestido nuevo?
- Qué va. Este vestido tiene más años que tú y que yo… Era de mi madre.
- Pues te queda genial, la verdad.
- Gracias encanto. ¿Están tus padres?
- Sí, están fuera, en el jardín. Pasa.




Saliendo hacia la zona exterior de la casa, Alicia saludó desde lejos a Lucía y ambas se unieron en un fuerte abrazo.
- ¡Cuánto tiempo sin verte!-dijo Alicia-. Como… 4 o 5 meses.
- Ay, los críos me tienen loca.
- ¿Dónde los tienes?
- Se los ha llevado mi marido, que tiene a su madre pachucha y quiere que vean a su abuela.
- Ah, si necesitas irte, hazlo.
- No, no te preocupes. Después a la noche me iré con el coche hacia allá y me reuniré con ellos, no te preocupes. Y bueno, tú al final te has dejado las canas, ¿no?
- Era luchar contra lo irrefrenable y, sinceramente, me gusta mi pelo.
- Lo tienes precioso.




En la puerta, Eddie estaba hablando con Johnny sobre el videojuego que estaba jugando.
- ¿Te gusta?-preguntó Eddie-.
- La verdad es que es muy entretenido.
- Bueno, pues cuando quieras jugamos una partida y te pulverizo.
- ¿Pulverizarme tú a mí?
- Jovencito, este señor mayor que tienes ante ti era un crack en ese juego.
- Tú lo has dicho, eras… Ahora lo soy yo jajaja.
- La madre que… Jajajajaja. Por cierto, ¿y tus padres?
- Fuera, haciendo la comida seguramente.
- Bien, ¿vienes?
- Ahora iré para allá.




Yendo hacia el jardín, Eddie saludó a Lucía, Alicia y, finalmente, al cocinero de la casa.
- Pero bueno, si te has puesto a cocinar y todo,-decía Eddie antes de abrazar a Marc-.
- Perdona que te diga pero cocino muy bien.
- Alicia, ve llamando a una pizzería,-comentó Eddie a modo de burla-.
- Serás…-dijo sonriendo Marc-.




Tras darse un fuerte abrazo, ambos amigos comenzaron a hablar de sus respectivas vidas.
- ¿Cómo te va todo?-preguntó Eddie-.
- De momento bien. Ya sabes que me querían destinar en mi trabajo a otra sucursal y me negué porque tendría que haberme mudado y al final me echaron. Con el dinero ahorrado más el finiquito, decidí montar mi propia empresa informática y ahora acabo de abrir la quinta tienda de la compañía.
- Anda, entonces ya tenemos otro motivo que celebrar aparte de los 18 años de nuestro cambio radical de vida.
- Parece mentira que hayan pasado tantos años…-dijo Marc quedándose pensativo un momento-. Y bueno, volviendo al tema, ¿ahora en qué andas metido?
- Sigo en la empresa de mi padre y, como el pobre está muy mayor, yo ahora mismo soy la cabeza visible del negocio, aunque las decisiones las tomamos juntos así que bien, no me puedo quejar, vaya.




Mientras tanto, en la cocina de la casa…
- ¿Cuánto os queda por llegar?-preguntaba Johnny-.
- Poco,-contestaron al otro lado del teléfono-. Estamos a punto de llegar.
- Es que tengo ganas de verte, que entre los exámenes y elegir universidad, no he tenido tiempo ni de arrascarme.




Lucía y Alicia, al igual que Eddie y Marc, hablaban de sus cosas.
- Cada día me recuerda tu hijo más a Marc. Es su viva imagen,-comentaba Lucía-.
- La verdad es que sí. Nadie podría negar que es su padre, vaya.
- Con los míos pasa algo parecido, hay dos que son clavados a su padre y la otra se parece algo más a mí, pero es diferente.
- ¿Diferente en qué sentido?
- Tiene más pecho que yo… Se parece a su difunta abuela.
- Ay, la pobre Judith. ¿Cuánto hace ya que...?
- Se van a cumplir 4 años este año.
- Madre mía con el tiempo… Hace nada estábamos en el instituto y ahora soy mi propia jefa.
- Ay, eso te iba a preguntar, ¿cómo os va a Megan y a ti con vuestro negocio?
- Pues mira, de fábula. Ha tenido tanto éxito que hemos tenido que comprar el local de al lado y ampliarlo de la cantidad de gente que viene.
- ¡Qué maravilla! Pues a ver si hablamos tú y yo de negocios porque mi empresa está buscando patrocinadores y… No me vendría mal tu ayuda.
- ¿Sí? ¿Qué necesitas?
- Bien, pues hemos pensado…




En ese momento, dos mujeres se situaban frente a la puerta de entrada sin haber llamado todavía.
- Pues ya hemos llegado, menos mal,-comentó la mujer vestida de verde-.
- ¿Estás bien, mamá? Te noto nerviosa…
- No, estoy bien, sólo es que… Hace 18 años que salí del hospital y me enteré de que estaba embarazada de ti, Joana.




Sonando el timbre, Johnny corrió hacia la puerta cuando la voz de su padre lo paró.
- Ey chaval,-dijo Marc-. ¿A dónde vas tan corriendo?
- Es que esas deben ser la tía Megan y Joana.
- Seguramente, pero no hace falta correr, que no se van a ir,-comentó Marc sonriendo notando cierto interés especial en sus palabras-.




Por su parte, Joana no paraba de moverse y, cogiéndola de la mano, Megan la miró y le preguntó directamente.
- ¿Te pasa algo, hija?
- No, sólo es que quiero entrar ya.
- Ni que tuvieras ganas de ver a alguien...-comentó con una sonrisa guasona su madre-.
- ¡Mamá! Ya te he dicho que no digas nada.
- Tranquila, soy una tumba…




Justo antes de abrir las puertas, Johnny paró a su padre y le hizo prometer algo.
- Ni se te ocurra decirle nada a la tía Megan de que me gusta Joana que me muero de vergüenza, papá.
- Tú tranquilo que lo que tenga que ser, será. Tú actúa con naturalidad y sé tú mismo. ¿Preparado para verla de nuevo?
- ¡Abre ya!-dijo Johnny sin poder parar quieto-.




En cuanto abrieron la puerta y Marc y Megan se vieron, ambos se unieron en un abrazo muy fuerte, ya que por temas de trabajo hacía mucho que no coincidían.
- Al fin te veo el pelo,-comentó Marc-. Felicidades por esos 18 años de tu nueva vida.
- Mira, ya soy mayor de edad y podré tomar alcohol, ¿no?
- Ya sí, pero no lo digas delante de los niños.
- ¿Los niños? Si esos son los primeros que nos llevan la delantera, Marc. Evoluciona un poco jajaja. Que tienes un hijo de 18 y yo una de 17… No son ningunos críos.
- Me resisto a verlos mayores cuando los he tenido a ambos en mis propios brazos.
- La ley de vida… Ahora los padres somos nosotros.




En el interior de la casa, y con un poquito de más intimidad, Joana y Johnny se abrazaban dulcemente.
- Te he echado de menos, Joana. Mucho, mucho de menos. Estás guapísima.
- Y tú no te quedas atrás. ¿Estás haciendo pesas? Te noto más fuerte.
- Un poco… Quiero ponerme en forma, que siempre he sido muy delgado y no me gusta estar así. ¿Cómo estás tú?




Reuniéndose todos alrededor de la mesa, las charlas continuaron y, sinceramente, eran muy agradables y amenas, haciendo a todos partícipes e ignorando la diferencia de edad entre padres e hijos.




Joana y Johnny se gustaban y era un secreto a voces, pero ellos no se atrevían a decirse nada de momento. En comparación con sus padres, ellos eran mucho más tímidos y los mismos Marc, Alicia y Megan lo comentaban entre ellos. Sin embargo, los preferían así a que fueran unos golfos. Estaban muy bien educados y muy orgullosos de ellos.




Megan echaba de menos a Henry, quién permanecía en la cárcel cumpliendo sus años de condena por el doble crimen de los padres de Marc y, también, por la muerte de Trevor, pese a la reducción que tuvo por la colaboración con la policía. La situación en casa era la de cualquier otra. Ni a Megan ni a su hija les avergonzaba decir que su marido y padre respectivamente estaba en la cárcel. Ambas sabían que había cometido sus errores en el pasado y que eso había quedado atrás, ya que se había convertido actualmente en uno de los presos de confianza para el centro penitenciario.




Por su parte, tanto Eddie como Lucía eran muy felices con sus vidas. Lucía era madre de tres hijos y estaba casada con un hombre estupendo, que dedicaba su vida al deporte y al que conoció gracias a Eddie, ya que los presentó él. Por su parte, Eddie también estaba casado y era padre de dos fantásticos hijos, la estupenda parejita.




Y qué decir de Marc y Alicia. Se casaron un par de años después de la muerte de Trevor y ambos se enfrascaron en sacar sus vidas hacia delante con todo lo que eso conllevaba: trabajo, casa, hijos, amistades… Eran jóvenes todavía, pero sabían que ya tenían un cierto recorrido en la vida y estaban orgullosos de cómo habían actuado.




De repente, mientras todos hablaban de sus cosas, volvió a sonar el timbre, cosa que extrañó a todos… Menos a Marc, por supuesto.
- ¿Quién podrá ser?-se preguntó Johnny-.
- Será mi sorpresa, que ya ha llegado,-comentó Marc-.
- ¿Qué sorpresa?-preguntaron todos-. ¿Qué se te ha ocurrido ya?
- Tendréis que esperar… ¿Puedes ir a abrir, Johnny?-pidió Marc-.
- Sí, por supuesto.




En la puerta se encontraba un hombre muy bien vestido y bastante nervioso. No paraba de mover sus manos de un lado para otro, mirando la casa y los alrededores mientras se secaba el sudor incipiente de su frente.
- ¿Sí? ¿Quién es?-preguntó Johnny antes de abrir la puerta-.
- ¿Vive aquí la familia Oporto?-preguntó aquel hombre-.
- Sí, yo soy su hijo. ¿Quién pregunta?
- Verá soy… Henry Jackson.
- ¿Jackson? ¿El padre de Joana?




Sorprendiéndose por completo, Johnny abrió la puerta de par en par y lo invitó a pasar.
- Gracias Johnny. Te pareces muchísimo a tu padre, ¿lo sabías?
- Sí, me lo suelen decir mucho.
- Eso sí, tienes los ojos de tu madre. Esa mirada… Es irrepetible.
- ¿Y cómo es que estás aquí? ¿No estabas en la cárcel?
- Sí, pero mi abogado pidió que me concedieran el tercer grado por haber cumplido más de la mitad de mi condena y, al fin, lo han aceptado.
- ¡Eso es genial!
- Ahora sólo debo encontrar un trabajo para poder pasar más tiempo fuera de la cárcel que dentro.
- Bueno, para eso tenemos una fácil solución porque ahora mismo en el jardín hay un grupo de empresarios reunidos a punto de almorzar. Acompáñame.




Siguiendo a Johnny, Henry contemplaba aquella mansión por primera vez desde que lo encerraron. Para él todo lo que veía era nuevo, cada cosa era algo por lo que maravillarse y sorprenderse.




Andando por el camino que conducía hacia la zona de la barbacoa, Henry pudo ver las tumbas de los padres de Marc y, sintiendo un gran pesar en su corazón, se santiguó varias veces.




En la mesa, todos veían discutir sobre deportes a Eddie y a Marc. Esos dos siempre estaban igual.
- ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Ese chico es un manta!-comentaba Eddie-.
- ¿Un manta? ¿Pero tú has visto a ese Taylor? Si no sabe apenas botar el balón, lo único que tiene es altura…
- ¡Es un tanque! Un muro de contención para la defensa del equipo.
- Normal, midiendo… ¿2’15m.?




Y llegando al lugar, Johnny iba a anunciar la inesperada visita cuando su madre le estropeó el momento.
- ¡HENRY!




En ese preciso instante, tanto Megan como Joana se levantaron de sus asientos y se dirigieron hacia Henry, quien las miraba con amor y dedicación.
- ¡Sorpresa!-dijo Henry-.
- Esto no se hace, Henry. Ya soy una señora mayor y no puedes darme estas alegrías sin que me dé un patatús en el corazón.
- ¿Señora mayor? Calla ya y ve a abrazar a tu marido.




Haciendo caso a las palabras de Henry, Megan abrazó a su marido durante un largo rato.
- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has salido?
- Me han concedido el tercer grado.
- ¿Te lo han dicho hoy?
- No, me lo comunicaron la semana pasada pero Marc vino a verme y me recomendó no deciros nada para daros una sorpresa.
- Ese Marc…-dijo Megan mirándolo con ojos agradecidos-.




Separándose de su mujer, Henry vio a su hija y, abriendo los brazos, se unió a ella fuertemente.
- Mi niña, mi preciosa niña… Estás hecha toda una mujer.
- Ay papi, qué gusto me da poder abrazarte y verte sin tener unas rejas de por medio.
- Y a mí… No sabes las ganas que tenía de poder ser libre y poder disfrutar de vosotras, de vuestra compañía, de verte crecer, ayudarte en lo que haga falta…
- Papá…
- Dime, hija.
- Te quiero. Te quiero, te quiero mucho,-dijo volviéndose a abrazar y echándose a llorar mientras que Henry le acariciaba el pelo y besaba su cabeza-.
- Ya estoy aquí contigo, vida mía. Te quiero Joana.




Henry tampoco pudo evitar emocionarse y varias lágrimas cayeron de sus ojos mientras que Megan los miraba orgullosa. A partir de ahora podría disfrutar de su matrimonio, de su familia al completo y de no verse sola nunca más. Ese día se cumplían 18 años de su nueva vida y, justamente ese día, comenzaba una etapa nueva que traería muchas alegrías.




Sentándose todos a la mesa, comenzaron a interesarse por Henry, sus vivencias en la cárcel, querían saber qué planes tenía pensados para cuando saliese de allí… Todo aquello era un sueño, verdaderamente. Henry nunca se podría haber imaginado que aquellos a quienes tanto odió en el pasado y por los que habría dado lo que fuera para acabar con ellos, ahora estaban sentados junto a él en la misma mesa, preguntándoles y comportándose como verdaderos amigos sin ningún ápice de rencor o maldad en sus palabras. Verdaderamente era muy afortunado…




Un terrible suceso había cambiado las vidas de todos y cada uno de los allí presentes. Las muertes de los padres de Marc fueron un punto de inflexión que trajo consigo tristeza, desesperación, rencor y odio. Pero también trajo cosas buenas, como superación, valentía, fortaleza, madurez, empatía, amor… Estaba claro que todo sucedía por algo y, aunque daba pena admitirlo, nada de eso habría ocurrido si John y Grace Oporto estuvieran vivos en ese momento…




Sirviendo los platos, todos comenzaron a comer tras bendecir el almuerzo y dar gracias a Dios por estar todos reunidos alrededor de la mesa. Siempre había permanecido un hueco libre en todas y cada una de las reuniones que habían hecho, siempre. Pero ese día estaban todos, no sobraba ninguna silla y, al fin, podrían ser felices plenamente…




FIN

1 comentario:

  1. Me ha encantado la historia. Comencé anoche y acabo de terminar el último capítulo, Vamos, una maratón. La verdad es que es muy original, ha tenido giros inesperados que la hacen muy interesante.

    ResponderEliminar